50 años del Tratado de Tlatelolco
- Opinión
Hoy 14 de febrero se cumplen 50 años de la suscripción del Tratado para la Proscripción de las Armas Nucleares en América Latina y el Caribe, mejor conocido como Tratado de Tlatelolco. Dicho tratado es uno de los grandes logros de la diplomacia mexicana y la ocasión es propicia para hacer un recuento de su importancia en la región y el mundo.
Este instrumento jurídico vio la luz en una de las etapas más críticas de la guerra fría, es decir, en momentos en que EU y la URSS contaban con arsenales nucleares que apuntaban a las principales ciudades de ambas potencias. La Unión Soviética, además, había incursionado antes que los estadunidenses, en la carrera espacial, logrando poner en órbita el primer satélite artificial de la Tierra –el Sputnik- con un cohete igualmente capaz de transportar misiles balísticos intercontinentales. También, en 1967 ya existían otras tres potencias nucleares (Gran Bretaña, Francia y la República Popular China) habiendo desarrollado los gobiernos de París y Pekín capacidades atómicas en esa década (1960 y 1964, respectivamente). Israel, por su parte, estaba gestionando un programa nuclear, primero con el apoyo francés y más tarde, con recursos propios.
El suceso que desencadenó la suscripción del Tratado de Tlatelolco, fue la llamada crisis de los misiles de octubre de 1962. El emplazamiento de armas nucleares soviéticas en territorio cubano –a unos cuantos kilómetros del territorio estadunidense y también del mexicano- derivó en un bloqueo a la ínsula caribeña por parte de Washington, ello a fin de evitar que la URSS siguiera incursionando en ese territorio. De intentar Moscú la ruptura del bloqueo, se produciría un conflicto armado con la Unión Americana. El mundo estaba en vilo. Sin embargo, tanto el Presidente estadunidense John F. Kennedy, como el líder soviético Nikita Kruschov, entablaron negociaciones directas para resolver la crisis. EU exigía que los soviéticos retiraran los proyectiles de Cuba a la brevedad. La URSS, por su parte, solicitaba que los cohetes Júpiter, emplazados en Turquía, fueran igualmente retirados y que el vecino país del norte no emprendiera una invasión sobre Cuba. La cordura se impuso y en noviembre los proyectiles soviéticos fueron desmantelados. Esta crisis también propició la creación de una línea de comunicación directa entre Washington y Moscú denominada teléfono rojo, que permitiría que, ante alguna eventualidad posterior, los líderes de las dos naciones pudieran hablar y negociar rápidamente.
En América Latina y el Caribe, este suceso apresuró las negociaciones para hacer de la región una zona libre de armas nucleares. El 29 de abril de 1963, cinco naciones latinoamericanas, entre ellas México, anunciaron su disposición para crear un acuerdo regional que comprometiera a las naciones de la zona a “no fabricar, recibir, almacenar, ni ensayar armas nucleares o artefactos de lanzamiento nuclear.” Las negociaciones subsecuentes se llevaron a cabo a través de la Comisión Preparatoria para la Desnuclearización de América Latina (COPREDAL). En los trabajos preparatorios para elaborar el tratado, el diplomático mexicano Alfonso García Robles, jugó un papel fundamental como Presidente de la citada comisión. Gracias a la gestión realizada en torno a este documento y a su posterior participación en otras negociaciones en materia de desarme, García Robles fue distinguido con el Premio Nobel de la Paz en 1982.
El Tratado de Tlatelolco fue suscrito el 14 de febrero de 1967 en la sede de la cancillería mexicana localizada en ese entonces en Tlatelolco, en la Ciudad de México. Este instrumento jurídico ha sido firmado por los 33 países de América Latina y el Caribe. Algunas de las disposiciones más importantes de este documento son:
La creación de la primera zona habitada, libre de armas nucleares en el mundo;
Que el Tratado de Tlatelolco no podrá ser objeto de reservas;
Que el Tratado de Tlatelolco tiene carácter permanente y regirá por tiempo indefinido;
Es el primer tratado internacional que define a las armas nucleares;
Para administrar el Tratado de Tlatelolco fue creado el Organismo para la Proscripción de las Armas Nucleares en América Latina y el Caribe (OPANAL) en 1969 con sede en la Ciudad de México;
Es el primer tratado que obliga a las cinco potencias nucleares a respetar el status de desnuclearización de la región, así como a no utilizar o amenazar con utilizar armas nucleares en contra de las partes contratantes;
El Tratado de Tlatelolco puede ser modificado. Cualquier parte contratante podrá proponer reformas entregando sus propuestas al Consejo por conducto del Secretario, quien las trasmitirá a todas las partes contratantes y a los demás signatarios. Se deberá convocar a una reunión extraordinaria para examinar las propuestas. Una mayoría de dos tercios de las partes presentes y votantes se requerirá para la aprobación de cualquier enmienda. Las enmiendas deberán entrar en vigor después de que una mayoría simple de las partes contratantes las haya ratificado;
El Tratado de Tlatelolco no prohíbe el uso de la energía nuclear con fines pacíficos;
El Tratado de Tlatelolco permite la denotación de artefactos nucleares con fines pacíficos (artículo 18);
El Tratado de Tlatelolco cuenta con dos protocolos adicionales: uno dirigido a países que de jure o de facto poseen territorios bajo su responsabilidad en la zona de aplicación del tratado, situación en que se encuentran Estados Unidos, Francia, Gran Bretaña y Países Bajos, naciones que lo han signado. El segundo protocolo está dirigido a los Estados que poseen armas nucleares. A la fecha lo han suscrito Estados Unidos, Rusia, la República Popular China, Gran Bretaña y Francia.
