¡Buscando salidas..., caminando hacia adelante!

Las Iglesias Evangélicas dicen: ¡Basta!

27/04/2003
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1. PROCESANDO EL DOLOR

Ante el dolor..., nos indignamos

Algunas muestras que son más que botones

Argentina: en la provincia de Tucumán hay niños que mueren de hambre, más del 70% de los niños argentinos de hasta 5 años son pobres. Los índices de desnutrición y la poca cobertura de salud los condena a un limitado desarrollo de sus capacidades. Cerca de 400,000 madres embarazadas viven en la pobreza. Argentina, con una riqueza agrícola maravillosa: es el primer productor y exportador de aceite y harina de girasol, harina y aceite de soya y peras; el segundo exportador mundial de maíz y miel; el tercer productor mundial de jugo de manzana; el cuarto productor mundial de carne bovina; quinto exportador mundial de trigo...

Costa Rica: un adolescente de 12 años asesina a otro adolescente de su misma edad para robarle las zapatillas deportivas de una marca famosa. "Era la única manera de tener esos zapatos deportivos", declaraba el adolescente. Se crean ilusiones de consumo más allá de las posibilidades de grandes mayorías. Una paradoja: zapatos deportivos que son producidos en la China y otros países asiáticos, por niños con trabajo casi esclavo.

El Salvador: una mujer pobre que habita en un barrio marginal acostumbraba a vivir con las “puertas abiertas” de su humilde casa, acogiendo a sus vecinos. Su casa fue asaltada en varias ocasiones y ella fue maltratada. Su casa ahora es una prisión, enrejada para protegerse. Nuestras casas parecen prisiones de hierro ante el temor de la violencia. En el Salvador 6 personas son asesinadas cada día, 180 cada mes y 2160 al año.

Brasil: en las favelas (asentamientos urbano marginales) de Río de Janeiro las bandas de narcotraficantes imponen su orden, justicia, protección y sentido de caridad. Gran parte de los integrantes de esas bandas son jóvenes de familias pobres. La pobreza ligada a la violencia quiebra las redes solidarias de supervivencia que existían entre los excluidos.

Honduras: las “maras” (pandillas juveniles) en Tegucigalpa controlan sectores de la ciudad. Dos jóvenes de 15 años que habían pertenecido a uno de estos grupos y habían comenzado a asistir a la iglesia decidieron cambiar sus vidas, fueron asesinados. No hubo “vuelta atrás”, el cambio se pagó con la vida. Es la lógica de la violencia entre jóvenes que han perdido el sentido de sus vidas.

Ecuador: un migrante regresó a su país tras 12 años de trabajo ilegal en los EE.UU. Colocó su dinero ahorrado con mucho sacrificio en un banco local; el banco quebró dos días después más. Sus ahorros desaparecieron en horas, se empobreció y sufrió un infarto cardíaco. Mientras estaba en el hospital público con un servicio médico casi inexistente, los dueños de ese banco disfrutaban plácidamente en Miami el fruto de su corrupción, bajo la protección de la impunidad intocable de los poderosos.

Nuestros países dependen, dentro de una globalización que excluye, de una “economía informal” ligada al tráfico de drogas, de armas y de seres humanos. Nuestros países son exportadores de capital por la deuda externa y de recursos humanos por las migraciones masivas.

Ante el dolor..., nos repensamos

Como Iglesias Evangélicas[1] queremos hablar a partir de la práctica pastoral de nuestras congregaciones y del acompañamiento a los necesitados de ayuda que tocan a nuestras puertas día a día. Experimentamos con dolor como el pobre llega a la miseria y la clase media se empobrece, mientras que un reducido grupo de personas y familias se enriquecen ilimitadamente.

Nosotros, al igual que ustedes, a veces nos sentimos cómplices, por inercia o por pasividad, por contribuir a un sistema de valores, a modelos de vida que producen mucho dolor y marginalidad. Estamos creando la “civilización de las desigualdades”[2].

El problema no es solamente económico, sino que es moral, ético, de valores, de insensibilidad ante el dolor. La economía hoy más que un sistema económico, es un sistema de valores, un modelo de existencia, una civilización de desiguales.

No pretendemos ser economistas o que tengamos soluciones a los males que nos aquejan. Entonces, ¿qué nos motiva a hablar? No es la economía; es la centralidad del ser humano. Entonces, ¿qué nos preocupa? No es la economía; es un sistema económico que degrada la condición humana.

¿Cuál es nuestra tarea en este dolor?

“Si callamos las piedras darían testimonio de mí (Jesucristo)"

Lucas 19:40

La labor fundamental de la iglesia es ayudar al ser humano para que transforme su existencia, encuentre tranquilidad espiritual y salvación par su vida. Pero el Evangelio también nos recuerda nuestro deber por participar en la construcción de un orden moral y ético que garantice la vida plena para todos.

Reconocemos que la globalización es un hecho histórico sin retroceso, pero con necesidad de cambios profundos. Reconocemos su realidad, pero no podemos aceptar su perversidad. Como Iglesias Evangélicas queremos perseverar en que aún es posible un mundo distinto.

Desde el dolor que sentimos por el sufrimiento de los excluidos en nuestro Continente, queremos hacer nuestro el ministerio de nuestro Señor Jesucristo cuando dijo:

“He venido para dar buenas nuevas a los pobres; sanar a los quebrantados de corazón; pregonar libertad a los cautivos y vista los ciegos; poner en libertad a los oprimidos; predicar el año agradable del Señor” (Lucas 4:18)

Por fidelidad a la misión de proclamar el Evangelio, nos sentimos desafiados a luchar contra la injusticia social, las grandes desigualdades en las relaciones internacionales, la enorme distancia entre los países del Norte y del Sur, los problemas sociales generados por la violencia, el analfabetismo y los males que generan la corrupción, las drogas y el terrorismo.

Vivimos la obsesión del tener, del poder, del éxito, del triunfo, de la rentabilidad en detrimento del ser, del bien-ser, de la vida digna. Se busca como meta el milagro económico y lo que se producen son “infiernos” sociales. Se están fomentando sociedades basadas en la exclusión, en la falta de solidaridad, que hacen muy difícil el plan de Dios de salvación para todos.

Como iglesias, junto a otros movimientos y organizaciones humanistas, hemos tratado de impulsar un espíritu de comunidad en nuestras sociedades basado en valores de vida para todos, tales como el amor al trabajo, la dedicación, el esfuerzo, la compasión y la solidaridad.

“La globalización - en sus dimensiones sociales, económicas y tecnológicas - amplió su predominio en la vida de nuestros pueblos. La globalización se nos fue presentada como la gran panacea; se nos dijo que mediante ella, la tecnología y el mercado harían de este mundo uno mejor. En verdad, la globalización reinstala con nuevos bríos la ley del más fuerte en las relaciones sociales, posibilitando el bienestar de las minorías y condenando a millones a ser sacrificados en el altar del mercado, ese ídolo contemporáneo ávido de sacrificios humanos”[3].

Un destacado líder eclesial[4] expresaba que, como iglesias, dado el panorama de dolor que vivimos en la región, ya no podemos practicar la parábola del Buen Samaritano. Son tantos los heridos que este sistema económico global deja a la orilla de los caminos, que como iglesias no podemos recoger, acompañar y alimentar a todos los que necesitan de nosotros. Ya es hora de enfrentar el problema de los ladrones y asaltadores del camino. Como Iglesias Evangélicas, con amor y no con odio, con un espíritu constructivo y no destructivo queremos contribuir a soluciones eficaces para los males de nuestras sociedades. De ahí que nuestro llamado no sea solamente a ocuparnos de la pobreza, sino enfrentar las causas de la concentración del poder y el llamar a una nueva práctica de distribución de la riqueza.

Sin ser fatalistas, creemos que el caos y la anomia social son posibles en nuestra América Latina. Hay que ser realista para construir lo que parece imposible. Ha llegado la hora de aunar nuestros esfuerzos en la búsqueda de soluciones.

Queremos persistir en hablar de una nueva visión económica que coloque el derecho a la vida del ser humano como centro de su accionar. De una economía que promueva la solidaridad, la reciprocidad y la responsabilidad. De un modelo económico que se proponga “globalizar la vida plena”.

