Contrapolítica de la pandemia: apoyo mutuo, crítica y esperanza

30/04/2020
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Foto: https://www.cronicapopular.es
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La contrapolítica apoyo mutuo-crítica-y-esperanza es celosa de la ciencia. La reclama para sí, para hacer de la vida una experiencia dignificante y liberadora.

 

Veo tres herramientas individuales y colectivas mediante las que podemos enfrentarnos a la contingencia del coronavirus y la consiguiente crisis con la que irrumpe en nuestras vidas: apoyo mutuo, crítica y esperanza. Estoy consciente de que estas tres formas de contrapolítica frente a la crisis encuentran serias limitaciones para quienes aspiran a escuchar argumentos grandilocuentes de transformación o reforma sistémica; también, quizá, para quienes esperan sesudos cálculos estadísticos sobre las fallas o aciertos de los sistemas sanitarios o sobre las medidas de rescate económico ante lo que se ha predicho como la mayor recesión económica desde los años 30 del siglo XX. Aunque considero fundamentales estas discusiones, estas líneas persiguen otro derrotero. Y es que, como la crisis se antoja larga y fatigosa, más nos vale intentar imaginar algunas buenas ideas y, más aún, algunos buenos instrumentos, toda vez que lo que más anhelamos es, de siempre, cambiar el [nuestro] mundo.

 

            Estos últimos meses nos vemos visto asediados por un ruido informático sumamente estrepitoso provocado por una desinformación creciente y especulativa sobre los orígenes y consecuencias de la pandemia [1]. La falta real de datos y estudios precisos, que están siendo generados al tiempo que se expande el virus SARS-CoV-2, contribuye a la “infodemia”. El aislamiento forzado o voluntario no ayuda mucho a sobrellevar la cuarentena emocionalmente. En días pasados he tenido la oportunidad de conversar con amigos/as y compañeros/as sobre los efectos que tiene la contingencia sanitaria en nuestra salud psicoemocional. La transformación radical de las rutinas, el distanciamiento afectivo con nuestros familiares o amigos, la duplicación o triplicación de las cargas laborales para un@s, para otros, el miedo al contagio por obligación de asistencia al trabajo, el desempleo creciente, el sometimiento a horas y horas televisivas de información, junto con el bombardeo periodístico, están llevándonos a grados de estrés y angustia sumamente elevados.

 

            No creo necesario esperar a un estudio pospandemia para confirmar que la curva que creció no fue solo la de contagios, sino también la de las afecciones psicoemocionales [2]. El ejemplo más terrible de ello ha sido la escalada de violencia doméstica hacia las mujeres, niñas y niños en el mundo, y de forma especialmente preocupante en América Latina [3]. En la misma línea de afecciones psicoemocionales iatrogénicas (término para designar las enfermedades de origen médico, en este caso por atención institucional insuficiente) podemos situar el pánico frente al contagio del nuevo coronavirus que ha llevado a algunas personas a agredir física y verbalmente al personal de salud o a otras personas ya enfermas; la incertidumbre más dolorosa ha orillado a algunas más a optar por el suicido ante la posibilidad de presentar COVID-19.

 

            La amenaza más grave del coronavirus en el largo plazo –lo han dicho decenas de plumas, voces, individuales y colectivas en las últimas semanas y meses– no es propiamente la pandemia que atenta directamente contra la salud, sino los dejos de autoritarismo que los gobiernos del mundo están mostrando como una forma de contener los contagios. Es que, si ampliamos la mirada, y con todos los estudios aportados por la ecología, podemos adelantar que esta no será la única pandemia de esta magnitud que habremos de experimentar en los años por venir. La excesiva industrialización y expansión urbana, así como la ampliación de la frontera agroganadera, el incremento de la demanda de proteína animal, entre otros procesos provocados por actividad humana –y específicamente por el modelo capitalista de producción y consumo–, liberan virus alojados en ecosistemas autorregulados que terminan por saltar a la especie humana desde especies animales vía un proceso llamado técnicamente zoonosis [4].

 

            Así lo han afirmado esas voces, y así lo comparto sin pretender caer en torpes predicciones, que el mundo posterior a la pandemia habrá colectado buenas cantidades de experimentos políticos y sociales que hoy están poniéndose en marcha y sumando al stock de estrategias de represión que ya existen, ahora adicionado con nuevas formas de control masivo de poblaciones. ¿Alguien podría dudarlo cuando en cuestión de semanas el coronavirus nos confinó en los hogares y sacó a la policía y ejércitos a las calles? Cabe preguntar: ¿qué papel juega el pánico en la reclusión privada del descontento social? Un incremento paralelo del consumo televisivo y otras señales acompaña el confinamiento en la región latinoamericana [5]. Semanas atrás el discurso político mexicano era más bien objeto de ataques o desinterés; hoy sube sus ratings televisivos gracias a que todos nosotros, espectadores, esperamos pacientemente el mensaje, la autorización, la sanción y el orden [6]. 

