El nuevo mapa político de México
01/07/2012
- Opinión
Independientemente de la alegría o frustración de los votantes por el triunfo o no de los candidatos de su preferencia en los comicios celebrados en México el pasado 1° de julio, los resultados que se tienen hasta el momento de escribir estas líneas, muestran la configuración de un nuevo mapa político electoral en el país. Hay fuerzas políticas que claramente resurgieron, otras que sobrevivieron –y que hasta se reinventaron-, y otras más que entraron en una debacle pronunciada respecto a las elecciones federales de 2006.
En aquella ocasión, el país quedó dividido o partido prácticamente en, por así decirlo, “dos zonas de influencia”: a grandes rasgos, el norte y una parte del centro del país, quedaron en manos del Partido Acción Nacional (PAN), en tanto otra parte del centro y todo el sur y sureste de México se pintó de amarillo bajo la influencia del Partido de la Revolución Democrática (PRD). El Partido Revolucionario Institucional (PRI), prácticamente desapareció del mapa político electoral a nivel nacional, en medio de una de sus peores crisis.
Cabe destacar que el conflicto postelectoral que emergió tras los disputados resultados de 2006, amenazaba, por un lado, con menguar la credibilidad del PAN y, por supuesto, con dilapidar el enorme capital político que había logrado acumular el PRD, esto al margen de las deficiencias del Instituto Federal Electoral (IFE), el cual, a todas luces, no estaba preparado para hacer frente a una situación en la que, con refiere el propio Luis Carlos Ugalde en sus memorias y que en ese momento era el Consejero presidente de la institución, “no importaban la reglas, ni la certeza, ni la verdad, sino las estrategias políticas”, como se explica en el libro Así lo viví.
Seis años más tarde, los resultados de los comicios presentan un nuevo mapa político electoral en el país: gran parte del centro y el norte, es hegemonizado por el PRI, en tanto otra parte del centro, sur y sureste se mantiene en manos del PRD. El PAN prácticamente desapareció del entorno nacional, logrando afianzarse únicamente en tres estados: Nuevo León, Tamaulipas y Guanajuato. La paliza que recibió el PAN el día de ayer fue en todos los frentes: pese a ser el partido en el poder, perdió la presidencia de la república, los estados de Jalisco y Morelos, será la tercera fuerza política en el Congreso y, por si fuera poco, en el Distrito Federal, todo parece indicar que perdió tres jefaturas delegacionales.
Al igual que ocurrió con el PRI en los comicios de 2006, hoy el PAN se desvanece como opción política, previsiblemente porque la ciudadanía considera erradas las políticas del actual gobierno en diversos frentes, y, por supuesto, por el disenso interno dentro del propio partido, el cual mermó el apoyo que Josefina Vázquez Mota, la primera mujer que seriamente buscaba la presidencia en la historia del país, debió haber tenido. La victoria de Enrique Peña Nieto se puede leer como una calificación reprobatoria de parte de la ciudadanía al gobierno de Felipe Calderón y al partido que representa. El segundo lugar del PRD, por su parte, se podría entender como resultado de una estrategia de ese instituto político encaminada a recuperar presencia y base de apoyo, afianzando un bastión como el Distrito Federal, y cerrando filas, a pesar del disenso interno, en torno a la figura de Andrés Manuel López Obrador, quien no lo hizo tan mal, al pasar del tercero al segundo lugar en las preferencias electorales, ganando así importantes escaños para las llamadas “izquierdas” en el Congreso. Incluso esa enorme “brecha” de la que tanto se habló en meses pasados entre Peña Nieto y López Obrador se fue cerrando, en beneficio del PRD. Asimismo, hasta cierto punto, el PRD fue capaz de reinventarse a sí mismo, justo cuando todo parecía indicar que iba a perder y en grande.
Con estos resultados entonces, la configuración que tendrá el Congreso demandará acuerdos y negociaciones entre las diversas fuerzas políticas ahí representadas, a efecto de resolver los principales desafíos que encara la nación. Lo más importante, por supuesto, es que, en la administración de Enrique Peña Nieto se transite de las recurrentes políticas de gobierno a verdaderas políticas de Estado. Ello implicaría comenzar a trabajar en el diseño de un proyecto de nación, que posiblemente tomará algún tiempo elaborar, pero México no se puede dar el lujo de seguir careciendo de un plan maestro. Gran parte de los problemas y necesidades nacionales podrían ser satisfechos con un proyecto de nación, cuyo eje sería el México próspero, seguro y desarrollado que se querría tener en 50 o 100 años. La clase política mexicana está acostumbrada a operar y pensar en el corto plazo, lo cual se entiende a partir de la lógica de atender lo “urgente”, aunque se deja de lado lo “importante.” En este sentido, la nueva administración debería trabajar en ambos frentes, a favor de lo urgente, pero también de lo importante, lo que significa igualmente trascender el interés particular y personal, a favor del de la nación. De ahí la importancia de las políticas de Estado.
Finalmente, y a manera de reflexión sobre los acontecimientos del día de ayer, es evidente que la democracia se construye y que los actores que la hacen posible están llamados a actuar con madurez y responsabilidad. Desafortunadamente, de parte de algunos medios de comunicación, se observó un oportunismo reprobable, como pasó con el diario El Universal, mismo que dio por vencedor al candidato del PRI mucho antes de que el Consejero presidente del IFE y de que el Presidente Felipe Calderón dieran, respectivamente, en cadena nacional, sendos mensajes para dar a conocer la tendencias del Programa de Resultados Electorales Parciales (PREP) y señalaran la victoria de Enrique Peña Nieto. Con este hecho –y hay que decir que El Universal no fue el único medio que actuó de esa forma- se agrede a la democracia y se insulta a la ciudadanía, dado que el sentido de la información se pierde por completo, generando, asimismo, sospechas entre los electores. México necesita medios de comunicación responsables y profesionales.
