La comunicación en la nueva política anti-racista

11/09/2005
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Antes de entrar a profundizar sobre cómo construir una comunicación alternativa  que permita fortalecer a los movimientos sociales, y, en el caso que me ocupa, al movimiento de afrodescendientes,  tendríamos primero que  preguntarnos: ¿Cuál debe ser nuestro proyecto político? ¿Es resaltar la cultura afrodescendiente y la reafirmación de una identidad como grupo social o es acabar con el racismo? Respondernos a esta pregunta es clave para saber cuáles estrategias políticas nos proponemos.

A partir de los años setenta, los procesos de globalización económica y cultural, y con ellos,  la pérdida del rol del Estado como articulador de lo social y lo nacional, el cuestionamiento al sujeto ilustrado masculino, blanco y heterosexual, el cuestionamiento de las metanarraciones como lo fue el marxismo, la filosofía y el psicoanálisis por solo explicar cuestiones meramente estructurales y no dar cuenta de otras áreas de la vida individual y social; provocaron el surgimiento de  grupos sociales que iniciaron lo que hoy se denomina la política de la diferencia y de la identidad, en la búsqueda de un reconocimiento social por haber sido históricamente excluidos del contrato social por cuestiones de sexo, raza, sexualidad: mujeres, las y los afrodescendientes, indígenas, lesbianas y gays etc.  En el caso de la población afrodescendiente, esta política se ha enmarcado, fundamentalmente en la necesidad de que se reconozca la herencia africana como legado cultural en la cultura latinoamericana y caribeña, desmontar los estereotipos y prejuicios negativos y lograr la visibilización como grupo social,  entre otras propuestas.

Atacar las bases del racismo

Hasta ahora, éste ha sido el énfasis del movimiento social afrodescendiente que le ha permitido articular acciones nacionales y hasta trasnacionales. Si bien esta política ha sido necesaria en tanto que ha logrado la construcción de sujetos políticos, su limitación es que ha partido, a mi modo de ver,  de una visión culturalista, muchas veces romántica y esencialista que solo refuerza una identidad racial, lo cual no ha sido suficiente en la lucha antirracista. Asumir la lucha antirracista, es apuntar a destruir las bases del racismo como sistema de opresión, en donde las políticas de identidad y de diferencia pasen a ser estrategias más que fines en sí mismos.

Y esto me parece fundamental porque hasta ahora, si bien hemos logrado que se den cuenta de que existimos, de que existe un aporte africano en la cultura latinoamericana y caribeña, en la culinaria, música, religiosidad; que cada vez más afrodescendientes asuman su identidad y que muchos y muchas ya están presentes en los medios de comunicación, aunque aún estereotipados, que se habla de una “belleza negra”;  esto no ha mermado el racismo, todo lo contrario, hoy la situación de la mayoría de la población afrodescendiente, y en especial de las mujeres, sigue siendo  desastrosa, sino veamos los índices de pobreza, la cantidad de desplazadas y desplazados de guerra como es el caso de Colombia, la falta de acceso a los servicios públicos como  la salud, vivienda, educación; los niveles de violencia en que se encuentran muchas de nuestras mujeres, los altos índices de desempleo, los altos niveles de xenofobia, etc. Estos indicadores  reflejan cómo hoy las políticas neoliberales patriarcales están afectando a estas poblaciones,  lo cual no es más que un racismo institucional y estructural a gran escala.

La política de las diferencias y de las identidades no basta para la política antirracista, pues sigue siendo lo más potable para el sistema neoliberal patriarcal y racista. Ya hoy probablemente no haya ningún Estado que no se reconozca como multirracial y multicultural, aunque sea solo en la retórica, lo cual no significa que las políticas estatales estén acabando con el racismo, todo lo contrario. Los discursos en torno al reconocimiento cultural han sido asumidos y cooptados: los estados, las instituciones multilaterales, incluso las transnacionales hablan de las y los afrodescendientes, pero desde un discurso de tolerancia que sigue legitimando un prototipo humano tal como se inventó desde los tiempos de la ilustración. El sujeto ilustrado sigue siendo hombre, con privilegios de clase, blanco y heterosexual. La tolerancia sigue manteniendo intactas las relaciones de poder sobre grupos que salen de la definición de este prototipo: afrodescendientes, indígenas, lesbianas, homosexuales, pobres, personas con otras capacidades.

La lucha contra el racismo implica entender sus efectos sobre nuestra vida cotidiana y las consecuencias materiales, políticas y también culturales. Significa  hacer una política articulada a otros sistemas de opresión como el sexismo, el clasismo, la heteronormatividad pues estos sistemas nunca se presentan aislados, significa salirnos de las lógicas del sistema que nos impone y quedarnos estereotipadas y estereotipados, esencialistas, en la fragmentación y la sectorización, supone transformar la realidad en todos los órdenes y niveles y las acciones deben ir desde la denuncia del racismo estructural, simbólico y cotidiano hasta lograr obligar a los estados a implementar políticas no racistas. Ello es una tarea que no solo debe corresponder a los y las afrodescendientes sino a la humanidad completa, no obstante las víctimas de racismo tengamos que poner los cimientos principales, solo porque nos toca más de cerca en nuestras vidas.

