Como vivir una espiritualidad ecuménica en una Iglesia autoritaria

La Iglesia del poder y la comunidad de la debilidad

01/10/2008
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En un libro sobre la Iglesia, el teólogo uruguayo Juan Luis Segundo comenta la "leyenda del Gran Inquisidor" de Dostoievski en el romance "Los hermanos Karamazov". La leyenda cuenta que Cristo vuelve al mundo. Es encarcelado y conducido al tribunal de la Santa Inquisición Española. El gran Inquisidor de Sevilla, obispo católico-Romano, explica porque lo arrestó y por que lo obligan a condenarlo. Comienza recordando a Jesús el diálogo que el propio Cristo tuvo con el diablo en el desierto. Para el inquisidor, las tres sugerencias que el demonio hace a Jesús no son "tentaciones". Jesús las interpretó incorrectamente. Eran propuestas buenas: estaban destinadas a proporcionar a Jesús las maneras de llegar, con su mensaje, a la humanidad entera. Para cumplir con su misión de salvar a la humanidad, Jesús debería tener mejor cuidado de sí mismo y usar en provecho personal el hecho de ser hijo de Dios (transformar las piedras en panes). Quién ganaría con eso era el pueblo pobre. Debería asumir el poder religioso (la tentación de saltar del pináculo del templo para que Dios lo salve) y el político ("todo esto te lo daré") para hacer el bien.


Al final, el Inquisidor, representante de la Iglesia, confiesa su terrible secreto: por amor a los hombres y para que estos no sean entregados a su libertad, tan dañina y exigente, él y los suyos tomaron partido por Satán, dando a la Iglesia la estructura que le dieron. "Escucha, pues, ya hace ocho siglos, no estamos contigo y sí con él (Satan). Hace ocho siglos que aceptamos de él lo que tu rechazaste"1.


Parece una afirmación muy fuerte, pero, basado en Dostoievski, Juan Luis Segundo sustenta que una Iglesia que se casa con El poder traiciona el Evangelho por una alianza con el demonio. Se rindió ante las mismas tentaciones que, en el desierto, Jesús había vencido.


Gracias a Dios, en la Iglesia católica actual y en otras Iglesias, tenemos buenos ejemplos de obispos y pastores que se comportan como dedicados servidores de sus hermanos, sin usar el poder en beneficio propio. Sin embargo, la experiencia que, hoy, muchos cristianos y cristianas tienen, en el contacto con algunos pastores, obispos o sacerdotes, es la de encontrarse con una estructura que busca de todas las formas, consolidar su poder interno, su prestigio y su hegemonía en el mundo. Yo que soy monje benedictino y busco integrar la obediencia espiritual en mi camino personal y comunitario, me propongo compartir con ustedes algunas reflexiones que he hecho sobre esta realidad eclesial. En estas líneas, trazaré algunas pistas sobre como vivir una espiritualidad evangélica y verdaderamente ecuménica cuando, por casualidad, nos encontramos con una jerarquía o pastores que se caracterizan por el apego al poder. ¿Cómo ayudar a los hermanos y a las hermanas en esta situación a perseverar en la fe y continuar en sus trabajos de servicio al pueblo mas pobre, como señal y testimonio del Reino del Dios?


1 - Iglesia como fraternidad evangélica


Es éste el deseo de muchas y muchos cristianos: retomar el movimiento de Jesús, viviéndolo en medio de los desafíos y riesgos del mundo actual. Esta inspiración alimenta la caminada de las comunidades eclesiales de base y de los movimientos pastorales de servicio al pueblo excluido. Esta manera de vivir la fe revela y expresa una forma de ver y concientizar la Iglesia. Para los católicos, este concepto de Iglesia (Eclesiología) viene Del Concilio Vaticano II (1962 - 1965), aplicado y actualizado aqui en América Latina por la II Conferencia General del Episcopado latinoamericano en Medellín (1968). Para las comunidades evangélicas, la mayoría de sus Iglesias insistieron siempre en el carácter local de la Iglesia. Sin embargo, esta dimensión fraternal y de comunión está subrayada por los textos y e intuiciones del Consejo Mundial de Iglesias, principalmente en sus asambleas generales de New Dehli (1961) y de Upsalia (1969).


