Los indígenas colombianos: ¿entre latifundistas y terroristas?
24/10/2008
- Opinión
“Yo se los decía esta tarde a los Generales y se lo comentaba a los Ministros: a mí lo que me preocupa no es que se haya disparado o no. A mí lo que me preocupa es que el presidente de la república no le diga la verdad al país” (Alocución del presidente de la República,Alvaro Uribe Vélez”, Bogotá, 22 octubre 2008, en Web.presidencia.gov.co )
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Imantado, desde un charco real y simbólico de sangre, por la figura, entre mágica y tramposa, de un presidente que en el 2002 le prometió que en diez y ocho meses derrotaría a las FARC o, por lo menos, las colocaría en la situación de casi obligatoria capitulación, el 80% de indigentes y de pobres y de pauperizados que habitaban el país, desde entonces como que se olvidaron de sus efectivas condiciones de existencia social. Hicieron tabula rasa de la explotación, de la sobreexplotación, de la opresión y de la alienación. Seis años después, con unas FARC contenidas y corridas pero no derrotadas y ello al más inimaginable costo fiscal y cultural, han empezado a romperse los diques por donde durante casi dos mil doscientos días se ha contenido la pobreza social acumulada. Llegó Asonal; le siguieron los corteros; se precipitaron los indígenas; y se asomaron al escenario de luchas democráticas los empleados de la Registraduría y de la Dial hasta llegar a este 23 de octubre con un paro nacional estatal. Si la plusvalía no es nada más que el trabajo no pagado ni reajustado que se convierte en sobreganancias, estos seis años deben haber sido un sexenio feliz y ganancioso para el gran capital. Y todo ello gracias a una forma de gobierno que piensa y practica que los empresarios no tienen otra función social que la de generar empleos baratos y poco dignos y eso cuando las ganancias programadas y esperadas lo permiten.
2
Como la minga indígena que, a buena hora, se decidió a lanzarse hacia el país en procura de recoger para el movimiento social en su conjunto una dirección popular colectiva democrática cada día más robusta, se encuentra ya tocando a las puertas de la ciudad de Cali, oportuna se destaca la posición del alcalde Jorge Iván Ospina: “Esta administración ha dado permiso para que la movilización se desarrolle del sur hacia el centro de la ciudad. Me preocupa la asistencia sanitaria, la salud, la seguridad. Esto es para nosotros un tema muy complejo de manejar. LA ÚNICA MANERA DE RESOLVERLO OPORTUNAMENTE ES QUE HAYA UNA MESA DE trabajo. Yo (la) demando del Gobierno nacional…Reiteramos la invitación a una Mesa de diálogo pronta y oportuna que le dé respuesta inmediata a esta movilización gigantesca que, considero, es una de las movilizaciones más importantes en los últimos años en el país” (1)
3
En la noche del 22 de octubre el presidente Uribe, obligado por un video de la CNN, que se difundió por todo el mundo, en el que el camarógrafo sorprendió a la policía in fraganti disparando contra la Minga indígena, humildemente le dijo al país que, en contravía de lo que sus generales le habían informado, un policía nervioso sí había disparado pero que lo había hecho al aire y que los indígenas muertos se habían automatado al tratar de disparar unas muy terroristas armas hechizas. Hasta el momento de ese obligado e internacionalmente coaccionado reconocimiento, todo el equipo de gobierno se había rasgado públicamente las vestiduras declarando que los inmaculados policías antimotines, ESMAD, no podían disparar pues, para atender esas situaciones, institucionalmente sólo tenían como elementos protectivos…un escudo…un casco…y un bastón…”sin agregar nada más”… como policías vestidos de civil con armas no oficiales etc.
Sin descartar la posibilidad de personas infiltradas, cosa muy difícil al tratarse de la cerrada malicia indígena, sólo cabe la posibilidad de que las víctimas sean “terroristas”, lo que va en contravía de la historia reciente de un pueblo, que, en la ultima década, ha luchado con tenacidad por construir su autonomía e independencia de cara a los actores del conflicto armado.