Para los movimientos sociales asumir una política antirracista significa definir una serie de estrategias que van desde la formación política y teórica con organizaciones locales, acciones de movilización, arte alternativo,  hasta una estrategia de comunicación que permita fortalecernos políticamente,  articuladas y articulados a otros movimientos con los que debemos hacer alianzas y coordinaciones. ¿Cómo hacer posible esta comunicación?

A pesar de los avances que hemos tenido en materia  política y organizativa, lo cual se pueda evidenciar en el número cada vez mayor de organizaciones con diversas acciones, uno de los problemas con que contamos son los altos niveles de institucionalización, que ha burocratizado la política de tal forma que ya el trabajo local de concientización, de organización colectiva, de movilización, casi se ha dejado de lado. Ahora lo que más existen son ONGs burocratizadas, jerárquicas, liderazgos únicos y centralizados que se pasean por las esferas internacionales, (conferencias internacionales y un sinnúmero de eventos y cumbres), con grandes financiamientos.

Más información  menos debate

Si hacemos un análisis del tipo de comunicación que hasta ahora ha desarrollado el movimiento afrodescendiente, probablemente lleguemos a la conclusión que esta comunicación refleja esos niveles de institucionalización. Lo que contamos ahora es con más flujos de información. Desde el movimiento de mujeres afrodescendientes, en el cual hago parte de la política antirracista, esa información se limita a promover algunos eventos locales, nacionales e internacionales. La Internet ha permitido hacer circular un sinnúmero de informaciones que traspasan las fronteras geográficas, y esto ha sido positivo, aunque muchas veces estos flujos se quedan en una élite del movimiento que ha tenido acceso a esta tecnología. Hay una debilidad en los debates colectivos, en los análisis políticos acerca del racismo y el sexismo contemporáneo, una falta de formación teórica que ayude a dar contenido a nuestros discursos políticos, sumado a que las producciones latinoamericanas y caribeñas son muy limitadas y las que existen circulan muy poco.

Estas informaciones no han servido para lograr una comunicación que sirva para definir estrategias nacionales y transnacionales que nos permita articularnos y fortalecernos como movimiento,  con excepción del proceso hacia la Conferencia Mundial contra el Racismo en el cual se logró mantener un flujo de información aceptable y los canales de comunicación permitieron articular ciertas estrategias internacionales. Es lamentable que solo esto se logre en los procesos de preparación de las conferencias convocadas por la ONU y que no sea una situación permanente en el desarrollo del movimiento antirracista desde posiciones más autónomas.

Algunas propuestas

En ese sentido creo que una comunicación posible para el movimiento antirracista de afrodescendientes debe apuntar en varios sentidos:

* Se hace urgente la formación política en torno al racismo contemporáneo y su desarrollo contextualizándolo en los procesos post coloniales. Solo así es posible lograr articular estrategias comunes en el plano nacional y transnacional. Para ello es necesario producir materiales que ayuden a esta formación, con suficientes bases teóricas y analíticas. Estos materiales deben ser suficientemente divulgados en la mayor cantidad de  espacios posibles como los colectivos, organizaciones, eventos nacionales e internacionales y provocar con ello debates.

* Los contenidos de esta comunicación deben apuntar a reforzar la solidaridad entre movimientos de diferentes países del mundo, sobre todo aquellos que se proponen la descolonización real e ideológica, que apunten a la compresión del neoracismo o racismo contemporáneo y sus efectos, sobre todo en las mujeres del sur como grupo social más afectado, que permita la comprensión de otras luchas sociales como la de  las mujeres, los pueblos indígenas, las lesbianas y gays y que apunte a una transformación social integral de la vida humana.

* Se hace urgente que entendamos que un principio ético de nuestra política debe ser la transmisión del conocimiento entre todas y todos, pasar lo que sabemos para ir incorporando saberes diversos y sobre todo traspasarlo a las generaciones que nos siguen para poder mantener la lucha antirracista por más tiempo y con nuevas formas organizativas y estratégicas.

* Es necesario darse cuenta de la importancia de la tecnología como medio para definir estrategias conjuntas, no solo para informarnos, lo cual es importante pero no suficiente. En ese sentido, lograr colocar materiales, discusiones y recibir y dar retroalimentación ayuda a ir definiendo nuestras posturas políticas y con ello la posibilidad del intercambio, para ir definiendo estrategias de intervención más eficientes. Las listas, los correos electrónicos sirven mucho para ello, pero no solo deben limitarse a los flujos on-line, deben crearse flujos de comunicación continuos en espacios rurales o semirurales, entre las personas que no cuentan con la tecnología, solo así es posible que no solo una élite goce de este privilegio. Esto significa democratizar la información a muchos niveles y en muchos lugares.

* Estas propuestas solo son posibles de concretar siempre y cuando tengamos claro cuáles son nuestros objetivos políticos y de nuevo me remito a la cuestión con la cual comencé estas notas. ¿Cuáles son nuestros objetivos políticos, lograr el reconocimiento como grupo social y reforzar nuestras identidades o acabar con el racismo y todas las opresiones?

Estas reflexiones quedan abiertas para el debate.

Ochy Curiel es una profesional dominicana de las ciencias sociales, activista lésbica-feminista y antirracista.

https://www.alainet.org/pt/node/123082
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