Se busca una mujer para la Secretaría General de la ONU
- Opinión
PRIMERA PARTE
A mediados de la década pasada, un diplomático asiático sostenía que era más sencillo que un camello pasara por el ojo de una aguja, que una mujer fuera electa Secretaria General de la Organización de las Naciones Unidas (ONU). Ocurre que a lo largo de la historia de la institución, la Secretaría General, uno de los seis órganos fundamentales de Naciones Unidas, ha sido encabezada únicamente por hombres. Así, resulta un tanto irónico, que la Secretaría General (femenina), haya estado en manos del noruego Trygve Lie (de 1946 a 1952), del sueco Dag Hammarskjöld (de 1953 a 1961 del birmano U Thant (de 1961 a 1971 del austríaco Kurt Waldheim (de 1972 a 1981 del peruano Javier Pérez de Cuéllar (de 1982 a 1991 del egipcio Boutros Boutros-Ghali (de 1992 a 1996 del ghanés Kofi Annan (de 1997 a 2006 y del surcoreano Ban Ki-moon, (de 2007 al 31 de diciembre del año en curso personajes que no obstante sus distintas nacionalidades tienen en común el pertenecer al sexo masculino. En otras palabras: en los poco más de 70 años de vida de la ONU, las mujeres han sido descartadas para ocupar el cargo diplomático de más alto nivel en el mundo. Para un organismo que postula en su Carta la igualdad de derechos para hombres y mujeres y la protección y el fomento de los derechos humanos de las mujeres como responsabilidad de todos los Estados, parece haber llegado el momento de pasar la estafeta a alguna distinguida fémina que cuente con el liderazgo, el oficio político, la experiencia y la voluntad para suceder, a partir del próximo 1 de enero de 2017, a Ban Ki-moon al frente de la Secretaría General de Naciones Unidas.
En la historia de la Secretaría General, se observa la preponderancia, entre sus titulares, de Europa, quien ha aportado tres funcionarios (Lie, Hammarskjöld y Waldheim), seguida de Asia y África, que ha contribuido con dos en cada caso (U Thant y Ban; y Boutros-Ghali y Annan, respectivamente). A la fecha, la región menos representada en ese órgano es América Latina, que en 70 años sólo ha contado con un funcionario en el cargo (Pérez de Cuéllar). La lógica, por lo tanto, apuntaría a que, en esta ocasión, tocaría el turno a algún (a) latinoamericano (a).
Sin embargo, hay otra región que acusa que jamás ha estado representada en la Secretaría General: Europa Oriental. Si bien esto es verdad, la explicación a este hecho estriba en la lógica de la guerra fría y en los mecanismos, poco transparentes, para elegir al titular de ese órgano. La forma de elegir al funcionario de más alto nivel de la ONU ha dependido, en la práctica, de la decisión del Consejo de Seguridad y una vez que sus miembros (sobre todo los permanentes) se ponen de acuerdo, se procede a presentar la candidatura al pleno de la Asamblea General, la que, de manera económica, ratifica al funcionario propuesto. En la guerra fría, por lo tanto, estaban descartados los nacionales de países aliados o amigos de Estados Unidos y la Unión Soviética. En este sentido, lo expuesto por Europa Oriental tiene razón de ser, aunque el mundo ha cambiado mucho, la guerra fría ya es historia, y buena parte de las naciones eurorientales en estos momentos están fuertemente vinculadas a la Unión Europea y a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) o ambas. Esto también significa que Europa tiende a borrar las barreras que alguna vez la tuvieron dividida en zonas de influencia. Hoy las naciones de Europa Oriental pueden presumir de que comparten la palestra en condiciones de igualdad con Europa Occidental, en un sinfín de temas, Naciones Unidas incluida, por lo que no parece deseable que una vez más Europa se alce con un (a) Secretario (a) General para suceder a Ban Ki-moon. De hecho, el histórico dominio europeo sobre la Secretaría General llevó a que, después de la gestión de Kurt Waldheim –el único Secretario General que pretendió ser reelecto para un tercer período en el cargo- se acordara estimular a las regiones y países en desarrollo a promover candidatos, y todavía hasta no hace mucho parecía existir el consenso de que ese órgano de la ONU debería ser precedido, sucesivamente, por nacionales de Asia, África y América Latina, regiones donde están los países en desarrollo, mismos que han tenido pocas oportunidades de asumir cargos directivos en ese y otros cuerpos fundamentales de la institución. Conforme a lo expuesto, es el turno de América Latina, de producir un candidato viable para ocupar la Secretaría General de Naciones Unidas, quien, dadas las voces externadas en todo el mundo sobre el particular, tendría que ser, preferentemente, una mujer.