¿Quiénes somos? ¿Desde dónde hablamos?

La cruz y la espada, o en muchos casos la espada y la cruz, marcaron profundamente el devenir histórico de nuestros pueblos. De algún modo, están en su “ethos” profundo, modelan sus culturas, ofrecen sentido a las experiencias individuales y colectivas. Las herencias indígenas y afro descendientes son parte de ese “ethos”, así como también son parte de él las diversas tradiciones laicas asimiladas a lo largo de las historias republicanas de la región.

A lo largo del Siglo XX, y en casi todos los países de la región, la población evangélica presenta una tendencia de crecimiento y expansión. Hoy las Iglesias Evangélicas representan entre del 15 al 20% de la población latinoamericana. Las Iglesias Evangélicas constituyen un fenómeno social y religioso en expansión. En especial, en los últimos años los evangélicos hemos estado participando más activamente en la vida política y social de nuestras sociedades.

Desde su esencia la Iglesia pretende constituirse en una comunidad de esperanza, de transformación, de compartir, un reducto de la solidaridad en tiempos de sobrevivencia. La Iglesia Evangélica en América Latina pretende ser un espacio de socialización de experiencias, punto de encuentro, comunidad de esperanza, de sanidad, de alianza y solidaridad. La Iglesia Evangélica crece, en especial, en los sectores más pobres y marginados de la región. Doquiera exista un “bolsón de pobreza”, allí se encuentra un templo evangélico predicando el Evangelio y sirviendo a la comunidad. Ese crecimiento entre los sectores pobres y marginados de la región ocurre por varias razones:

· Su discurso no responde a la oficialidad, responde a la necesidad, apela a la coherencia entre lo discursivo-teórico y su práctica cotidiana.

· Hace visible al ser humano como actor de un proyecto de vida.

· Vincula al sujeto con una comunidad de iguales.

· Posibilita el acceso a un proceso de sanidad mediante los actos celebrativos (cultos) y de meditación (ayuno y oración).

· Contribuye a la espiritualidad del pueblo.[5]

La Iglesia Evangélica se encuentra en un proceso de pasar de ser una minoría intrascendente a constituirse en una minoría propositiva, facilitadora y motivadora de cambios. Queremos ejercer ciudadanía en forma responsable y no queremos hacerlo solos, sino invitando a otros a decir basta y a abrir nuevas sendas hacia el futuro de nuestras sociedades.

Como Iglesias Evangélicas decimos:

Hemos llegado al límite; ya es suficiente tanta injusticia. Este sistema económico globalizado no tiene respuesta a los males de nuestras sociedades. Rogamos a Dios que nos anime a encontrarnos, a pesar de nuestras diversidades, en el camino de la justicia. Buscamos la cooperación y no la confrontación.

2. ANALIZANDO LA IDEOLOGIA DOMINANTE

La globalización perversa

Problemas de la globalización.

Desde la segunda mitad de la década de los '80ss, se puso de moda el término “globalización”. Se trata de la fase actual de la evolución iniciada en el siglo XVI, consistente en la construcción de un sistema económico mundial.

Este orden económico, político y cultural se ha caracterizado desde entonces por ser estructurado de manera jerárquica: hay poderes centrales que acumulan riqueza, periferias que son explotadas en todo sentido. Por lo tanto, la “globalización” a la que tanto se alude en nuestro tiempo es la fase actual de una evolución histórica que comenzó a esbozarse hace poco más de 500 años, y que se consolidó desde inicios del siglo XVII.

Lo que hoy es llamado globalización es el momento actual de los cambios de lo que llamamos capitalismo. Es decir, un régimen económico basado en la dominación de ciertos grupos sociales, ejercido a través de instituciones políticas e instrumentos culturales, que permite a esos sectores disponer de una posición preponderante en las relaciones sociales de producción, en la producción del conocimiento científico y sus aplicaciones tecnológicas, y consecuentemente en las relaciones culturales.

Significados diversos de la globalización

La globalización posee diferentes dimensiones.

En primer lugar, desde una perspectiva económica y financiera, se la entiende como integración de mercados, que se articulan de acuerdo a un modelo dominante, proporcionado por la integración de los mercados financieros. El dinero llega a ser más que un símbolo que permite el intercambio de bienes, se transforma en una mercancía. Los mercados financieros exigen libertad de movimientos para articularse (“libertad del dinero”), que a su vez requiere “mercados libres”, lo que se entiende como emancipados de cualquier tipo de poder que no sea el del propio mercado.

En segundo lugar, como siempre ocurre en los procesos históricos, el predominio de ciertas tendencias es resultado de transformaciones de las relaciones de los seres humanos con la naturaleza. Estos desarrollos tecnológicos pueden conducir a grandes progresos y a un mayor bienestar humano, tanto en lo que concierne a la vida de las personas como a nuestras sociedades. Al mismo tiempo, pueden ser instrumentalizados por los poderes existentes para satisfacer sus intereses particulares. Paradójicamente, las nuevas herramientas tecnológicas (ordenadores, televisión por satélite, etc.) promueven la globalización, poniendo virtualmente en contacto individuos, instituciones y organizaciones que no se conocen directamente, Al mismo tiempo, empero, separan a los seres humanos entre quienes tienen la posibilidad de disponer de esos instrumentos y otros. Globalización y exclusión, desde el comienzo han caminado tomadas de la mano a través de la historia. Siguen así en nuestro tiempo.

En tercer lugar, existe otro significado de la globalización que debe tenerse en cuenta: su dimensión cultural. Intentan establecer la aceptación de un pensamiento único, que afirma que el único futuro posible para la humanidad consiste en seguir el camino ordenado por el neo liberalismo.

Actualmente, el “pensamiento único” es lo que ofrecen los medios de comunicación de masas. Una vez más, el modelo cultural que proponen es el de los dominadores. Los pueblos que experimentan esta invasión cultural resisten tanto como pueden. Los resultados de esta renuencia, en la mayoría de los casos, son productos híbridos. Lo que importa señalar son dos cosas: primero, lo ya dicho: se repite el esquema y el proceso de avasallamiento inherente a la racionalidad del sistema mundial. Segundo, las culturas colonizadas no son suprimidas, sino sobreviven de manera híbrida. La “globalización”, en el ámbito cultural, se manifiesta como un fenómeno ambiguo. El “pensamiento único” y la hibridación de las culturas tradicionales caminan juntos en tensión constante.

Crisis de la globalización neoliberal.

El movimiento social contra la globalización neoliberal comenzó a manifestarse y a ganar fuerza. El mismo pone en evidencia dos cosas: primero, que va creciendo el movimiento social contra un orden que acentúa las desigualdades y niega la solidaridad. Ese movimiento no había comenzado a organizarse hasta l998. Su expresión mayor es la celebración del Foro Social Mundial que comenzó a tener lugar en Enero de cada año en Porto Alegre, Brasil. Segundo, que a través de los estudios y reflexiones de grupos anti-globalización, va articulándose un pensamiento alternativo al “único” mencionado previamente. Es obvio que en algún momento será necesario sentarse en torno a la misma mesa y conversar. Para ello, las fuerzas que rechazan la globalización neoliberal tienen que llevar propuestas bien fundadas, que no repitan aquellas que correspondieron a luchas sociales en períodos anteriores.

Este desarrollo social y teórico es otro elemento de la crisis del capitalismo en nuestro tiempo. Porque, aunque no caiga definitivamente, los hechos mencionados en los párrafos anteriores indican la debilidad creciente del sistema. Este ya no goza de la legitimidad que le dieron las grandes mayorías del mundo entre fines de los l980 e inicios de los l990.

Obviamente, los poderes, que administran a su favor el sistema imperante, se defienden. Tres ejemplos bastan para indicar cómo intenta sobrevivir. Primero, a pesar de que existe un consenso bastante amplio de que el sistema se apoya sobre la corrupción de quienes tienen la capacidad de decidir sobre la orientación de la vida de los pueblos, esa corrupción continúa existiendo. La vida económica y política de las naciones latinoamericanas ofrecen suficientes demostraciones en ese sentido. Segundo, la práctica de la corrupción se apoya sobre todo en la circulación irrestricta del dinero (para lo cual los procesos de desregulación han desempeñado un papel preponderante). Tercero, en estos últimos meses se ha vuelto a comprobar que cuando el sistema económico mundial capitalista se siente en peligro, entonces apela al recurso de la guerra para intentar pasar el cabo de las tormentas. El proyecto bélico fue acelerado a partir de los acontecimientos del 11 de Septiembre de 2001, pero existía antes del mismo. Uno de los temas recurrentes del “pensamiento único” es el de la necesidad de la guerra.

