De cómo el impuesto a las ganancias nacido para gravar a los ricos se convirtió en un castigo para los pobres
- Opinión
Un gran rey romano, Servio Tulio, aquél que, entre otras cosas, creó el antecedente de los impuestos a las Ganancias y a los Bienes Personales, unos 2.550 años atrás también ideó los censos de población. Ese primero mostró a una Roma de 83.000 habitantes. Ya tenía más del doble que Atenas, poco después devenida en luminaria civilizatoria.
Ambas decisiones tuvieron un mismo propósito que fue el de descargar el peso del mantenimiento del estado en los sectores más pudientes de la sociedad romana en plena expansión.
El censo se practicaba cada cinco años y a su finalización, a partir del 443 (ANE), se realizaba un festejo denominado “lustrum”, del que nos llegó la palabra “lustro” para designar un período, precisamente, de cinco años. También del mismo surgió la palabra “censor”, que correspondía a los funcionarios que estaban a cargo, también aparecida en la reforma implementada en el referido 443.
Servio Tulio, nombre que deriva de “servus” (siervo) ya que la vieja historia romana dice que había nacido esclavo, llegó a completar cuatro censos, por lo que, habiendo gobernado entre los años 578 y 534 Antes de Nuestra Era (ANE), es de suponer que el primero de ellos se concretó alrededor del año 555 ANE.
El objetivo que dio lugar a la creación del censo fue el de clasificar a los ciudadanos en “classis” (clases sociales) e “infra classis” (por debajo de las clases), los “proletarii” (proletarios) que carecían de bienes y por lo que quedaron exentos de tributar a partir de la reforma impositiva de Servio Tulio, quién también fue el introductor de la moneda en Roma, la llamada “aes signatum” (bronce sellado), además de otras trascendentes medidas.
El censo también servía para las convocatorias a integrar el ejército y a dar lugar a los ciudadanos el derecho a participar de las decisiones públicas pasando de la organización por clanes a la de lugares de residencia. Se establecieron cinco clases sociales, la más baja, la de los proletarios, estaba exenta de pagar impuestos y de acudir a la guerra, mientras que los integrantes de las cuatro superiores pagaban en forma escalonada según se lo situase en cada una de ellas. Hasta ese momento cada romano pagaba exactamente lo mismo al fisco independientemente de sus ingresos y sus bienes.
Nada de ello gustó al viejo patriciado romano que rechazaba las buenas relaciones de Servio Tulio con los plebeyos y así en el 534 ANE organizó su asesinato instrumentado por su hija Tulia, casada con Lucio Tarquino (“El Soberbio”), quién asumió como rey y estableció un gobierno despótico apoyado en los sectores de fortuna hasta que fuera destituido por una revuelta popular que terminó con la monarquía y estableció la República.
De Pitt “El Joven” a los tiempos modernos
Con el tiempo la recaudación estatal fue variando hacia formas más complejas que fueron basándose en el consumo, incluso el de drogas, desde que Alejandro III Argeida (Alejandro Magno) introdujese el opio en Europa desde el Oriente, que llegó a representar el quince por ciento de la recaudación del Imperio Romano según las cuentas públicas del 312 durante el gobierno de Flavio Valerio Aurelio Constantino, el mismo que estableciera el catolicismo como la religión oficial del Imperio ante las disputas en el propio cristianismo.
Más tarde, otro emperador romano, el esclavo Diocles devenido en Cayo Aurelio Valerio Diocleciano Augusto, el mismo que en 301 estableciera los precios máximos, en 297 sancionó el régimen de “Capitatio Iugatio” (capital y trabajo) que gravaba a los terratenientes en función de sus propiedades y sus esclavos y que provocó una profunda reforma en la estructura social que dio paso de la esclavitud al feudalismo.
