Ike, de la Guerra Fría a la devastación; a 50 años de la Revolución visitó Cuba
18/09/2008
- Opinión
En las últimas semanas dos huracanes, el Gustav y el Ike, asolaron la zona del Caribe y golpearon particularmente los territorios de Cuba y de la empobrecida Haití produciendo daños de enorme significación. Hasta no hace mucho estas manifestaciones de furia del viejo Poseidón tenían todas nombres femeninos hasta que la Oficina Mundial del Clima optó por intercalar uno de cada sexo. Así es como apareció Ike.
Esta no es una denominación extraña para los cubanos, por lo menos para aquellos que en los años 50 llevaron adelante el proceso revolucionario que culminó con la victoria de fines de 1958 conducido por Fidel Castro con lugartenientes como su hermano Raúl Castro, actual presidente del Consejo de Ministros de la república insular; el argentino-cubano Ernesto “Che” Guevara; o aquel longuilíneo barbado que fue Camilo Cienfuegos, muerto en un accidente de aviación.
Es que Ike, por entonces, era nada menos que el trigésimo cuarto presidente de los Estados Unidos de América, el general Dwight David Eisenhower, antes que ello comandante supremo del Frente Occidental de las fuerzas aliadas durante la Segunda Guerra Mundial (1939-1945). Conductor del Desembarco en el Africa en 1942 y del Desembarco en Normandía (Francia) en 1944, alcanzó una enorme popularidad.
Retirado de la actividad militar presidió entre 1948 y 1952 la neoyorquina Unidad de Columbia y en este último año se convirtió en el primer texano en aposentarse en la Casa Blanca. Algo que pronto se repitió cuando tras el asesinato de John Fitzgerald Kennedy en 1963 asumiera la presidencia el también texano Lyndon Baines Johnson.
Ike, como se lo conocía, llegó al gobierno en representación del Partido Republicano tras derrotar al candidato demócrata Adlai Stevenson, para suceder al entonces presidente, también demócrata, Harry Spencer Truman, el mismo que había hecho lanzar bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki y que internacionalizó la Guerra de Corea. Eisenhower, en cambio, no abandonó la postura de continuar con estos conflictos pero la vinculó con el más global concepto de la “Guerra Fría” bajo el chantaje nuclear, del cual fue autor. Se ve que las presuntas enseñanzas pacifistas de su madre que organizaba en su casa reuniones de Testigos de Jehová no le habían servido para mucho.
Ferviente anticomunista, en consecuencia, fue el primer presidente de los Estados Unidos en viajar a España y en abrazarse con el dictador Francisco Franco allá por 1959. Su anticomunismo ya había hecho que el senador demócrata Joseph MacCarthy, a quién se debe el término “macarthismo”, lo haya apoyado en los comicios de 1952 denunciando que su propio partido estaba infiltrado por los rojos a los que perseguía. No menos anticomunista fue su compañero de fórmula, Richard Milhaus Nixon, quién para su nominación debió sortear las denuncias que por corrupto pesaban sobre él. Un buen antecedente para el Caso Watergate un par de décadas después.
Con John Foster Dulles como conductor de la política internacional durante su presidencia Ike colaboró en el derrocamiento del gobierno izquierdista de Jacobo Arbenz en Guatemala en 1954; creó la Agencia Internacional de la Energía Atómica (AIEA) ante el riesgo de la bomba de Hidrógeno de la Unión Soviética (URSS) en 1953; en 1956 inició su campaña de espionaje aéreo sobre la misma URSS; en 1956 apoyó bajo cuerda la contrarrevolución en Hungría pero se opuso al ataque conjunto de Francia, el Reino Unido e Israel a Egipto; en 1957 lanzó la “Doctrina Eisenhower” de apoyo económico a los países bajo el riesgo de ser gobernados por los comunistas; en 1958 creó la NASA para generar la carrera espacial con la URSS ; en 1959 incorporó a Alaska como el estado cuadragésimo noveno de los EUA y a las islas Hawai como el quincuagésimo; en 1953 intervino en el derrocamiento del izquierdista Mohammad Mossadeq en Irán; se mandó a la silla eléctrica al matrimonio Rosemberg acusado de espías comunistas; y en 1958 invadió el Líbano, entre otras acciones, además de crear un cordón sanitario de pactos regionales alrededor de la URSS.
