El movimiento sindical a la hora de la integración regional
- Opinión
Desde los movimientos sociales, y más específicamente desde el movimiento sindical, hemos aceptado el reto de construir propuestas de lo que serían los parámetros para una integración regional de nuestros pueblos, alternativa a los proyectos que nos han querido imponer desde Washington.
Nueva coyuntura regional
Sucedió casi al mismo tiempo. El partido del presidente de los EEUU, George W. Bush, sufrió una fuerte derrota en las elecciones parlamentarias de su país, por un cada vez mas diseminado sentimiento de oposición del pueblo norteamericano a uno de los ejes de su política externa: la invasión y ocupación militar de Irak, donde los costos humanos aumentan día a día y no se avizora un proceso de estabilización del país. Y la victoria del candidato del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) a la presidencia de Nicaragua, Daniel Ortega. Eso, a pesar de que el gobierno norteamericano – a través de su embajada y de enviados especiales en Managua – hizo todo tipo de amenazas a la población de ese país tratando de chantajearla para que no votara en Ortega.
Poco antes, en la segunda vuelta electoral de Brasil, hubo una fuertísima polarización política entre Lula, candidato a la reelección por el PT (Partido de los Trabajadores), y Alckmin, candidato de una coalición de derecha. Uno de los temas de polémica fue justamente el ALCA: Alckmin defendió una reaproximación con los Estados Unidos y criticó la política externa del gobierno Lula de priorizar al Sur. Al explicitar sus posiciones programáticas neoliberales (en este tema y otros como las privatizaciones) Alckmin sufrió una pérdida de casi dos millones y medio de votos (en relación a lo que obtuvo en la primera vuelta), mientras Lula aumentó su caudal en más de 20 millones de votos. Este resultado muestra el descrédito del neoliberalismo en la población. Pero así y todo, las fuerzas conservadoras (con las empresas transnacionales a la cabeza) buscan ahora rearticularse y presionar al gobierno de Lula y a la sociedad brasileña, por lo que solamente la presión de un fuerte movimiento social por la continuidad y profundización de la agenda del Sur impedirá retrocesos.
Pero esos no fueron problemas puntuales para la estrategia del gobierno de Bush. Hay que considerar que de unos años a esta parte varios países de la región se han liberado de la condición de actores **coadyuvantes de la estrategia norteamericana, juntándose a Cuba hasta entonces el único país que tenía una política externa independiente. Fue así que la principal estrategia de los Estados Unidos para dominar nuestra región, el ALCA, entró en crisis en el 2003-2004, por la acción combinada de varios gobiernos y bajo la presión ejercida por los movimientos sociales en los respectivos países.
Ahora bien, no se habría alcanzado tal escala de resistencia a esa estrategia imperialista sin que ya a finales de los ’90 se hubiera comenzado a articular las acciones de monitoreo por parte de la sociedad civil de lo que venía siendo negociado entre los gobiernos y las movilizaciones de resistencia, con la constitución de
Mirando todo el período histórico en que nos encontramos, estos hechos que registramos nos llevan a una conclusión que aunque es obvia, no deja de ser sorprendente y de grandes repercusiones políticas: se ha abierto o se está abriendo una nueva coyuntura regional, donde la dominación imperialista está cada vez más cuestionada y al mismo tiempo los actores sociales, partidarios y gubernamentales se colocan – con reales posibilidades de implementar – proyectos alternativos a los de aquella dominación. Esta Cumbre tiene como una de sus tareas avanzar en ese camino.
Antiguas integraciones y nuevos desafíos
Pero, la idea de una “integración regional” entre países del Sur no es nueva. De hecho, varios procesos de “integración” ocurrieron a lo largo del siglo pasado. Los mismos se dieron, sin embargo, en un contexto de gobiernos que no cuestionaban la hegemonía de los Estados Unidos y, en consecuencia, esa “integración” era apenas otra forma de hacer de nuestros países un apéndice de la economía norteamericana.
Si miramos a los procesos sub-regionales que están en curso, como el Mercado Común del Sur (MERCOSUR) y
Sin embargo, por ser procesos entre países del Sur tienen potencialidades que no deben ser desperdiciadas. De hecho, si cada país tratara de construir su alternativa de superación del neoliberalismo aisladamente de los otros, ciertamente encontrará dificultades mucho más graves que si el esfuerzo se da entre varias naciones. Por eso, a pesar de las críticas que tenemos a tales estructuras sub-regionales, continuamos insistiendo en que es necesario aprovecharlas para impulsar otra integración regional.
Ahora bien, concomitantemente a la nueva coyuntura a que nos referimos se plantea un nuevo y aún más desafiante proceso de integración regional:
Fuerzas que tratan de bloquear ese cambio
Pero, ¿sobre qué y con quién se da esa disputa en América del Sur? En primer lugar, hay que ver que las fuerzas progresistas no están solas en el escenario regional. El gobierno de Bush, al fracasar en el ALCA, orientó su presión hacia la firma de Tratados de Libre Comercio (TLC) con algunos países (como el caso de Chile, Perú y Colombia). Esos acuerdos evidentemente ahora se constituyen en un escollo para que toda la región avance en el sentido de una integración contra-hegemónica. Ahora bien, no es de nuestro interés congelar esa dicotomía entre países sometidos a la hegemonía norteamericana y los que resisten. Debemos buscar formas de reaproximarlos a un proyecto regional común contra-hegemónico.
De otro lado, todo proceso tiene como punto de partida la matriz económica heredada de la historia anterior de nuestros países. Nuestras economías están fuertemente orientadas a buscar su dinamismo en las exportaciones a las metrópolis. La infraestructura existente en nuestros países nos conecta a los mercados de consumo de Estados Unidos y Europa, pero no a nuestros vecinos. En nuestros países tienen un papel preponderante los grandes capitales transnacionales, sobretodo los norteamericanos. Más recientemente, han surgido también las “multilatinas” (empresas multinacionales cuyas matrices se ubican en países de la región). Esos grandes capitales, aplicados a la producción o a la especulación financiera, presionan a nuestros gobiernos, incluso a los gobiernos progresistas, y tratan de torcer este nuevo proceso de integración para que también se sometan a sus intereses.
Sólo la organización, la movilización y las luchas sociales van a contrarrestar la inercia que las fuerzas conservadoras, apoyadas en esas condiciones económicas, buscan imponer a nuestros países y a los procesos regionales.
Sujetos de la integración contra-hegemónica
Para que podamos salir victoriosos en esta disputa hay algunos prerrequisitos.
En primer lugar, la búsqueda de la unidad de las fuerzas sociales progresistas. Desde
Dentro del sindicalismo regional también estamos abocados a similar tarea. En el marco de la reciente fundación de la nueva Confederación Sindical Internacional (CSI), fruto de la fusión de dos centrales mundiales, hemos defendido que se avance aún más integrando en
En segundo lugar, nuestra intervención en el proceso de integración tiene que buscar cambiar la agenda prioritaria establecida por los gobiernos. Los temas sociales tienen que ganar una prioridad que hoy día aún no los tienen. El movimiento sindical continental ha presentado
Por último, no habrá otra integración regional sin participación del pueblo organizado en las decisiones que tomen los gobiernos.
- João Felício, es secretario de Relaciones Internacionales de
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