La equidad de género en la ONU
La Carta de las Naciones Unidas, en su capítulo XV y en los artículos 97 a 101, explica las características de la Secretaría General. Así, el artículo 97 señala a la letra que “la Secretaría se compondrá de un Secretario General y del personal que requiera la organización. El Secretario General será nombrado por la Asamblea General a recomendación del Consejo de Seguridad. El Secretario General será el más alto funcionario administrativo de la organización.” El artículo 98, por su parte, explica que “El Secretario General actuará como tal en todas las sesiones de la Asamblea General, del Consejo de Seguridad, del Consejo Económico y Social y del Consejo de Administración Fiduciaria, y desempeñará las demás funciones que le encomienden dichos órganos. El Secretario General rendirá a la Asamblea General un informe anual sobre las actividades de la organización.” A continuación, el artículo 99 explica que “El Secretario General podrá llamar la atención del Consejo de Seguridad hacia cualquier asunto que en su opinión pueda poner en peligro el mantenimiento de la paz y la seguridad internacionales.” El artículo 100 añade que “1. En el cumplimiento de sus deberes, el Secretario General y el personal de la Secretaría no solicitarán ni recibirán instrucciones de ningún gobierno ni de ninguna autoridad ajena a la organización, y se abstendrán de actuar en forma alguna que sea incompatible con su condición de funcionarios internacionales responsables únicamente ante la organización [y] 2. Cada uno de los Miembros de las Naciones Unidas se compromete a respetar el carácter exclusivamente internacional de las funciones del Secretario General y del personal de la Secretaría, y a no tratar de influir sobre ellos en el desempeño de sus funciones.” Finalmente, el artículo 101 señala que “1. El personal de la Secretaría será nombrado por el Secretario General de acuerdo con las reglas establecidas por la Asamblea General. 2. Se asignará permanentemente personal adecuado al Consejo Económico y Social, al Consejo de Administración Fiduciaria y, según se requiera, a otros órganos de las Naciones Unidas. Este personal formará parte de la Secretaría. 3. La consideración primordial que se tendrá en cuenta al nombrar el personal de la Secretaría y al determinar las condiciones del servicio, es la necesidad de asegurar el más alto grado de eficiencia, competencia e integridad. Se dará debida consideración también a la importancia de contratar el personal en forma de que haya la más amplia representación geográfica posible.”
Como se puede observar, en ninguno de los artículos referidos se establecen los requisitos que debe reunir quien aspire a presidir la Secretaría General de la ONU. La duración en el cargo se ha instituido de manera más bien pragmática, sobre todo porque los Secretarios Generales han experimentado diversos problemas a lo largo de su gestión, lo que ha dado pie a renuncias, decesos y reemplazos. Con todo, el titular de la Secretaría General asume por un período de cinco años y es susceptible de ser reelecto con igual duración. En cuanto a sus calificaciones y credenciales, se entiende que debe ser una persona que cuente con los conocimientos diplomáticos, la capacidad de gestión política y la experiencia necesarios para llevar a buen puerto las tareas asignadas. Lo que sí es claro, pese a su laxitud, es que la Carta de las Naciones Unidas no establece en ninguna parte que deba ser siempre una persona del sexo masculino quien presida a la Secretaría General. Sí, en cambio, en su preámbulo la Carta señala “Nosotros los pueblos de las Naciones Unidas resueltos […] a reafirmar la fe en los derechos fundamentales del hombre, en la dignidad y el valor de la persona humana, en la igualdad de derechos de hombres y mujeres y de las naciones grandes y pequeñas…” amén de que en el artículo1 que versa sobre los propósitos de la institución, en su párrafo 3 establece que la institución buscará “realizar la cooperación internacional en la solución de problemas internacionales de carácter económico, social, cultural o humanitario, y en el desarrollo y estímulo del respeto a los derechos humanos y a las libertades fundamentales de todos, sin hacer distinción por motivos de raza, sexo, idioma o religión”, de lo que se desprende que, al menos en teoría, hombres y mujeres pueden aspirar a estar al frente de la Secretaría General de la ONU y participar en condiciones de igualdad en todos los demás órganos y dependencias que integran al Sistema de Naciones Unidas.
Dicho esto, vale la pena analizar qué tanto predica la ONU con el ejemplo de la equidad de género en el seno de la institución. Para responder a la pregunta de “¿cuántas mujeres trabajan en Naciones Unidas?” hay que remitirse a los informes que el Secretario General ha venido presentando a los miembros de la institución en torno al Mejoramiento de la situación de la mujer en el Sistema de Naciones Unidas. Este tipo de informes son de reciente cuño, y son puestos por el citado funcionario a la consideración de la Asamblea General. El más reciente de estos informes fue entregado el 25 de agosto de 20141 y en él se muestra claramente que se ha avanzado, sin duda, en la equidad de género en todo el Sistema de Naciones Unidas, si bien hay una situación preocupante: en el escalafón, hay más mujeres en puestos de bajo nivel, mientras que en los cargos directivos son muy pocas las féminas presentes.
