La lucha mundial contra Monsanto
- Opinión
Este 23 de mayo de 2015, millones de personas en más de 48 países se levantaron y salieron a marchar, caminaron paso a paso, grito a grito; son millones de indignados pidiendo una sola cosa: “¡Paren a Monsanto ya!”. Un día como éste, en India, un campesino se suicidó por la pérdida de sus cultivos de algodón. La dependencia del paquete tecnológico asociado a la siembra de las semillas de Monsanto ha ocasionado suicidios masivos.[1]
Esa misma mañana, Juan rayó las paredes de la ciudad con la imagen de un niño abrazado a su madre que utilizaba una máscara de gas con la leyenda “No quiero morir, fuera Monsanto”. Aún mojada la pinta en Paraguay, una mujer como tú, como yo, como tantas, con cinco meses de embarazo perdió a su hijo [2] bajo los efectos del Roundup, nombre comercial del glifosato producido por Monsanto. Un herbicida que tiene sus orígenes en el gas naranja utilizado para matar de hambre y envenenar a los vietnamitas durante la guerra de Estados Unidos contra Vietnam[3],, cuya patente expiró en 2000 y, además, es altamente tóxico y no biodegradable. [4]
Unas lunas antes, Miguel en EE.UU sembraba las semillas de maíz que Monsanto le vendió bajo estas condiciones: “Cuando los agricultores compran una variedad de semilla patentada, firman un acuerdo donde se suscribe que cultivarán únicamente la semilla que nos están comprando y que no guardarán ni volverán a sembrar las semillas que van a producir las plantas que están cultivando y contienen la tecnología patentada. Al año, más de 250.000 agricultores compran semillas aceptando estas condiciones en los Estados Unidos”[5].
Miguel no pudo guardar esa semilla, no pudo sembrarla nuevamente, no pudo sembrar nada más que la semilla que le venden cada cosecha para sembrar en ese suelo que se volvió infértil, no pudo más que usar los químicos que venían con esas semillas. Un día no pudo pagar nuevamente la semilla para sembrar más maíz, no pudo evitar la muerte de los animales de su granja, no pudo evitar que a su comunidad se le contaminaran los cultivos, no pudo.
Monsanto patenta las semillas que vende a través del robo del conocimiento ancestral acumulado en éstas, con base en esos mejoramientos genéticos, y luego deja a millones sin poder utilizar otras semillas ni sembrar en sus suelos. La vida de Miguel como agricultor depende de Monsanto, que le dice: “Las patentes son necesarias para asegurarnos de que recibiremos el pago por nuestros productos y por toda la inversión que realizamos para desarrollar estos productos. Ésta es una de las razones básicas de las patentes”. En Venezuela las patentes sobre organismos vivos están prohibidas en la Constitución, según el artículo 127.
Sin embargo, y desde la indignación, nuevamente millones de personas en cientos de ciudades de 48 países, se levantaron y salieron a marchar, caminaron paso a paso, grito a grito, pidiendo una sola cosa: ¡Paren a Monsanto ya!
En otro lado, Vargas en su silla de oficina se sentaba, tenía muchos puntos de cuenta que firmar, pero tomó la prensa, miró la nota y se preguntó: “Pero, bueno, ¿cómo vamos a acabar entonces con el hambre en el mundo si no compramos la semillas patentadas?”. No sabe que la FAO en octubre de 2014 declaró que 80% de los alimentos que comemos provienen de la agricultura familiar, y que ese modelo debe ser el protagonista del cambio.
“Las explotaciones familiares son parte de la solución para lograr la seguridad alimentaria y el desarrollo rural sostenible; la seguridad alimentaria y la sostenibilidad del medio ambiente en el ámbito mundial dependen de más de 500 millones de explotaciones familiares que forman la espina dorsal de la agricultura en la mayor parte de los países” [6]. Monsanto lo sabe, por eso busca aniquilar este sistema con la promoción de monocultivos a gran escala que incluyen el uso de agrotóxicos que matan la diversidad, nuestra diversidad, para siempre.