Otra reflexión de quien esto escribe, es a propósito de la necesidad de fomentar la educación cívica en la sociedad mexicana. Como se recordará, en el marco de los comicios de 1997, se instituyó la práctica de que niños y adolescentes mexicanos entre 6 y 17 años de edad, votaran el mismo día en que se llevaran a cabo las elecciones federales. Las “elecciones infantiles” pusieron el acento en conocer la manera en que los infantes perciben su entorno, destacando la evaluación que sobre el ejercicio de la autoridad harían en cuatro ámbitos fundamentales: la familia, la escuela, la comunidad y el país. El IFE identificó como objetivos de esta actividad, el reconocimiento en niños y adolescentes, de que son sujetos de derechos, valorando la expresión de sus opiniones y preferencias y estimulando actitudes de respeto hacia las opiniones de los demás. Las “elecciones infantiles” se llevaron a cabo, además de 1997, en 2000 y en 2003. En todos los casos, se celebraron el mismo día de los comicios federales. A partir del año 2000 se le denominó a este ejercicio cívico “consulta infantil y juvenil”. Se trata de un programa interinstitucional donde el IFE hizo una amplia convocatoria a la que respondieron instancias como la Secretaría de Educación Pública (SEP), la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH), el Sistema Nacional para el Desarrollo Integral de la Familia (DIF) y el Instituto Nacional Indigenista (INI), además de gobiernos estatales y dependencias públicas locales, organismos no gubernamentales, escuelas, universidades y el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF).
Los temas de las consultas incluyeron la equidad de género; la violencia y el abuso de la autoridad; la información sobre sexualidad, sida, drogas y alcohol; la percepción sobre la democracia representativa y las reglas y las leyes; los espacios para ser escuchados y tomados en cuenta; las oportunidades de desarrollo; los partidos políticos y la discriminación. Los saldos de este ejercicio, arrojaron resultados sumamente importantes. Por ejemplo, en la consulta efectuada el año 2000, en materia de equidad de género, es el rango de los jóvenes de 14 a 17 años el que percibe que no se trata por igual a hombres y mujeres, a diferencia de los otros dos rangos de edades. Respecto a la sexualidad, el sida, las drogas y el alcohol, en los rangos de 10 a 13 años y de 14 a 17 años, se considera que ni la comunidad ni el país proporcionan la información suficiente, al mismo tiempo que se plantea que la escuela es el lugar privilegiado para obtenerla. En el rubro sobre democracia y elecciones, 9 de cada 10 consideraba importante las votaciones en el país, y 3 de cada 4, en el ámbito escolar. En el rango de 14 a 17 años, sólo el 47 por ciento de los jóvenes consideraba que los partidos políticos toman en cuenta a la población y a la juventud en particular (ojo).
Desafortunadamente en 2006 se decidió ya no llevar a cabo este importante ejercicio cívico, debido a diversas consideraciones, muchas de ellas cuestionables y risibles. Por ejemplo, en un documento presentado a la Comisión de Capacitación Electoral y Educación Cívica del IFE en su séptima sesión ordinaria el 20 de septiembre de 2005, se señalaba como elemento de desaliento que en 2003 la consulta decreció en un 22. 54 por ciento respecto a la del año 2000. Asimismo, se decía que ciertos rangos de edad (por ejemplo, entre 6 y 9 años) hacen a los infantes menos capaces (por su desarrollo moral, o bien, su capacidad para leer) de expresarse por sí mismos. Otros argumentos contra la realización de la consulta en el 2006 incluyeron que realizar este ejercicio cívico demanda recursos, tiempo y organización y que el cierre de los ciclos escolares al lado del período vacacional dificultan el proceso. Se señalaba igualmente que en los lugares donde se instalan las casillas hay dificultades, sea porque, si el local es una escuela, hay vacaciones, o bien, si se trata de instalaciones públicas, hay problemas para obtener los permisos correspondientes. Se decía, igualmente, que es complicado velar por las elecciones federales y realizar, al mismo tiempo, las consultas de los infantes. De ahí que se sugiriera “reorientar” la consulta infantil y juvenil para que se realizara en otras fechas y bajo modalidades distintas, con una participación más bien secundaria de parte del IFE.
México requiere mejores ciudadanos que además estén comprometidos a informarse y actuar en el debate y la solución de los grandes problemas del país. El sistema educativo nacional, deja mucho que desear, al igual que la educación cívica, y ambos son clave para la concreción del proyecto de nación anteriormente referido. Por eso, sirva la presente para exhortar a las autoridades del IFE, del UNICEF, de las comisiones de derechos humanos a nivel nacional y estatal, y la SEP, entre otras instancias, a reconsiderar la puesta en marcha otra vez, posiblemente a partir de los comicios de 2015, un ejercicio electoral entre los niños y los adolescentes del país, que sin duda reportará grandes beneficios para México.
María Cristina Rosas es profesora e investigadora en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México
etcétera, 2 de julio, 2012
https://www.alainet.org/pt/node/159226
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