Cristianismo y política

25/05/2005
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1. Reflexiones sobre el poder. En toda sociedad humana, el poder es una realidad central. Cuando se habla de política todos se animan. Hasta cierto punto, el poder está en el centro de los debates. Hoy más que nunca, el poder está en el orden del día. Los revolucionarios que quieren cambiar la sociedad apuntan al poder como medio fundamental de toda revolución. Y los que se oponen a toda y a cualquier revolución organizan un poder que pretende ser cada vez más fuerte: los Estados que adoptan el sistema de Seguridad Nacional son una clara manifestación del crecimiento de la preocupación por el poder. La conquista o el fortalecimiento del poder es el asunto del día. No se puede negar la realidad del poder. El existe y está creciendo. Hay hombres que tienen capacidad de mandar a los otros y de ser obedecidos. Consiguen, de hecho, imponer su voluntad a los otros, Es el poder. El puede estar encarnado en ciertas personas que individualmente tienen posibilidad de imponer su voluntad a los otros. No obstante, en torno a la persona o personas que detentan el poder hay, generalmente, un círculo más o menos estrecho de grupos o de personas que pueden presionar al jefe y así, orientar sus decisiones de acuerdo con sus preferencias: ellos también participan del poder. A la inversa, hay masas inmensas cuya voluntad no influye en nada en las decisiones políticas. No tienen poder. El poder incluye siempre las armas. No existe en este mundo un poder político que no esté apoyado en las armas, en la violencia. Los ciudadanos no obedecen sólo por temor. Tampoco obedecen por mera convicción, aunque la importancia del temor de las armas pueda variar mucho entre las sociedades. En algunas la voz de las armas es la única que convence. En otras, existe la presión de las costumbres y tradiciones, la autoridad de ciertas personas debido a razones de familia o de prestigio personal, ciertas formas de consenso democrático. Incluso allí nunca se prescinde de la fuerza de las armas. Según la Biblia y el Evangelio, el uso del poder – inclusive el uso de las armas - es legítimo. Pero lo que legitima el uso del poder y de las armas es la defensa de los oprimidos contra los opresores. Las armas son legítimas para restaurar la justicia, para salvar a las víctimas de los opresores. No existe otra legitimación posible. Sin embargo, en la realidad de la historia existen muchas tentaciones ligadas al poder, y muchas corrupciones del poder. Tales corrupciones pueden crear un conflicto abierto entre el poder humano y el poder de Dios. Los detentadores del poder pueden encontrar en él una fuente de orgullo y de auto-afirmación. Pueden querer aumentar sin cesar este poder hasta el punto de atribuirse a sí capacidades que sólo pertenecen a Dios. Así, el poder puede tornarse un anti-dios, un falso dios, un anticristo o falso Cristo, como lo denuncia el Apocalipsis de San Juan. Los detentadores del poder pueden también usarlo para obligar a los trabajadores a sacrificarles buena parte del producto de la economía nacional. Pueden orientar toda la economía hacia el crecimiento de su poder. Pueden, igualmente, crear una cultura de mentira, que sea la glorificación del poder, e imponerla a sus subordinados. En tiempos pasados, los detentores del poder eran personas: jefes de tribus, reyes, emperadores. Hoy, el poder está en las manos de una máquina más impersonal: el Estado. El Estado no pertenece a nadie. Sin embargo hay grupos y personas que ejercen influencia más o menos fuertes sobre el Estado. Por ser impersonal, el Estado no es un poder menos exigente o cruel. Al contrario, puede ser más cruel y duro por ser anónimo. No es ninguna persona