Las amenazas del Imperio

Necesita Washington un nuevo 11- S? (II)

02/04/2007
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La petroguerra de Estados Unidos y su política de injerencia. ¿Qué se esconde detrás de la \"amenaza iraní\"? Una mirada a los escenarios regionales dentro de un tablero internacional que en la actualidad está desestabilizado.

Si observamos un eventual escenario de desarrollo de armas nucleares en Irán, un actor petrolero de peso en la región, a muy grosso modo ello pareciera responder al intento de ejercer un contrapeso en la balanza de poder y por tanto en la cada vez más ríspida geopolítica petrolera regional.

Tal situación nos habla de histórica injerencia de Estados Unidos en Irán (la operación en 1953 de la CIA para desplazar a Mossadegh del poder y los actuales intentos de remover al Ayatollah Khomeini, ambos nacionalistas de los hidrocarburos). Injerencia que se agrava por la actual ocupación de Irak.

Igualmente, y por el otro lado, como reacción ante la posesión de armas nucleares por parte de Israel y Arabia Saudita al Oeste, de Rusia al Norte, y de Pakistán e India al este; todo en momentos en que la totalidad de la región se encuentra peligrosamente inestable debido a la actuación político-militar de Estados Unidos y sus “aliados”.

Según sostuvo el presidente ruso, Vladimir Putin el eventual desarrollo de tales armas no implicaría una amenaza a Europa continental y menos a Estados Unidos, pues los sistemas balísticos que Irán posee no tienen el suficiente alcance y difícilmente los podrán desarrollar en el futuro cercano (cuando menos le tomaría una década). A pesar de ello, Estados Unidos viene contribuyendo crecientemente con elementos desestabilizantes, al tiempo que procura forzar el desencadenamiento de más eventos militares, costos humanos, ambientales y económicos incalculables.

Michel Chossudovsky ha advertido, a raíz del plan de “defensa” del USSTRATCOM (Estados Unidos, 2005) en contra de un eventual y aún no real segundo 11S, supuestamente auspiciado por Irán, que: “ahora es mayor el riesgo de guerra nuclear en Oriente Medio y el mundo”. Un escenario, indica, en el que según encargados de la seguridad de Estados Unidos, un nuevo 11 - S podría ser usado como justificación y oportunidad para atacar algunos blancos conocidos (Irán y Siria). Dicho “11 - S plus”, como prefiere calificarlo John Saxe-Fernández, bien podría ser un auto ataque al ‘estilo de Tonkin’ y que entonces justificara la masacre en Vietnam.

Ahora bien, para el mencionado objetivo de ataque a “blancos conocidos”, Estados Unidos ha hecho expresa su intensión de extender su programa antibalístico a Europa, en flagrante violación del Tratado de No Proliferación Nuclear. La excusa es, dice Tom Shanker, “un mecanismo necesario para la defensa nacional de cara al futuro y cada vez más moderno arsenal Iraní\".

Tal es el propósito de la ampliación de la “sombrilla nuclear” estadounidense a Europa y Oriente Medio, por ejemplo a través del emplazamiento de radares anti-misiles e interceptores en países periféricos de la entonces Unión Soviética que ahora son miembros de la OTAN (Polonia y República Checa). También mediante el emplazamiento de misiles Patriot en Israel y seguramente en Irak. Todo a la par de la creciente amenaza de un inminente ataque a Irán, que abriría las puertas no sólo al uso de armas nucleares de bajo calibre (mini-nukes) contra ese país, sino también facilitaría el emplazamiento de tropas de Estados Unidos justo a las puertas de Rusia.

Es por eso que Vladimir Putin dijo que \"los planes de expandir ciertos elementos del sistema antibalístico a Europa no puede más que perturbarnos. ¿Quién necesita el siguiente paso de lo que sería, en este caso, una inevitable carrera armamentista? Profundamente dudo que los europeos lo quieran\".