En el informe referido, que documenta el período comprendido entre el 31 de diciembre de 2011 y el 31 de diciembre de 2013, se señala que “persiste la relación inversamente proporcional entre la categoría y la representación de la mujer: P-2 (57. 9 por ciento), P-1 (54. 3 por ciento), P-3 (45. 3 por ciento), P-4 (40. 5 por ciento), P-5 (34. 2 por ciento), D-1 (32. 4 por ciento), D-2 (30. 1 por ciento) y categorías fuera del escalafón (26. 7 por ciento)2. No obstante, en 2013 la representación de la mujer en las categorías P-4 a D-2 alcanzó máximos históricos”, si bien todavía está lejos de una paridad.
La Secretaría General es el mayor empleador, dentro del Sistema de Naciones Unidas. En ella labora el 33 por ciento del personal del cuadro orgánico y las categorías superiores y de hecho marca tendencia en toda la institución. Aquí las cifras señalan que “al 31 de diciembre de 2013, las mujeres representaban el 40. 5 por ciento del personal de la Secretaría en el cuadro orgánico y las categorías superiores con contratos de un año o más de duración, lo que supone un aumento marginal de 1. 3 puntos porcentuales respecto del período correspondiente al informe anterior”, esto es, el comprendido entre el 31 de diciembre de 2009 y el 31 de diciembre de 2011. Con todo, un análisis más detallado del escalafón, confirma que mientras que al 31 de diciembre de 2013, 622 mujeres figuraban en la categoría P-2 (equivalente al 55. 8 por ciento del personal adscrito en esa categoría había, en cambio, 46 mujeres en la categoría D-2 (equivalente al 26. 8 por ciento del total personal adscrito). Es decir, que los cargos directivos y de mayor responsabilidad en la Secretaría General, siguen estando dominados por hombres.
Un análisis de los organismos especializados de la ONU, también revela interesantes contrastes, según el organismo/programa y el tema de su especialidad. Ciertamente la entidad donde el grueso de sus trabajadores se integra por mujeres es, por supuesto, ONU-Mujeres, donde el 79. 3 por ciento de su personal son féminas. En contraste, la Universidad de las Naciones Unidas (UNU) localizada en Tokio, cuenta solamente con 16. 7 por ciento de mujeres respecto al total de su personal. El Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA), del total de sus empleados, sólo el 28 por ciento son mujeres; en la Unión Internacional para las Telecomunicaciones (UIT), es el 36. 9 por ciento. Las cifras mejoran considerablemente para los casos de ONUSIDA, donde el 50 por ciento de sus empleados son mujeres; el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), con 51. 6 por ciento; el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF), con 54. 9 por ciento; y la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) con 55. 8 por ciento. Esto corrobora que en el Sistema de Naciones Unidas se reproducen muchos de los estereotipos que prevalecen en las sociedades del mundo, de manera que los organismos responsables de tareas consideradas tradicionalmente como más “femeninas”, por ejemplo, el cuidado de la infancia, la educación, etcétera, tienden a contar con una representación equitativa para las mujeres, en tanto los organismos con tareas más asociadas con la “masculinidad”, por ejemplo, el OIEA, cuentan con una participación menor de las mujeres entre sus empleados.
¿Por qué ocurre esto? El informe del Secretario General explica que hay una falta de promoción, en general, y a puestos directivos, en particular, de las mujeres en todo el Sistema de Naciones Unidas por lo que sugiere “la necesidad de un mayor apoyo por parte de los directivos superiores; la promulgación y ejecución más rigurosa de las políticas en vigor, incluidas la adopción de medidas especiales en favor de la mujer y la aplicación de modalidades de trabajo flexible; una mayor supervisión y rendición de cuentas; la promoción de las oportunidades de desarrollo profesional para las funcionarias, junto con una labor de divulgación dirigida específicamente a ellas y la armonización y unificación de las políticas relacionadas con las cuestiones de género, como parte del proceso de elaboración y aplicación del Plan de Acción para Todo el Sistema de las Naciones Unidas sobre la Igualdad de Género y el Empoderamiento de las Mujeres, dirigido por ONU-Mujeres.”
Notas
1 Asamblea General (25 de agosto de 2014), Mejoramiento de la situación de la mujer en el Sistema de las Naciones Unidas. Informe del Secretario General, Nueva York, Naciones Unidas, A/69/346.
2 Las categorías más bajas son P-1, P-2, y P-3.
María Cristina Rosas es profesora e investigadora en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México
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