Polo Democrático Alternativo:
Que se vayan todos! Prepararnos para gobernar
29/11/2006
- Opinión
Este fin de semana, entre el jueves 30 de noviembre y el 2 de diciembre, sesionará en Bogotá el primer congreso nacional del Polo Democrático Alternativo (PDA). Estamos convocados unos 3.500 delegados de todo el país. Este histórico evento de la izquierda colombiana, se da en medio de uno de los períodos más convulsionados de la historia reciente del país: se hunden en la putrefacción, la criminalidad y la ilegitimidad el Estado y sus instituciones más representativas. La presidencia, el Congreso, la policía, el Das, el ejército, etc.
Con excepción de la Corte Constitucional, y lo que queda de una malherida Constitución como las acción de Tutela, el barco sobre el que navega el Estado y su tripulación a bordo naufraga en medio del tsunami de la descomposición. A la izquierda colombiana le corresponde no precisamente la tarea de apaga fuegos de este régimen descompuesto, sin rumbo, impune y criminal. La responsabilidad que le compete a la izquierda y al PDA es la de ayudar al hundimiento de este gigante de papel que a gritos pide que lo salvemos.
La crisis orgánica y sistémica de la sociedad colombiana y sus instituciones es responsabilidad, lo sabemos, de la decadente oligarquía colombiana. Ella y su palaciego capitán de turno, Álvaro Uribe, tratan a toda costa de salvarse. Su demagogia y su maltrecha y desgastada política de “seguridad democrática”, no lograrán aliviar al moribundo paciente. Tampoco parece que le vaya a servir de mucho lavarse las manos diciendo que “no sabía”, que “no conocía” que el paciente (el Estado) estaba haciendo metástasis cuando ha sido el artífice, célula cancerígena, del modelo de Estado mafioso apoyado en bandas de asesinos como ha sido y es el paramilitarismo.
La izquierda colombiana y el PDA no pueden ir a la zaga del partido liberal donde una senadora como Piedad Córdoba ha sido la única capaz de proponer cerrar el Congreso, llamar a nuevas elecciones y convocar a una nueva Constituyente. No podemos como PDA ser así de extremadamente cuidadosos ni timoratos haciéndole creer a la gente que hay algo por salvar fuera de las 15 sillas que ocupan nuestros senadores de un ente descompuesto cuya mayoría son auspiciadores del crimen como lo es el Congreso, ni que jugamos a una oposición pretendiendo que hay algo por salvar (Corte Constitucional o algunos entresijos de la Constitución del 91) en este país. No se trata de que los Congresistas sean corruptos o hayan robado las arcas públicas del Estado. Ese no es el nodo del asunto. Nadie en este país duda que la mayoría sean autores intelectuales y colaboradores de asesinatos masivos con motosierra, decapitaciones, desapariciones, expropiación de tierras y desplazamientos de millones de campesinos, sindicalistas, estudiantes, profesores, etc. en las últimas décadas. Son el cáncer enquistado en los órganos vitales de la sociedad y han hecho metástasis, por tanto hay que ayudarles a su muerte política.
La consigna política del PDA debe ser “Que se vayan todos”. Llamar a la conformación de un movimiento nacional por la dignidad de la nación para enjuiciar una clase política que no muestra el menor indicio de aceptar su responsabilidad política en el derrumbe del Estado y sus instituciones. La tarea del PDA en este momento de decadencia y hundimiento moral, político y social es llamar al cierre del Congreso, renunciando primero a los cargos que allí tenemos, provocando mayor ingobernabilidad, quitándole apoyo a un régimen y Estado mafioso; proponer un gobierno de representación nacional, transitorio; convocar una nueva Constituyente; y llamar a elecciones luego de hacer un juicio político al gobierno actual y la clase política que ha malgobernado y vilipendiado el Estado.
Sin lugar a dudas, a la oligarquía colombiana le ha sonado la campana. Su hundimiento moral, su derrumbe inexorable no hay quien lo contenga. Es la hora del recambio. Su acorralado capitán de turno, Alvaro Uribe, que funge de inocente que nada sabía de Congresistas y amigos auspiciadores y promotores del paramilitarismo que ha asesinado y masacrado miles de ciudadanos(as) de la oposición durante los últimos años, da asco. No da rabia, da grima y profundo dolor que hay que convertir en malestar e insurgencia ciudadana.
