América Latina: Treinta años de compromiso ecuménico

22/10/2003
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  • Opinión
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Introducción

Convocados por el Consejo Mundial de Iglesias (CMI) y la Fundación de Ayuda Social de las Iglesias Cristianas (FASIC), treinta personas provenientes de Iglesias y Organismos Ecuménicos de Argentina, Brasil, Chile, Paraguay, Perú y Uruguay acompañados por hermanos de Canadá y Estados Unidos, nos reunimos en Santiago de Chile. Entre el 20 y el 23 de octubre de 2003 reflexionamos sobre el tema “América Latina: Treinta años de Compromiso Ecuménico por la Dignidad y los Derechos Humanos”. La reunión contó con la participación oficial de representantes del Consejo Mundial de Iglesias, del Consejo Latinoamericano de Iglesias (CLAI), el Servicio Mundial de Iglesias de Estados Unidos y de Kairós (Canadá).

El objetivo central del Encuentro ha sido recuperar la experiencia acumulada de las Iglesias y los Organismos en los últimos treinta años de trabajo en la región, e identificar los desafíos que nos plantea la actual realidad socioeconómica y política de nuestros países, en el marco del “Decenio para Superar la Violencia”.

El Encuentro contempló el intercambio de ideas y también de modo muy especial, el intercambio de experiencias, afectos, gozos y dolores que marcaron la vida de personas, organizaciones, iglesias y sociedades en estas tres décadas. La visita a la exposición “Encuentro, Memoria y Esperanza” en el Museo de la Solidaridad Salvador Allende, fue uno de los momentos más emotivos, en el que las palabras no alcanzaron para expresar las emociones que embargaban a los participantes.

Luego de compartir las experiencias y los análisis sobre las situaciones nacionales y el marco internacional, el trabajo se orientó hacia la reflexión de tres ejes temáticos: la acción de las Iglesias; el permanente desafío de los Derechos Humanos y una Ética al Servicio de la Vida

A continuación presentamos un resumen de las reflexiones y recomendaciones finales de la reunión.


1. La acción de las Iglesias.


Haciendo un balance del trabajo realizado por las Iglesias y Organismos Ecuménicos a lo largo de los últimos treinta años en la defensa de la dignidad y los derechos humanos podemos decir lo siguiente:

  • Reconocemos que numerosas Iglesias unieron su voz a las exigencias de justicia en momentos en que se acallaba el clamor de las víctimas y de los organismos. En algunos casos fueron los líderes de las Iglesias los que se pronunciaron en contra de las violaciones a los derechos humanos, pero también hay muchos ejemplos en los cuales las comunidades de base y congregaciones se comprometieron con la solidaridad, solidaridad que se expresó también a través del apoyo de Iglesias de otras partes del mundo. Varias iglesias jugaron un papel fundamental en el proceso de la construcción democrática.

  • Sin embargo, es importante recordar que en nuestros países no todas las iglesias fueron solidarias con las víctimas de las violaciones e incluso hubo algunos sectores que colaboraron con la represión. El miedo a la represión, a la división interna, a la pérdida de membresía, la búsqueda de una cierta ubicación junto al poder, fueron factores importantes en esta falta de compromiso solidario por parte de algunas iglesias.

  • Valoramos cómo durante los años de represión las iglesias jugaron el rol de “santuario” como expresión de un valor de la tradición judeo-cristiana de protección, de acogida, de sanación y de ayuda en distintas formas. Una iglesia que en sus miembros también sufrió la represión y la muerte.

  • Valoramos el rol importante que la liturgia y la celebración jugaron en la defensa de la vida y celebramos el acompañamiento de las iglesias al pueblo con cultos, oraciones, vigilias y otras acciones simbólicas donde se fortalecía la solidaridad y la esperanza. Estas prácticas comunitarias de celebración de la fe han contribuido a una experiencia de sanación para las personas afectadas por la violencia y la injusticia.

  • Constatamos, hoy día, que no pocas Iglesias que se comprometieron en el pasado con una acción solidaria, han perdido esta vocación de servicio y se han concentrado más en tareas hacia el interior de sus denominaciones. Aún en casos en los cuales estas iglesias desarrollan una diakonía, lo hacen sin articulación con otras, perdiendo el espíritu de unidad que en otro momento las animó. Por lo tanto, es necesario recuperar una visión plural del trabajo de las iglesias y de la acción ecuménica, incorporando las nuevas formas de unidad en la diversidad que están surgiendo. Pensamos que el momento actual puede ser muy importante para una reflexión madura sobre el rol actual de las iglesias en la sociedad.