Está claro que Rusia, como aliada de la OTAN, bien podría controlar de modo abrumador cualquier amenaza regional (dígase la supuesta eventual agresión de Irán), por lo que el emplazamiento del arsenal de Estados Unidos entorno a Rusia es totalmente innecesario y, por el contrario, altamente amenazante desde los ojos de Moscú. Sin embargo, la administración Bush, en boca del secretario de la Defensa, Robert Gates, ha declarado que tal emplazamiento del arsenal estadounidense \"claramente no es una amenaza para Rusia. Creo que trabajaremos el asunto de alguna manera pues les hemos dejado claro que no está apuntado hacia ellos.

A la cuestión anterior se suma el descontento de Rusia por la creciente presencia de tropas estadounidenses cerca de sus fronteras, así como el continuo acercamiento de las “líneas móviles de defensa” de la OTAN. Un hecho que en palabras del presidente Putin, \"representa una seria provocación que reduce el nivel de confianza mutua\".

Rusia, mientras tanto y aunque relativamente reticente a una nueva Guerra Fría, se alista y anuncia el desarrollo de cabezas convencionales a modo de poder engañar el sistema antibalístico que eventualmente la rodearía.

Esto es, sigue los mismos pasos de mezclar cabezas nucleares y convencionales de Estados Unidos. Asimismo, el 15 de diciembre de 2006, el comandante de las fuerzas de misiles estratégicos de Rusia, Nikolai Solovtsov, precisaba que la Fuerza sería re-equipada por la vía del reemplazo de sus misiles intercontinentales de una sola cabeza nuclear por aquellos de múltiples cabezas de última generación (de tipo Topol-M).

Si miramos hacia el desestabilizante contexto en el que se encuentra Asía, es perceptible una agudización de las confrontaciones por la hegemonía regional entre Rusia, China y Japón (cada uno haciendo alianzas explícitas o implícitas y triangulando en el caso de Corea del Norte) de cara a la proyección regional de la Pax Americana que, desde principios de siglo, se viene profundizando y metamorfoseando al seguir una serie de lineamientos de reubicación de tropas e infraestructura militar, con el propósito de fortalecer la presencia de Estados Unidos. Así lo detalla puntualmente el Proyecto Para Un Nuevo Siglo Americano.

Estados Unidos está rodeando a China –la locomotora económica de la región, por así decirlo- por medio de la ocupación de Afganistán, con su injerencia (militar) en Taiwán y Corea del Sur, con una serie de emplazamientos militares en el Océano Índico, con la reactivación de bases con armas nucleares en Guam, así como con la presencia de tropas en Japón, entre otras medidas.

En respuesta a ello y a los públicamente declarados juegos de guerra del Pentágono contra China como resultado de una eventual confrontación por Taiwán, Pekín no sólo viene modernizando su armamento balístico sino que además está desarrollando armas para destruir satélites que, al dejar ciego al enemigo, le permitirían debilitar el impacto de un eventual ataque a larga distancia (dígase de Estados Unidos, un país con muy bajo poder de tropa pero con una ventaja de tecnología militar abrumadora).

En este punto debe notarse que si bien es cierto que a China no le conviene un escenario de guerra en casa, tampoco puede quedarse como “tigre de papel”, de ahí que al mismo tiempo insista en la necesidad de celebrar, en el marco de las Naciones Unidas, un tratado internacional que restrinja la nuclearización del espacio.

Como es de conocimiento público, en el verano de 2006, la administración Bush autorizó –contradiciendo dicha propuesta china- una nueva política espacial en la que llama a garantizar “la libertad de acción” en el espacio, algo que incluye su militarización. Bajo tal argumentación Estados Unidos informó que, \"se reserva el derecho de usar la fuerza contra países que busquen destruir satélites estadounidenses\".