La responsabilidad de la izquierda colombiana no es ayudar un barco hundiéndose en el estercolero que nos salpica a todos. Su responsabilidad y deber histórico es ser la fuerza política y moral que refunde la nación y el Estado y abra el camino a una nueva sociedad y un Estado Social de Derecho. No lavarle la mierda a la oligarquía, ayudarle a que se hunda en ella. Que se vayan todos y prepararnos para gobernar.
Con excepción de la Corte Constitucional, y lo que queda de una malherida Constitución como las acción de Tutela, el barco sobre el que navega el Estado y su tripulación a bordo naufraga en medio del tsunami de la descomposición. A la izquierda colombiana le corresponde no precisamente la tarea de apaga fuegos de este régimen descompuesto, sin rumbo, impune y criminal. La responsabilidad que le compete a la izquierda y al PDA es la de ayudar al hundimiento de este gigante de papel que a gritos pide que lo salvemos.
La crisis orgánica y sistémica de la sociedad colombiana y sus instituciones es responsabilidad, lo sabemos, de la decadente oligarquía colombiana. Ella y su palaciego capitán de turno, Álvaro Uribe, tratan a toda costa de salvarse. Su demagogia y su maltrecha y desgastada política de “seguridad democrática”, no lograrán aliviar al moribundo paciente. Tampoco parece que le vaya a servir de mucho lavarse las manos diciendo que “no sabía”, que “no conocía” que el paciente (el Estado) estaba haciendo metástasis cuando ha sido el artífice, célula cancerígena, del modelo de Estado mafioso apoyado en bandas de asesinos como ha sido y es el paramilitarismo.
La izquierda colombiana y el PDA no pueden ir a la zaga del partido liberal donde una senadora como Piedad Córdoba ha sido la única capaz de proponer cerrar el Congreso, llamar a nuevas elecciones y convocar a una nueva Constituyente. No podemos como PDA ser así de extremadamente cuidadosos ni timoratos haciéndole creer a la gente que hay algo por salvar fuera de las 15 sillas que ocupan nuestros senadores de un ente descompuesto cuya mayoría son auspiciadores del crimen como lo es el Congreso, ni que jugamos a una oposición pretendiendo que hay algo por salvar (Corte Constitucional o algunos entresijos de la Constitución del 91) en este país. No se trata de que los Congresistas sean corruptos o hayan robado las arcas públicas del Estado. Ese no es el nodo del asunto. Nadie en este país duda que la mayoría sean autores intelectuales y colaboradores de asesinatos masivos con motosierra, decapitaciones, desapariciones, expropiación de tierras y desplazamientos de millones de campesinos, sindicalistas, estudiantes, profesores, etc. en las últimas décadas. Son el cáncer enquistado en los órganos vitales de la sociedad y han hecho metástasis, por tanto hay que ayudarles a su muerte política.
La consigna política del PDA debe ser “Que se vayan todos”. Llamar a la conformación de un movimiento nacional por la dignidad de la nación para enjuiciar una clase política que no muestra el menor indicio de aceptar su responsabilidad política en el derrumbe del Estado y sus instituciones. La tarea del PDA en este momento de decadencia y hundimiento moral, político y social es llamar al cierre del Congreso, renunciando primero a los cargos que allí tenemos, provocando mayor ingobernabilidad, quitándole apoyo a un régimen y Estado mafioso; proponer un gobierno de representación nacional, transitorio; convocar una nueva Constituyente; y llamar a elecciones luego de hacer un juicio político al gobierno actual y la clase política que ha malgobernado y vilipendiado el Estado.
Sin lugar a dudas, a la oligarquía colombiana le ha sonado la campana. Su hundimiento moral, su derrumbe inexorable no hay quien lo contenga. Es la hora del recambio. Su acorralado capitán de turno, Alvaro Uribe, que funge de inocente que nada sabía de Congresistas y amigos auspiciadores y promotores del paramilitarismo que ha asesinado y masacrado miles de ciudadanos(as) de la oposición durante los últimos años, da asco. No da rabia, da grima y profundo dolor que hay que convertir en malestar e insurgencia ciudadana.
La responsabilidad de la izquierda colombiana no es ayudar un barco hundiéndose en el estercolero que nos salpica a todos. Su responsabilidad y deber histórico es ser la fuerza política y moral que refunde la nación y el Estado y abra el camino a una nueva sociedad y un Estado Social de Derecho. No lavarle la mierda a la oligarquía, ayudarle a que se hunda en ella. Que se vayan todos y prepararnos para gobernar.
https://www.alainet.org/pt/node/118466?language=es
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