  • Observamos que hoy día las iglesias están presentes en diversas formas en la política y la sociedad civil. Existe un interés de parte de sectores de la sociedad, de involucrar a las iglesias en cuestiones relacionadas con los problemas que la afectan, como es el tema de la pobreza y los derechos humanos, ya que se reconoce que ellas cuentan con capacidades y experiencias que le otorgan una base de legitimidad frente a la opinión pública.

Teniendo en cuenta el análisis anterior, proponemos:

  • Que las iglesias continúen profundizando su reflexión teológica sobre los nuevos desafíos que se le presentan a partir del deterioro de las condiciones de vida y del aumento de la violencia en la región.

  • Que reflexionen sobre sus prácticas y su compromiso con la dignidad y los derechos humanos en el marco de la misión integral que recupera la visión de que Dios es el Señor de la historia.

  • Que las Iglesias y los Organismos Ecuménicos continúen la tradición de ser “santuarios” como un espacio de acogida y solidaridad con los que sufren: los presos políticos y comunes en cuanto amenazados o torturados por el sistema judicial y carcelario; los refugiados, desplazados y migrantes; las familias quebrantadas por los efectos del sistema económico que se ha impuesto; las víctimas de la discriminación, la violencia y la exclusión. “Iglesias – Santuarios” para la defensa de la vida y los derechos humanos donde quiera que estén amenazados.

  • Que se fortalezca la mutua apertura y la relación entre las Iglesias y los Organismos Ecuménicos así como la solidaridad nacional, regional y mundial. Trabajar en la perspectiva de acompañamiento pastoral, de intercambio, de compromiso mutuo y de promoción de distintas formas de encuentro, como por ejemplo la participación en el Foro Social Mundial.

  • Que las Iglesias asuman un compromiso ciudadano como expresión de su vocación profética frente a toda forma de discriminación, junto con otros actores de la sociedad civil, para contribuir a la construcción democrática, manteniendo su autonomía y fidelidad al Evangelio frente al Estado y a los partidos políticos. Que de esta forma contribuyan a un horizonte democrático en el que se condene el nuevo tipo de genocidio resultante del modelo económico y político actual.

  • Que las iglesias apoyadas tanto en las prácticas comunitarias del pasado como en la creatividad del presente, busquen formas de liturgia que promuevan la esperanza, la vida y la resurrección como celebración de su compromiso.

2. El permanente desafío de los Derechos Humanos

  • Reconocemos que en el transcurso de los últimos treinta años surge un nuevo contexto internacional en el que es necesario ubicar la acción por la dignidad y los derechos humanos en América Latina. Este nuevo contexto está caracterizado por el fin de la Guerra Fría y la consiguiente monopolaridad en el ámbito del poder económico, político y militar; la cada vez más ostensible brecha entre los países ricos y pobres como consecuencia de la aplicación generalizada de un modelo económico que acentúa las desigualdades fragilizando las democracias conseguidas después de regímenes dictatoriales. Existen además nuevos problemas que emergen como resultado de este nuevo contexto internacional o problemas que se sienten como vitales luego de haber estado largo tiempo postergados, como por ejemplo, el hambre, la pobreza, la desocupación y la sobreexplotación.

  • Constatamos en este nuevo contexto, que hay una importante agenda pendiente producto de las graves violaciones a los derechos e integridad de las personas cometidos en el pasado, que ninguna democracia puede obviar y que las sociedades demandan sea resuelta.

  • Valoramos como un avance en los últimos treinta años, que la comunidad internacional haya adquirido conciencia de la indivisibilidad, interdependencia y solidaridad de los derechos humanos, esto es, de los derechos civiles y políticos con los derechos económicos, sociales y culturales. Toda persona humana y todo pueblo sin distinción alguna tiene derecho a la vida y a producirla dignamente y en plenitud, a tener un salario digno y a disfrutar de ella. Tenemos la convicción, a partir de la experiencia de nuestros países, que la dignidad y la vida pueden ser vulneradas no sólo por la violación de los derechos civiles y políticos, sino también por la negación de los derechos económicos, sociales y culturales.