Como contrapartida en 1956 eliminó la ley que obligaba a los negros a ceder el asiento a los blancos en el transporte público y en 1957 sancionó la primera norma de derechos civiles. Y curiosamente, en un comienzo, se lo acusa de haber tomado distancia de la dictadura cubana de Fulgencio Batista mientras Fidel Castro y los suyos luchaban por derrocarlo. Batista había ilegalizado al Partido Comunista dirigido por Blas Roca y Fidel contaba en sus filas al “Che” que había colaborado con la gestión de Arbenz en Guatemala. Hasta Earl Smith, embajador de los EUA en Cuba por entonces, llegó a escribir un libro acusando a su gobierno de apoyar la revolución.
Sin embargo todo indica que trató de salvar a Batista cuando en 1958 se avizoraba la victoria de los insurrectos y tras la asunción del nuevo gobierno revolucionario el primero de enero de 1959 recibió a la primera oleada de anticastristas de los que se nutrió, particularmente, Miami, y a quienes el gobierno cubano acusó de haber huido llevándose 400 millones de dólares estadounidenses de aquella época. Además eliminó la cuota de importación de azúcar cubana y en el propio enero de 1961, a días de entregarle la presidencia a Kennedy rompió las relaciones diplomáticas con el gobierno de Fidel Castro, lo que se mantiene hasta nuestros días.
En sus dos últimos años de gestión, el gobierno de Ike fue adoptando sucesivas medidas contra el estado cubano, sobre todo de índole económico, mucho más a partir de la declaración de Fidel Castro de su afinidad con el marxismo-leninismo y de la gestación de la alianza con la ex URSS,
Hace medio siglo los cubanos sufrieron a un Ike de carne y hueso. Algunos setentones en la isla lo habrán recordado en estos días ante el castigo del Ike de vientos furiosos frente al cual las autoridades de turno instaladas en Washington ofrecieron ahora un módico apoyo humanitario.
Fernando Del Corro
Periodista, historiador y docente en la Facultad de Ciencias Económicas (FCE) de la Universidad de Buenos Aires (UBA). De la redacción de MERCOSUR Noticias.
Publicado el viernes, 19 de septiembre de 2008
Esta no es una denominación extraña para los cubanos, por lo menos para aquellos que en los años 50 llevaron adelante el proceso revolucionario que culminó con la victoria de fines de 1958 conducido por Fidel Castro con lugartenientes como su hermano Raúl Castro, actual presidente del Consejo de Ministros de la república insular; el argentino-cubano Ernesto “Che” Guevara; o aquel longuilíneo barbado que fue Camilo Cienfuegos, muerto en un accidente de aviación.
Es que Ike, por entonces, era nada menos que el trigésimo cuarto presidente de los Estados Unidos de América, el general Dwight David Eisenhower, antes que ello comandante supremo del Frente Occidental de las fuerzas aliadas durante la Segunda Guerra Mundial (1939-1945). Conductor del Desembarco en el Africa en 1942 y del Desembarco en Normandía (Francia) en 1944, alcanzó una enorme popularidad.
Retirado de la actividad militar presidió entre 1948 y 1952 la neoyorquina Unidad de Columbia y en este último año se convirtió en el primer texano en aposentarse en la Casa Blanca. Algo que pronto se repitió cuando tras el asesinato de John Fitzgerald Kennedy en 1963 asumiera la presidencia el también texano Lyndon Baines Johnson.
Ike, como se lo conocía, llegó al gobierno en representación del Partido Republicano tras derrotar al candidato demócrata Adlai Stevenson, para suceder al entonces presidente, también demócrata, Harry Spencer Truman, el mismo que había hecho lanzar bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki y que internacionalizó la Guerra de Corea. Eisenhower, en cambio, no abandonó la postura de continuar con estos conflictos pero la vinculó con el más global concepto de la “Guerra Fría” bajo el chantaje nuclear, del cual fue autor. Se ve que las presuntas enseñanzas pacifistas de su madre que organizaba en su casa reuniones de Testigos de Jehová no le habían servido para mucho.
