Amazonia: Antes que sea tarde
23/10/2000
- Opinión
Durante siglos, en la formación del mundo moderno, procesos de crecimiento
rápido fuera de los países centrales se dieron básicamente en regiones que
disponían de abundantes recursos naturales (potencial agrícola, mineros),
eventualmente valorizados. Cuando esos recursos se agotaban o perdían
importancia, sus regiones productoras se encaminaban a la decadencia. El
siglo XX alteró parcialmente este patrón. En él, economías no centrales
registraron casos notables de crecimiento que no se basaron en la
explotación extensiva de recursos naturales abundantes, sino en procesos
intensivos de industrialización. Por diferentes caminos, diversas economías
retrasadas se beneficiaron de la capacidad para obtener ganancias aceleradas
de productividad a través de estrategias -relativamente simples- basadas en
la difusión de técnicas ya conocidas. Se creó así, a lo largo del siglo XX,
un grupo de países intermediarios, o semiperiféricos, algunos de ellos en
América Latina. Durante décadas, eso permitió que se formulen visiones
optimistas. Aparentemente, esos países acortaban la distancia que los
separaba de los líderes.
Uno de los hechos más importantes en los 20 últimos años, en el escenario
mundial, fue la desarticulación sucesiva de todas esas estrategias para
alcanzar el nivel de los países líderes (en América Latina desde el inicio
de la década de los '80, en Europa del Este a partir de finales de la misma
década, entre los Tigres Asiáticos en la década del '90), con excepción, no
obstante, de China, cuyo impulso de crecimiento acelerado es reciente. Esas
desarticulaciones tuvieron varias causas. En el ámbito de este artículo,
resaltaremos una de ellas, que permite conclusiones relevantes y permite
extraer serias consecuencias geopolíticas.
El sistema internacional
En las relaciones económicas internacionales, alcanzan ventajas los países
que consiguen controlar una parte mayor del excedente producido en el
conjunto del sistema mundial. Para ocupar una posición de vanguardia, un
país debe estructurar su economía en torno de actividades generadoras de una
ganancia diferencial, situada encima -preferencialmente muy encima- del
promedio. Tales posiciones son, por definición, excluyentes (caso
contrario, la ganancia que propician no sería diferencial). Primera
conclusión: tal como está organizado, el sistema económico internacional es,
pues, estructuralmente asimétrico. La idea de un mundo regido por la
cooperación -o por meras relaciones de mercado que no expresen relaciones de
poder- es utópica, pues la competencia está inscrita en la estructura del
sistema vigente, siendo posible tan solo disciplinarla, no eliminarla.
Como las actividades que garantizan la ganancia diferencial se modifican a
lo largo del tiempo, la conquista y la conservación de una posición de
vanguardia no pueden depender del control de un sector, una tecnología o una
mercancía específicos (un sector, una tecnología o una mercancía que
garanticen ganancia diferencial hoy, pueden dejar de hacerlo mañana). Ellas
exigen liderazgo sobre el proceso de innovación, o sea, capacidad permanente
de crear nuevas combinaciones productivas, nuevos procesos, nuevos
productos. Segunda conclusión: el núcleo del sistema internacional son los
espacios nacionales que concentran en sí la dinámica de innovación. Ellos
alcanzan sucesivamente las posiciones de conducción justamente porque
consiguen recrearlas, obteniendo de esa forma beneficios extras en la
división mundial del trabajo. En el otro polo, la dependencia también se
rehace dinámicamente.
Esto se hizo más evidente con el avance de la llamada "globalización", que
afecta países centrales y periféricos (o semiperiféricos) de manera
completamente diversa. En el caso de los primeros, el ámbito de la economía
y de la técnica, de un lado, y el ámbito de las decisiones políticas
(incluidas ahí aquellas que tienen desdoblamientos militares), de otro,
permanecen estrechamente unidos, por el fuerte vínculo entre
megacorporaciones empresariales y Estados nacionales efectivamente
soberanos; en el caso de los países periféricos, esos ámbitos se disocian
fuertemente, por la dispersión geográfica de las cadenas productivas, a
escala mundial, que se da bajo la conducción de corporaciones empresariales
que no tienen compromisos con los Estados y sociedades más frágiles, donde
tan sólo instalan filiales.