  • Consideramos necesario subrayar la relevancia de una incidencia política en el ámbito nacional y en espacios del sistema regional e internacional como la OEA y la ONU. Entre los temas de la agenda actual de los derechos humanos debe tenerse en particular consideración los siguientes:

Impunidad y Memoria

Reafirmamos que la Impunidad respecto de violaciones de los derechos humanos constituye un factor que corroe las instituciones de nuestra sociedady la democracia misma. Además constituye una violación de normas internacionales y Tratados de Derechos Humanos que obligan a nuestros Estados. Ninguna amnistía debe obstaculizar la acción de la justicia.

Consideramos que la Memoria es un deber de toda sociedad para consigo misma. Es tener presentes hechos que sucedieron para que se pueda entender el momento actual, orientar nuestros destinos, evitar la repetición de prácticas y de caminos que condujeron a la tragedia y la muerte, y afirmar alternativas y valores que han demostrado su capacidad para construir un futuro diferente.

    Exclusión, Discriminación e Inseguridad

Con preocupación observamos que el sistema económico y social actual produce exclusión y discriminación, en cuanto priva a amplios y crecientes sectores del bienestar a que tienen derecho. Mención especial merece el impacto del sistema sobre la educación y la salud a la cual acceden muy limitadamente o sin la calidad necesaria las mayorías de nuestras sociedades. Son especialmente afectados los jóvenes, las mujeres, y los migrantes o refugiados. Asimismo, debe mirarse con especial atención la discriminación que sufren pueblos autóctonos así como los afrodescendientes. La inseguridad es una realidad que afecta la calidad de vida ciudadana degradada por las violencias ejercidas por actores privados y públicos.

    Desarrollo Sustentable, Deuda Externa y Cuidado del Ambiente

Consideramos estratégicamente urgente e importante que nuestros países formulen propuestas coherentes de desarrollo sustentable que permitan superar la pobreza, el hambre y alcanzar el bienestar sin contaminar ni destruir nuestros ecosistemas. En este sentido, la exigencia de pago de la deuda externa continúa hipotecando las posibilidades de bienestar de nuestros pueblos y, siendo fuente de desigualdad, debilita aún más nuestras democracias. Nos preocupa particularmente, además, el impacto ambiental de los llamados megaproyectos.

3. Para una Ética al Servicio de la Vida

  • Afirmamos el imperativo de una ética al servicio de la vida, austera, solidaria, responsable, expresada por las diferentes confesiones religiosas y por otras cosmovisiones humanistas. Afirmamos nuestro respeto, reconocimiento de las diversas cosmovisiones que promueven la dignidad humana, la justicia y la paz.

Rechazamos, por tanto, propuestas “éticas” que fundamentan al modelo neoliberal imperante que promueve el individualismo, el consumismo y la negación del otro o de la otra. Rechazamos también la instrumentalización de lo religioso para demonizar, condenar y excluir a las personas que son diferentes.

  • Afirmamos que la reconciliación es una propuesta de Dios que quiere la vida plena para todo el género humano, que tiene sólo una realización parcial en la historia. Afirmamos que la auténtica reconciliación en las sociedades después de conflictos violentos se logra en un proceso lento que incluye el arrepentimiento, la confesión, el pedido de perdón del agresor y la reparación en el marco del primado de la verdad y la justicia.

Rechazamos las falsas reconciliaciones que movidas por intereses egoístas, niegan el conocimiento de toda la verdad y la acción de la justicia, proponiendo pactos que atacan nuevamente la dignidad de la persona humana, especialmente de las víctimas.

  • Afirmamos la responsabilidad de los Estados de velar por la seguridad humana como expresión de protección de todos los derechos de los ciudadanos. Rechazamos los nuevos intentos reduccionistas de reimplantar doctrinas de seguridad interna e internacional que violan los derechos fundamentales de las personas.

  • Afirmamos la importancia del Derecho Internacional expresado en declaraciones, tratados y convenciones, como salvaguarda de la dignidad humana, así como diversos mecanismos internacionales con este propósito. Afirmamos especialmente la relevancia del Sistema Interamericano de Derechos Humanos así como la entrada en vigencia de la Corte Penal Internacional, como instrumento adecuado para responder a los gravísimos crímenes contra los Derechos Humanos.

Afirmamos la íntima vinculación entre la “Oikoumene”, expresión del proyecto de Dios de que todo el género humano viva en una casa común, con el Derecho Internacional basado en los Derechos Humanos y el multilateralismo, como normas universales de convivencia entre todos los seres humanos.

Rechazamos, por tanto, todos los intentos de acción unilateral, de ejercicio de un poder irresponsable e injusto que socava el Derecho Internacional, instala el “mbareté” (concepto guaraní que alude a la imposición de la ley del más fuerte) e impone los así llamados Tratados de Libre Comercio, como el ALCA, que amenazan los Derechos de los más excluidos de nuestras sociedades.