Ferviente anticomunista, en consecuencia, fue el primer presidente de los Estados Unidos en viajar a España y en abrazarse con el dictador Francisco Franco allá por 1959. Su anticomunismo ya había hecho que el senador demócrata Joseph MacCarthy, a quién se debe el término “macarthismo”, lo haya apoyado en los comicios de 1952 denunciando que su propio partido estaba infiltrado por los rojos a los que perseguía. No menos anticomunista fue su compañero de fórmula, Richard Milhaus Nixon, quién para su nominación debió sortear las denuncias que por corrupto pesaban sobre él. Un buen antecedente para el Caso Watergate un par de décadas después.
Con John Foster Dulles como conductor de la política internacional durante su presidencia Ike colaboró en el derrocamiento del gobierno izquierdista de Jacobo Arbenz en Guatemala en 1954; creó la Agencia Internacional de la Energía Atómica (AIEA) ante el riesgo de la bomba de Hidrógeno de la Unión Soviética (URSS) en 1953; en 1956 inició su campaña de espionaje aéreo sobre la misma URSS; en 1956 apoyó bajo cuerda la contrarrevolución en Hungría pero se opuso al ataque conjunto de Francia, el Reino Unido e Israel a Egipto; en 1957 lanzó la “Doctrina Eisenhower” de apoyo económico a los países bajo el riesgo de ser gobernados por los comunistas; en 1958 creó la NASA para generar la carrera espacial con la URSS ; en 1959 incorporó a Alaska como el estado cuadragésimo noveno de los EUA y a las islas Hawai como el quincuagésimo; en 1953 intervino en el derrocamiento del izquierdista Mohammad Mossadeq en Irán; se mandó a la silla eléctrica al matrimonio Rosemberg acusado de espías comunistas; y en 1958 invadió el Líbano, entre otras acciones, además de crear un cordón sanitario de pactos regionales alrededor de la URSS.
Como contrapartida en 1956 eliminó la ley que obligaba a los negros a ceder el asiento a los blancos en el transporte público y en 1957 sancionó la primera norma de derechos civiles. Y curiosamente, en un comienzo, se lo acusa de haber tomado distancia de la dictadura cubana de Fulgencio Batista mientras Fidel Castro y los suyos luchaban por derrocarlo. Batista había ilegalizado al Partido Comunista dirigido por Blas Roca y Fidel contaba en sus filas al “Che” que había colaborado con la gestión de Arbenz en Guatemala. Hasta Earl Smith, embajador de los EUA en Cuba por entonces, llegó a escribir un libro acusando a su gobierno de apoyar la revolución.
Sin embargo todo indica que trató de salvar a Batista cuando en 1958 se avizoraba la victoria de los insurrectos y tras la asunción del nuevo gobierno revolucionario el primero de enero de 1959 recibió a la primera oleada de anticastristas de los que se nutrió, particularmente, Miami, y a quienes el gobierno cubano acusó de haber huido llevándose 400 millones de dólares estadounidenses de aquella época. Además eliminó la cuota de importación de azúcar cubana y en el propio enero de 1961, a días de entregarle la presidencia a Kennedy rompió las relaciones diplomáticas con el gobierno de Fidel Castro, lo que se mantiene hasta nuestros días.
En sus dos últimos años de gestión, el gobierno de Ike fue adoptando sucesivas medidas contra el estado cubano, sobre todo de índole económico, mucho más a partir de la declaración de Fidel Castro de su afinidad con el marxismo-leninismo y de la gestación de la alianza con la ex URSS,
Hace medio siglo los cubanos sufrieron a un Ike de carne y hueso. Algunos setentones en la isla lo habrán recordado en estos días ante el castigo del Ike de vientos furiosos frente al cual las autoridades de turno instaladas en Washington ofrecieron ahora un módico apoyo humanitario.
Fernando Del Corro
Periodista, historiador y docente en la Facultad de Ciencias Económicas (FCE) de la Universidad de Buenos Aires (UBA). De la redacción de MERCOSUR Noticias.
Publicado el viernes, 19 de septiembre de 2008
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