 

            Resultan tremendamente paradójicas las soluciones autoritarias frente al discurso bien difundido de la cooperación y los llamamientos a la unidad que sostienen los organismos gubernamentales, desde la OMS, el FMI, la CEPAL y homólogas, hasta las administraciones públicas locales del mundo. Como ha dicho Gustavo Esteva en diversos ejercicios colectivos de conversatorio en la Universidad de la Tierra de Oaxaca en las últimas semanas: la exigencia de autoritarismo y dirección estatal se ha hecho general; no importando la adscripción ideológica de los demandantes, la pandemia ha activado una necesidad por el autoritarismo –incluso de añosos rebeldes– que poco alcanzamos a comprender.

 

            En efecto, todas y todos demandamos que el Estado hoy cumpla con sus funciones más elementales de provisión de servicios de salud ateniendo a un derecho humano universal irrenunciable. En materia de salud pública esperamos que el Estado –que atesora crecientes cantidades de capital y de poder– vele por la salud de las personas y dirija sus recursos y esfuerzos a proteger la vida objeto de interés común. ¿Pero será con el ejército y la policía en las calles la única forma de encontrar formas de orden colectivo ante las crisis sanitaria? Me temo que si resolvemos que sí, hemos cedido ante el autoritarismo y hemos desactivado aquella glándula de la que nuestro finado Eduardo Galeano nos habló.

 

            La crisis que se muestra ante nuestros ojos es una quiebra de las instituciones sanitarias a nivel global como resultado de años de políticas eufemísticamente llamadas “de austeridad” o de “ajuste estructural”, para no vocalizar N-E-O-L-I-B-E-R-A-L-E-S [7]. Todos los sistemas de salud donde el embate del virus ha sido a gran escala, sin importar el tamaño de la economía o de su inversión en materia de salud, ciencia y tecnología, se han visto rebasadas por las curvas de contagios. Esto no debe pasarse por alto: el modelo de medicina institucional es incapaz de proteger pacientes y personal ante la debacle sanitaria que experimentamos. Han habido múltiples denuncias de médicos, médicas y enfermeras/os por la falta de materiales de trabajo esenciales en las mayores economías como EUA, China y en países como Italia y España; en América Latina y México esto no es algo que desconozcamos, ni nada que deba extrañarnos.

 

            Los países mayormente afectados han recurrido a la ayuda internacional para paliar o mitigar las infecciones, importando personal médico, materiales quirúrgicos, medicamentos o tecnología porque sus reservas son insuficientes.  Algunos terroríficos ejemplos como el ecuatoriano nos muestran la incompetencia institucional para paliar la crisis sanitaria –que a decir de Melissa Moreano (Grupo de trabajo Ecología Política-CLACSO) también da cuenta de un profundo desprecio hacia las clases populares por parte de las élites políticas y económicas– [8]. Aun así, aun estando el gobierno obligado a cumplir con sus funciones –y aun teniendo nosotros el derecho a exigirle–, se vuelve necesario mantener una actitud crítica frente al papel de las instituciones de salud y los gobiernos, así como frente a los intereses que rondan especulativamente la crisis que hoy desestabilizan mercados de bienes básicos, energéticos y sanitarios. Una actitud crítica nos imposibilita a conservar ecuanimidad frente a las respuestas autoritarias a veces tomadas como alternativas simplificadoras de los dilemas morales, cuyo respaldo es bastante significativo en América Latina [9].

 

            La crítica es una de las pocas herramientas que podemos alimentar en estos momentos. Es útil decir que el colectivo Mujeres Creando en Bolivia acierta cuando denuncia “Quédate en casa no es lo mismo que cállate en casa”. Una primera reacción ante la contingencia ha sido suspender algunas críticas del pasado y dejar espacio a la dirección vertical de gobiernos e instituciones con bajo nivel de credibilidad y aceptación social [10]. Al tiempo que las políticas de distanciamiento social y mitigación epidemiológica son autorizadas por la ciencia institucional para priorizar la protección de la vida; esa misma ciencia institucional se calla frente a la construcción de megaproyectos dañinos e injustos para comunidades y para la naturaleza, solapa la industria contaminante en todas sus vertientes, aprueba proyectos agroindustriales que socavan la frontera natural y atentan contra la biodiversidad, se inmuta ante la industria alimentaria que provoca epidemias también activas como la diabetes, la hipertensión o la obesidad (co-morbilidades clave dentro de la crisis actual). Así como la ciencia institucional ordena la construcción de ventiladores, oculta informes científicos que desmienten la inocuidad socioambiental de megaproyectos [11]. La crítica a la ciencia como institución y a la ciencia como medio de conocimiento son dos cosas distintas, y esta distinción básica parece haberse suspendido.

