Horas americanas mientras el mundo contiene el aliento
18/12/2009
- Opinión
Continúa la sensación de fracaso en Copenhague. Hay quién empieza a hablar de “Chinamérica” y del G2 contra el G190, refiriéndose al eje de bloqueo que, en perfecta desarmonía, manejan Estados Unidos y China, responsables del 40% de las emisiones globales. Mientras, de América del Sur nos llegan dos referencias fundamentales: la primer, la Iniciativa ITT para mantener en tierra, sin explotar, el petróleo en la zona del Parque Nacional Yasuní, en Ecuador, y la segunda, el discurso del presidente de Bolivia, Evo Morales. Signos de esperanza en el frío de Copenhague.
Llegó la nieve a Copenhague por primera vez en este invierno. Tal vez sea una metáfora de las gélidas perspectivas de acuerdo que destila un Bella Center higienizado, sin ONG y con zonas prohibidas a la prensa. Hay quién empieza a hablar de “Chinamérica” y del G2 contra el G190, refiriéndose al eje de bloqueo que, en perfecta desarmonía, manejan Estados Unidos y China, responsables del 40% de las emisiones globales.
En realidad, vivimos hoy el “día de las Américas” en Copenhague. Todo el mundo busca signos de esperanza y, ciertamente, la mirada está puesta en las señales que vienen del continente americano. Inevitablemente, el primer hilo nos lleva a Obama. A pesar de la patética posición que mantienen aún hoy los Estados Unidos, prometiendo como máximo una reducción del 3% de sus emisiones para 2020 y dando su visto bueno a “participar” en un fondo de apenas 100 millardos de dólares para el Sur a finales de la década que viene, la reserva de esperanza ligada al nuevo inquilino de la Casa Blanca sigue intacta. Tiene algo místico y George Monbiot, uno de los grandes en el movimiento altermundista, le regala en The Guardian el discurso que todos quisiéramos escuchar mañana. Comparando la tarea urgente a hacer a la de la economía de guerra que tuvieron que improvisar los Estados Unidos en 1941, Monbiot sugiere que Obama diga: “No me hago ilusiones sobre la oposición con que chocarán estas propuestas. Será la batalla política de mi vida. Pero sé que vale la pena. Si fracaso, las generaciones futuras no me olvidarán nunca, ni a mí ni a ninguno en esta Cumbre por haber sido incapaces de superar el reto más importante de nuestra época. Es la batalla que debemos a nuestros hijos y a sus hijos. Es hora de hacer no lo que toca sino lo que es necesario”. Quizás no tenga oportunidad de pronunciarlas porque corren rumores que, si la cosa no da un giro radical en pocas horas, el presidente norteamericano preferirá no venir a Copenhague.
Pero América es bastante más que los Estados Unidos. A pesar del bajísimo perfil en la Cumbre de una Centroamérica y un Caribe que serán la segunda zona más vulnerable al cambio climático y a la desunión regional endémica, vale la pena fijarse en dos propuestas sudamericanas que suben el ánimo. La primera es un experimento inédito, a cargo del gobierno de Ecuador. Se trata del llamado fideicomiso Yasuní. ITT. Gracias a la iniciativa, la enorme reserva de pozos petrolíferos de este Parque Nacional permanecerá sin explotar indefinidamente. El recorte de ingresos de un estado tan dependiente de sus ventas petroleras como Ecuador será compensado por gobiernos del Norte, empresas sensibles a la justicia climática, filántropos y donaciones individuales. Gana la biodiversidad, los pueblos indígenas se aseguran un futuro y dejan de emitirse a la atmósfera más de 400 millones de toneladas de C02 al año. Apoyado por el movimiento ecologista internacional y estados como el alemán, es un magnífico ejemplo de iniciativa del Sur a favor del aire respirable, renunciando tanto a los REDD como al tráfico de carbono que tanto promovemos desde el Norte.
La segunda supone la asunción por parte de algunos gobiernos sudamericanos como Bolivia de la idea de “deuda climática”. En un memorable discurso, el presidente Evo Morales habló de “industrias irracionales”, del cambio climático causado por un estilo de vida capitalista letal para la necesidad del buen vivir de la humanidad, y propuso cuatro líneas de trabajo en el marco de Naciones Unidas, absolutamente prometedoras: los “países con industrialización irracional” deben pagar y acabar con la “esclavitud de la Madre Tierra”; hay que devolver al Sur el espacio atmosférico ocupado por las corporaciones del Norte y juzgar en un Tribunal Penal Internacional a los estados que violen la protección del clima común; la especulación financiera a costa del aire respirable tiene que terminar y, por ello, hay que abolir los mercados del carbono; finalmente, pidió que el Norte acoja a los migrantes forzados por el cambio climático, ya que sólo vienen a sobrevivir, no a explotar ni construir imperios como viene haciendo el Norte en América Latina o en África desde hace mas de 500 años.
Naturalmente, a uno le gustaría que Papá Noel Obama nos consiguiera mañana un tratado de Copenhague climático real, justo y vinculante. Pero, para los duros tiempos posCopenhague, habrá que mimar iniciativas pioneras como Yasuní ITT y propuestas de justicia climática como las del presidente Morales.
Copenhague, 18 de diciembre del 2009
https://www.alainet.org/pt/node/138480
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