Podemos caracterizar esta visión como "Eclesiologia de la Iglesia local". Según este concepto, la Iglesia es la comunidad concreta, reunida en el discipulado de Jesús, aquí y ahora. Cada Iglesia concreta vive y manifiesta la comunión con todas las comunidades que, en el mundo entero, forman como una sola asamblea del Pueblo de Dios, expresada y realizada, en la diversidad de las Iglesias reunidas en cada lugar del mundo. La comunidad de la fe es toda ella ministerial y tiene como misión ser signo eficaz de un mundo nuevo. Por lo tanto, se estructura de manera que el mundo puede caminar en esta dirección: un comunidad fraterna e igualitaria, organizada en ministerios diversos, complementarios y que se unen en la subsidiariedad. Inserta en las culturas populares, estas comunidades eclesiales valoran mucho la función de los pastores y, de ninguna manera, se caracterizan por reivindicaciones de anarquismo o de rebelión. No se trata de eso. Se trata de contar con los pastores como hermanos y vigilantes (epíscopos) de la comunidad para ayudarla a caminar en el sentido que Dios señala para su pueblo.


2 – Comprendiendo la herencia de una larga historia


La experiencia de las comunidades de base y de una Iglesia profética al servicio del pueblo se puede referir a muchos ejemplos en la historia de las Iglesias y sentirse en continuidad con grupos proféticos que siempre existieron. Sin embargo, como movimiento más amplio y principalmente como forma de vivir la eclesialidad, es una experiencia nueva. En esta experiencia de las comunidades eclesiales de base, propias de América latina, algo que cambia es la referencia al poder. Tradicionalmente, desde las épocas mas remotas, casi todas las religiones y culturas identifican a Dios como el poder supremo y de ahí idealizan el poder como algo sagrado (santo). Como si al decir que Dios es poder, fácilmente se podría invertir los términos y afirmar que el poder es Dios. La biblia asume la misma cultura de los pueblos orientales y también habla de Dios como poder supremo. Es verdad que la biblia transforma esta cuestión porque muestra que Dios ejerce este poder amando y liberando. Sería la diferencia clásica entre poder y autoridad. Sin embargo, a pesar de eso, la cultura del pueblo bíblico expresada en los textos contiene esta ambigüedad. De un lado, testimonia una revelación nueva, y de otra, expresa una cultura muy arraigada y centrada en el poder.


El término "autoridad" deriva del latín augere, palabra con la misma raíz del griego auxanein que significa "hacer crecer, promover el aumento, engrandecer". "El sentido originario del término es el crecimiento, un dinamismo que crece, promueve y culmina los vínculos que unen a las personas". Karl Jaspers analiza: "Autoritas es la fuerza necesaria para sustentar y hacer crecer"2. Entonces, etimologicamente, auctoritas es la fuerza necesaria para sustentar (apoyar) y para hacer crecer. Entonces, el objetivo de la autoridad es el crecimiento del otro. En este sentido, Dios, siendo amor y donación pura y permanente es la fuente de la autoridad y de un camino que va siempre en la dirección de alteridad, de darse para el otro.


Muchas veces, las religiones institucionalizadas se tornan en autoreferentes. En este caso, la autoridad se torna mero poder externo y constrangedor(sic). Conforme al Evangelio, Jesús conoció este fenómeno en el judaísmo del tipo farisaico de su tiempo


El padre Comblin me ha hecho descubrir que "la manera como más adelante la Iglesia se concibió como una civilización cristiana (cristianismo) es parte de su herencia judía. El imperio romano dió una nota histórica especial, una forma de ser propia, pero no inventó o comenzó el cristianismo. ¿Qué caracteriza teologicamente este hecho de ser Iglesia que llamamos cristianismo? Lo esencial del cristianismo estaba en la religión de los escribanos y fariseos y conlleva dos elementos básicos: Primero es la certeza de que el Reino de Dios somos nosotros: nosotros somos la realidad universal del Reino de Dios. El segundo es la aceptación de que todo lo que el pasado acumuló es venido de Dios. Para los fariseos, todas las tradiciones tenían igual valor que la palabra del Dios"3.


