La basura espacial en el Bicentenario
07/09/2010
- Opinión
“¡Es un pájaro!”. “¡No! ¡Es un avión!”. “¡No! ¡Es un meteorito!” Pues no. El pasado 10 de febrero, testigos presenciales -mexicanos- afirmaban haber visto un bólido que surcaba por el cielo y un poco después se escuchó una explosión. A primera vista parecía un meteorito que cayó en los límites de los estados de Hidalgo y Puebla. Un día después se supo que el misterioso objeto era simple y llanamente chatarra espacial, correspondiente a los restos del satélite ruso Cosmos 2421, puesto en órbita en 2006 y que al averiarse generó unos 15 fragmentos de distintos tamaños en 2008, uno de los cuales cayó en territorio nacional.
La basura espacial constituye uno de los grandes desafíos para la seguridad aeroespacial y para las naciones del mundo, no sólo para las que cuentan con satélites y otros artefactos en la órbita terrestre, sino también las que aun sin haber incursionado en la carrera espacial, están expuestas a que literalmente les caiga “basura” del cielo. No, no se trata de ciencia ficción. El concepto de “basura espacial” se refiere a la cantidad de satélites activos o inactivos que han sido lanzados o bajados de sus órbitas para ser hundidos en el mar, además de cohetes espaciales antiguos y en funcionamiento, y demás objetos, procedentes de la fragmentación de residuos generados por explosiones y/o accidentes. Así como el planeta Tierra enfrenta serios problemas con la basura generada por sus más de 6 mil millones de habitantes, el aeroespacio cada vez está más contaminado, y año con año, la chatarra espacial aumenta. Baste mencionar que en el primer semestre del año en curso, la basura espacial plenamente identificada ascendía a 15 550 escombros (tres por ciento más respecto a 2009), amén de que hay unos 30 mil residuos que están pendientes de clasificación.
De la basura “clasificada”, el país con más escombros es Rusia, con 5 mil 833 objetos, seguida de Estados Unidos, con 4 mil 824, y la República Popular China, con 3 mil 388. La Agencia Espacial Europea puede presumir que es de las entidades más “espacialmente amigables” pues sólo es responsable de 83 objetos. En cualquier caso, la imagen idílica de Neil Armstrong posando su humanidad en el suelo lunar, poco corresponde a la realidad de las numerosas misiones espaciales y comerciales que se han llevado a cabo en el espacio ultraterrestre y que naturalmente generaron -y lo siguen haciendo- desechos imposibles de reciclar. Y para hacer más complejo el problema, hay que señalar que los científicos consideran que el aumento de emisiones contaminantes en la Tierra, en particular de bióxido de carbono, favorece la proliferación de los desechos espaciales.
Uno de los riesgos más graves que plantea la basura espacial es que, debido a la velocidad con que transitan los residuos, pueden colisionar con satélites operativos, e, inclusive, con la Estación Espacial Internacional (EEI) –de hecho se tiene planeado modificar la órbita de la EEI como una manera de evadir la chatarra que podría hacerle daño. Ya en febrero de 2009 se produjo el primero de lo que parece una inevitable serie de accidentes entre los diversos artefactos que navegan con o sin control en la órbita terrestre: en aquella ocasión un satélite comercial de la red Iridum y un satélite ruso fuera de operación colisionaron entre sí sobre el cielo de Siberia, a unos 790 kilómetros de altura sobre la Tierra. Se trata del primer encontronazo entre dos objetos creados por el hombre, emplazados en el espacio y para la comunidad científica es algo que se sabía que podía suceder tarde o temprano.
Es verdad que la Agencia Nacional Aeroespacial (NASA) de Estados Unidos cuenta con radares que ayudan a identificar y clasificar los distintos objetos chatarra, e inclusive puede calcular y determinar cuándo caerán a la Tierra. Sin embargo, el trabajo de la NASA no es 100 por ciento infalible ni suficiente y pueden suceder situaciones lamentables como la que México estará enfrentando, muy posiblemente en los siguientes días, luego de que la avería del satélite Galaxy 15 mantiene a este objeto navegando sin control, en ruta de colisión con el satélite Satmex.