Pero para hacer un seguimiento del Impuesto a las Rentas, Réditos o Ganancias, según las diversas denominaciones y matices que los diferencias, hay que remitirse a los tiempos de William Pitt (“El Joven”, que fuera primer ministro del entonces Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda (RU) con sólo 23 años de edad y también ministro de Hacienda) cuando lo creó en 1798, frente a una guerra que se avecinaba contra Francia, que sus sucesores eliminaron en 1816. Fue en 1909 cuando el primer ministro David Lloyd George avanzó en la materia estableciendo la progresividad del mismo más una carga adicional para cierto tipo de ingresos.
Antes que esto último ya Suiza había establecido el Impuesto a las Rentas en 1840 mientras entre las colonias del RU avanzó Australia en 1849, un país que sirvió como antecedente para su implementación en la Argentina en 1932 en base a los estudios realizados sobre el terreno, ya que viajó especialmente para ello, por Raúl Federico Prebisch.
Alemania e Italia, dos países europeos en proceso de conformación mediante la unión de varios estados prexistentes en ambos casos, avanzaron en la materia a mediados del Siglo XIX. En el caso de Alemania se dio en 1850 en el marco del Zollverein, la “Unión Aduanera” que agrupaba a los numerosos estados en que se había fracturado el Sacro Imperio Romano Germánico, mientras Italia tuvo su implementación a partir de 1864 cuando aún restaban ocho años para su consolidación definitiva. Dinamarca avanzó en 1903 implementando un impuesto progresivo en función de los ingresos en un avance que fueron instrumentando los países nórdicos aunque Suecia recién lo hiciera en 1932. Francia lo hizo en 1914.
España lo implementó en 1900 sólo sobre las sociedades y lo intentó ampliar el ministro de Finanzas, José Calvo Sotelo, en 1926, durante la presidencia del general Miguel Primo de Rivera, el dictador en el que se inspiraran el presidente de facto argentino José Félix Uriburu y su primo, Enrique Casiano Uriburu, el ministro de Hacienda del mismo gobierno, impulsor de la creación del Banco Central de la República Argentina, concretada cuatro años más tarde. El intento de Calvo Sotelo y Primo de Rivera quedó truncado ante la oposición del sistema financiero.
En el caso de los Estados Unidos de América (EUA) el impuesto a las rentas sobre las personas físicas rige desde los tiempos coloniales, antes de su independencia en 1776. En 1894 el presidente Stephen Grover Cleveland hizo sancionar una ley al respecto que fue derogada por la Suprema Corte de Justicia (SCJ) pero en 1913 volvió a ser aprobada y quedó en firme.
La Unión de las Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) lo estableció en 1927, bajo la administración de Iósif Vissarionóvich Dzughashvili (Stalin), en un paso previo a la implementación del Plan Quinquenal de 1928 que inspirara otras iniciativas similares en el mundo, incluida la Argentina a partir de 1947. En otros países se avanzó en el Impuesto a las Rentas desde las últimas décadas del Siglo XIX pero las necesidades financieras de los estados durante la Segunda Guerra Mundial (SGM) fue clave para su consolidación.
En cuanto a América Latina el primer estado en aplicarlo fue el Brasil, en 1923, siendo presidente Artur Da Silva Bernardes. México lo concretó en 1924, siendo presidente Francisco Plutarco Elías Campuzano, más conocido como Plutarco Elías Calles, quién retomó una iniciativa fallida, en 1921, del presidente Álvaro Obregón, mediante la fallida “Ley del Centenario”. Calles fue también el fundador del Banco de México. Posteriormente en 1928 se sumó Colombia presidida por entonces por Miguel Abadía Méndez, el mismo que fuera el responsable de la “Masacre de las Bananeras” de ese año que significara la muerte de miles de trabajadores que se habían declarado en huelga contra la empresa estadounidense United Fruit. Masacre que fuera el punto de partida de una lucha campesina que unas tres décadas más tarde diera lugar a la creación de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC).