4
Así respondieron los Comunicadores de la Minga, “Se puso nervioso un policía y disparó. Mentira, Presidente, mentira general. Dispararon muchos, dispararon dos días y dispararon durante horas y además dispararon civiles en medio de los policías y no estaban nerviosos ni respondiendo a explosivos lanzados por los indígenas…Lo decimos porque hay más, mucha más evidencia, más documentales, más pruebas y se harán públicas ahora que ustedes han mentido”.(2)
5
Por las cifras que trajo el presidente, quien, por ética se negó a dialogar con los indígenas mientras éstos no le pidiesen perdón al Estado, han sido los policías los que han sido las víctimas del terrorismo de los indígenas y no éstos los que lo han sido del terrorismo oficial. (3)
6
Si en la noche del 22 el presidente intervino para decir una sola presumible “verdad”, que un nervioso policía había disparado al aire, al hablar de la distribución de la tierra en Colombia, para mantener la altura académica no hablemos de mentiras sino, más bien, de las catedralicias inexactitudes en que incurrió. Al escuchar al presidente, un observador extranjero ignorante de nuestras realidades, habría recogido la idea de que los indígenas son los mayores terratenientes del país. Por lo tanto, no sólo terroristas sino, además, latifundistas. De los 115 millones de hectáreas que tiene Colombia, las tierras tituladas a los resguardos se elevarían a 30 millones de hectáreas, vale decir, que el 3.2 de la población tendrían en sus manos el 27% de la tierra. Pero, bajo otro enfoque de las estadísticas, sumemos: 1. Los parámos; 2. Las tierras desérticas; 3. Buena parte de los cuatro millones de hectáreas expropiadas por los paramilitares a los campesinos pobres; 4. Y los 25 millones de hectáreas- el 79%- que quedan en la Amazonía y la Orinoquia y que ni siquiera han sido arañadas por esa mágica mano invisible de la confianza inversionista que, recordando el fantasma smithiano, se inventó el gobierno neoliberal. Esas tierras no hacen parte de la frontera agropecuaria del país, amén de que allí sólo habitan 71 un mil indígenas. Sumemos para concluir que al millón cuatrocientos mil indígenas de Colombia sólo le quedan un poco más de tres millones de hectáreas, es decir, 3 hectáreas por cabeza india. Por lo tanto, en las tierras de los indígenas predominan el minifundio, el desempleo y la pobreza al lado de la más linda
7
Esa noche el presidente afirmó, “se dice que el Cauca es un departamento de latifundistas, que maltrata a las comunidades indígenas. La realidad es otra, como lo acabamos de demostrar “¿Qué quiso decir el presidente? En mi humilde concepto entiendo que implícitamente dijo que los indígenas son unos latifundistas que maltratan a esos hombres “de bien” llamados hacendados.
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Imantado, desde un charco real y simbólico de sangre, por la figura, entre mágica y tramposa, de un presidente que en el 2002 le prometió que en diez y ocho meses derrotaría a las FARC o, por lo menos, las colocaría en la situación de casi obligatoria capitulación, el 80% de indigentes y de pobres y de pauperizados que habitaban el país, desde entonces como que se olvidaron de sus efectivas condiciones de existencia social. Hicieron tabula rasa de la explotación, de la sobreexplotación, de la opresión y de la alienación. Seis años después, con unas FARC contenidas y corridas pero no derrotadas y ello al más inimaginable costo fiscal y cultural, han empezado a romperse los diques por donde durante casi dos mil doscientos días se ha contenido la pobreza social acumulada. Llegó Asonal; le siguieron los corteros; se precipitaron los indígenas; y se asomaron al escenario de luchas democráticas los empleados de la Registraduría y de la Dial hasta llegar a este 23 de octubre con un paro nacional estatal. Si la plusvalía no es nada más que el trabajo no pagado ni reajustado que se convierte en sobreganancias, estos seis años deben haber sido un sexenio feliz y ganancioso para el gran capital. Y todo ello gracias a una forma de gobierno que piensa y practica que los empresarios no tienen otra función social que la de generar empleos baratos y poco dignos y eso cuando las ganancias programadas y esperadas lo permiten.
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Como la minga indígena que, a buena hora, se decidió a lanzarse hacia el país en procura de recoger para el movimiento social en su conjunto una dirección popular colectiva democrática cada día más robusta, se encuentra ya tocando a las puertas de la ciudad de Cali, oportuna se destaca la posición del alcalde Jorge Iván Ospina: “Esta administración ha dado permiso para que la movilización se desarrolle del sur hacia el centro de la ciudad. Me preocupa la asistencia sanitaria, la salud, la seguridad. Esto es para nosotros un tema muy complejo de manejar. LA ÚNICA MANERA DE RESOLVERLO OPORTUNAMENTE ES QUE HAYA UNA MESA DE trabajo. Yo (la) demando del Gobierno nacional…Reiteramos la invitación a una Mesa de diálogo pronta y oportuna que le dé respuesta inmediata a esta movilización gigantesca que, considero, es una de las movilizaciones más importantes en los últimos años en el país” (1)
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En la noche del 22 de octubre el presidente Uribe, obligado por un video de la CNN, que se difundió por todo el mundo, en el que el camarógrafo sorprendió a la policía in fraganti disparando contra la Minga indígena, humildemente le dijo al país que, en contravía de lo que sus generales le habían informado, un policía nervioso sí había disparado pero que lo había hecho al aire y que los indígenas muertos se habían automatado al tratar de disparar unas muy terroristas armas hechizas. Hasta el momento de ese obligado e internacionalmente coaccionado reconocimiento, todo el equipo de gobierno se había rasgado públicamente las vestiduras declarando que los inmaculados policías antimotines, ESMAD, no podían disparar pues, para atender esas situaciones, institucionalmente sólo tenían como elementos protectivos…un escudo…un casco…y un bastón…”sin agregar nada más”… como policías vestidos de civil con armas no oficiales etc.