El Galaxy 15 es un satélite de comunicaciones geoestacionario, lanzado al espacio en el año 2005. Desde el inicio de sus operaciones y hasta el año 2006 fue utilizado porPanAmSat, pero luego su operación fue transferida a IntelSat. El Galaxy 15 tiene una masa de dos toneladas, y su tiempo de vida útil se estimaba que podría prolongarse hasta el 2022. Sin embargo, el pasado 5 de abril del año en curso, el Galaxy 15 dejó de responder a los comandos enviados por sus controladores en tierra, vitales para mantenerlo en su posición original. En la actualidad, el Galaxy 15, cuyas funciones le fueron transferidas al Galaxy 12, se encuentra navegando sin control por la órbita terrestre, y está sujeto solamente a las fuerzas gravitacionales de la Tierra. Si se considera que esta chatarra navega a razón de 25 mil kilómetros por hora, es posible imaginar el daño que podría generar a otros satélites, no sólo en caso de colisión, sino que bastaría con que transitara cerca de ellos, para provocarles alguna avería. Otro problema que genera el Galaxy 15 es que a pesar de estar averiado, emite señales de gran alcance, lo que puede interferir en el funcionamiento de satélites útiles.
Para la mala suerte de México, se estima que el Galaxy 15 pasará muy cerca del satélite Satmex 6 la próxima semana (entre el 15 y el 16 de septiembre). Aun sin producirse un choque, sería fatal para el satélite mexicano, dado que las poderosas señales que emite el Galaxy 15 podrían afectar gran parte de las comunicaciones en el norte del país, interrumpiendo, inclusive, la transmisión de la ceremonia del “Grito”, algo que sería lamentable considerando la relevancia mediática que el gobierno de Felipe Calderón le prodiga a este evento en el marco de los festejos del bicentenario del inicio de la gesta independentista.
En materia satelital, México se encuentra a años luz de las grandes potencias, y también lejos de países que, sin ser tan poderosos, entienden la importancia geopolítica del espacio ultraterrestre. Si bien el Satmex 6, lanzado en 2006, es el satélite de mayor cobertura en el continente americano, es apenas el sexto que las autoridades mexicanas ponen en órbita en un período de 20 años. Como se recordará, en 1985 fueron lanzados los satélites Morelos I y II, seguidos de los Solidaridad I y II, en 1993 y 1994 respectivamente, para rematar con el Satmex 5 y el Satmex 6. Si bien los planes de lanzar el Satmex 7 existen, la situación financiera de Satélites Mexicanos es crítica y en agosto del año pasado se dio a conocer la noticia de que no existían recursos para hacer posible que en 2011, el nuevo satélite sea lanzado al espacio.
Más grave es saber que el Satmex 7 vendría a sustituir al Solidaridad II, que a estas alturas está en horas extra, y sólo sobrevivirá, con muchos trabajos, hasta el 2013. El Solidaridad II se emplea exclusivamente para tareas de seguridad nacional -anteriormente prestó servicios de manera comercial-, siendo operado, en la actualidad, por la Procuraduría General de la República, la Secretaría de Defensa Nacional, la Secretaría de Marina, y la Secretaría de Seguridad Pública, y hay que señalar que es el único satélite que puede operar señales cifradas, voz y datos para éstas instituciones gubernamentales. Dicho en otras palabras: urge poner en órbita el Satmex 7, pero para ello se necesitan 300 millones de dólares, y eso sin contar que el endeudamiento de Satélites Mexicanos supera los 378 millones de dólares y que enfrenta, al menos, a 22 acreedores. En momentos en que México está necesitado de las mejores herramientas para salvaguardar su seguridad, sería importante solucionar la crisis financiera de Satélites Mexicanos -de la que el gobierno mexicano es accionista minoritario- y avanzar en la carrera espacial, porque de poco servirá una flamante Agencia Espacial Mexicana -que, al menos por ahora, opera como botín político- si el país no invierte en tecnologías y servicios que claramente determinan qué países serán o no marginados de las relaciones internacionales del nuevo siglo.
- María Cristina Rosas es profesora e investigadora en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México
https://www.alainet.org/pt/node/143948
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