El reto histórico no es solo Petro, sino salir de 200 años de soledad
- Análisis
A dos semanas de la segunda vuelta electoral del 17 de junio, donde el ultraconservador Iván Duque se enfrentará al centroizquierdista Gustavo Petro en busca de la presidencia colombiana, los candidatos tejen alianzas, mientras los medios hegemónicos denostan la figura del exalcalde bogotano e intentan crear un clima de miedo.
La responsabilidad histórica ahora le cabe a la Coalición Colombia del exalcalde de Medellín Sergio Fajardo, en la tarea de contribuir a no dar al traste con la opción real de adelantar en la pacificación del país y derrotar al poder fáctico y las clases dirigentes lideradas por el expresidente Álvaro Uribe, la mano tenebrosa detrás de Duque.
En su discurso de la noche del domingo, más allá del festejo sin precedentes en la historia de la izquierda colombiana (casi cinco millones de votos), Petro alertó sobre el riesgo de hacer cálculos mecánicos, pues si se sumaran los votos suyos con los de Fajardo y Humberto De la Calle, los guarismos de los partidarios de la paz y de las reformas democráticas superarían a los de los representantes de la derecha adversaria del Acuerdo de Paz, Iván Duque y Germán Vargas, en casi un millón de votos.
Pero los votos no se transfieren mecánicamente a la hora de posibles alianzas, y por eso Petro reiteró los puntos medulares de su programa para sumar los votos de los fajardistas, liberales, abstencionistas o indiferente. La extrema derecha representada por Duque tiene un tope (no pudo cumplir su promesa de vencer en primera vuelta), y sus posibilidades de triunfo son a través de campañas de terror y miedo, al mejor estilo uribista.
Petro logró unir a una coalición de sectores populares, mujeres, universitarios, indígenas, campesinos, movimientos sociales y expresiones políticas con una demanda por la paz, la educación y la salud públicas gratuitas, así como el carácter público de los servicios y, como todos los candidatos que defienden causas populares, fue linchado mediáticamente como castrochavista y su campaña tuvo escasos recursos económicos, recuerda Ángel Guerra.
Los cacicazgos de los llamados partidos tradicionales, el conservatismo y el liberalismo, se alinearán con Duque. También el grueso de la dirigencia del Partido de la U y del Partido Liberal, según anunció el tristemente recordado expresidente César Gaviria, pero muchos de quienes votaron por el liberal De la Calle quizá lo hagan por Petro en segunda vuelta, desoyendo la línea gavirista.
Lo cierto es que Gaviria y el presidente Juan Manuel Santos -otros de los grandes derrotados en la primera vuelta- abandonaron y traicionaron a De la Calle, el líder del equipo del Gobierno que sacó adelante el Acuerdo de Paz con las Farc.
Con los resultados del 27 de mayo, el gobierno de Santos, en lo más bajo de apoyo y credibilidad tras la derrota aplastante sufrida por su candidato, Vargas Lleras (7,28%), quedó sin capacidad de maniobra y al margen de incidir en los resultados del balotaje. Vargas contó con el apoyo de la maquinaria de Cambio Radical y la de la Presidencia, además de la manipulación de los “pronósticos” de encuestadoras que tuvieron en Caracol Radio su caja de resonancia (con la consiguiente pérdida de credibilidad).
Desde el día siguiente a la primera vuelta, las redes sociales se han visto inundadas de fotos y videos de formularios E-14, documentos donde los jurados de votación en cada mesa de las elecciones presidenciales, tras hacer el conteo, anotaron los resultados para cada candidato, los en blanco, votos nulos y los tarjetones no marcados.
Las imágenes registran enmendaduras y tachones en dichos formularios, que para los denunciantes es prueba de las irregularidades que se presentaron al final de la jornada y que incluso llevó a Gustavo Petro y a miembros de su campaña de hablar de un fraude. “Estos fraudes solo se pueden hacer si la Registraduría local permitió jurados de un solo partido”, agregó Petro.