concreta, sino una entidad abstracta por la cual nadie se responsabiliza. Y los ciudadanos oprimidos, no saben a quien dirigir sus quejas, porque su opresor es anónimo. Aunque reconozca la legitimidad del poder, Jesús no lo quiere para sí mismo. El Evangelio es una clara demostración que él no quiere el poder y esta actitud suya desconcertó y escandalizó a las autoridades y al pueblo de Israel, e incluso a los discípulos. No podían comprender cómo y por qué un enviado de Dios no quería el poder, que, a sus ojos, era la señal más evidente de la presencia de Dios y la comunicación a los hombres de un atributo divino. En la realidad, Jesús constituyó un poder paralelo, diferente en todo del poder establecido. Su poder no se basaba en las armas, ni en la tradición o en alguno de los elementos constitutivos del poder en las sociedades humanas. Su poder se enraíza en la libertad humana: existe en la medida en que consigue “despertarla”. Es el poder de un llamado dirigido a la libertad y creador de libertad. Este poder no es ilusión. Existe realmente, y los millones de seres humanos que procuraron libremente seguir los caminos de Jesús, a pesar de la persecución y de la muerte, muestran que el poder de Jesús es real. Pero es radicalmente diferente. En la medida en que los poderes humanos se yerguen contra Dios o contra los límites de su legitimidad, el poder de Jesús será un antipoder, un poder paralelo que contesta y denuncia el poder político y de él se emancipa. En la historia de la Iglesia encontramos muchas veces ese antipoder. En la América Latina, sobre todo en las últimas décadas, la Iglesia ha sido y es la continuación del antipoder de Jesús. El antipoder de Jesús no ambiciona ocupar el lugar de los reyes. No quiere destruir el poder sino llevarlo a ocupar su debido lugar, reducirlo a su verdadera vocación. El poder de Jesús y de la Iglesia es antipoder en la medida en que no usa los instrumentos del poder humano: no acepta la violencia en su ejercicio. Por eso, la Iglesia será como una isla que no practica la violencia de las armas. Jesús no condena el uso de las armas, pero ni él ni la Iglesia las usan con la finalidad de crear un poder paralelo y diferente. La Iglesia renuncia voluntariamente, como Cristo, al uso del poder de las armas, a fin de crear este antipoder profético, capaz de enfrentar el poder político, de denunciar sus corrupciones y pedir que se convierta a su papel verdadero. La Iglesia practica en sí misma y en torno de sí el modo de vivir del Siervo de Dios, Jesús. Si así no fuese, la Iglesia sería un poder semejante y rival del poder establecido, con las mismas tentaciones y sujeta a las mismas corrupciones. El poder de la Iglesia reúne a los pobres y les da un poder que ellos no tienen: el poder de Jesús, el poder de la libertad y de la palabra que despierta la libertad, Es el poder pobre porque no cuenta con la riqueza de las armas. 2. Diálogos sobre el poder 1.- El poder político, incluyendo el poder de las armas, sólo es legítimo para salvar a los oprimidos de la opresión, para defender a las víctimas de los que practican la injusticia; en una palabra: para hacer triunfar la justicia sobre la injusticia. Esa legitimidad confiere, al mismo tiempo, finalidad y límites al poder. Textos para reflexionar: Salmo, 72; Romanos. Cap. 13,vs.1-7; I Pedro, Cap. 2, vs.13-17. Cuestiones: ¿Cuál es el papel de los reyes? ¿Por qué se debe obediencia a los reyes? ¿Qué acontece cuando los reyes y gobernantes no se limitan al papel que Dios les confió? Esos textos, ¿dicen quienes son los más calificados para ejercer el poder político? ¿Será que Dios designa a las personas que deben ejercer el poder? 2.