El pensamiento neoliberal convoca a una nueva cruzada de alta tecnología. No se encuentran indicios claros de que existan armas de destrucción de masas entre quienes son indicados como componentes del “eje del mal” (Corea del Norte puede llegar a ser la excepción). A pesar de ello, se insiste en la necesidad de la confrontación bélica: grandes contingentes militares son enviados a las regiones limítrofes de los países del “eje”. Se rechaza el recurso de la negociación. Se permite que continúe la guerra en el Cercano Oriente, a pesar de que se sabe que la agresión de Israel suscita resentimiento entre los árabes, musulmanes o no.

En virtud de lo expuesto pensamos que es necesario indicar el carácter perverso de la globalización neoliberal. Los pueblos latinoamericanos experimentan esta perversión cotidianamente, en su propia carne. Es necesario enfrentarla, resistirla, criticarla, al mismo tiempo que dotarse de instrumentos políticos (que no son exclusivamente partidarios) para evitar el avance de la hipocresía y la barbarie. Como Iglesias Evangélicas, ante ese carácter perverso del proyecto neoliberal, a nombre del Evangelio, decimos: ¡BASTA!

Un futuro que envejece

América Latina, desde la Colonia, es la historia de los proyectos truncados. Un sabor amargo de frustraciones nos invade ante los proyectos e ideologías, que entendiéndose eran propuestas o análisis de solución, nos defraudaron.

Por casi cuatro décadas estuvimos expuestos a la "teoría del desarrollo". No obstante, a partir de la década del 80 se habla más de "reajuste económico" que de desarrollo. Actualmente el debate gira alrededor de la vigencia o fracaso de la "gran teoría del desarrollo". Se constata que el subdesarrollo es una situación compleja, que no puede ser aprehendida por medio de fórmulas simplistas. Más bien, hoy partimos de la casi imposibilidad de alcanzar el desarrollo dentro del esquema actual neoliberal. Los polos entre el mundo industrializado y el desarrollado, así como entre los grupos minoritarios de personas acomodadas y las grandes masas desposeídas en nuestros países se distancian cada vez más. Nuestra región es una de las peores en cuanto a desigualdades en la distribución de las riquezas. El aumento de la pobreza y la exclusión, los magros resultados obtenidos por nuestros países en sus empeños por superar los retrasos tecnológicos, las tendencias hacia un empeoramiento de las condiciones de vida y el decrecimiento de la producción de manera generalizada hacen el desarrollo parezca como una "entelequia inalcanzable" para los nuestros países.

Durante la década de los ochenta se hicieron cambios profundos en las estructuras económicas nacionales en América Latina y el Caribe. Se implementaron políticas de ajuste estructural, graduales en algunos países de "choque" en otros. Lo cierto es que todos nuestros países, con la excepción de Cuba, adoptaron una lógica de mercado total, bajo el modelo de crecimiento económico de corte neoliberal, de acuerdo a las estrategias de la globalización imperante. Casi todos los países recibieron préstamos del banco Mundial para realizar estos ajustes, mientras que el FMI aseguraba "las cartas de intención" que imponían los compromisos que adquirían los gobiernos en materia política y financiera. Por su parte, el rápido endeudamiento y la más rápida subida de los intereses de la deuda obligaron a nuestros países a perder sus capacidades de negociación y sus posibilidades de ejercer la dignidad. La deuda externa fue el instrumento para asegurar la obediencia y perpetuar la fidelidad al sistema impuesto.

Fue la propia Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) la que calificó esa década como la "década pérdida". No solamente no crecieron nuestras economías, sino que decrecieron. El Producto Interno Bruto (PIB) cayó a valores negativas en la mayoría de los países de la región. Las políticas sociales, las focalizadas y las amplias, con las que los gobiernos trataron de paliar los efectos fueron totalmente insuficientes: los pobres crecieron casi en un 80%, llegando a principios del año 2000 a más de 200 millones de personas, el desempleo alcanzó niveles sin precedentes.

La región fue obligada a pasar de un capitalismo desarrollista e intervencionista, expresado con diversas particularidades en el modelo de sustitución de importaciones; a un capitalismo extremo altamente excluyente. La deuda externa fue utilizada como "camisa de fuerza" para obligar a adoptar las políticas de "reajuste estructural”, que orientó la economía hacia las privatizaciones, la apertura de mercados, la disminución del papel del Estado, el alto costo social y la transformación del capitalismo en una propuesta de mercado total.

Tras dos décadas de imposición de estas políticas neoliberales, la situación latinoamericana es de profunda crisis humana, que se devela con profundo dramatismo en la situación de Argentina. Esta devela en toda su magnitud la situación en la que viven a diario más de 200 millones de latinoamericanos. Más de la mitad de la población de nuestro continente vive en la pobreza.

Actualmente en América Latina, esta situación de pobreza, el aumento del desempleo en especial en la clase media, la inestabilidad laboral, la precariedad del trabajo, la quiebra de miles de pequeños y medianos negocios son realidades que se viven cotidianamente. La crisis afecta a todos. A quienes viven en la extrema pobreza y sobreviven milagrosamente; a quienes trabajan bajo el temor de ser despedidos; a quienes no pueden dormir pensando en la quiebra de su propio negocio.

Hoy el conocimiento determina el futuro de las personas. El sistema educacional en nuestros países es el que realiza la selección entre perdedores y ganadores. Con los "ridículos" presupuestos para la educación, el sistema educacional de nuestros países ha entrado en crisis. Ahora se sustituyen los colegios públicos o fiscales por colegios privados, los cuales ofrecen una alta educación, pero solamente asequible para un 10% de la población. Ese 10% de privilegiados por el acceso a la educación de calidad son los que controlarán el poder en nuestros países.

Las universidades centrales pierden presupuesto y se favorecen la aparición de universidades privadas. Muchas de las cuales son empresas de negocio más que centros de formación.

Cuando en Ecuador escuchamos de ancianos que se retiran con US$6.00 al mes, en una economía dolarizada; o, cuando un niño muere en Perú por no poder comprar sus padres la medicina requerida; o, cuando en Nicaragua tenemos un casi inexistente sistema de salud; o, cuando esa persona de clase media que ha perdido su empleo no ve otra salida que el suicidio; o, cuando una madre en Bolivia mata a sus dos hijos para que no soporten la miseria de la cual no pueden salir; o, cuando la corrupción como un "sistema diabólico" afecta a todos y pocos escapan de la misma; o...., no podemos menos que "llorar con los que lloran".

En Colombia, en 1996, los poseedores de menos de 5 hectáreas, siendo el 66.8% de los propietarios, sólo contaban con el 4.4% de la tierra; mientras que los propietarios de más de 500 hectáreas, siendo el 0.4%, controlan el 44.6% de toda el área apta para las actividades agrícolas.

Cuando hablamos de la deuda externa no olvidemos recordar el carácter perverso de la misma. El pago de los intereses de la deuda, para la casi totalidad de nuestros países, representa más del 40% del presupuesto nacional. ¡Cuánto costo social y tragedia humana se esconden detrás de estos pagos!

Pero hablemos de una deuda inmoral. En Carichipana, Bolivia, hay una planta de estaño a cuatro mil metros de altura, construida por un consorcio alemán y “gente experta”, que nunca ha podido funcionar, ya que a esa altura la planta no se prende. Pero los bolivianos y bolivianas tienen que pagar.

Brasil ayudó a construir una planta de acero frente a Asunción, la planta Aceril Acepar. Un grupo de generales y coroneles de Stroessner fue a Brasil a comprar una fábrica de ladrillos y regresaron comprando una acería. Pero en Paraguay no hay mineral de hierro, ni carbón mineral; así que lo traen de Morumbí, a 88 Km de distancia, por barcazas. El proceso de fundición se hace con carbón vegetal y es preciso talar bosques del Paraguay y, luego tienen que cargar las placas de hierro en barcazas por el río hasta Buenos Aires, desembarcarlas en el puerto y ponerlas en otro barco. La producción de esta planta en una semana satisface toda la demanda nacional paraguaya Es obvio que con tantos procesos esa inversión no es rentable. ¿Quién paga esa deuda inmoral? ¿Quién se enriqueció con esa deuda?

