Erdogan: un discípulo fascista
- Opinión
“Ningún gobierno lucha en contra del fascismo para destruirlo. Cuando la burguesía ve que el poder se les escapa de sus manos, alzan el fascismo para mantener sus privilegios.”
Bonaventura Durruti
Recep Tayyip Erdogan no se define tanto por sus acciones como por el nivel quirúrgico de sus políticas. Al estilo rapaz del constructor orwelliano que la Alemania Nazi obtuvo con Hitler, el neo-otomanismo medieval islámico en Turquía ha forjado espíritus kafkianos donde reina la indiferencia ante la avanzada autoritaria anti-kurda. Mientras los nazis desplegaban su maquinaria estatal enardeciendo los sentimientos chovinistas enraizados en la casta germana, separaban a los colectivos judíos, comunistas, intelectuales, ateos como germen del maíz. De la misma manera, el fascismo del gobernante AKP en Turquía pretende imponerse estructurando un Estado moderno centralista, apartando el trigo de la cizaña kurda, griega, aleví. Ambos cultivaron el miedo a ser desprovistos de la propia identidad suntuaria que representa el poder megalómano de una etnia sobre otras. Ambos exacerbaron los ánimos a fin de disponer de masas homogéneas que sirvan de base para perpetrar genocidios. En 1944 se legitimó, mundialmente, aquello que George Orwell escenificó en sus obras “1984” y “Rebelión en la granja”, nuevas deidades enmascaradas.
Dudosamente, Leni Riefenstahl hubiera servido como instrumento de propaganda nazi si anticipadamente no se hubiera desplegado la maquinaria estatal enalteciendo deidades humanas. Naturalmente la prensa libre es coartada de pensar autónomamente, comprometiéndose a ser meros reproductores de la propaganda oficiosa. Gestores de un único sentido, los medios de comunicación recrean la historia según la etnia/religión que disponga de divisa suficiente para comprar conciencias. Erdogan ha echado mano a las enseñanzas estatal-patriarcales, comprando los medios de comunicación liberales o cerrando los radicalmente disidentes. El pensamiento oficial se recrea en las instituciones del pensamiento moderno a imagen y semejanza de los líderes reaccionarios vertidos en agua bendita. No hay lugar para la crítica, los que no depongan las armas de la verdad encontrarán en las ratas del presidio mejores interlocutores. Las poblaciones son modeladas a partir del ejemplo represivo, de la forma del pensamiento represivo y de la idea represiva. Un hecho basta para sugestionar al pueblo y ensalzar con el germen fascista hasta los corazones más nobles.
El terror posa en las conciencias, poco a poco tenemos miedo a salir de casa encerrados entre cuatro paredes, hasta que ya no nos sentimos seguros tras el televisor y el horror ha traspasado los límites físicos impuestos por la materia. Al unísono, las voces oficiosas argumentan el despliegue de cientos de miles de soldados en todo el territorio nacional. Un doble atentado en Ankara ha matado a más de cien personas. Se recomienda a la población seguir en sus casas hasta que amaine el temporal. Las fuerzas militares mancomunadas con sectores terroristas buscaron deponer al presidente electo “legítimamente”, se recomienda a la población movilizarse para defender la deidad que los sacará de su miseria. Se impone el estado de excepción en todo el territorio nacional y se acusa a las minorías étnicas de ocultarse en las sombras para derrocar al régimen. Como ha de suponerse, la violencia implementada por el Estado es justificada en pos de mantener la calma. Kurdos, armenios, griegos, gitanos, comunistas, demócratas, minorías religiosas, absolutamente todos están en la mira del poder central suní.
Turquía es una dictadura impuesta democráticamente, el oscurantismo emerge a la luz de día. Se funda Erdoganistán, todo es una farsa teñida con la sangre de decenas de miles de kurdos. Y como si la ficción consumiera la realidad lo kurdo comienza a desaparecer: la ciudad de Nusaybin es sólo el preludio. Los medios de comunicación oficiales no saben qué es Bakur (región del Kurdistán en Turquía), dónde está la cadena montañosa Taurus, por dónde pasan los ríos Éufrates y Tigris, o qué es esa cosa llamada kurmanji. Se ilegalizan los partidos y deponen las alcaldías con olor a PKK (Partido de los Trabajadores del Kurdistán), todo queda bajo mando del AKP en el parlamento. De República a Monarquía, de dictadura democrática a absolutismo dictatorial. Sólo queda legalizar la muerte…
El nacionalsocialismo germano colocó a Hitler como líder indiscutido del Partido Nazi, el neo-otomanismo turco colocó a Erdogan como líder indiscutido del AKP. El nazismo llevó a Hitler a la cúspide del Estado alemán, el islamismo suní trata de colocar a Erdogan en la cima del Estado turco. Los nazis, en un decenio, reordenaron la geopolítica mundial instaurando el terror en toda la Europa Occidental; los akapistas, en apenas un quinquenio, imprimieron nuevas coordenadas para delimitar Oriente Medio.
Pero aún hay esperanzas. La carnicería se puede frenar. Los internacionalistas han desmoronado la creencia fascista de no encontrar resistencia. Revolucionarios y revolucionarias del mundo entero lucharon contra el fascismo durante la Guerra Civil Española. ¿Quién os dijo que vosotros no podéis luchar contra el fascismo en esta guerra?
Fuente: Kurdistán América Latina
Correo electrónico: alejandroazadi@gmail.com
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