Visto bajo esa óptica, queda en claro que el esfuerzo desarrollista de los
países latinoamericanos se mantuvo aprisionado en los límites de una
modernización periférica y nunca nos aproximó, de hecho, a una posición
central en el sistema mundial. Conseguimos internalizar progresivamente
actividades productivas, de tipo industrial, que, en algún momento de la
historia, sustentaron el liderazgo de los países centrales. Pero el
problema es que tales actividades pierden esa característica diferencial
justamente cuando la periferia en vías de modernización consigue
capturarlas, pues ahí ellas quedan sujetas a una intensa presión competitiva
que disminuye su importancia y su rentabilidad. Cuando eso ocurre, esas
actividades son relegadas a un segundo plano por las economías centrales,
que renuevan su posición privilegiada alterando las combinaciones
productivas más eficaces. La desigualdad se rehace.
Un doble desafío para la periferia
Una imposibilidad lógica impide que estrategias de nivelación, del tipo de
las implementadas por Brasil y otros países, altere las posiciones relativas
al interior del sistema. Tercera conclusión: no se consigue superar la
condición periférica tan sólo con copiar productos y tecnologías que ya
están maduros en los países centrales. La experiencia reciente, por el
contrario, nos dice algo todavía más grave: los procesos de deconstrucción
de proyectos de desarrollo son mucho más rápidos que los de construcción.
La distancia entre nuestros países y los países centrales, por ejemplo,
disminuyó paso a paso durante la mayor parte del siglo XX, pero volvió a
ampliarse dramáticamente en los 20 últimos años.
De todo esto se deduce que las grandes economías retrasadas tienen ante de
sí un doble desafío, muy difícil: internalizar selectivamente las técnicas
más importantes del paradigma vigente y, al mismo tiempo, preparar
condiciones para un salto que les permita romper la lógica de la
dependencia, lanzándolas a la vanguardia de un nuevo paradigma. Fue lo que
hizo Japón en la segunda post-guerra: absorbió la tecnología de base química
y metalmecánica, a través de las ingenierías de adaptación, y al mismo
tiempo engendró la microelectrónica, que vendría a colocarle, más adelante,
entre los líderes. Internalizar y aplicar intensivamente la ciencia y la
técnica universales, de un lado, e identificar lúcidamente las ventajas
comparativas locales, de otro, son componentes gemelos de un proyecto
exitoso.
El potencial de Sudamérica
Hoy, América del Sur no reúne las condiciones esenciales para preparar ese
salto, que son de naturaleza política (proyecto propio) y cultural
(identidad clara y autoestima elevada). Pero, del punto de vista
estructural, no le falta potencial para ello. En lo relativo a la ciencia y
la tecnología, diversos campos de investigación están abiertos a nosotros, a
la espera de un proyecto regional consistente, que los articule. Daremos
algunos ejemplos, para preparar una conclusión de carácter geopolítico.
- Recursos energéticos
Todo indica que el petróleo se agotará cuando más en la primera mitad del
siglo XXI. La alteración de la matriz energética es un problema mundial,
extremamente complejo, y decisivo para la reorganización del poder a mediano
y largo plazos. Las mayores posibilidades de enfrentarlo están en los
trópicos, a través del desarrollo de formas, hoy embrionarias, de
utilización de las fuentes renovables representadas por el sol y la biomasa.
Concluida la planta de Xingó, por ejemplo, ninguna hidroeléctrica de gran
dimensión podrá ser construida en el nordeste brasileño, donde el índice de
incidencia de energía solar es más que abundante; la baja eficiencia de los
actuales convertidores de energía solar representa un desafío científico que
necesitaríamos enfrentar.
En esta misma área, un segundo desafío es el conocimiento detallado del
mecanismo, todavía bastante oscuro, de almacenamiento biológico de la
energía solar, o sea, de la síntesis de los hidratos de carbono en el
proceso de fotosíntesis, mucho más intenso en los trópicos; quien lo conozca
bien y consiga hacerlo más eficiente abrirá nuevas perspectivas.