La sensibilidad de la situación actual no puede esconderse. Los propios organismos financieros internacionales, siempre optimistas hacia el futuro, ven con preocupación las paradojas insalvables de la realidad latinoamericana. Nuestros gobiernos con poca capacidad del ejercicio de dignidad y de salidas propias, se alinean tras respuestas simplistas que el sistema mismo provee. Ahora nuestros gobiernos se vuelven a la integración económica con los Estados Unidos como el nuevo paradigma de futuro. Jugando con la ilusión de las interconexiones y la importancia de las integraciones, se apuesta a una propuesta que se parece más a un "caballo de Troya" que a una gesta liberadora.

Digámoslo sin temor, una de las causas principales de toda esta crisis radica en la imposición del modelo neoliberal que hace que el futuro de América Latina y el Caribe envejezca. Si queremos ser fieles al Evangelio y responsables ante nuestras sociedades, no tenemos otra salida que la protesta clara y la denuncia convencida frente a ese proyecto económico mundial.

3. RECONSTRUYENDO LA ESPERANZA A PARTIR DE NUESTRA FE

Nuestra fe nos dice que sí se puede

Para las Iglesias Evangélicas "buscar salidas caminando hacia delante" es una tarea que la hacemos a partir de nuestra espiritualidad.

La espiritualidad nos plantea la renovación de nuestras motivaciones, la transformación de la calidad y orientaciones de nuestras actividades, el cambio de nuestras vidas en lo personal y en lo comunitario. La espiritualidad es la que nos hace seguir avanzando en la historia, aunque parezca que los caminos no tienen salida. La espiritualidad es la que en medio de pruebas, dificultades y sufrimientos tenemos la paz y el gozo de la presencia de Dios con nosotros. La espiritualidad nos arranca de nuestros egoísmos y hace que nos entreguemos a un compromiso más allá de nuestros intereses personales. La espiritualidad nutre nuestra esperanza, de ahí que un llamado a la espiritualidad es un llamado a una resistencia con esperanza.

En la Biblia hay una línea de pensamiento, o "eje temático" como se lo ha dado en llamar, que han tomado cuerpo en distintos temas específicos: la gracia. A partir de la presentación de este eje, queremos rescatar cinco temas que proyectan nuestra esperanza con un sentimiento de que sí se puede: el éxodo, el jubileo, la denuncia profética, la resurrección de Cristo y la esperanza escatológica.

La gracia de Dios, eje de la justicia y la esperanza

Desde la creación, pasando por la edificación de un pueblo cuya vocación será bendición para todos los pueblos, culminando con la encarnación del Hijo de Dios, todo es gracia, generosidad y posición favorable de Dios hacia toda la creación.

La Biblia no desconoce la magnitud del pecado humano. Pero esa realidad que toma cuerpo en múltiples formas de opresión del prójimo y robo de la vida mínima a quienes no tienen más que esa mínima para sobrevivir, se ve confrontada con la gratuidad de la acción de Dios. "...Donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia" (Romanos 5.20).

Desde esta gracia divina, que se vuelve ejemplo para las gracias humanas demandadas al pueblo que porta el nombre del Señor de la Vida, surge la justicia como norma básica para medir la validez de las relaciones interpersonales y sociales. "Justicia y juicio" es una de las demandas típicas de los profetas, quienes enfrentan un esquema religioso que ha desplazado de la centralidad de la vida de fe al mensaje liberador del Dios-Gracia y lo han reemplazado por un mensaje que bajo la demanda de santidad esconde su deseo de excluir de la vida a las mayorías populares. La justicia hecha al hermano más pequeño, al prójimo, representado en la célebre tríada huérfano-viuda-extranjero, se vuelve la regla para el acceso a la presencia de Dios (ver Salmos 15 y 24, Isaías 33.14-16).

A su vez, la gracia es la fuente de la cual brota la esperanza de que todos los males presentes serán superados por la intervención del Dios-Gracia. La fe en el Dios Liberador nunca se la vivió en un estado de asepsia; ése fue el intento de los religiosos que buscaron aislarse del mundo, intento rechazado por el mismo Dios-Gracia que se hizo presente en las miserias de lo cotidiano. Y en ése mundo no-inmaculado, también el pueblo escogido se contaminó y vivió su fe haciendo injusticias, oprimiendo y siendo oprimido, amando a los que eran más prójimos que el resto. Pero de nuevo el Dios-Gracia se levanta voceros que anuncian que un poco después del presente, marcado por el dolor y la injusticia entre hermanos, se abre un nuevo día donde el sol de justicia brillará para todos y todas. Nace así la esperanza que ha movido al pueblo de Dios a través de la historia.

El Exodo

La experiencia del éxodo o salida del pueblo judío de la esclavitud egipcia se nos presenta con un carácter triple: una crítica a la ideología imperante, el procesamiento público del dolor y el despertar de una nueva imaginación.

El éxodo es una crítica a la ideología dominante. El poder del Faraón se presentaba como absoluto y del cual había posibilidades de liberación. Pero los esclavos hebreos desarrollaron su propia identidad, una identidad que no pertenecía ni al Faraón ni a la ideología del sistema. No es el fin de la historia, ni somos propiedad privada del sistema, fuera del orden económico global actual hay vida. La crítica a la ideología dominante acrecienta nuestra identidad y fortalece nuestra dignidad.

La segunda dimensión es el procesamiento del dolor (Exodo 2:23-25;3:7-8). El pueblo hebreo no sólo cuestionó la ideología dominante y rehusó aceptar la realidad como algo definitivo, sino que supo expresar públicamente su sufrimiento y dolor. Con ese grito de dolor, con el reconocimiento del sufrimiento comienzan la formación de comunidades alternativas con percepciones distintas de la realidad. El tomar conciencia de nuestra situación de sufrimiento y en comunidad proclamar y reconocer nuestro dolor, nos abre el camino para nuevas situaciones de alternativas vida. Nos necesitamos unos a otros en la construcción de comunidades de compasión y solidaridad.

La tercera dimensión es el despertar a una nueva imaginación social. Con el éxodo, el pueblo hebreo comienza a soñar que un mañana distinto es posible: la salida de Egipto, la liberación del yugo, la tierra prometida. La visión de una nueva vida y de vivirla responsablemente bajo nuevas relaciones sociales de justicia y paz. Es un llamado a los que imaginamos que un mundo distinto es posible. Una invitación a unirnos los que aún podemos soñar, antes que los sueños se privaticen.

El Jubileo

El otro símbolo bíblico es el jubileo. La fiesta del jubileo se sustenta en la reconciliación y salvación de Dios. Tal como aparece en la Biblia, es una utopía de esperanza, un asumir un nuevo estilo de vida, un nuevo paradigma ético-moral y un llamado a una transformación de nuestras vidas.

El jubileo fue diseñado con el propósito de corregir a intervalos regulares las desigualdades sociales y económicas que, por diversas razones fueron surgiendo en el pueblo. Así como cada siete días es el día del descanso (sabbat), uno de cada siete años es sabático, y un año de cada siete ciclos de siete años, es decir, cada cuarenta y nueve años, está dedicado al jubileo. Es el año en que se deja que la tierra descanse, se liberan los esclavos, se cancelan las deudas y las familias pobres recuperan sus tierras y su sentido de unidad familiar. Es un año de radical transformación de las estructuras de opresión, un año de liberación y restauración.

No estamos pidiendo que ese jubileo, tal como aparece en La Biblia, sea aplicado a las complejas sociedades modernas. Pero su espíritu nos debe inspirar. No hay nada más urgente que una revolución ética que tome en serio los valores representados por el jubileo. Al menos hay cuatro principios éticos que queremos afirmar como necesarios para nuestras sociedades: la responsabilidad ecológica, el derecho a la vida, la mayordomía de los bienes materiales y el deber de hacer justicia.

