Dónde queda Guatemala?
- Opinión
Esta pregunta surge de la reflexión que provoca la diversidad de reacciones a que ha dado lugar la última doble tragedia que nos tocó vivir: la tormenta Agata y la erupción del volcán Pacaya, y sobre la vulnerabilidad estructural en que se encuentra nuestro país.
Al mismo tiempo que se produjeron reacciones espontáneas y solidarias por parte de muchos connacionales que acudieron a ofrecer su apoyo material a quienes más duramente fueron golpeados por esos dos fenómenos de la naturaleza, también hemos tenido la oportunidad de ver cómo el gobierno, los llamados partidos políticos, los empresarios y los medios de comunicación, han buscado ganar notoriedad ante esta tragedia.
Mientras que muchos de los que respondieron a ese llamado de solidaridad lo hicieron sin el afán de que sus nombres quedaran registrados en las bolsas de alimentos o en las láminas que servirían para asegurar un techo provisional a los afectados, quienes enfermizamente buscan figurar en el escenario político nacional han tratado de aprovechar tal situación y la han convertido en un escenario de disputas, descalificaciones y señalamientos innecesarios.
El gobierno y los empresarios tratan, por todos los medios posibles, de que se les vea como los únicos que realmente han comprendido la magnitud de lo ocurrido y no escatiman la oportunidad para criticarse y descalificarse agriamente, como si las víctimas no tuvieran capacidad para identificar cuáles son las necesidades más inmediatas que les afligen, así como para entender y valorar la terrible experiencia que aún están viviendo. A estos dos sectores –gobierno y empresarios- lo que más les importa es que a las víctimas les quede claro que fueron ellos y no otros quienes les dieron esas limosnas.
Por otro lado, los llamados partidos políticos de oposición se rasgan las vestiduras y levantan sus dedos acusadores señalando la manipulación y la ineficiencia con las que ha actuado el gobierno de turno ante estas circunstancias. Acusan, exigen, demandan, para que se atiendan las necesidades inmediatas de las víctimas; pero se olvidan de que, por ejemplo y mediante sus representantes en el Congreso de la República, han sido responsables de que peores o semejantes atrocidades ocurran en ese recinto al darle la espalda a las demandas que esa misma sociedad les plantea insistentemente para que aprueben leyes que rescaten nuestra dignidad y nuestra independencia de los terribles poderes ocultos que nos están sumiendo en una tragedia tan terrible como la provocada por los mencionados fenómenos de la naturaleza.
Se trata de un trágico circo en el que el espectáculo que allí se presenta no provoca risa ni diversión, sino que sólo llama a la indignación, a la cólera y a exigir que todos esos payasos abandonen el escenario que están usurpando. Triste espectáculo que cuenta con la amplia cobertura de los medios de comunicación.
Las tragedias que acabamos de vivir vuelven a evidenciar que nuestro país más bien parece un “país de cartón”. El agua, el viento, la arena, el fuego; cualquier elemento natural lo trae al suelo sin muchas dificultades. Si no, que lo digan la gran cantidad de carreteras dañadas, de puentes caídos, de casas destruidas, de peligrosos y profundos agujeros que se abren por todos lados; sin hacer mención de la tragedia humana que marcó a muchas familias en los cuatro puntos cardinales del territorio nacional. Nuestro país es extremadamente vulnerable y poco se hace por prevenir de manera estructural esa situación.
Desde hace muchos años, supuestamente, se vienen invirtiendo millones y millones de quetzales en planificación, en construcción, en mantenimiento, en proyectos de infraestructura y desarrollo y en toda una serie de obras que los daños antes mencionados han contradicho elocuentemente. ¿Qué ha pasado con todo ese dinero? ¿Qué ha pasado con toda esa planificación, análisis y proyecciones? Seguimos siendo vulnerables.
El gobierno, los políticos, los empresarios y los medios de comunicación, por citar a esos sectores que más han buscado destacar en todo lo que ahora nos ha tocado vivir, miden y proyectan su actuación en función de sus particulares y mezquinos intereses. El país, los y las guatemaltecas, somos para ellos un accidente en ese escenario. Sólo contamos como votantes o como consumidores. De esa cuenta, para ellos el futuro que importa no es el de todos y todas, sino el de sus particulares intereses. Es por ello que no les importa que Guatemala siga siendo un “país de cartón”.
- Gustavo Palma, Área de Estudios en Historia Local, AVANCSO
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