Más allá del presunto dolo, las irregularidades están a la vista, lo que hace evidente, una vez más, que el sistema electoral colombiano es demasiado vulnerable ante la cantidad de documentos, papeles y tramitología que se debe hacer a mano, sin apoyo tecnológico.
Y, sorpresivamente, en una carta dirigida al registrador Juan Carlos Galindo y a Yolima Carrillo, presidenta del Consejo Nacional Electoral, el magistrado Armando Novoa sostiene que por asuntos constitucionales se debe eliminar la opción del voto en blanco para las elecciones del domingo 17 de junio.
Alianzas
Iván Duque, aspirante del Centro Democrático, va sumando respaldos, como el del Partido Conservado y del directorio del Partido Liberal, donde César Gaviria, impuso su decisión y anunció que saldrá a hacer campaña, y desde las estructuras del gobierno.
La Alianza Verde sigue deshojando la margarita y está dividida en tres opciones: adherir a Petro, votar en blanco o dejar en libertad a sus militantes. Este partido fue parte de la Coalición Colombia en la campaña electoral de Sergio Fajardo.
A cambio de su apoyo, los verdes exigen a Petro, que desista de convocar una Asamblea Constituyente (ya lo había hecho); el respeto a la propiedad privada y abstenerse de acciones de expropiación arbitraria; responsabilidad fiscal a la hora de materializar sus ideas (no disparar el gasto público); criterios de meritocracia en la conformación de su gabinete ministerial; y un compromiso en la lucha contra la corrupción.
Fajardo, excandidato de la Coalición Colombia asegura que fijará, junto a Claudia López y Jorge Robledo, del Polo Democrático, una posición común, como acto de responsabilidad con sus más de cuatro millones y medio de electores. “Ojalá la decisión se tome de consenso con la Coalición Colombia. Nuestros votos no son endosables sino libres”, puntualizó.
Para ganar, Petro necesita seducir una mayoría del caudal de Fajardo y De La Calle y unos cientos de miles de sufragios más, movilizando nuevos votantes. Aún si perdiera podría consolidar una importante fuerza que le diera pelea al uribismo, en favor de la paz en Colombia y en América Latina y el Caribe, promotora de la justicia social y el respeto de la otredad.
La victoria de Duque implicaría ahondar en la militarización y el guerrerismo de un país que recién ingresa en la OTAN y la OCDE, el fomento del odio uribista a los pobres y del racismo, además de la consolidación de una plaza de armas para el hostigamiento y asalto militar a la Venezuela bolivariana que planea el Comando Sur de EEUU.
Los resultados hacen evidente que una amplia mayoría de la población colombiana anhela vivir en paz y reclama cambios democráticos en su país, pero la corrupción y la negligencia del poder fáctico sigue condenando a Colombia a la trampa del miedo y el extremismo.
Hay análisis e interpretaciones para todos los gustos. Unos recuerdan que durante toda la campaña para la primera vuelta, la extrema derecha y su candidato Iván Duque, se ocuparon de denigrar la candidatura de Petro, como una amenaza inminente, creando - en nombre de la patria, la familia, la libertad- el imaginario colectivo de que el cielo se vendría abajo con el castro-chavismo que supuestamente éste personificaba.
Para el intelectual socialdemócrata Álvaro Cuadra, se trató de una hábil y muy bien ejecutada estrategia político-comunicacional del sector uribista que le asegurará un triunfo amplio en la segunda vuelta, mientras que la candidatura de Petro (en el extremo adverso del uribismo) despojó de toda opción al candidato “ideal” de centro, Sergio Fajardo.
La primera vuelta fue ampliamente favorable para las fuerzas alternativas a la extrema derecha. Hoy estas fuerzas viven el reto de no dejar escapar la opción jamás tan cercana de acceder al gobierno para impulsar las transformaciones aplazadas durante 200 años de soledad, desigualdad y violencia, como recalcara Petro en su discurso en el centro de Bogotá. Es un reto histórico: no es Petro, sino la posibilidad de una nueva Colombia.
Camilo Rengifo Marín
Economista y docente universitario colombiano, analista asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)
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