En Venezuela, al día de la movilización mundial se le sumó una muestra de experiencias agroecológicas[7]. En Caracas, diversos colectivos agroecológicos de Mérida, Aragua, Carabobo, Anzoátegui, Lara, Cojedes, Distrito Capital y Yaracuy se reunieron para participar en la jornada contra Monsanto.
Alverio, agricultor de papas desde los cinco años, en un discurso totalmente en disputa con el de Monsanto, comentó: “Queremos que la papa negra se propague, allí está nuestra felicidad que todos puedan sembrarla en todas las comunidades, y no depender del combito que venden. ¡No les vamos a perdonar el daño que han hecho!”.
También Fray, de Anzoátegui, y Pablo Characo agregaron que en sus semillas cultivadas sin agrotóxicos, y mejoradas utilizando los saberes de las abuelas, los abuelos y las comunidades, está la vida y la posibilidad de alimentarnos con soberanía.
Monsanto es el líder mundial en el uso de biotecnología moderna para la siembra y sus transgénicos. No son seguros para la salud, de hecho, los Gobiernos de Austria, Grecia, Hungría, Francia, Luxemburgo, Alemania, Bulgaria, Suiza y China han vetado los cultivos transgénicos, y han fijado cláusulas de salvaguarda o moratorias a los transgénicos; y otros Gobiernos, como Italia, Irlanda, Turquía, Polonia, Ecuador y Bolivia, los han prohibido rotundamente[8].
El poder de Monsanto trasciende el campo de los productos alimentarios, es un poder sobre los cuerpos y territorios. Su maniobra corporativa abarca el sector farmacéutico [9]; es decir, ante los alimentos que enferman por sus químicos asociados, ¿cuál es la respuesta?: más químicos que produce la misma corporación. Este negocio farmacéutico opera a través de Pharmacia, filial de Pfizer Inc y Solutia. Un círculo de muerte.
La muerte es el componente esencial del negocio de Monsanto[10]. “Monsanto no tiene más ciencia, valores o conocimientos que la guerra”, según Vandana Shiva. Los mecanismos creados van en contra de las posibilidades de reproducción de la vida. Otro de estos mecanismos grotescos es precisamente el negocio de los mercenarios de guerra.
En el año 2013 circuló la noticia de la compra de Blackwater, una de las principales empresas de mercenarios, por parte de Monsanto. Es decir, el círculo de muerte contiene el negocio de la salud, el de la reproducción de los alimentos y el de las guerras por encargo. Por eso, Alverio dijo: “Queremos darle la batalla a las transnacionales, y la forma es por la reproducción de nuestras semillas nativas que pueden alimentar a nuestro pueblo”, y repitió: “¡No les vamos a perdonar el daño que han hecho!”.
El glifosato sigue lloviendo, la diversidad sigue desapareciendo, los suelos siguen muriendo, hasta la leche materna de las madres lo contiene [11]; sin embargo, los cuerpos siguen en resistencia. La batalla es por la defensa de las posibilidades de reproducir la vida. Monsanto hoy tiene el mayor de sus límites: la determinación de los pueblos a defender su derecho a la vida, como derecho colectivo para poder reproducirla con cuerpos, territorios, semillas, conocimientos y saberes libres.
laculturanuestra.com
[1] Puedes ver el documental El mundo Según Monsanto: https://www.youtube.com/watch?v=B_VUfvTG-9M
[3] Para mayor información: http://www.prensarural.org/spip/spip.php?article4895
[4] Para un informe ampliado consulta: http://www.greenpeace.org/argentina/Global/argentina/report/2011/bosques/informe-glifosato-espa%C3%B1ol-v2.pdf
[5] http://www.monsanto.com/global/es/noticias-y-opiniones/pages/porque-monsanto-demanda-a-agricultores-que-reutilizan-las-semillas.aspx
[7] Esta fue la convocatoria: http://venezuelalibredetransgenicos.blogspot.com/2015/05/en-el-marco-de-la-jornada-mundial.html
[8] http://www.greenpeace.org/espana/es/Trabajamos-en/Transgenicos/Soluciones-y-demandas/Moratorias-e-iniciativas/
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