- El poder contiene una tentación de orgullo y afirmación del poder por el poder. El puede afirmarse hasta contra la Ley de Dios. El puede llevar a los que lo detentan a creer que son infalibles, que todo lo que hacen es bueno, que tienen autoridad total sobre los ciudadanos y que pueden someterlos a todas sus voluntades: puede llegar a querer un poder total y absoluto, semejante al poder de Dios, lo que incluye un deseo, consciente o no, de ser como Dios. Textos: Daniel, Cap. 3, vs. 1-23; Ezequiel, Cap. 28, vs. 1-10; Apocalipsis, Cap. 13, vs. 1-10. Cuestiones: ¿Existen hoy manifestaciones semejantes a las figuras descritas por Daniel, Ezequiel y San Juan? ¿Cuáles son las expresiones más visibles de la soberbia de esos poderes? ¿Cuál es la actitud cristiana delante de de ellos? 3.- El poder tiene capacidad de movilizar todas las fuerzas económicas, todo el trabajo, toda la producción para el incremento de la propia potencia, o para dar a los que lo detentan un nivel de vida privilegiado. Textos: Deuteronomio, Cap. 17, vs. 16-20; Samuel, Cap. 8, vs. 10-18; Miqueas, Cap. 3, vs. 1-4; Apocalipsis, Cap. 18. Cuestiones: ¿Existen en nuestros días jefes que exploten a su pueblo en forma semejante a lo que dicen los textos bíblicos? ¿Hay Estados que hacen de su propia potencia la meta suprema del poder? ¿Cuál es la actitud cristiana delante de tales poderes que explotan el trabajo de sus pueblos? 4.- La tercera tentación del poder es la de querer conquistar y dominar las ideas, la cultura, para imponer sus mentiras e impedir que la verdad sea proclamada. El poder quiere tener a los profetas a su servicio, para que digan lo que le agrada, y mata a los verdaderos profetas. El ejemplo es el rey Herodes delante de Juan Bautista y de Jesús. Textos: Mateo, Cap. 14, vs. 1-12; Lucas, Cap.23, vs. 8-12; Miqueas, Cap.3,vs.5-8; Apocalipsis, Cap.13, vs. 11- 17. Cuestiones:¿Existen hoy sistemas de mentiras para que todos acepten, sin discutir, determinado poder político?¿Existen personas que ejercen el papel de falso profeta?¿Existen autoridades que fingen una falsa piedad para engañar mejor al pueblo, y que, en la realidad, persiguen a los que dicen la verdad? 5.- Jesús se negó a recibir el poder político, lo que incluye el poder de las armas. No quiso invocar la ayuda de las armas ni permitió que sus seguidores las usasen en su misión evangelizadora y salvífica. Por eso, resistió a las presiones de los que querían hacerlo rey. El reivindica un poder total sobre los hombres, pero no según el modelo del poder político. Textos: Mateo, Cap. 5,vs. 39-42; Cap. 12, vs. 18-21; 26, vs. 51-54; Juan, Cap.6, Vs. 15; Cap. 18, vs. 36-37. Cuestiones: ¿Por qué Jesús no quiso usar las armas? ¿En qué consiste el poder de Jesús? ¿Cuáles son las tentaciones de poder y violencia para la Iglesia actual? 6.- Delante de los abusos del poder, los cristianos se sublevan para resistir. Actuando así, organizan de hecho un antipoder que no tiende a destruir el poder político sino a recolocarlo en su debido lugar. Textos: Daniel, Cap. 3,vs. 23; Hechos, Cap. 4, vs. 19; Cap. 5, vs 29; Cap. 7,vs.51- 60; Apocalipsis, Cap. 20, vs. 4. Cuestiones: Existen, actualmente, circunstancias en que los cristianos deben desobedecer al poder político? ¿Por qué los cristianos se oponen a ciertos poderes en América Latina? ¿Existen persecuciones porque los cristianos se oponen a poderes abusivos? 7.- Entre los cristianos no debe haber poder basado en las armas: debe reinar la libertad y la sumisión voluntaria a una autoridad que consiste no en dominar, sino en servir. De esta forma la comunidad eclesial es un testimonio contra los abusos del poder político. Textos: Mateo, Cap. 18, vs 1-4; Cap. 20, vs. 24-28; Lucas, Cap. 22, vs. 24-27; Juan, Cap. 13, vs. 1-16.somosiglesiachile@hotmail.com
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