La denuncia profética

Los profetas hicieron todo lo posible por declarar la centralidad de la practica la justicia para la fe y la vida del pueblo e Dios. Lo hacían en confrontación directa con reyes y príncipes, sacerdotes, falsos profetas y con el pueblo en general cuando se desviaban de su pacto con el Dios Liberador.

A medida que pasaba el tiempo, y las instituciones sociales fortalecían sus violaciones a la fe vivida, los profetas eran cada vez más explícitos en sus denuncias del pecado socioeconómico como quebrantamiento del pacto del pueblo con su Dios, y como la causa de la ir y el juicio de Dios. Sus mensaje no involucran asuntos puramente personales y exclusivamente religiosos, Más bien, conciernen ala vida de todo el pueblo y la conformación y el carácter de la sociedad, fueron mensajes entregados a un individuo como el rey o proclamados al pueblo en sus totalidad.

La vocación del pueblo era crear y mantener una realidad social alternativa a los modelos imperantes de la época. Este era el significado de la entrega de la Ley divina y la donación de la tierra prometida. La visión fundamental del pueblo había sido crear una sociedad unida en el proyecto común de establecer una comunidad justa y pacífica, guiada y animada por su lealtad a la alianza con su Dios-Gracia. Esa visión se basaba en el derecho de acceso a las fuentes de las necesidades básicas de la vida y las provisiones de ayuda mutua. Los profetas eran los custodios de esta visión fundamental.

La Resurrección de Jesucristo

El otro símbolo bíblico es la resurrección de Jesucristo. Este hecho central para la vida cristiana se nos relata en los Evangelios con una gran sencillez. Son historias de vida, historias de hombres y mujeres que narran la experiencia del Cristo resucitado. Lo común es la experiencia de cómo esas personas que habían perdido su esperanza, que se sentían defraudados por lo que acontecía, cuando se encuentran con el Cristo resucitado sus vidas cambian. La incertidumbre se convierte en certezas de una visión y de un compromiso por el cual estarían dispuestos hasta dar su vida. La resurrección les inspiró a salirse del corralito de la desesperación, para entender que una vida con sentido era posible.

La esperanza escatológica

Correspondió a la tarea de los profetas también el formular una esperanza más allá del día presente. La visión fundamental del pueblo como creador de una comunidad justa y pacífica se vio traducida, después de los grandes conflictos sociales y del destierro, en la explicitación de una esperanza del día final, cuando el presente orden sería transformado definitivamente por el Dios-Gracia. Aparece el concepto cielo nuevo y tierra nueva.

Esta misma imagen reaparece en la tradición cristiana a finales del siglo I. El autor del Apocalipsis cierra su libro de visiones-revelaciones, todas ellas cargadas de esperanza para una iglesia que en su presente vivía la zozobra de la fe antes las pretensiones de divinidad del Imperio Romano, con la visión de una nueva creación, rehecha por el Dios-Gracia y el Cordero para volver a cohabitar con el ser humano en una comunidad definitivamente justa y pacífica.

La gracia de Dios llega a su punto más alto con la encarnación del hijo en Jesucristo, quien muere por su mensaje de justicia y amor y es resucitado por el Padre como testigo de una vida eterna accesible para todos y todas. Y esta gracia avanza un paso más: a partir de la victoria obtenida por el Cordero, el Hijo, que estuvo muerto pero vive para siempre, es posible la superación de todas las limitaciones que el presente tiempo impone a la creación. Ya la creación dejará de gemir con dolores como de parto, porque su redención será posible. Será liberada de los excesos humanos, donde no sólo se oprime a los prójimos sino que también se hace violencia contra el medio ambiente.

Nuestra fe en el Dios-Gracia nos hace avanzar hasta ese día, donde Dios será todo en todo y en todas y todas, día donde ya no hará falta templo porque el Señor será él mismo el Templo, donde no será necesario el sol ni la luna, porque el Señor será la luz de la humanidad y de toda la creación. Mientras tanto, seguimos caminando.

Seamos realistas..., soñemos que un mundo distinto es posible

Al no querer permanecer insensibles ante el dolor de los nuestros, como iglesias evangélicas invitamos a que juntos y juntos resistamos a ciertos conceptos que pudieran paralizar y hasta manipular nuestros comportamientos:

El mensaje "Fuera del presente orden económico globalizado 'No hay solución'"

Se nos habla del fin de la historia y de aceptar el presente orden como final y absoluto. Ante este mensaje se levanta el mensaje del reino de Dios, que nos hace siempre “inconformes” con las injusticias.

El aceptar el costo social y el sacrifico humano como inevitables y necesarios

Es una racionalidad que ha mostrado su fracaso ante la concentración de riqueza, de poder y la exclusión creciente de grandes mayorías.

El caer en esquemas ideológicos absolutistas

Oponerse al neoliberalismo no significa ignorar sus contribuciones: reconocer la importancia del mercado, la utilización eficiente de los recursos, el valor de las libertades individuales, el oponerse al Estado burocrático ineficiente. Oponerse al neoliberalismo es afirmar que no admitimos la absolutización del mercado, ni que la eficiencia niegue la condición humana, ni que el Estado se convierta en “protector” de los grupos financieros y económicos nacionales y transnacionales, ni que el individualismo niegue la centralidad de la vida en comunidad.

Ser realistas es creer en milagros

Este documento es una invitación al realismo y al rompimiento de estereotipos de un lado y de otro, pero al mismo tiempo es un llamado a romper el fatalismo impotente que nos condena a no buscar soluciones a nuestros problemas personales y sociales. Nuestro realismo se basa en:

Primero, nuestro discernimiento, nuestra capacidad de analizar la realidad presente. Es importante que distingamos entre lo coyuntural y lo sistémico. Existe un nivel coyuntural muy importante en el cual vamos sumando iniciativas valiosas a corto plazo. Son actividades y hasta alternativas focales, como las campañas sobre la Deuda Externa, equidad de género, de conservación del medio ambiente; las experiencias de economía solidaria, dineros alternativos, los trueques, los proyectos de desarrollo locales, etc. Todas estas búsquedas generan procesos y desencadenan iniciativas, pero no las confundamos con alternativas sistémicas, a largo plazo. Estas iniciativas van abriendo camino en esa dirección.

Al mismo tiempo que “abrimos sendas” dentro del orden actual, tenemos que plantearnos una visión a más largo plazo frente a la irracionalidad e inequidad del sistema actual. Una visión que busque alternativas coherentes viables y que proponga temas tales como: el poder, la legalidad jurídica, visiones y análisis sistémicos y la pluralidad de utopías.

Una clase que ha perdido identidad, dignidad y humanidad. Nuestros países no toleran más a esas clases nacionales dirigentes que buscan intereses personales a través del servicio a intereses transnacionales. Una clase que ha perdido identidad, dignidad y humanidad. Como iglesias les invitamos al arrepentimiento, pero con dolor creemos que necesitan un cambio muy radical y poco probable, aunque no perdemos la esperanza. “Más fácil es pasar un camello por el ojo de una aguja, que entrar un rico en el Reino de Dios” (San Marcos 10:25). La iglesia, que ha sido parte del poder por mucho tiempo, debe tener el coraje de proclamar este mensaje.

Segundo, animar los sueños. Si en una época el “activismo” de los movimientos sociales los agotó, hoy el “conformismo” nos desalienta y nos hace frágiles y propensos a aceptar los reajustes sociales, culturales, económicos y éticos como inevitables. La capacidad de desear, soñar es parte del ser humano. Hay que alentar las iniciativas de grupos, comunidades, movimientos sociales, ONGs, y del hombre y la mujer “de a pié” que con paciencia persisten en construir horizontes de esperanza.

Tercero, hacer florecer pensamientos distintos, alternativas creativas y expresiones culturales plurales. En un mundo interconectado llama la atención que hoy se vive bajo la influencia del pensamiento único. La imposición de una hegemonía cultural, económica, política, militar e incluso de liderazgo, bajo la hegemonía unilateral de un solo país. Si el curso actual del armamentismo continúa, el presupuesto militar de los EE.UU. pronto será igual al presupuesto de guerra combinado del resto de los países del mundo.