Su creación en la Argentina
En 1922 asumió como presidente argentino Máximo Marcelo Torcuato de Alvear. Su primer ministro de Economía fue uno de esos notables personajes olvidados de la historia argentina. Rafael Miguel Herrera Vegas, nacido en Venezuela y llegado al Río de la Plata siendo niño, traído por su padre médico que había sido contratado con motivo de la epidemia de fiebre amarilla de 1871, fue uno de los grandes revolucionarios que la Argentina tuvo en materia económica.
El año 1923 fue un momento de grandes avances en el país como la creación del Frigorífico Nacional, luego rebautizado como “Lisandro De la Torre”, ante una decisión del propio Herrera Vegas. También el de creación de la empresa Yacimientos Petrolíferos Fiscales (YPF), aunque en ese caso fuera el propio Alvear su impulsor. Por entonces el ministro contaba con algunos colaboradores notables como Alejandro Ernesto Bunge, quién desarrollara lo que hoy es el Instituto Nacional de Estadísticas y Censo (INDEC) y el jovencito Raúl Federico Prebisch, quién por entonces sólo contaba con 22 años.
El ministro no tuvo mejor idea, en un sentido estricto, que enviar a Prebisch a Australia a estudiar la marcha del Impuesto a las Rentas creado allí en 1849 como ya se ha señalado. La investigación desarrollada por Prebisch fue básica para la propuesta del “Plan Herrera Vegas” que contenía la creación de dicho impuesto, con carácter progresivo (el que más gana más paga) y el Impuesto a la Herencia, entre otras cosas, lo que se sumaba a un incremento del 25% de los aranceles a las importaciones aplicado meses antes. Todo elaborado bajo la conducción de Bunge, alguien en el que, con el tiempo, se iba a inspirar Juan Domingo Perón dos décadas más tarde. La propuesta de Herrera Vegas causó la repulsa del poder económico, no fue aprobada por el Congreso de la Nación, y el ministro renunció.
Su sucesor, Víctor Manuel Molina, pretendió insistir con la implantación del Impuesto a los Réditos pero el rechazo de los sectores más poderosos de la economía lo hicieron desistir aunque se mantuvieron lineamientos industrialistas que había diseñado Herrera Vegas lo que produjo un gran crecimiento de la economía a la par que se avanzó en la presencia estatal como la creación de la Fábrica Militar de Aviones de Córdoba en 1927 la cual, un año después, en 1928, entregó su primer producto y hasta se proyectó el desarrollo de la energía mareomotriz en la Patagonia, lo que fue abandonado al finalizar Alvear su mandato.
Los recursos del Estado seguían dependiendo casi exclusivamente de las rentas aduaneras. La riqueza seguía concentrándose en muy pocas manos aunque los avances sindicales habían registrado logros aunque con las conocidas represiones como las de la “Patagonia Rebelde” y la “Semana Trágica” durante la primera presidencia de Juan Hipólito Yrigoyen. Derrocado éste en su segundo mandato, en 1930, el presidente de facto Uriburu y su primo responsable del área económico tuvieron a Prebisch como secretario de Hacienda.
Este volvió a la carga con la necesidad de establecer el Impuesto a los Réditos y para ello aprovechó las dificultades presupuestarias que tenía el gobierno de Uriburu. Así logró que éste, un mes antes de traspasar el mando al general Agustín Pedro Justo firmase un decreto de creación, convertido luego en la Ley 11.682 de 1932 que, en principio, debía regir solamente hasta el 31 de diciembre de 1934 pero que, con ajustes y desajustes, llegó con sucesivas reformas, la última en 1997, hasta nuestros días en que, a diferencia de la idea original de Servio Tulio y de Herrera Vegas en la Argentina, se ha convertido en un mecanismo de redistribución social regresivo mediante el cual los aportes que realizan los asalariados a través del mismo más que duplican a los de las grandes empresas en un marco donde rige la exención para las operaciones financieras.
Fernando Del Corro
Historiador, periodista y docente universitario
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