Un tercer desafío se refiere a los combustibles líquidos. Con un esfuerzo
que está a nuestro alcance, podríamos tomar una delantera significativa en
el aprovechamiento energético de la biomasa, a nivel mundial. Resueltas
algunas cuestiones técnicas residuales, la utilización de palmeras nativas,
como el dendê y la pupunha, puede producir alrededor de 12 toneladas de
aceite de alto contenido calorífico por hectárea (70% más de energía por
área plantada que el combustible de alcohol producido a partir de la caña de
azúcar). El aceite vegetal así obtenido es el único combustible renovable
conocido capaz de sustituir el diesel. Se estima que la plantación de
árboles leguminosos mezclados con palmeras en 35% del área amazónica ya
deforestada podría sustentar una producción de aceite suficiente para
substituir todo el diesel que usamos.
- Sustentabilidad agrícola
El segundo vector en el que podremos producir nuestro propio salto tiene que
ver con las condiciones de sustentabilidad de la producción agrícola. Se
trata de otro problema que será central en el siglo XXI, en vista del
agotamiento, en curso, del modelo basado en la utilización intensiva de
insumos químicos y venenos. Para duplicar la producción mundial de
alimentos, entre 1950 y 1985, fue necesario multiplicar por 9 la aplicación
de fertilizantes y por 32 la de pesticidas, con la consecuente destrucción
de suelos, el aumento de contaminación y el consumo exagerado de recursos y
de energía, cada vez más escasos. La alternativa más promisoria parece ser
el desarrollo de familias de microrganismos que resulta de la fijación
biológica del nitrógeno (FBN) atmosférico, eliminando la necesidad de
fertilizantes nitrogenados.
Nosotros tenemos condiciones para asumir el liderazgo mundial en el
desarrollo del FBN, que podrá llegar a ser la clave de una futura
agricultura sustentable y de alta productividad. No solo contamos con la
capacidad necesaria (las variedades de soya seleccionadas en el Brasil son
las únicas en el mundo que tienen alta productividad sin la necesidad de
utilización de fertilizantes nitrogenados, y el FBN aplicado en la caña de
azúcar fue decisivo para la implementación del programa de alcohol
combustible), sino también con las condiciones ambientales más propicias.
El balance energético del FBN en el ambiente sudamericano es altamente
positivo, mientras que en los países del norte se queda en torno al valor,
económicamente inviable, de la unidad.
- La biodiversidad
Un tercer ejemplo se refiere a las llamadas biotecnologías, que son la nueva
frontera hacia donde diversas ramas industriales, como la de los fármacos,
tienden a migrar. El auge de la industria farmaceútica tradicional se dio
entre las décadas de 1930 y 1970, con sucesivos descubrimientos de
compuestos químicos y de antibióticos. Desde la década de los '80 el ritmo
de innovaciones disminuyó considerablemente, muchas patentes importantes
caducaron, la capacidad tecnológica de nuevos países aumentó; todo lo cual
conllevó a una caída de la rentabilidad del sector. De ahí el esfuerzo, de
los países desarrollados, para abrir y controlar un nuevo ciclo, en el cual
se inscribe el manejo de patentes de cadenas genéticas modificadas.
La emergencia de la problemática de la biodiversidad debe ser entendida en
el contexto de la emergencia de este ciclo de innovaciones, con la genética
y la biología molecular que pasan de la condición de ciencias básicas a la
de ciencias aplicadas. La información genética en estado natural sigue
siendo su base fundamental, pues el hombre no crea genes, tan sólo los
maneja. Es principalmente como stock de materia prima para las
biotecnologías que la biodiversidad asume un carácter estratégico,
convirtiéndose en el tema que evidencia hoy, con particular claridad, los
nexos entre ciencia, tecnología, medio ambiente y geopolítica. Cerca del
60% del stock de material genético del planeta está concentrado en la
Amazonia.
A la par de este stock, el agua dulce será el principal recurso natural del
futuro, pues comienza a escasear y no se vislumbra la posibilidad de que
algún día pueda ser substituida. América del Sur tiene cerca del 47% de los
recursos hídricos del planeta. En la Amazonia, la capa vegetal conduce un
mecanismo que recicla de 6 a 7 mil millones de toneladas de agua dulce por
año. Para referirnos tan sólo al problema de la alimentación, el cause
central del río Amazonas, sus grandes afluentes y los lagos costeros se
pueden transformar en la más importante fuente mundial de proteína animal de
alta calidad y de bajo costo, vía una piscicultura organizada y sustentable,
con el manejo racional de las dos mil especies de peces y otros tantos
crustáceos que viven allí, cuyos ciclos biológicos precisan ser mejor
conocidos. La fertilidad de las áreas costeras puede transformar la región
en gran productora de otros alimentos, especialmente de mandioca, maíz,
arroz y frijol.