El Tratado de Tlatelolco y el Tratado de No-Proliferación de Armas Nucleares
El temor de que en el contexto de la guerra fría se produjera una proliferación indiscriminada del uso de la tecnología nuclear con fines bélicos derivaría en la suscripción, en 1968, del Tratado de No Proliferación de Armas Nucleares, instrumento que, a la fecha, cuenta con 191 ratificaciones. La idea central de este tratado era evitar la proliferación de armas nucleares, especialmente la horizontal (entendida como la adquisición, por parte de Estados no nucleares, de capacidades atómicas transferidas por alguna de las cinco potencias poseedoras de esas tecnologías y reconocidas por el propio tratado como potencias nucleares -EU, URRS, Francia, Gran Bretaña y la República Popular China-, y que se distingue de la proliferación vertical, la cual consiste en el perfeccionamiento de los arsenales de las potencias nucleares), e impedir que otros países, sobre todo en las naciones en desarrollo, adquirieran tecnologías que pusieran en peligro la paz mundial.
Es indudable, sin embargo, que el antecedente más importante del Tratado de No Proliferación fue el Tratado de Tlatelolco, dado que en éste último se establecieron compromisos para hacer de América Latina la primera zona habitada del mundo en la que se buscaría erradicar el peligro de las armas nucleares. Claro está que la erradicación de esta amenaza tiene varias limitaciones: en el Tratado de Tlatelolco no se prohíbe la realización de ensayos nucleares, siempre que se demuestre que sean con fines pacíficos. Otra limitación clara es la definición de “despliegue” en atención al hecho de que las armas nucleares que se encuentran emplazadas en submarinos, están prácticamente listas para ser lanzadas, lo que plantea problemas de aplicación del tratado en los países que lo suscribieron. Otro problema adicional son los países con armas nucleares no reconocidos por el Tratado de No-Proliferación como India y Pakistán, mismos que para adherirse por ejemplo, al protocolo dos del Tratado de Tlatelolco, primeramente deberían ser reconocidas como potencias nucleares por parte del régimen de no-proliferación existente. Corea del Norte, por su parte, quien denunció el Tratado de No-Proliferación en 2003, es otra nación que, previo reconocimiento de su estatus en ese instrumento jurídico, debería suscribir el protocolo dos del Tratado de Tlatelolco. En ambos casos se requeriría hacer enmiendas al Tratado de No-Proliferación, algo que se antoja poco probable.
El Tratado de Tlatelolco y otras zonas libres de armas nucleares
El Tratado de Tlatelolco, pese a lo dicho, fue inspirador de iniciativas similares que buscaron hacer de otras regiones del mundo, zonas libres de armas nucleares, destacando el Tratado de la Zona Libre de Armas Nucleares del Pacífico Sur, mejor conocido como Tratado de Rarotonga, suscrito en 1985; el Tratado Africano de la Zona Libre de Armas Nucleares, también denominado Tratado de Pelindaba, signado en 1996; el Tratado de una Zona Libre de Armas Nucleares en Asia Central, mejor conocido como Tratado de Semipalatinsk, suscrito en 2006; y el Tratado de una Zona Libre de Armas Nucleares en el Sureste de Asia, también llamado Tratado de Bangkok, firmado en 1995. Existen también países como Austria y Mongolia quienes voluntariamente han adoptado el estatus de naciones libres de armas nucleares. Hay que considerar también el Tratado del Espacio Exterior de 1967, el cual prohíbe el emplazamiento de armas nucleares en el espacio ultraterrestre. Es necesario recordar igualmente el Tratado Antártico de 1958, que proscribe el emplazamiento de armas nucleares en la Antártica, si bien ésta es una zona deshabitada o no habitada de manera permanente.
Existen otras propuestas para dar vida a nuevas zonas libres de armas nucleares. Entre ellas destacan la Zona Libre de Armas Nucleares en el Noreste de Asia, elaborada en diciembre de 1991; la Zona Libre de Armas Nucleares en el Sur de Asia; la Zona Libre de Armas de Destrucción en Masa en Medio Oriente; la Zona Libre de Armas Nucleares en el Ártico, propuesta por legisladores daneses; y la consigna de crear una Zona Libre de Armas Nucleares en el Hemisferio Sur, ventilada en 1996 por algunos países sudamericanos.
Las zonas libres de armas nucleares existentes coadyuvan a un mundo más seguro, pero son apenas un pequeño paso frente a la problemática de esos sistemas de armamento. Cada zona existente es distinta de las demás, y entre los tratados que les han dado forma se observan diferencias importantes que demandarían, para su homologación, arduas negociaciones. Asimismo, hay regiones cubiertas por los tratados donde aún hay muchos países que no los han suscrito. El caso más dramático se observa en torno al Tratado de Pelindaba, puesto que en el continente africano sólo lo han signado una treintena de naciones.
En este año, la Asamblea General de Naciones Unidas, a iniciativa de México, Austria y otros países, tendrá una sesión especial para tratar el tema de los impactos humanitarios de las armas nucleares con vistas a prohibirlas. No parece el mejor momento político para abordar el tema. Sin embargo, existe un gran consenso sobre el particular en la comunidad internacional. Además, siguiendo el ejemplo del Tratado de Tlatelolco, el cual inicialmente sólo fue firmado por 15 países, poco a poco se logró la adhesión de todas las naciones de América Latina y el Caribe, lo que denota que cuando existe la voluntad política, se pueden cumplir los objetivos más ambiciosos.
En todo caso, el 50° aniversario del Tratado de Tlatelolco es la oportunidad para rememorar los logros de la política exterior del país, de los que los mexicanos deben sentirse muy orgullosos.
María Cristina Rosas es profesora e investigadora en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México
http://www.etcetera.com.mx/articulo/50+a%C3%B1os+del+Tratado+de+Tlatelolco/53230
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