Este fenômeno es el mismo por el cual muchos continúan pensando que Jesús fundo directamente la Iglesia y que ésta era la Iglesia católica romana. Es claro que si eso fue así, la Iglesia, fundada por el própio Cristo, considerado hijo de Dios, toma un carácter divino que la confunde con el Reino de Dios. Gonzáles Fauss, uno de los mayores teólogos católicos del siglo XX, a la altura de sus 80 años, escribió: "La Iglesia se fundamente en Jesús, mas nace de la Pascua y es fundada por ella. En el Jesús histórico no existe la intención de fundar una Iglesia. No dió ninguna instrucción a los apóstolos sobre las estructuras de la Iglesia" 4


En la Iglesia católica, entre las tradiciones consideradas como divinas o como si fueran correctamente palabra de Dios está una comprensión del ministerio sacerdotal que mezcla elementos de los evangélios con los aspectos que vienen del sacerdocio pagano del imperio romano. La propia manera como la jerarquía religiosa se autodefine y como el papado es comprendido hacen parte de esta mezcla entre la tradición y la Palabra de Dios. Jesús mandó a sus discípulos en misión, Jesús les dió su Espíritu e hizo de ellos testigos de su resurrección. El Magistrio se apoya en eso, mas entre la concepción actual católica y este fundamento evangélico existen encarnaciones concretas que son legítimas en cada cultura. Sólo no tienen que ser absolutizadas. No hay porque rechazar que la figura y la función del sacerdote en la Iglesia católica tiene agregado, por su historia, muchos elementos de otras religiones y culturas. Ésto es señal de inculturación. Solamente que no podemos absolutizar este modelo como si fuese el único posible y como si viniera directamente del Evangelio.


En la larga historia de la Iglesia católica, muchas veces, el ministerio del papa en Roma era extremadamente beneficioso. Ayudó a Iglesias locales a liberarse de situaciones complicadas y apoyó el conjunto de las Iglesias en el camino de la fe y de la inculturación. La Iglesia de Roma era ejemplo de inculturación para todo el mundo. En diversas épocas antiguas, la Iglesia Romana se reveló mucho más capaz para adaptarse y para insertarse con la sabiduría evangélica en el mundo de entonces, por ejemplo, Iglesias como la de Cartago o algunos orientaciones mucho más radicales. ¿Por qué esto no continuó siendo así? Y cuando dejó de serlo? Cuando la Iglesia y el imperio se casan y el papa se convierte en una especie del emperador del Ocidente. Cuando el poder es comprendido como divino pasa a ser absolutizado. En diversos momentos de la historia, de formas sutiles o descaradas, el papa llegó para substituir el discernimiento de la propia Iglesia local, haciendo de las diócesis meros departamentos de Roma. Esta centralización eclesiástica creó una superestructura religiosa única en el mundo. Ninguna otra religión tiene una cabeza jerárquica con poderes absolutos como un papa o el Vaticano. Este fenómeno sobrevivió a los siglos y, hasta hoy, muchos obispos católicos encuentran normal la centralización romana. Cuando esta estructura va contra lo que ellos desean o piensan, la defensa no es preguntar el fundamento de la intervención. Es simplemente explicar: "fuimos mal comprendidos ". Como un preso que al ser torturado dice: "No merezco ser torturado porque no fui quien robó". Es decir: "tortura a quién robó".


Es difícil hacer una teología de esto porque es consecuencia de una historia y con su razón de ser. Lo que podemos es elaborar una teología del poder religioso o sagrado. Una de las reacciones más frecuentes de la Iglesia era decir: el poder no es del ministro. Es de Cristo. Quién lo ejerce, lo hace a nombre de Cristo y quién obedece, obedece a Cristo. Para que esta teología tenga base en el Evangelio se presenta a un Jesús histórico, obedeciendo al padre y diciendo que quien lo obedece, obedece al padre y afirmando (es prohíbido hacer exégesis y preguntarse si el Jesús histórico dijo estas palabras exactamente): "Quién a ti oye, a mi me oye" (Mat 18). Al mismo tiempo, la identificación de un papa o un obispo a Cristo supone un Cristo poderoso y desligado de su contextualidad histórica. Finalmente la terminología de esta teología menciona a Cristo, para legitimar una realidad que se constituye como un poder auto-referente y revestida de carácter sagrado.


