Con paciencia y mucha imaginación, se podrán construir acuerdos eficaces en medio de la guerra
- Opinión
Bajo una mirada de corto plazo, las apariencias parecerían afirmar que a las Farc el gobierno no les ha puesto ninguna condición, sobre todo en materia de bajarle el tono a su accionar armado y a algunos de sus métodos perversos, violatorios del DIH. Ese sería el significado más visible de negociar en medio de la guerra. Pero en un punto central, las Farc han entrado al proceso altamente condicionadas. La agenda definida en La Habana es una miniatura de cara a la levantada en el Caguán, que era la agenda para imponer, vía la negociación de la guerra, una revolución social. Por eso ahora Timochenko, en contraprestación para su causa, en el mensaje leído en la Habana la semana que termina dijo que las grandes reivindicaciones sociales las tenía que alcanzar la ciudadanía mediante una movilización popular en la que ellos estarían actuantes y que, por eso, no se levantarían de la Mesahasta no lograr acuerdos definitivos.
Por otra parte, cuando en abril del 2011, las Farc liberaron a los últimos soldados retenidos, prometieron que, en adelante, no volverían a secuestrar cumpliendo así una de las condiciones que le imponía el gobierno para abrir la puerta de las conversaciones. Del otro volumen o masa de secuestrados, los civiles, nada se dijo quedando el asunto en el vacío como también lo quedaron otras dos condiciones en las que por esos días insistía Santos, de un lado, renunciar al reclutamiento de menores, y, del otro, abstenerse de realizar acciones “terroristas”.
Por esos días, cuando las Farc prometieron no continuar secuestrando, ya estaba arrancando en la Habana una primera etapa informal llamada exploración: una pre-negociación o negociación de la negociación con la que se buscaba fijar unas reglas mínimas generales de una posible negociación inmediata. Importa destacar cómo en la Habana ese primer acuerdo se forjó sin incidencia de lo que estaba acaeciendo en Colombia en los territorios de la guerra. Después de perder- y fue éste el mayor éxito militar político relativo de la Seguridad democrática- entre el 50 y el 60 % del territorio que controlaba en el 2002, las Farc continuaban levantando cabeza militar en unos 135 municipios del país; por su parte, los Generales ya estaban diseñando un Plan de aplicación desarrollada de la Política de Seguridad democrática llamado “ESPADA DE HONOR”. En sus objetivos específicos, con este Plan los Generales buscaban meterse en las propias retaguardias de las Farc fragmentando así, de modo perverso, a la población civil en dos bandos opuestos.
Como podrá observarse, los forjadores de esta primera etapa de pre-negociación, pudieron actuar en la Habana con prescindencia de lo que ellos sabían estaba acaeciendo en Colombia por fuera de su Mesa de exploración. Claro que esto no significa que, de modo necesario, se pueda continuar construyendo acuerdos en medio de una confrontación armada en auge. Pero, por lo menos, en esa primera fase exploratoria de arranque o despegue, ello fue posible. De todas maneras, en adelante, todo lo que suceda, por acciones unilaterales o bilaterales, en la situación actual de la confrontación armada, restarle extensión e intensidad a las acciones armadas; acciones orientadas no a humanizar la guerra- lo que suena a una antinomia lingüística- sino, más bien ,a restarle barbarie; drástica disminución de las acciones violentas contra la población civil violatorias del DIH, constituirá una preciosa indicación empírica de que la negociación efectivamente está avanzando.
A este respecto, de modo ilusorio no puede esperarse que el nivel de las hostilidades descienda en un abrir y cerrar de ojos. Pero, en la medida en que los negociadores sientan y de modo vívido experimenten que están avanzando, el movimiento espontáneo no será otro que el de irle bajando el ritmo a la extensión e intensidad de la confrontación armada. Con paciencia y mucha imaginación, se podrán producir acuerdos con prescindencia de lo está aconteciendo por fuera de la Mesa, pero a posteriori, una vez producidos, con seguridad que impactarán de modo positivo el nivel de las hostilidades.
Para el Estado, el gobierno y su base social poblacional, negociar ahora en medio de la guerra ya no es lo mismo que cuando, de modo errado, se ensayó ese horizonte en el caso del Caguán. Allá por ese entonces, los farquianos estaban casi seguros de que podían ganar la guerra. Ahora, en nuestra opinión otra es la situación:
En este 2012, mientras que los Generales saben que ya no perderán la guerra- lo que si pensaban en la etapa del preCagúan el General Mora incluido- pero que todavía no la han ganado, el Secretariado y el COCE saben que aunque ya no la ganarán, todavía no la han perdido.
Fuente: Atisbos Analíticos 158 , del 1 al 15 de septiembre de 2012 , Santiago Cali, Universidad del Valle, Programa de Estudios políticos y Resolución de conflictos; Red de Universitarios por la Paz, REDUNIPAZ.
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