Un ejemplo más: como no existen enfermedades parasitarias en los países más
ricos, de clima frío o templado -y como, en el propio Tercer Mundo, ellas
afectan principalmente a las poblaciones más empobrecidas-, hasta hoy no se
han desarrollado mecanismos eficaces para su control. A pesar de eso, del
punto de vista científico, ya están bien establecidos los principios que
pueden conducir, en un corto plazo, a la producción de la vacuna contra la
malaria, que abriría el camino a vacunas contra las demás enfermedades
parasitarias. Marcado por la experiencia de la lucha en Vietnam, el
Ejército de Estados Unidos financia hoy el grupo de punta en esta
investigación, liderado por una pareja de científicos brasileños que no
encontró buenas condiciones de trabajo en su país. El desarrollo de una
medicina y de una poderosa industria farmaceútica de cara a los problemas
del Tercer Mundo es otro campo científico y tecnológico en el que podemos
asumir una posición destacada.
El potencial de la región amazónica
No es casualidad que las líneas de investigación señaladas tengan relación
directa con el potencial de la región amazónica, cuya plena integración
constituye hoy, más que nunca, un desafío estratégico para un grupo
importante de países sudamericanos. Tenemos derecho jurídico sobre la
región, pero no hemos desarrollado un modo de ocupación adaptado a las
condiciones y la potencialidad del bosque tropical húmedo, allí ampliamente
dominante. Por no haberlo desarrollado, mantuvimos débilmente vinculadas al
conjunto de las respectivas sociedades enormes extensiones, prácticamente
deshabitadas y, más recientemente, agredidas por la explotación depredadora.
Las presiones demográficas y económicas internas, pero, principalmente, el
aumento de la importancia de la región en el mundo actual -por su potencial
hídrico, energético, mineral y genético-, renuevan y aceleran el viejo
desafío.
A inicios del siglo XX, el petróleo era el recurso más importante, y sus
mayores yacimientos estaban ubicados en el Medio Oriente. La historia de
esa región en los últimos cien años -con guerras interminables, ocupaciones
extranjeras, modificaciones de fronteras, extinción y creación de países-
demuestra cuán explosiva es la combinación de recursos estratégicos y
sociedades débiles. El ciclo del petróleo está llegando a su fin. Se
inicia el nuevo ciclo de la biodiversidad, del agua dulce y de la creación
de una nueva matriz energética, basada en fuentes renovables. Aparece, de
nuevo, la antigua asimetría entre países que detenta el poder (técnico,
político, financiero y militar), de un lado, y países que poseen stocks de
recursos estratégicos para los ciclos económicos en gestación. La
naturaleza y la historia nos colocaran, en el siglo XXI, en esta segunda
condición. La capacidad de mantener fuera de la región a las grandes
potencias que siempre nos dominaron y, al mismo tiempo, de crear
instituciones poderosas, integradas, inteligentes, dedicadas a incorporar y
explotar ese potencial, será decisiva para nuestro futuro. Eso exige, sin
embargo, un ambiente político, cultural e ideológico en el que podamos
liberarnos de los condicionamientos externos y de la tiranía del corto
plazo, pensando nuestros destinos a partir de una perspectiva propia y de
una temporalidad extendida. Un ambiente que nos permita enfrentar las
nuevas y grandes preguntas, que ya están formuladas.
Atrapados por la trampa financiera de las deudas, desprovistos de la
autoestima y de proyectos propios, sin capacidad de utilizar nuestros
recursos, perdemos el control sobre ellos. Será el próximo paso. Con un
pretexto extremadamente ridículo, la potencia dominante ya comenzó a montar
bases militares en la región (Ecuador, Guyana y Brasil), por primera vez en
la historia. Tiene motivos fuertes para actuar así. Mucho más fuerte, como
vimos, que el control sobre plantaciones de coca. La gran hoya amazónica,
que separó nuestros países, precisa ahora, urgentemente, unirlos en un
proyecto regional de cooperación y desarrollo, conducido por nuestros
pueblos. Antes de que sea tarde.
César Benjamin, economista brasileño, es integrante de la coordinación
nacional de la Consulta Popular.
https://www.alainet.org/pt/node/104900
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