En la Iglesia Católica, es urgente ayudar a los obispos y a los sacerdotes que tienen apertura del corazón y se disponen a estudiar para volver a tomar el Eclesiologia del Concílio Vatican II, continuándola y profundizar el camino que el Concílio, hace 40 años, indicó, mas no ha podido recorrer. En las Iglesias protestantes, es importante ayudarlas en el esfuerzo para que sigan fieles a la intuición de Lutero y de Calvino, como también a que los pentecostales sean verdaderamente pentecostales, es decir, personas de la libertad de espíritu y no funcionarios de una nueva institución. Como esta tendencia acontece en algunas Iglesias y, hoy, hasta grupos neo-pentecostales se reunen bajo la autoridad casi divinizada del "hombre de Dios", es bueno recordar las referencias del movimiento de Jesús y de sus continuadores con el poder religioso.


3 - El movimiento de Jesús y el poder


La historia del Nuevo Testamento empieza por Pablo. El funda las comunidades y las establece en la tradición de Jesús: "todos son iguales y forman uno solo en Cristo" (Gl 3, 26 - 29). "En la comunidad hay muchos ministerios, mas todos forman uno solo" (1 Cor 12). Pablo tiene conciencia de la "autoridad que el Señor me confió para construir y no para destruir" (2 Cor 13, 10). " No deseamos dominar la fe de ustedes, pero si contribuir para la alegría de ustedes" (2 Cor1, 24).


En las comunidades cristianas primitivas, la autoridad fue vivida de forma diferenciada, de acuerdo con la cultura de la comunidad en cuestión. En las primeras comunidades paulinas, la autoridad era de tipo carismático. El poder tenía una estructura carismática. Era menos institucional. Esto quiere decir que nadie tenía el poder simplemente porque ocupa tal cargo y sí porque la gente reconoce en el o ella el espíritu que suscita ese servicio específico, para dar la palabra del Dios a los hermanos, para la curación, o cualquier otro ministerio. Basta leer la 1a carta a los Coríntios, la carta a los Gálatas o la carta a los Romanos. Antes, el carisma, manifestación del Espíritu era una cosa extraordinaria y eventual, ahora, en las comunidades cristianas, pasa a ser habitual, permanente. La propia estructura organizativa de las comunidades está basada en los dones del Espíritu. El don del Espíritu determina la función ministerial concreta que cada persona desempeña en la comunidad al servicio del bien común (Cf. 1 Cor 12, 7; Rm 12, 4; Ef 4, 7). Lo que justifica y fundamenta el ministerio es recibir el Espíritu y manifestarlo espiritualmente en su vida y no apenas en una organización jerárquica o institucional. Había exactamente una sana reacción anti-institucional, un conflicto permanente entre los profetas y los que ocuparon el poder eclesiástico. Un teólogo ortodoxo afirmaba: "En toda la historia, siempre es violenta la reacción de los profetas, de los mártires y de los santos contra los abusos de un poder que se pone como teocrático. San Pablo no cesa de exortar a que los cristianos no pierden la libertad cristiana (Cf. 2 Cor 3, 17; Gl 5, 1. 13) y, con una obediencia ciega, no entristezcan al Espiritu Santo (Cf. Ef 4, 30)"5.


Ese camino comenzó por Jesús, como aparece en los Evangelios. El insiste con los discípulos: "que entre ustedes no sea como entre los reyes y gobernantes del mundo. Quién quiera ser el mayor, que sea el servidor de todos" (Lc 22, 24 - 30). En otra ocasión, cuando los discípulos desearon invocar el fuego del cielo contra los samaritanos que no los habían recibido, Jesús los reprende diciendo: "Ustedes no saben de que espíritu están animados" (Lc 9, 54 ss).