Cuarto, afirmar la dignidad humana. Hoy la pobreza degrada la condición humana a niveles nunca antes imaginados. Las redes solidarias se rompen y las zonas urbanas de pobreza se tornan en selvas de violencia irracional. Como iglesias evangélicas, hemos enfatizado el valor de la conversión personal como una manera de encontrarnos con Dios, con uno mismo, con el prójimo y con la vida. Se produce la sanidad y dignificación del ser humano. Al reconocerse como sujeto y el afirmar la autoestima, se inicia una nueva vida centrada en valores de amor y justicia.

Quinto, luchar contra la pobreza focalizando la riqueza. El Banco Mundial comunicó en 1996 que tenía dos noticias, una buena y una mala. La “buena” era que se había dado un crecimiento económico en América Latina; la “mala”, que los ricos se habían vuelto más ricos en América Latina y los pobres más pobres. Según este informe, uno de cada tres latinoamericanos es pobre y un total de 86 millones de personas, el 18% de la población, sufre extrema pobreza. Si las cosas siguen así, se calcula que cada minuto que pasa habrán dos pobres más en nuestra región. Este crecimiento de la pobreza está afectando principalmente a nuestra clase media que se empobrece.

Sexto, promover proyectos de país y pactos sociales y económicos. Es urgente romper el anacronismo y la corrupción de los esquemas políticos actuales. Después de un período de gobiernos de seguridad nacional en la región, vimos con esperanza la construcción de nuevos espacios democráticos. Se ha ido desarrollando un concepto de democracia ligado a las elecciones y a la liberalización económica, que ha dado como frutos democracias representativas con un predomino hegemónico de lo económico sobre lo político. De la misma manera que el esquema económico entra en crisis, hoy peligra el avance democrático alcanzado en nuestros países. No ha fallado el concepto de democracia, si no "este" tipo de democracia que se ha querido implantar.

Séptimo, rescatar un nuevo quehacer de lo político. Vemos con satisfacción algunas señales que nos hablan de un retorno de lo político como actor importante en nuestras sociedades: un recuperar lo político por encima de lo económico. La solución no es la no-política, sino maneras distintas de hacer política; no es más o menos Estado, sino un Estado diferente.

Propuestas: Concertaciones para reconstruir la esperanza

No apostamos por soluciones únicas, ni por respuestas simplistas. Reconocemos la necesidad de soluciones plurales de acuerdo a cada país. Pasar de un nivel de convicción a uno de propuestas. Creemos importante proponer acuerdos mínimos que nos permitan sentar bases distintas para un mundo diferente. Alrededor de esa “agenda mínima”, llamamos a unir esfuerzos bajo dos dimensiones: Una, un proyecto mínimo de país; otra, elementos esenciales para una nueva gobernabilidad internacional.

Elementos esenciales para una gobernabilidad internacional

1. Instituciones públicas internacionales

Para ejercer controles sobre la globalización se requieren de instituciones públicas globales. La globalización al impulsar la interdependencia entre los pueblos fomenta la necesidad de acuerdos globales. Instituciones que faciliten el control, la transparencia y la rendición de cuentas. De ahí, el debate acerca de la necesidad de reactualizar la misión y el sentido de la propia Organización de las Naciones Unidas.

Apuntamos a lo que creemos son necesidades sentidas que nos hablan de la importancia de crear instituciones públicas internacionales sólidas a fin de que permitan mejorar:

· La regulación bancaria. La desregulación del sistema bancario y sus juegos especulativos han desestabilizado a muchas de nuestras economías.

· Los controles del flujo de capital. Estos flujos de capital que no reconocen fronteras son la base del juego de las especulaciones que en pocos minutos enriquecen o empobrecen a países, ciudadanos y bolsas de valores

· Las respuestas a las crisis. Se necesitan de mecanismos que frente a las crisis puedan situar las respuestas en un contexto social y político.

· Mejorar la viabilidad del derecho humano internacional.- Aquí hablamos de terrorismo, de violaciones de derechos humanos, de crímenes contra la humanidad, pero también debemos incluir a los destructores del medio ambiente, los causantes de crisis financieras y económicas. No puede abrogarse derecho de juez universal ninguna nación que no está dispuesto a someterse a sí misma al derecho internacional. Esperamos una aplicación de los derechos humanos en el ámbito internacional que garantice una globalización de la vida plena.

2. Reformas a los organismos financieros internacionales

Numerosos estudios confirman el hecho de que las Instituciones Financieras Internacionales, tales como el Fondo Monetario Internacional, Banco Mundial y la Organización Mundial del Comercio no están cumpliendo sus cometidos originales y mas bien colaboran en la instauración de un modelo económico injusto, que atenta contra la democracia y que no contribuye al desarrollo sostenible. Los actuales criterios de su funcionamiento no responden a los criterios esenciales de la democracia como son los de transparencia, participación, control social, promoción y cumplimiento de los derechos humanos universalmente reconocidos. En no pocas ocasiones se ha planteado la necesidad de una profunda reforma en los organismos financieros internacionales a partir de tres parámetros esenciales: La práctica del trato democrático y equitativo a todos los países, la articulación indivisible de lo económico con lo ético y lo social y el respeto y promoción de los derechos humanos, incluidos los económicos, sociales y culturales.

3. Procesos de integración económica

Con el dinamismo mostrado por el capital financiero y el comercio de bienes y servicios en un esquema de globalización resulta natural pensar en procesos de integración económica. El problema radica en el modelo de integración que se quiere promover. Es importante que, como Iglesias Evangélicas, no estamos contra los procesos de integración, sino contra procesos que no favorezcan a las mayorías. Favorecemos los procesos de unidad siempre que se inspiren en la máxima de "globalizar la vida plena".

La apertura y liberación comercial, entre otras medidas, dieron un cierto crecimiento de las exportaciones y de flujos financieros a corto plazo. Se ha producido un abandono del mercado interno, se disminuyen los empleos y se ha producido un deterioro de la mayoría de la población.

Nuestros gobiernos ven como una señal de esperanza al ALCA, mientras crece una oposición al mismo muy fuerte en sectores muy amplios y diversos de la sociedad latinoamericana. Cada día crece el consenso de resistencia y los movimientos sociales se organizan fuertemente su oposición.

Algunos de los cuestionamientos al ALCA, siguen a continuación:

1.- El grueso de las relaciones económicas, comerciales y financieras se concentra entre los países del Norte. Por ejemplo, 28 países constituyen las economías más avanzadas, producen el 56.6% del producto mundial, exportan el 78.5% de los bienes y servicios y constituyen el 15.8% de la población mundial. De esos países, el Grupo de los Siete producen el 45.5% del producto mundial, el 48.8% de las exportaciones y significan el 11.8% de la población.

2.- Existe el temor que esta integración favorecerá a las grandes empresas transnacionales del continente. No se trata de fortalecer los capitales nacionales y los mercados internos, sino un acuerdo de competencia entre desiguales, que inevitablemente significará el sometimiento o la eliminación de los más débiles.

3.- América Latina pasa a ser un espacio de inversión y obtención de rentabilidad bajo los siguientes criterios: mano de obra barata; espacio de inversión principalmente en los servicios y mercados emergentes; un mercado para el capital financiero especulativo que busca una rentabilidad rápida.

4.- Se trata de una integración de capitales, no de pueblos ni de personas. El flujo de capitales se agiliza, pero se imponen mayores restricciones a la movilidad de personas.

Una integración con rostro latinoamericano llama la atención. El desafío sería si se podrá hablar de una integración económica con lenguaje propio, con libertad para aceptar o no las demandas del capital financiero y con una visión más integral de la integración. Este es un tema que será de suma importancia en los próximos meses y años para la vida de nuestros pueblos. Su prioridad en la agenda social debe ser fortalecida.

Agenda mínima para un proyecto de país

Bajo la dimensión nacional creemos que una agenda mínima de consenso debe trabajar los siguientes elementos:

· Un nuevo pacto social y económico.

· Un nuevo concepto de estado.

· Una acción política sobre la deuda externa.

· Una plan de reactivación económica a mediano y largo plazos.

· Un marco legal jurídico apropiado.

· Un abordaje novedoso de la seguridad social.

Invitamos a "abrir sendas" que nos permitan sentar los fundamentos para países distintos. La crisis es tan profunda, que creemos que una salida fundamental es la redefinición de la comunidad y del país al cual pertenecemos. Este redefinir en estos momentos se torna en una "refundación del país" con la participación de todos. Llamamos a nuevos proyectos de nación, a un nuevo imaginario de mayor equidad.