Como respuesta y a modo de demostración de poder por la vía de los hechos, el 11 de enero de 2007, China derribó exitosamente un viejo satélite meteorológico propio. Así, por la vía del rompimiento de la moratoria informal existente en tales pruebas, China se unió al club de países con capacidad militar anti-satélites, junto a Estados Unidos y Rusia, que ya contaban con ella desde la década de 1980.

Para Xu Guangyu, oficial del Ejército chino, tal acción, “cambia las reglas del juego, lo que China está diciendo es, vamos a sentarnos a hablar\". Para Michael O’Hanlon de la Brookings Institution (Estados Unidos) se trata, en cambio, de un “error de cálculo” por parte de China pues tal demostración, “podría desembocar en una dinámica que dejaría más inseguros a todos los países, incluyendo a China”. Washington, añade O’Hanlon, “ debe por ahora resistir la tentación de comenzar a desarrollar, probar y emplazar sus propias capacidades antisatélites\".

Lo desestabilizante del asunto es tal que Putin señaló el 10 en febrero de 2007 que \"en la opinión de Rusia, la militarización del espacio podría tener consecuencias impredecibles para la comunidad internacional y provocar nada menos que el comienzo de una era nuclear\".

El llamado de Rusia, en boca de Putin, se aboca entonces, al igual que China, hacia la firma de un tratado internacional que prohiba la nuclearización del espacio.

La reticencia de Estados Unidos para negociar un tratado de tal naturaleza devela que, en el fondo, lo que está en juego es tanto la fuerza de proyección de la Pax Americana, como la posición relativa de los países de la región involucrados.

El caso norcoreano deja ver nítidamente la complejidad de esos intereses encontrados en un panorama altamente delicado, puesto que las confrontaciones y las contradicciones se están desenvolviendo en un contexto de nuclearización inherentemente desestabilizador, peligroso y en última instancia difícil e imposible de “administrar”.

La presidencia imperial de Estados Unidos, desde un Estado de excepción en estado de guerra, está particularmente dañando la seguridad internacional al exacerbar innecesariamente múltiples conflictos y generar un panorama altamente desestabilizador a partir de una profundización de la carrera armamentista, sobre todo la nuclear.

La irresponsabilidad se hace mucho mayor si tomamos en cuenta, como se precisó, el álgido estímulo que la nucleoelectricidad está teniendo desde entes, como la Agencia Internacional de Energía Atómica de Naciones Unidas, un organismo con un rol altamente contradictorio: detectar la proliferación y promover la energía nuclear civil.

El panorama podría verse aún más intrincado si, entre otros eventos, Estados Unidos decide en 2009 no ratificar y extender el Tratado de Reducción de Armas Estratégicas, vigente con Rusia.

Y es que de radicalizarse aún más los gobiernos del orbe hacia la figura de Estado de excepción, por ejemplo a través de un incremento del uso impune del poder policíaco-militar y su ‘variable nuclear’, tal y como lo está haciendo crecientemente Estados Unidos, es de esperarse que el orden de probabilidades de que sucedan conflictos nucleares, lejos de reducirse, más bien aumenten. Y no sólo cabe la posibilidad creciente de que se salgan de control al pasar de una eventual e injustificable guerra nuclear “contenida” a una guerra general termonuclear.

Lo espinoso del asunto es que como bien daba cuenta Günther Anders, \"el dilema básico de nuestra edad es que somos más pequeños que nosotros mismos, incapaces de darnos cuenta mentalmente de las realidades que nosotros mismos hemos producido\".

En tal sentido, asumir que no es posible una conflagración nuclear en cualquiera de sus dimensiones es una irresponsabilidad mayor de cara a los miles de ojivas existentes; a la modernización de los sistemas para su lanzamiento; a la insistente expansión de la industria nucleoeléctrica; a la consecuente ampliación de actores poseedores de armas nucleares; y más aún, cuando las fricciones intercapitalistas se agudizan como parte inherente de la estructura del sistema capitalista de producción y sus ciclos de crisis, pero también como producto de una internacionalización del Estado de excepción global in extremis.