"Mateo es el único evangelista que utiliza la palabra "Iglesia" y en su contexto ella significa la comunidad local. Aunque Jesús entrega a todos la misión de atestiguar el Reino, de acuerdo con Mateo, confía a Pedro las llaves del Reino. Es una manera de hablar propia del lenguaje apocalíptico y se basa en Isaias 22. En la concepción actual dar la llave sería dar el poder. En la cultura rabínica, la llave significó el poder de interpretar la Ley (Torá). Jesús dice que Pedro es el verdadero escriba que tiene el derecho de interpretar todo lo que las Escrituras dicen respecto del Reino de Cielos. Exegeticamente, es difícil sustentar que Jesús haya querido hacer de Pedro el jefe de la Iglesia Universal que no existía como el conjunto de comunidades ni en la época de Jesús ni aún en el tiempo en que los Evangelios fueron escritos. Menos aún que Jesús hubiese imaginado un sucesor de Pedro con ese "poder". Comblin concluye: " Del texto de Mateo no se puede concluir que Pedro tendría un sucesor. (…) Cuando el Evangelio fue escrito, Pedro ya había muerto probablemente un cuarto de siglo antes y el Evangelio todavía no habla de ninguna sucesión"6. En el capítulo 18, Mateo presenta la igualdad como un ideal entre los miembros de la comunidad y los desalienta entre los cristianos cualquier tipo de jerarquía"7.


El movimiento de Jesús nos recuerda que el poder eclesiástico no es sagrado sí mismo,y menos aún absoluto. Saber que este tipo de poder es ilegítimo y anticristiano ya puede ser de mucha ayuda para quién debe enfrentarlo.


4 – Cómo vivir el profetismo evangélico en una Iglesia del Poder


"Para cumplir la misión sagrada de llevar la paz, vuelo de cualquier manera, en cualquier dirección, con el viento o sin el viento, con la fuerza o sin fuerza, hasta caer, hasta morir…" (Dom Hélder Cámara8).


Antes de preguntanos como lidiar con los pastores que utilizan el poder como principio de privilegios y fuente de exclusiones, es necesario preguntarnos como nosotros mismo estamos lidiando con la responsabilidad o con la autoridad, aunque sea pequeña, que nos es confiada. Es importante revisar si nuestro carisma se está imponiendo o prevaleciendo sobre otro. Cualquiera que sea nuestra contribución con el cuerpo eclesial, es bueno darnos cuenta de que el pluralismo es sano y positivo y Dios pide de nosotros la capacidad de convivir con el diferente y dar nuestra contribución, sin importarnos ni exigir que siguan nuestra manera de ser. Espiritualmente, nos comprometemos con Dios en no ser elementos de destrucción de la unidad eclesial, aunque la sentimos como artificial y pesada. El carisma nunca nos hará desunir, desagregar, crear una atmósfera de división y de odio. Si hiciera esto, no sería positivo. Una cosa es la contestación profética y la desobediencia conciente (en el plano social se llama "desobediencia civil"). Otro es entrar en la lucha por el poder, con el riesgo de dividir a la comunidad. Es parte de esta postura espiritual dialogar hasta el último punto. En ciertos casos, el diálogo consigue doblar o cambiar una posición autoritaria o reaccionaria que, de otra manera, no sería transformada.


El diálogo debe revelar que no se discute la legitimidad de la autoridad en la Iglesia. Estamos a favor de la autoridad espiritual. Contestamos esto o aquel modo de ejercerla. Trabajamos no para deslegitimar el poder del obispo o del pastor, pero si para volverlo mas evangélico.


Allí va un extremo muy concreto: como la cuestión del poder está muy ligada a otras cuestiones, casi nunca avanza para atacarla por separado. Hay casos en que la vocación profética exige eso, pero, en general, para quién vive la fe, todo debe fundamentarse en la opción espiritual. Ella supone humildad y actitud de escucha interior de los hermanos, principalmente de los hermanos en la fe y, por lo tanto de los pastores, sean ellos hombres de Dios, o meros funcionarios. Éste es el fundamento espiritual para romper con una obediencia acrítica a la teocracia eclesiástica.


Otra sugerencia importante: tenemos que ayudar a las personas que actúan en los diversos ministerios a recuperar la autoridad espiritual del profeta para atestiguar el Reino y, de ninguna manera, dejarse arrebatar por la ilusión del poder. Muchas veces, el apego al poder es señal de que no se es verderamente referencia de la autoridad espiritual para la comunidad. La primera forma de profecía es la manera de ser a cada momento. Quién nos conoce debe percibir en todo lo que hacemos y en nuestra manera de ser el modelo de Iglesia en el cual creemos. Nadie nos debe llamar con los títulos o de manera ceremoniosa (cada vez que alguien lo llamaba "señor", Dom Hélder le interrumpia y con cariño fraterno decía: "Señor, solamente Dios. Nosotros somos hermanos". Con que persistencia, insistió siempre que lo llamaran Padre o Frei y no "Dom" y hasta el final de la vida guardó siempre la misma figura pobre y sin distintivos de honra).


