Asesino social
28/05/2008
- Opinión
Es sabido que el cigarrillo es una terrible adicción socialmente aceptada y hasta defendida por quienes la tienen arraigada y, sobre todo, por los que lucran con ella. Pero estudios realizados durante 30 años en Estados Unidos han demostrado que dejar de fumar también es socialmente contagioso.
Según esa investigación, las personas dejan de fumar en grupo y no solas, el ejemplo es un gran disuasivo para quienes tienen dificultades para abandonar ese terrible hábito. El tabaquismo es la adicción al tabaco provocada principalmente por uno de sus componentes activos, la nicotina, que condiciona el abuso de su consumo.
La nicotina es un estimulante del sistema nervioso, cuyos efectos llegan con mucha rapidez al cerebro, usualmente en siete segundos. En cantidades pequeñas, produce sensaciones placenteras en el sistema nervioso central y hace que la persona se sienta en alerta; en mayores cantidades, provoca que el consumidor se sienta relajado, lo que incrementa los deseos de fumar.
Se estima que una persona fumadora pierde nueve minutos de su vida en cada cigarro que se fuma; el adicto vive un promedio de 13 años menos con relación a quien no tiene este hábito, según la Organización Panamericana de la Salud. Esta entidad señala que el 80 por ciento de fumadores iniciaron el hábito antes de los 18 años.
Miguel Garcés, reconocido patólogo y miembro del Consejo Nacional para la Prevención del Tabaquismo, asegura que el tabaco es un artículo innecesario para la vida y que, cuando se utiliza como la industria tabacalera lo recomienda, mata al 50 por ciento de consumidores. Pero no solo los adictos sufren las consecuencias, hay daños generados por el humo ajeno o de segunda mano, que es la combinación del humo que se origina del cigarrillo encendido como por el exhalado por el fumador.
En espacios cerrados, todos lo respiran y están expuestos a sus efectos perjudiciales. El humo de un cigarro emana dos veces más alquitrán y nicotina que lo inhalado por el fumador, por eso el monóxido de carbono en la sangre de los que no tienen la adicción se eleva, al compartir una habitación con los fumadores. A largo plazo, puede conllevar a enfermedades cardiovasculares, cáncer de pulmón, apoplejía, asma y cáncer de mama, entre otros.
Ni la ventilación ni la filtración solas o combinadas pueden reducir la exposición al humo del tabaco en ambientes cerrados, ni siquiera el olor puede eliminarse.
Si pensamos en los 7.5 millones de personas que murieron de cáncer a nivel mundial en el 2007 y los 12 millones de casos nuevos diagnosticados ese mismo año y comprendemos que el tabaco es la causa de muchos de ellos, no debería ser tan difícil tomar decisiones.
La propuesta de la OPS de crear ambientes cien por ciento libres de humo de tabaco es una forma de proteger la devastación que provocan los fumadores en nuestra salud, ayuda a disminuir el consumo de cigarrillos y a prevenir nuevos adictos.
A los que no conviene es a quienes lucran con esta industria que insistentemente buscan frenar la aplicación de leyes de protección efectiva, como la que actualmente se está discutiendo en el Congreso en tercera lectura.
Alentamos a los diputados a que aprueben la ley, con lo que no sólo protegerían la salud colectiva, sino que serían coherentes al dar cumplimiento al Convenio Marco para el Control del Tabaco, ratificado por ese organismo como un compromiso de Estado.
Guatemala, 28 de mayo de 2008
- Ileana Alamilla, periodista guatemalteca, es Directora de la Agencia CERIGUA
Según esa investigación, las personas dejan de fumar en grupo y no solas, el ejemplo es un gran disuasivo para quienes tienen dificultades para abandonar ese terrible hábito. El tabaquismo es la adicción al tabaco provocada principalmente por uno de sus componentes activos, la nicotina, que condiciona el abuso de su consumo.
La nicotina es un estimulante del sistema nervioso, cuyos efectos llegan con mucha rapidez al cerebro, usualmente en siete segundos. En cantidades pequeñas, produce sensaciones placenteras en el sistema nervioso central y hace que la persona se sienta en alerta; en mayores cantidades, provoca que el consumidor se sienta relajado, lo que incrementa los deseos de fumar.
Se estima que una persona fumadora pierde nueve minutos de su vida en cada cigarro que se fuma; el adicto vive un promedio de 13 años menos con relación a quien no tiene este hábito, según la Organización Panamericana de la Salud. Esta entidad señala que el 80 por ciento de fumadores iniciaron el hábito antes de los 18 años.
Miguel Garcés, reconocido patólogo y miembro del Consejo Nacional para la Prevención del Tabaquismo, asegura que el tabaco es un artículo innecesario para la vida y que, cuando se utiliza como la industria tabacalera lo recomienda, mata al 50 por ciento de consumidores. Pero no solo los adictos sufren las consecuencias, hay daños generados por el humo ajeno o de segunda mano, que es la combinación del humo que se origina del cigarrillo encendido como por el exhalado por el fumador.
En espacios cerrados, todos lo respiran y están expuestos a sus efectos perjudiciales. El humo de un cigarro emana dos veces más alquitrán y nicotina que lo inhalado por el fumador, por eso el monóxido de carbono en la sangre de los que no tienen la adicción se eleva, al compartir una habitación con los fumadores. A largo plazo, puede conllevar a enfermedades cardiovasculares, cáncer de pulmón, apoplejía, asma y cáncer de mama, entre otros.
Ni la ventilación ni la filtración solas o combinadas pueden reducir la exposición al humo del tabaco en ambientes cerrados, ni siquiera el olor puede eliminarse.
Si pensamos en los 7.5 millones de personas que murieron de cáncer a nivel mundial en el 2007 y los 12 millones de casos nuevos diagnosticados ese mismo año y comprendemos que el tabaco es la causa de muchos de ellos, no debería ser tan difícil tomar decisiones.
La propuesta de la OPS de crear ambientes cien por ciento libres de humo de tabaco es una forma de proteger la devastación que provocan los fumadores en nuestra salud, ayuda a disminuir el consumo de cigarrillos y a prevenir nuevos adictos.
A los que no conviene es a quienes lucran con esta industria que insistentemente buscan frenar la aplicación de leyes de protección efectiva, como la que actualmente se está discutiendo en el Congreso en tercera lectura.
Alentamos a los diputados a que aprueben la ley, con lo que no sólo protegerían la salud colectiva, sino que serían coherentes al dar cumplimiento al Convenio Marco para el Control del Tabaco, ratificado por ese organismo como un compromiso de Estado.
Guatemala, 28 de mayo de 2008
- Ileana Alamilla, periodista guatemalteca, es Directora de la Agencia CERIGUA
https://www.alainet.org/pt/node/127788?language=en
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