No es en vano que el Boletín de Científicos Atómicos anunciará el 18 de enero de 2007 que “estamos al borde de una Segunda Era Nuclear”, razón por la cual se decidió ajustar el Reloj del Juicio Final (operativo desde 1947) en dos minutos más cerca de la media noche o a 5 minutos de una guerra general termonuclear. Esta situación, que no toma del todo en cuenta la nueva doctrina nuclear de Estados Unidos no se presentaba desde 1984, cuando el reloj llegó a marcar 11:57 PM.

Lo espinoso del asunto se refleja nítidamente en el señalamiento de Rusia respecto a la internacionalización del Estado de excepción estadounidense y su política nuclear. En la Conferencia de Política en Seguridad (Munich, 10 de febrero de 2007), Putin señalaba, en declarado rechazo a “una segunda Guerra Fría”, que \"hoy estamos presenciando casi un incontenible hiper uso de la fuerza militar en las relaciones internacionales, una fuerza que está arrastrando al mundo hacia un abismo de permanentes conflictos. Como resultado no tenemos la suficiente fuerza para encontrar una solución comprensiva a ninguno de estos conflictos. Encontrar un acuerdo político también se torna imposible. Estamos viendo un mayor y mayor desdén por los principios del derecho internacional y, las normas legales independientes están, de hecho, acercándose cada vez más a un solo sistema legal de Estado. Un Estado, desde luego primero y más que nada Estados Unidos, que se proyecta fuera de sus fronteras nacionales en todas las formas. Esto es visible en los lineamientos económicos, políticos, culturales y educativos que impone a otras naciones\".

Y añadía, \"el dominio por la fuerza inevitablemente estimula a un número de países a adquirir armas de destrucción masiva. ¿Podemos ser observadores indiferentes ante lo que está pasando? Claro que no. Es importante conservar el marco legal internacional relacionado con las armas de destrucción y por tanto asegurar la continuidad del proceso de reducir el arsenal nuclear.

En contracorriente, el juego de guerra nuclear de diciembre de 2006 realizado por el Pentágono, en el que figuraban involucrados Rusia, Corea del Norte, Irán y China, corrobora lo en serio que Estados Unidos está tomando, tanto el financiamiento al complejo militar industrial estadounidense, como el eventual uso de armas nucleares.

Bajo el nombre de “Ejercicio de Escudo Vigilante 07”, el “ejercicio” llama al entrenamiento del Comando Norte de Estados Unidos y del Comando Norteamericano de Defensa Aeroespacial – NORAD (Canadá-Estados Unidos), con el objeto de “defender la madre Patria”.

Lo anterior confirma que las implicaciones de la nueva doctrina nuclear de Estados Unidos son puntualmente importantes para Canadá y México, países hacia los cuales se desborda crecientemente la proyección del Estado estadounidense de excepción y desde los cuales, según observa el Pentágono, Estados Unidos “debe” defender su “madre Patria”.

De tal envergadura son esas implicaciones que incluso se llega a contemplar, como lo ha hecho Robert Pastor, quien fuese parte del Consejo de Seguridad de Estados Unidos y actual promotor del ASPAN, que: “ otra crisis del tipo 11 - S podría ser el catalítico para fusionar a Estados Unidos, México y Canadá\".

Por tanto, considerando lo aquí señalado, es claro que la cuestión nuclear involucra a todos de un modo u otro, por lo que, a decir de Günther Anders, \"contra lo que luchamos no es contra éste o aquel enemigo que podría ser atacado o eliminado por medios atómicos, sino contra la situación atómica en cuanto tal\".

Y en efecto, esto debe entenderse así porque lo que está en juego ya no sólo es la vida, sino su propio marco de referencia.


Fuente: Agencia Periodística del MERCOSUR (APM), Mar del Plata / Argentina
http://www.prensamercosur.com.ar
https://www.alainet.org/pt/node/120308
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