Quienes acompañan la manera como a diario vivimos la misión, deben percibir, de una cierta forma, que la única espiritualidad en el cual nos movemos es la de una Iglesia de diálogo e igualdad, entre clero y laicos, entre hombres y mujeres, entre observantes y los cristianos diferentes. Aunque usted no diga una palabra, por su manera de ser ministro o ministra, todos entenderán que está a favor de la ordenación ministerial de las mujeres y de hombres casados y que trabajamos por un cristianismo inclusivo y con el rostro del pueblo en el cual se desenvuelve.


En la línea de un cristianismo profético, la función del coordinador, o del animador de una comunidad no es la de decidir nada, sino la de ayudar al conjunto de la comunidad a tener las mejores condiciones para juzgar y decidir. La función de quién anima o coordina no está en la línea de decidir o dar órdenes, sino en el sentido de interpelar y ayudar a los otros a discernir el camino.


Deseo concluir esta reflexión citando la palabra de Lutero: "La Iglesia no es, en sí misma, santa ni pura. Es santificada por Cristo que por gracia eligió vivir y ser reconocido en ella. La Iglesia debe ser acreditada como santa; pero no puede ser vista como tal. Si usted la juzga por lo que ve, habría que verla como pecadora. En ella, usted solamente va a ver hermanos humanamente frágiles. Uno se escandaliza por su deshumanidad; otro, por la personalidad difícil, otro, por una vida moral descontrolada; otro, por otras cualesquiera formas de escándalo… Por lo tanto, usted no está invitado a rezar: "Veo que la Iglesia es santa", pero sí: "Creo en la Iglesia, una y santa". La Iglesia no posee ninguna justicia (santidad) de sí misma, pero su justicia viene de Cristo que es su cabeza. Solamente en esta fe, podemos percibir su santidad"9.


- Marcelo Barros es monge benedictino, biblista y escritor, tiene 29 libros publicados, entre cuál el romance "la noche del Maracá" (corrija. UCG - La red) y el más reciente: "La vida si se convierte la alianza" (rogar el Salmos ecuménico), Ed, red de la paz, CEBI, 2005. Fax: 062- 372 11 35.

1 Cf. LUIS SEGUNDO DE JUAN, Esto llamó a Comunidad Church, (Teología abierta para el adulto Layperson), Ed. Loyola, São Paulo, 1976, P. 107- m108.

2 JASPES DE KARL, Liberte et Autorité, dans Diogène, I, P. 12, 01/11/1952, citado para PAUL FOULQUIÉ - RAYMOND SAINT-JEAN, Dictionnaire de lana Langue Philosophique, París, prensas Universitaires de Francia, 1962, P. 61.

3 JOSE COMBLIN, El discusión actual sobre el universalismo cristiano, en Concilium/155 - 1980/5, P. 74.

4 Cf. J. CAMINO, Para entender como surgio de Iglesia allí, Estella, 1999; GONZA'LES FAUS, Hombres de lana Comunidad. Apuntes en el ministerio eclesial del EL, Santander, 1989; K. SCHATZ, El Primate del Papa: historia del su puesto que los los de los nuestros usted originan días de la subasta, Santander, 1996.

5 PAVEL N. EVDOKIMOV, L Amore Folle di Dio, Roma, Ed. Paoline, 1981, P. 138.

6 JOSE COMBLIN, Las líneas básicas del Evangelho según Mateus, en los estudios bíblicos 26, P. 15.

7 G. FORKMAN, Los límites de la comunidad religiosa, citado para el J. ANDREW OVERMAN, El Evangelho de Mateus y el judaísmo formativo, Ed. Loyola, São Paulo, 1997, P. 106.

8 citado en "el São Paulo", 01/ 09/1999, P. 12.

9 MARTINHO LUTERO, Sermón en Salmo 45 (en el año de 1532); en la edición de Weimar, vol. 40/ 2, página 521, alinea 24 - 39, citado para JOHANNES BROSSEDER, ¿El que unidad de las Iglesias que deseamos llegar? , en Concilium/271 - 1997/3 , P. 161.

https://www.alainet.org/pt/node/130120
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