Un nuevo pacto social y económico

¿De qué "Pacto Social y Económico" estamos hablando? Es un acuerdo nacional contra la pobreza, focalizando la distribución de la riqueza y estableciendo nuevos criterios de gobernabilidad. Los paradigmas de desarrollo del pasado y del presente nos llevan a caminos sin salidas. Al entenderse el crecimiento económico como fin y no como medio, la inestabilidad se vuelve sistémica. Proponemos impulsar con creatividad un nuevo pacto sustentado en estos principios:

· La sociedad civil en América Latina es débil. Se ha caracterizado en los últimos años por un cierto debilitamiento de los movimientos sociales y el surgimiento de las organizaciones no gubernamentales (ONGs). Es importante fortalecer la interacción propositiva entre la Sociedad Civil y los movimientos sociales y ONG's.

· Se necesita un espacio que pueda organizar la esperanza, formular propuestas de gobernabilidad y proyectar acuerdos de desarrollo social y económico. Proponemos realizar con creatividad y capacidad de influir decisiones: Foro, Mesas de Diálogo, Procesos de Concertación, etc.

· Se requiere un esquema de concertación viable con capacidad de decisiones. Abogamos por una concertación que implique acuerdos de gobernabilidad, reactivación de la economía, mayor equidad de oportunidades, desarrollo de las identidades sociales y estabilidad social.

Un nuevo concepto del Estado

No queremos un Estado paternalista y burocrático, como ha sido la experiencia de la instauración del “Estado de Bienestar” (“welfare state”) en nuestras tierras. Tampoco aspiramos a un Estado que desentienda sus obligaciones de protección a la ciudadanía y haga balance a favor de los intereses privados transnacionales, como ha sido el ejemplo de lo que se ha llamado el “Estado desertor”, propio de las políticas de ajuste estructural impuestas en los años 80s. Mas bien aspiramos al desarrollo de un Estado Social de Derecho en el cual todos los actores sociales tienen un rol que cumplir. Un Estado donde las políticas, los programas y los planes de desarrollo ya no sean de responsabilidad exclusiva del gobierno, o de las recetas neoliberales impulsadas por los conglomerados empresariales, sino que se espera que la sociedad civil participe organizadamente para lograr que todas las personas puedan vivir dignamente. Aquí el Estado funciona como ente regulador en el sentido de que al mismo le corresponde establecer las reglas de juego de la economía, de manera de garantizar a todos el ejercicio de sus derechos fundamentales así como de sus deberes ciudadanos.

El Estado Social de Derecho es un ente de control del ejercicio de la libertad económica para proteger a los débiles económicos, evitando la indebida elevación de precios y las maniobras abusivas tendentes a obstruir el ejercicio de la libertad económica por aquéllos.

En el Estado Social de Derecho, el Estado dirige no solo el proceso económico sino que tiene como fin el desarrollo integral del ser humano, es decir, del desarrollo económico, político, social y cultural. Este fin del Estado tiene ya rango constitucional en la mayoría de los países. Procura satisfacer, por intermedio de su brazo administrativo, las necesidades vitales básicas de los individuos, sobre todos de los más débiles. Distribuye bienes y servicios que permiten el logro de un standard de vida más elevado, convirtiendo a los derechos económicos y sociales en conquistas en permanente realización y perfeccionamiento. Además es el Estado de la integración social en la medida en que pretende conciliar los intereses de la sociedad.

Una decisión política sobre la deuda externa

América Latina pagó en los últimos 20 años 1.4 billones (1,400, 000,000,000) de dólares, lo que representa casi cinco veces su deuda original, pero aún debe tres veces más. El llamado “Tercer Mundo”, junto a los países de Europa del Este, abonó más de 4 billones en el mismo período. Esto significa que hubo una transferencia de recursos equivalente a más de seis veces la deuda original. Sin la deuda y sin el FMI, América Latina y el Tercer Mundo podrían haber realizado la acumulación de capital necesaria para plantearse un crecimiento a la escala demandada por las necesidades de sus pueblos.

Ya se ha hablado demasiado de la deuda ética; teniendo en cuenta que la deuda es inmoral e impagable, pedimos a los países y entidades acreedoras que tomen la decisión que saben no pueden postergar, si no quieren también ser arrastrados al caos: la condonación de la deuda externa. Llamamos a los países deudores de América Latina a que unidos tengan el coraje y la voluntad política de no pagar la deuda externa. No es una petición imposible, es un llamado a recuperar la dignidad que como gobiernos han perdido.

Un plan de reactivación productiva a mediano y largo plazo

No hay dudas que todos tienen un interés por reactivar la economía y atender prioritariamente a lo social. El propio BM y el FMI mantienen, desde la década de los noventa, un interés creciente por las cuestiones de política social, desigualdad y pobreza. Propuestas no faltan, pero las soluciones no se ven.

El BM y el FMI, con sus matices, se inclinan por una estrategia que apoye el libre mercado, la inserción de cada país en el mercado internacional, la exportación de productos manufacturados, la no-intervención del Estado en la economía y la “aceptación” de una fórmula bastante homogénea en todo el continente.

La CEPAL proponía una articulación entre agricultura, industria y servicios. Una política social más amplia de bienestar. No sólo apoya el control demográfico, la salud preventiva y la educación básica; sino que habla de impulsar diversas políticas sociales para contrarrestar los costos sociales del ajuste, las pérdidas de ingresos de diversos sectores sociales, salarios participativos, la capacitación de la mano de obra y disminuir los pagos de la deuda externa y de remesas de fondos al exterior.

El Proyecto Regional para la Superación de la Pobreza, que surge como institución subordinada al Programa Nacional de Desarrollo de las Naciones Unidas, aboga por vías que no se han institucionalizado: el impulso a la economía popular, a la economía informal, a las microempresas y el estímulo a las actividades que realizan los grupos populares por cuenta propia en unidades económicas familiares o de tipo asociativo.

El BID desarrolla su estrategia alrededor de enfocar el problema rural de una manera amplia, conceptuar programas de desarrollo rural a mediano plazo, estrechar la coordinación con otras agencias y continuar el fortalecimiento de los cuadros técnicos. Proponen una visión de país que creen impulsará el desarrollo.

Tenemos también la corriente opuesta a la globalización, que aboga por principios contrarios al modelo neoliberal. Se defiende una estrategia económica que cubra las necesidades internas masivas, más que una estrategia económica de exportaciones; se inclinan por la producción de bienes necesarios, y no por la producción de bienes suntuarios. Sugieren incorporar la técnica al conjunto de la economía y de bienes básicos, más que apoyar la tecnificación de las ramas capaces de exportar Enfatizan dos categorías esenciales: deuda social y desarrollo humano.

Mientras las propuestas abundan, el dolor aumenta, algo hay que hacer. Comprendemos la complejidad de los problemas, pero no podemos permanecer impasibles ante el dolor. De la experiencia chilena, Samuel Palma, sociólogo pentecostal, nos dice que "mucha gente cree que tiene que hacer algo, y que la suma de pequeñas acciones y los proyectos locales, conjuntamente con el trabajo educativo, permitirán paulatinamente alcanzar una sociedad más justa". Ahora, parece que este es el trabajo de una hormiga frente a estructuras enormes y poderosas. Sin pretender respuestas finales, busquemos salidas posibles.

Invitamos a concentrarnos en los siguientes esfuerzos:

Primero, aceptar soluciones específicas, a corto plazo, más allá de nuestras propias percepciones o ideologías. Una disponibilidad para la búsqueda común de soluciones. Poner al ser humano en el centro de nuestras preocupaciones es ir más allá de las fronteras que establecemos entre pensamientos distintos. La aceptación de estas soluciones parciales no debe contradecir la necesidad de un cambio sistémico profundo. Es un llamado a no "atrincherarnos" en nuestros propios "nichos" de pensamiento.

