La influenza y las "exageraciones" de la OMS

20/01/2010
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El pasado 12 de enero comenzó a circular en los medios de información que el Consejo de Europa denunció la posible presión de los laboratorios farmacéuticos sobre la Organización Mundial de la Salud (OMS) para exagerar la gravedad de la pandemia de la influenza A H1N1, en aras de promover la adquisición de medicamentos y vacunas para su combate. La noticia también se complementa con la información de que Estados Unidos y diversos países europeos están devolviendo las vacunas que adquirieron y/o recortando los pedidos que habían hecho, sobre la base de que el brote epidemiológico no es tan severo. Se trata de una acusación seria, considerando que, efectivamente, para numerosas corporaciones transnacionales abocadas a la producción de medicinas, la pandemia supone un negocio redondo, por lo que la sugerencia de que se está lucrando con, y manipulando a la población mundial en torno a la citada enfermedad, es grave.
 
Paralelamente, la Comisión Europea ha solicitado a algunas de las empresas farmacéuticas información sobre los acuerdos de patentes con fabricantes de medicamentos genéricos, porque, se dice, hay la sospecha de que están sobornándolos a fin de que atrasen la introducción de medicinas más baratas a los mercados internacionales.
 
Para las corporaciones farmacéuticas esta es una terrible noticia, dado que es en los países desarrollados en donde cuentan con sus mercados más importantes, porque la población de esas naciones es de altos ingresos y, por lo tanto, puede hacer una erogación considerable para “comprar salud.” Los países en desarrollo, en contraste, no son mercados tan lucrativos porque en primer lugar sus habitantes tienen bajos ingresos y, por lo mismo, sus gobiernos cuentan con una capacidad muy limitada para atender a la población en el terreno de la salud. Ya se comentaba en este mismo espacio hace algunas semanas, que la investigación médica financiada por estas grandes empresas, privilegia a las “enfermedades” de los países desarrollados, tales como la calvicie, la obesidad y la disfunción eréctil, en tanto que hacen muy poco contra las enfermedades infecciosas que son las que provocan más víctimas en los países en desarrollo.
 
Este razonamiento hace difícil, en principio, concebir que se ha exagerado el impacto de la influenza A H1N1, porque si bien, en primera instancia, los medicamentos para hacer frente a este flagelo se venderían en todo el mundo –es decir, en países ricos y pobres-, las naciones más desarrolladas, donde hay una mayor transparencia en torno a las acciones de sus gobiernos, amén de un nivel educativo más alto entre sus habitantes, ciertamente reaccionarían en los términos planteados por el Consejo de Europa, lo que frustraría ese “negocio redondo” tarde o temprano, sin dejar de lado el desprestigio que esto les traería aparejado. En los países en desarrollo hay niveles educativos más bajos y menor transparencia sobre las decisiones que toman las autoridades, si bien, como se sugería líneas arriba, su poder adquisitivo, en general, es limitado para abastecer a sus decrépitos ministerios de salud con los medicamentos necesarios. Asimismo, el fomento del alarmismo en el mundo en torno a la influenza, justo cuando hay una severa recesión económica, no parece la mejor idea dado que los gobiernos de todos los países disponen de menos recursos en general, y para el sector salud, en particular. Además, dado que México –ojo, país en desarrollo- ha sido el más afectado por la influenza A H1N1, en medio de los efectos más devastadores de la crisis económica, parece difícil que se apueste a que el mercado mexicano per se, ayudará a las farmacéuticas a hacer el negocio de sus vidas.
 
Sin embargo, hay algunas situaciones que no dejan de ser sospechosas. Primero, la efectividad de las vacunas, misma que se cuestiona ante la mutación del virus de la influenza. En Noruega se había detectado ya, hace poco más de un mes, una mutación ante la que la efectividad de la vacuna que está siendo comercializada en todo el mundo, es cuestionada. En segundo lugar, la secrecía en torno a los acuerdos suscritos entre los consorcios farmacéuticos, los gobiernos y la OMS es otro tema sobre la mesa. Si hubiese transparencia, no existiría tanto espacio para el rumor y la especulación. En tercer y no menos importante lugar, están las declaraciones de la Doctora Margaret Chan cuando, en 2007, advirtió que los medicamentos genéricos no tienen la confiabilidad de los medicamentos de marca durante una visita a Tailandia en que se debatía el tema de los cero-positivos y la incidencia del SIDA. Este pronunciamiento contraviene un acuerdo internacional en torno a las medidas de propiedad intelectual relacionadas con el comercio (TRIPS) que establece que un país puede “quebrar” una patente a fin de asegurar a la población el acceso a medicamentos baratos de cara a una emergencia de salud pública –Tailandia, por ejemplo, tiene 600 mil cero-positivos.
 
Con todo, es evidente que es difícil complacer a todo el mundo. Si se toman medidas, hay gente a disgusto. Si no se toman medidas, hay gente a disgusto. No hay que olvidar que la Doctora Margaret Chan, arrastra en su currículum la epidemia del síndrome respiratorio agudo severo (SARS), problema que sobre todo afectó a la República Popular China y a Hong Kong, territorio, este último, en el que ella fungía como Ministra de Salud, en 2003. Como la Doctora Chan fue muy poco ética en aquella ocasión –con afirmaciones como “cené pollo anoche” o “como pollo todos los días, así que no se asusten”-, y murieron 299 personas en Hong Kong por el SARS siendo ella acusada de negligencia, es entendible que una vez a cargo de la OMS buscara no volver a meter la pata. Así que la Doctora Chan ha estado al pie del cañón en torno a la pandemia de la influenza A H1N1 con renovado vigor, pidiendo a las naciones del mundo tomar todo tipo de medidas extremas. Bueno, no se le puede culpar, dado que su prestigio y su cargo están en juego. Esta es una variable que hay que ponderar a la hora de analizar qué tanto la influenza A H1N1 es un problemón de salud pública, y qué tanto es una enfermedad que se puede controlar y combatir con éxito, siguiendo una serie de protocolos menos drásticos en los países del mundo.
 
Una vez que se realicen las investigaciones necesarias, se contará con más elementos para saber si efectivamente las grandes empresas farmacéuticas se aprovecharon de los osos previos de la Doctora Chan y contribuyeron a que se difundiera una imagen catastrofista de la influenza A H1N1. Sin embargo, entre que son peras o son manzanas, no hay que bajar la guardia y sobre todo exhortar a los habitantes del hemisferio norte a que cuiden sus vías respiratorias, porque este invierno está probando su crudeza con renovado vigor.
 
- María Cristina Rosas es Profesora e investigadora en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México
https://www.alainet.org/pt/node/138942
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