8 de marzo: Día Internacional de la Mujer
08/03/2010
- Opinión
Para algunos resulta chocante la alusión a un día dedicado a la mujer. De hecho desde 1999 existe la consigna para celebrar, cada 19 de noviembre, el día internacional del hombre, en parte porque hay quienes piensan que existe una imagen negativa sobre el género masculino y su papel en las sociedades. Después de todo, como refería el malogrado ex primer Ministro de Suecia Olof Palme, a propósito de los debates sobre la ‘liberación femenina’: no es ni a los hombres ni a las mujeres a quienes hay que ‘liberar’ sino al género humano, de lo que se deduce que la equidad de género es una tarea constante a desarrollar por los gobiernos y las sociedades, no únicamente en cierta fecha del año. Sin embargo, cada 8 de marzo, la ocasión es propicia para evaluar los avances y/o retrocesos respecto a los derechos de la mujer.
Este festejo tiene sus antecedentes en diversos movimientos de izquierda. De hecho, la primera ocasión en que se proclamó un día internacional de la mujer fue en Estados Unidos en 1909, por parte de su Partido Socialista. Posteriormente su celebración se institucionalizó de manera permanente a partir de 1911 –tras la primera conferencia internacional de la mujer en 1910-, luego de que Dinamarca y otros países europeos decidieran convocar a manifestaciones públicas para pedir el derecho de voto, el de ocupar cargos públicos, el de recibir educación, y el de tener equidad en el lugar de trabajo a favor de las féminas. De hecho hoy se conmemoran 100 años desde esas acciones a favor de los derechos de la mujer.
El 8 de marzo se institucionalizó como el día internacional de la mujer por parte de Naciones Unidas tras la Cumbre Internacional de 1975 celebrada en México. Sin embargo, se trata de una celebración que predomina en los países europeos, y dado que sus orígenes están ligados al socialismo, algunas naciones de Europa Oriental, tras la caída del Muro de Berlín y del colapso de la URSS, optaron por suprimir este festejo, por considerarlo como un símbolo del “antiguo régimen comunista.” En la República Checa, por ejemplo, la fecha fue re-introducida recientemente para celebrar a la mujer, aunque de manera más modesta a como se hacía en la guerra fría.
El primer país que garantizó el derecho de las mujeres al sufragio fue Nueva Zelanda –si bien subsiste la polémica, puesto que otros territorios coloniales como las islas Pitcairn reconocieron este derecho político a las féminas en 1838-, cuando aún era colonia británica, en 1893 –en México fue hasta 1947. En algunos países, todavía no es posible que las mujeres ejerzan el sufragio, por ejemplo en Saudi Arabia, en tanto Omán y los Emiratos Árabes Unidos, lo han garantizado en fechas muy recientes -2003 y 2006, respectivamente.
La Unión Interparlamentaria (UI) presenta estadísticas muy ilustrativas acerca de la participación que la mujer tiene en los parlamentos de los diversos países del mundo. Pese a los avances, hay rezagos inobjetables. Así, por ejemplo, al 31 de enero de 2010, la UI señala que en los parlamentos del mundo hay 36 330 hombres y 8 437 mujeres, por lo que la proporción de féminas en el poder legislativo es de 18.8 por ciento, o bien, por cada mujer parlamentaria, hay cuatro hombres legisladores. Los países nórdicos cuentan con los mayores avances a nivel mundial en torno a la equidad de género en sus parlamentos, puesto que en ellos, el 42.1 por ciento son mujeres. La peor ecuación es la imperante en los países árabes, donde apenas el 10.1 por ciento de sus legisladores son féminas. El país que tiene la mejor proporción en materia de género es, sorpresivamente, Ruanda, con el 56.3 por ciento a favor de las mujeres –aunque esto seguramente tiene alguna relación con el genocidio de 1994, en el que murieron un millón de personas-, seguido por Suecia con 46.4 por ciento. México, muy lejos de esas naciones, cuenta con un congreso integrado en un 27.6 por ciento por mujeres, aunque por arriba del campeón de la democracia, Estados Unidos, con 16.8 por ciento.
Hay otros ámbitos donde también hay rezagos sustanciales, por ejemplo, la educación, la salud, y el sector laboral, amén de que ante los conflictos armados, las mujeres y los niños son las principales víctimas. A propósito de la educación, la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), afirma que en el mundo hay alrededor de 774 millones de personas analfabetas, de las cuales dos terceras partes son mujeres. En el terreno de la salud, hay diversas maneras en que las mujeres son vulneradas, por ejemplo ante la violencia doméstica, o bien, de cara a padecimientos como el VIH/SIDA, el cual, cada vez más, tiene rostro femenino. A nivel mundial, la mitad de cero-positivos son mujeres, lo que plantea la posibilidad de transmitir el padecimiento a los bebés a través de las madres. En África, el 58 por ciento de portadores del VIH/SIDA son mujeres.
En ciertos países, la proporción de hombres supera a la de las mujeres, contra las tendencias mundiales, situación que alerta respecto a prácticas abortivas, por ejemplo, en la República Popular China, cuando se descubre que el feto corresponde al de una niña.
Sobre el ámbito laboral es ampliamente conocida la desigualdad imperante en oportunidades y salarios. En diversos países de la Unión Europea, en la contratación de trabajadores de medio tiempo prevalecen las mujeres, porque la preferencia para empleos de tiempo completo es para los hombres. Considerando que el 70 por ciento de los pobres del mundo son mujeres y que cada vez más ellas son cabezas de familia, el impacto que esta situación tiene en el desarrollo de las naciones, es evidente.
Los conflictos armados son particularmente lesivos hacia las mujeres y sus derechos humanos. Padecen, al igual que los hombres, tortura, asesinato, detenciones y masacres de diverso tipo, pero hay una violencia de género adicional, trátese de violaciones, agresiones físicas y/o psicológicas y un sinnúmero de vejaciones. Un caso que debe ser analizado es el de Irak, donde, antes de la invasión de Estados Unidos de 2003, las mujeres podían ejercer todo tipo de profesiones. Sin embargo, en la actualidad, con el fortalecimiento del fundamentalismo como forma de resistencia ante la invasión, las mujeres iraquíes encuentran fuertes restricciones para desenvolverse en el terreno profesional y familiar. Asimismo, en general, aun cuando el conflicto armado llegue a su fin, se observa una tendencia a que la violencia contra las mujeres se mantenga.
Como se ve, pese a los visibles progresos en torno a los derechos humanos de las mujeres, subsisten problemas que demandan un mayor esfuerzo de parte de los gobiernos y las sociedades, toda vez que el mejor recurso de que disponen los países es su población, por lo que el deterioro de la mujer en su salud, educación y bienestar en general, tiene costos para el presente y futuro del mundo.
- María Cristina Rosas es Profesora e investigadora en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México
Fuente: etcétera, 8 de marzo, 2010 http://www.etcetera.com.mx/articulo.php?articulo=3212
https://www.alainet.org/pt/node/139900
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