La relación entre la ciencia y la intolerancia

18/02/2010
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La ciencia que surgió en su momento como una potente arma contra el oscurantismo religioso parece encubrir entre sus cimientos fuertes rasgos autoritarios e intolerantes. Esta idea me viene a la mente a raíz de un excelente artículo de Moisés Naím aparecido el domingo pasado en El País, “¿Por qué tantos terroristas son ingenieros?”, cuyo título es parecido al texto que hace alusión en todo momento, publicado en inglés en la Revista Europea de Sociología (European Journal of Sociology) por Diego Gambetta y Steffen Hertog: “Why are there so many Engineers among Islamic Radicals?”. Aunque vale la pena advertir que Naím incurre en ciertas inexactitudes con relación al trabajo de Gambetta y Hertog.

 

El ensayo en mención plantea que en un universo de 404 extremistas islámicos identificados en 30 países y provenientes de 9 organizaciones grandes y de una docena de pequeños grupos musulmanes, tan sólo pudieron encontrar 196 personas que siguieron una educación superior.[1] De estas 196 personas sólo encontraron los datos específicos sobre la profesión estudiada en 178 casos. Lo sorprendente es que de estos 178 casos, 78 extremistas islámicos estudiaron ingeniería, es decir, el 44%. La cifra es asombrosa, incluso si sacamos el porcentaje general en relación a los 404 casos iniciales, que vendría a ser el 19%. Sobre todo si tomamos en cuenta que el porcentaje de ingenieros en los países musulmanes con respecto a su población total es del 3.5%. Es decir, estos países no tienen muchos ingenieros pero a pesar de eso, hay muchos ingenieros involucrados con el terrorismo islámico. ¿Por qué?

Gambetta y Steffen plantean que esto se debe a la conjunción de dos factores, que no pueden desligarse entre sí: al tipo particular de mentalidad que tienen las personas que optan por estudiar ingeniería y a los factores sociales y económicos que encuentran los ingenieros en los países predominantemente musulmanes, especialmente los de oriente medio. Con respecto a lo primero, señalan que la carrera de ingeniería atrae mayormente a individuos de mentes cerradas, proclives a buscar respuestas cortas y contundentes a sus preguntas, ya que la ambigüedad los hace sentir incómodos.

En ese sentido, políticamente suelen optar por posiciones conservadoras que postulan un orden social fuerte y jerarquizado. En lo segundo, fundamentan que desde los años setenta en los países islámicos, con la excepción de Arabia Saudita, los ingenieros han ido perdiendo su estatus social y económico, debido a severas crisis económicas y a la corrupción de sus estados. El detonante de estos factores, afirman, pudo ser el autoritarismo de los gobiernos islámicos que radicalizó a este sector de la población.

Ciertamente este planteamiento es bastante polémico y puede ser muy cuestionado por el uso de fuentes tan diversas como insuficientes de las que hacen gala los autores. Sin embargo, resulta muy sugestivo y también esclarecedor, puesto que no se trata de un tema fácil de abordar, especialmente cuando se trata de recoger información factible a ser analizada, tanto cualitativa como cuantitativamente. Por tanto, lo que más me interesa, yendo más allá del caso de los ingenieros y del islamismo radical, es aquella propensión a la intolerancia que se encuentra en determinadas disciplinas y que se relacionan con el principio de la “verdad”, o yendo de la mano del ensayo que hago mención, con las respuestas simples y claras.

Para comprender a nuestra realidad circundante, o mejor dicho, para responder a las preguntas que nos asaltan cuando intentamos entender dicha realidad, es bastante improbable encontrar una respuesta simple y contundente. A menos que estemos preguntando por una fecha o por la suma de dos cantidades. Los procesos sociales en los que nos vemos inmersos muy difícilmente pueden ser analizados como si estuviéramos en un laboratorio, en donde podemos diseccionar (variables independientes) partes de una rana (realidad a estudiar). O como si estuviéramos sumando o restando. Esto es muy difícil de comprender para algunos politólogos y para mucha gente más que piensa que la complejidad de una respuesta es caer en el relativismo de no tener “una verdad” o “verdades”.  

Las verdades no son estados inmutables del conocimiento, sino más bien consensos sociales, proclives a variar con el tiempo y siempre en relación a las nuevas investigaciones o a los inesperados hallazgos que realizan los diferentes investigadores. En ese sentido, no es algo inmutable que Túpac Amaru II sea considerado como un precursor de nuestra independencia, puede surgir alguna investigación en el futuro que llegue a demostrar que en realidad sólo quería obtener ciertas prebendas de la corona española, y nunca quiso la independencia del Perú de España. Esto es un ejemplo y no es algo que se haya siquiera planteado hasta el momento.

Hay que tomar en cuenta que a pesar de lo que dice mi provocador título, las ciencias no son las únicas proclives a la intolerancia o al autoritarismo. Tal como lo mencionan Gambetta y Steffen en su ensayo, en las organizaciones de izquierda radical en el mundo y a lo largo de la historia han predominado médicos, abogados y profesionales procedentes de las humanidades. No hay que olvidar que “la cuarta espada del comunismo internacional”, Abimael Guzmán, fue un prominente filósofo, antes de desatar el terror y la muerte en nuestro país. Por tanto, recomiendo ser más cautos y críticos cuando nos enteremos de alguna “verdad universal” y cuando asumamos posiciones personales, políticas y profesionales que nos “obliguen” a buscar respuestas cortas y contundentes. Casi nunca las hay.

- Héctor Huerto Vizcarra es Historiador y magíster en Ciencias Políticas. Profesor de la UCSS.

Nota

(1) Tan sólo encontraron información relativa a su nivel educativo en 284 casos de los 404.

https://www.alainet.org/pt/node/139512
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