Entre el “tsunami blanco” en Guatemala y el golpe de Estado en Honduras
- Opinión
No mueren los fantasmas dos veces, precisamente porque para muchos – los asesinos especialmente -- ya están muertos. Sin embargo los acontecimientos que hemos estado viviendo en los últimos cinco meses en Guatemala y Centroamérica algo nos dicen desde una catacumba que el capital y el Estado han querido dar por cerrada. Precisamente el miedo infringido regresa como terror a lo alterno, a la subida de la “chusma” y la resurrección de los muertos. Siguiendo el principio psicoanalítico de que lo reprimido se manifiesta neuróticamente a través de explosivas válvulas de escape, el golpe de Honduras es la materialización de las consignas del tsunami blanco de mayo en Guatemala.
Muchos podrían interpretar que es el temor a la “oleada Chávez” lo que está provocando la reacción de los sectores de universitarios empresariales, cámaras de comercio y anticomunistas de otrora. Está interpretación no deja de tener razón en cuanto a que se ve en las elecciones de las izquierdas un peligro por ese statu quo, por cierto, mantenido al borde de la explosión social. «Donde está tu corazón, allí está tu tesoro» y así pues los miedos toman caras: reforma agraria, anarquía o lo que es lo mismo desde su monólogo, ingobernabilidad. Las imágenes vuelven como fantasmas del Christmas Carol: los barbudos entrando en
Si bien todo esto es verdad y ya ha sido analizado de manera muy clara por varios analistas en Albedrío (1), podemos verlo desde otra perspectiva. En primer lugar si bien la crisis de los mercados internacionales no fue directamente catastrófica para los capitales “guatemaltecos” – o al menos así lo han querido mostrar –, si ha quedado el rescoldo y el gran temor. Allí donde los “libertarios” (Ayau, Fratti, Caballeros, Gutiérrez) veían que ni
Pero, ¿cómo se ve la crisis del capital financiero e industrial desde
Álvaro Colom como la excusa de la violencia en Guatemala, sobre todo cuando se olvida implícitamente el papel de Arzú y Berger en la corrupción. El primero con las privatizaciones millonarias siguiendo el modelo en boga del Consenso de Washington y el segundo construyendo carreteras financiadas hasta el cielo pero que pocas veces se construyeron el suelo. Esa memoria cívica no entra en la espuma del – por ahora – apagado tsunami blanco.
¿Pero es realmente Colom a quién más temen los movimientos empresariales y los “jóvenes” universitarios? No, la chusma es la gran ausente pero que vive compartiendo el caótico país con los que pueden atreverse a abogar por el mantenimiento de las cosas tal como están. La violencia de los sectores marginales ha sido vista como un mal funcional, una anomia entendida sin contexto de lo que ha sucedido en el área durante los últimos cuarenta años. Por eso mismo los militares “cívicamente” llamados patriotas piensan en mayor seguridad, el ejército patrullando las zonas marginales, deteniendo a los “distintos” y sospechosos. Todo para brindar la fácil y escuálida seguridad del pequeño propietario de colonia, ese sentimiento de propiedad que se arraiga en el miedo a caer en el desposorio de la miseria. Así se ven en identidad plena el respeto a la propiedad privada del capitalino de colonia residencial con la de los dueños de maquilas, de fincas de azúcar y de cuentas bancarias millonarias. El vecino como posible ladrón, la “necesidad” del garrote para el otro, los mareros como subterfugio diabólico de la hipocresía del neopentecostalismo y del “cristianismo” que tiene en el dinero a su dios.
Por eso ante las imágenes de los soldados amedrentando a los hondureños y los golpistas que rezan al poder, cabe preguntarnos: ¿acaso en Honduras no están resonando los deseos reprimidos de la derecha guatemalteca? Si así fuera todo tiene lógica dentro del terror fanático-religioso vivido en
El miedo del capital y el Estado es la pérdida de las ganancias e indirecta, inconscientemente, la insubordinación de los seres humanos. En los cuentos populares guatemaltecos los fantasmas o monjes no regresan a un sagrario o una casa en particular si no tienen cuentas pendientes, sea el guacal o la nalga. La cuenta pendiente de las mujeres y hombres en Guatemala, Honduras, Centroamérica en general, en el mundo, es la injusticia del pasado y del presente, el hambre que obligó a una vida a cerrarse, el hambre que golpea el estómago ahora mismo sea en San Pedro Sula, Sololá o Sonsonate. Cristo es redimido en los marginados, en los que pasan hambre, en los perseguidos y no en las histerias masivas de estadios de fútbol o iglesias del merchandising. Creemos en la resurrección precisamente porque no hemos olvidado.
Guatemala, 1 de julio de 2009.
- Sergio Palencia es Sociólogo
Nota:
(1) Véanse los artículos de Mariano González, siendo el más reciente: http://www.albedrio.org/htm/articulos/m/mgonzalez-046.htm
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