Segundo, estimular una economía popular que sea viable. La economía popular es muy heterogénea y va desde las microempresas, pasando por actividades delictivas hasta soluciones asistenciales. Hablamos de alternativas que permitan soluciones a los problemas económicos, así como la estabilidad y permanencia en el tiempo o del valor que sus protagonistas le asignen como respuestas a las necesidades de la vida. Desde estas concepciones distinguimos tres niveles:

· "Estrategia de supervivencia", cuando la actividad es considerada de emergencia, transitoria y permite apenas la satisfacción de las necesidades básicas fisiológicas.

· "Estrategias de subsistencia", cuando la actividad permite la satisfacción de las necesidades básicas, pero no es posible forma alguna de acumulación y crecimiento.

· "Estrategias de vida", cuando las personas valoran ciertos aspectos especiales de la actividad que realizan (la libertad, el compañerismo, la autogestión) o las aprecian como mejor que otras alternativas posibles.

Tercero, la erradicación de la pobreza exige recursos y el crecimiento económico es la manera de obtenerlos. Es verdad que se da una cierta correlación entre crecimiento y disminución de la pobreza. No se puede negar que la década del 90 vivió un cierto crecimiento económico, pero las desigualdades aumentaron. La teoría de la filtración sostiene que el crecimiento es necesario y casi suficiente para reducir la pobreza. Estas teorías y pronósticos han fracasado y no tienen futuro.

Cuarto, es un imperativo que nuestros gobiernos desarrollen políticas económicas concretas que se transformen en planes integrales de reactivación económica. Dejar de ser garantes de las políticas neoliberales que nos destruyen, para pasar a ser actores de proyectos de esperanza. Nuestros gobiernos han sido "obedientes" a los dictámenes de los organismos financieros internacionales. Llamamos a la "desobediencia económica" a nuestros gobiernos. Fuera del sistema hay salvación con decisión y propuestas "abrimos nuevos caminos".

Un marco legal y jurídico apropiado

A la economía mundial, hasta ahora, le ha bastado acomodar los marcos políticos de los estados nacionales para imponer disciplinas económicas por medio de los organismos financieros y promover acuerdos internacionales. Ha desarrollado la capacidad de acomodar los marcos legales y jurídicos de los estados nacionales para responder a sus intereses. Hemos llegado al punto en que hoy se busca defender más las inversiones y el capital extranjero, que el derecho a la vida de los ciudadanos.

La corrupción, que se ha vuelto un mal sistémico que afecta a todos los sectores de la sociedad, parece indetenible. Si terrible es la corrupción, peor es el sentimiento de impunidad que se experimenta.

Tenemos que dinamizar el dotarnos de marcos jurídicos que revistan a nuestros países de instrumentales legales que nos defiendan de los juegos especulativos del capital, que nos provean de mecanismos de defensa ciudadana y que acabe con la impunidad del poder. Hay que sanar, restaurar y reinventar nuestros sistemas judiciales.

El derecho a la seguridad social

Hay un creciente reconocimiento de los altos costos sociales que sufren grandes mayorías del pueblo. Los propios organismos internacionales financieros nos hablan de un "ajuste con rostro humano" (UNICEF), de "transformación productiva con equidad" (CEPAL), "desarrollo humano (PNUD).

El proyecto neoliberal hace de la seguridad social un segundo momento, al mismo tiempo que impulsa una falsa dicotomía entre condiciones materiales de vida y aquellas que hacen referencia a los aspectos sociales y políticos.

El tema de los derechos humanos no debe ser analizado solamente desde la perspectiva formal, jurídica y política. Vincular la seguridad social al tema de los derechos humanos significa asumir una conducta digna y de exigencia ante un derecho reconocido en diversos organismos internacionales. No es una dádiva o limosna, sino el resultado de procesos históricos y luchas reivindicativas a favor de los relegados.

"...que el desarrollo es un proceso global económico, social, cultural y político,

que tiende al mejoramiento constante del bienestar de toda la población y de

todos los individuos sobre la base de su participación activa, libre y significativa

en el desarrollo y en la distribución justa de los beneficios que de él se derivan"[6]

Reconocemos igualmente las propuestas que tratan de abordar creativamente el tema de la seguridad social. Claro que estas propuestas se tiñen de romanticismo que dejan de lado los orígenes y características del subdesarrollo y la pobreza. Aunque por razones sistémicas este tipo de propuestas no logra soluciones definitivas, al menos si se aplicaran con convicción y transparencia podría hacer contribuciones importantes.

Al mismo tiempo que escuchamos estas propuestas, hemos visto como en las últimas dos décadas la implantación del modelo neoliberal incrementó los déficit sociales. No puede seguir viéndose al gasto social como inflacionario el cual debe ser restringido. El gasto social es una inversión.

El Estado es responsable de plantear nuevos paradigmas de desarrollo social. En la búsqueda de un Estado de nuevo tipo, aspiramos a uno eficiente en la provisión de servicios, representativo de la demanda ciudadana, capacitado para corregir las inequidades del mercado.

Las políticas sociales deberían priorizar la incorporación de los jóvenes a nuestras sociedades y al desarrollo nacional, dotarlos de esperanza hacia el futuro. Son los jóvenes uno de los sectores más afectados por las crisis sociales en nuestros países. Varios esfuerzos debemos realizar: el fortalecimiento de estrategias productivas; la formación de empresas asociativas y microempresas juveniles; la información sobre la problemática juvenil y el acceso a los medios de información; el apoyo a la utilización del tiempo libre, etc. Pero insistimos: estas propuestas tienen que enmarcarse dentro de una nueva visión de las políticas sociales en nuestros países.

4. A modo de cierre

Víctor Hugo decía: “Las utopías de hoy serán las verdades del mañana”. En ese sentido, la utopía se define en América Latina y el Caribe como la necesidad de liberación para la vida abundante que Dios ha prometido en su Hijo Jesucristo. Como creación de Dios, somos pueblos dignos de gozar de las bendiciones que Dios desea para todos sus hijos e hijas en este planeta. Esa es nuestra esperanza y hacia ella definimos nuestra vocación. Al decir de Pedro Henríquez Ureña, “dentro de nuestra utopía, el ser humano llegará a ser plenamente humano, dejando atrás los estorbos de la absurda organización económica en que estamos prisioneros y el lastre de los prejuicios morales y sociales que ahogan la vida espontánea; A ser, a través del franco ejercicio de la inteligencia y de la sensibilidad, el hombre libre, abierto a los cuatro vientos del espíritu.”

La esperanza comienza cuando reconocemos nuestra vulnerabilidad, pero se continúa con nuestra capacidad para resistir la injusticia y se concretiza en nuestra imaginación para construir caminos nuevos. En la definición de nuevos caminos, señalamos que la justicia y la dignidad para los pueblos de América Latina y el Caribe no son negociables.

Como Iglesias Evangélicas queremos practicar el amor y porque amamos decimos a este proyecto neoliberal y a esta globalización perversa: "¡BASTA!". Porque tenemos esperanza es que invitamos a “seguir buscando salidas..., caminando hacia adelante”.



[1] Utilizaremos en o adelante, de manera inclusiva, el término "iglesias evangèlicas" para caracterizar la diversidad de nuestras iglesias protestantes y de tradición anglicana, que provienen directa o indirectamente de los movimientos de la Reforma del siglo XVI y que no son parte de la Iglesia Católica Romana. De igual modo, nos referimos a las comunidades de fe afiliadas al Consejo Latinoamericano de Iglesias (CLAI) asì como al Consejo de Iglesias Metodistas de América Latina y el Caribe (CIEMAL), la Asociación de Iglesias Presbiterianas y Reformadas de América Latina y el Caribe (AIPRAL) y el Consejo Mundial de Iglesias (CMI).

[2] Evocamos aquí una frase del conocido economista austriaco Joseph Schumpeter.

[3] Declaración Final de la IV Asamblea General del CLAI, Barranquilla, enero 2001.

[4] Las palabras que siguen se inspiran en una reflexión del Obispo Aldo Etchegoyen, Secretario Ejecutivo del Consejo de Iglesias Metodistas en América Latina (CIEMAL),

[5] “Iglesia, sociedad y pobreza en América Latina. Las iglesias evangélicas y la pobreza”. Documento de trabajo presentado al BID. CLAI, Quito, 2000. Páginas 27-28.

[6] Declaración sobre el Derecho a Desarrollo. Resolución 41/128, 4 de diciembre de 1986.

https://www.alainet.org/pt/node/107485
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