  • Confesamos a Dios Creador que nos reconcilia con El y entre nosotros por medio de Jesucristo. La Eucaristía celebra esta reconciliación no sólo recordando el pasado, sino haciendo presente la Pascua. La Eucaristía nos enseña el valor de una Memoria que vuelve a realizar la Salvación en la Historia. Confesamos a un Dios que opta por los pobres y por los excluidos y excluidas.

Afirmamos el papel importante que jugó la Teología de la Liberación en estos treinta años y reconocemos la necesidad de profundizar una lectura teológica actual que responda a la nueva situación, particularmente en relación a lo social, económico y lo ecológico.

Esta nueva perspectiva teológica nos ayudara como cristianos y cristianas a interpretar las experiencias de memoria, verdad y justicia en relación con las violaciones a los Derechos Humanos vividas en la región en los últimos treinta años y rememoradas en este encuentro. También nos permitirá iluminar el compromiso profético y la diakonía política ante los nuevos desafíos que se nos presentan.

El Espíritu del Señor sobre mí,

porque me ha ungido

para anunciar a los pobres la Buena Nueva,

me ha enviado a proclamar la liberación a los cautivos

y la vista a los ciegos,

para dar la libertad a los oprimidos

y proclamar un año de gracia del Señor”.

(Lucas 4, 18 y 19)

Las Iglesias y Organizaciones convocadas a este encuentro, a través de sus representantes, asumimos el compromiso de continuar respondiendo al llamado que nos hace la crítica realidad de nuestra región en el ámbito de la dignidad y los derechos humanos.

Las demandas y urgencias de hoy nos desafían a profundizar nuestras visiones teológicas, a buscar nuevas alianzas y estrategias de intervención con la misma celeridad que hace 30 años. Estamos seguros y seguras que los mismos principios de justicia y solidaridad que motivaron la defensa de la dignidad y los derechos humanos en el pasado, podrán animarnos a continuar, con renovadas fuerzas, trabajando en la construcción de sociedades en las cuales la vida abundante sea una realidad.

Oramos para que juntos Iglesias, Comunidades, Organismos y personas de buena voluntad podamos responder con fidelidad a este llamado.


PARTICIPANTES EN EL ENCUENTRO :

Neftalí Aravena

FASIC - Fundación de Ayuda Social de las Iglesias Cristianas

CHILE

Juana Albornoz

COE - Comité de Organizaciones Evangélicas

CHILE








Eduardo Cid

CLAI - Consejo Latinoamericano de Iglesias

Región Andina - CHILE

Jose Burneo

FEDEPAZ - Fundación Ecuménica para el Desarrollo y la Paz

PERU








José De Luca

MEDH - Movimiento Ecuménico por los Derechos Humanos

ARGENTINA



Joao Días Araujo

CEPS - Comision Ecuménica por los Derechos de la tierra

BRASIL







Aldo Etchegoyen

CMI - Consejo Mundial de Iglesias

APDH -CIEMAL

ARGENTINA


William Fairbairn

KAIROS - Iniciativas ecuménicas

canadienses para la justicia

CANADA






Teresa Gómez

FASIC - Fundación de Ayuda Social de las Iglesias Cristianas

CHILE


Juan A. Gianotti

SEDHU - Servicio Ecuménico para la Dignidad Humana

URUGUAY








Claudio González

FASIC - Fundación de Ayuda Social de las Iglesias Cristianas

CHILE

Rafael Goto Silva

Centro Cristiano de Promocion Servicios

PERU








Charles Harper

CMI - Consejo Mundial de Iglesias

SUIZA


Juan Armin Ihle

IERP - Iglesia Evangélica del Río de la Plata

URUGUAY







Guillermo Kerber

CMI - Consejo Mundial de Iglesias

SUIZA


Genevieve Jacques

CMI - Consejo Mundial de Iglesias

SUIZA







Marta Palma

CMI - Consejo Mundial de Iglesias

SUIZA


Rosa M. Lavecchia

CWS - Servicio Mundial de Iglesias

ESTADOS UNIDOS








Enrique Pochat

MEDH - Movimiento Ecuménico por los Derechos Humanos 1982 - 1997..

ARGENTINA


Verónica Reyna

FASIC - Fundación de Ayuda Social de las Iglesias Cristianas

CHILE


https://www.alainet.org/pt/node/108833
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