Sin descartar la posibilidad de personas infiltradas, cosa muy difícil al tratarse de la cerrada malicia indígena, sólo cabe la posibilidad de que las víctimas sean “terroristas”, lo que va en contravía de la historia reciente de un pueblo, que, en la ultima década, ha luchado con tenacidad por construir su autonomía e independencia de cara a los actores del conflicto armado.
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Así respondieron los Comunicadores de la Minga, “Se puso nervioso un policía y disparó. Mentira, Presidente, mentira general. Dispararon muchos, dispararon dos días y dispararon durante horas y además dispararon civiles en medio de los policías y no estaban nerviosos ni respondiendo a explosivos lanzados por los indígenas…Lo decimos porque hay más, mucha más evidencia, más documentales, más pruebas y se harán públicas ahora que ustedes han mentido”.(2)
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Por las cifras que trajo el presidente, quien, por ética se negó a dialogar con los indígenas mientras éstos no le pidiesen perdón al Estado, han sido los policías los que han sido las víctimas del terrorismo de los indígenas y no éstos los que lo han sido del terrorismo oficial. (3)
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Si en la noche del 22 el presidente intervino para decir una sola presumible “verdad”, que un nervioso policía había disparado al aire, al hablar de la distribución de la tierra en Colombia, para mantener la altura académica no hablemos de mentiras sino, más bien, de las catedralicias inexactitudes en que incurrió. Al escuchar al presidente, un observador extranjero ignorante de nuestras realidades, habría recogido la idea de que los indígenas son los mayores terratenientes del país. Por lo tanto, no sólo terroristas sino, además, latifundistas. De los 115 millones de hectáreas que tiene Colombia, las tierras tituladas a los resguardos se elevarían a 30 millones de hectáreas, vale decir, que el 3.2 de la población tendrían en sus manos el 27% de la tierra. Pero, bajo otro enfoque de las estadísticas, sumemos: 1. Los parámos; 2. Las tierras desérticas; 3. Buena parte de los cuatro millones de hectáreas expropiadas por los paramilitares a los campesinos pobres; 4. Y los 25 millones de hectáreas- el 79%- que quedan en la Amazonía y la Orinoquia y que ni siquiera han sido arañadas por esa mágica mano invisible de la confianza inversionista que, recordando el fantasma smithiano, se inventó el gobierno neoliberal. Esas tierras no hacen parte de la frontera agropecuaria del país, amén de que allí sólo habitan 71 un mil indígenas. Sumemos para concluir que al millón cuatrocientos mil indígenas de Colombia sólo le quedan un poco más de tres millones de hectáreas, es decir, 3 hectáreas por cabeza india. Por lo tanto, en las tierras de los indígenas predominan el minifundio, el desempleo y la pobreza al lado de la más linda
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Esa noche el presidente afirmó, “se dice que el Cauca es un departamento de latifundistas, que maltrata a las comunidades indígenas. La realidad es otra, como lo acabamos de demostrar “¿Qué quiso decir el presidente? En mi humilde concepto entiendo que implícitamente dijo que los indígenas son unos latifundistas que maltratan a esos hombres “de bien” llamados hacendados.
Notas
1. Avance Informativo, 23 octubre 2008, en www.cali.gov.co
2. “Uribe ¿por qué no te callas? , Tejido de Comunicación ACIN, octubre 23 2008.
3. Ver, Alocución del Presidente de
Atisbos Analíticos No 95, Cali, noviembre 2008, Director Humberto Vélez Ramírez, profesor de Programa de Estudios políticos, IEP, Universidad del Valle; presidente de ECOPAIS, Fundación Estado-Comunidad y Paz.
atisbosanaliticos@gmail.com, para acceder a los Atisbos, atisbosanaliticos2000.blogspot.com
https://www.alainet.org/pt/node/130494
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