 

            Y es que la actual crisis no será resuelta únicamente mediante la imprescindible práctica médica (hoy fatalmente acorralada por la carencia de materiales, personal, infraestructura y datos), sino principalmente desde la salud pública, lo cual debe por definición involucrar no solo a las instituciones gubernamentales, sino a la gente. “Aplanar la curva” pasa sí por una efectiva intervención médica, pero también por una apropiación social de los conocimientos científicos que lleven a la adopción de estrategias individuales y colectivas de prevención. Más que a un acatamiento de la norma, me inclino a pensar que es la comprensión del riesgo y las formas de mitigarlo la manera en la que socialmente debe dirigirse la contención pública de la presente pandemia, así como de otras posibles enfermedades en el por venir.

 

            Medidas de prevención y salud comunitaria, así como de alternativas económicas no directivas surgen por doquier. Hogares convertidos en talleres de confección de mascarillas o cubrebocas, reparto de despensas a personas desempleadas o en situación de calle, labores populares de sanitización del espacio público, trueque, autoempleo, reagrupación de economías familiares, redes de cuidado de personas mayores y niños, entre muchas otras. Son esas formas de solidaridad o apoyo mutuo las que habremos de conservar, nutrir, reforzar y ampliar para salir adelante.

 

            En estos días de confinamiento he optado por salir de casa a dar paseos nocturnos. Entre la media noche y la segunda hora de la mañana, las calles y las casas permanecen habitadas fuera de lo usual. Producto del insomnio colectivo por los cambios en las rutinas, por el encierro masivo o por cualquier otra razón que se me escape justo ahora, se hace lugar una actividad por demás inquietante. Niños y jóvenes jugando, adultos conversando en las banquetas, familias enteras reunidas al interior de sus hogares cenando o divirtiéndose, fiestas y reuniones hasta altas horas de la noche. En un acto de desconocimiento, indiferencia o irreverencia, a todas luces aquello rompe con la primer medida básica de mitigación de la pandemia: “quédate en casa”. Sin embargo, la esperanza entra por la puerta. Unas semanas fuera de la rutina esclavizante del trabajo obligatorio y ya circula la pregunta de si vale la pena siquiera volver al empleo. Lo anterior es un retrato de cómo solo hace falta dar prioridad a la vida, descomplejizándonos, regresando a la comunidad y a nuestro libre habitar cotidiano para imaginar nuevas o recuperar viejas formas de existir.

 

            Es importante anotar, por otro lado, que, aunque nos permitamos un cierto margen de imaginación y esperanza, la realidad es arrolladora para millones de personas que serán arrastradas por la recesión ya en curso y a las que la crisis sanitaria afecta más crudamente. Esta es una realidad contradictoria con la imagen anterior, pero que no es posible ignorar si aspiramos a encontrar salidas. Cantidades ingentes de personas que han visto también un retroceso en derechos ganados a punta de luchas intestinas durante décadas. El caso paradigmático son las mujeres y las clases trabajadoras, pero también pueden incluirse migrantes, niñas, niños, minorías étnicas, cuyas condiciones de desigualdad y violencia estructural son agravadas con la pandemia.

 

            Los tres antídotos en los que pienso estos días no son ideas mías. Muchas personas y colectivos han decidido que ese es el camino a seguir en medio de un fenómeno que escapa a todo nuestro control.  Tedros Adhanom, director general de la Organización Mundial de la Salud (OMS), se ha mostrado preocupado por los múltiples rebrotes del coronavirus producto del relajamiento de las medidas de restricción social [12]. Todo apunta que el virus SARS-CoV-2 llegó para quedarse, al menos por un buen tiempo. Entonces, no podemos relajar tampoco la crítica a un modelo de sociedad, política y economía que nos ha puesto en este atolladero.

 

            Sabemos que el virus es resultado del objetivo de acumulación incesante del capital que invade ecosistemas para mantener la producción y demanda de productos ganaderos, del crecimiento rampante de las ciudades y nuestros modos de vida modernos-coloniales-occidentales que precisan de crecientes cantidades de energía, satisfactores y lujos. Sabemos que las instituciones médicas en su gran mayoría son siempre insuficientes y desiguales, y que los contagios por coronaviurs solo vienen a agravar las carencias por la magnitud de enfermos simultáneos. Sabemos también que la política de arriba hace un uso mediático de las crisis. ¿Cuántos gobiernos locales no han ignorado problemas particulares –como la inseguridad y violencia producto del crimen organizado, la migración, las desapariciones forzadas, la violencia hacia las mujeres, el asesinato de activistas, la pobreza, las desigualdades y un larguísimo etcétera– por participar del llamado político-moral (por lo tanto, político-electoral) a combatir la pandemia? Que no se confunda: la contrapolítica apoyo mutuo-crítica-y-esperanza es celosa de la ciencia. La reclama para sí, para responder a intereses y necesidades colectivas; para sumar al cúmulo de saberes y experiencias útiles para hacer de la vida una experiencia dignificante y liberadora. Son estos precisos momentos que nos confirman que la ciencia es fundamental para construir un mundo justo, pero que no puede seguir en las manos equivocadas.

 

Referencias y notas

 

[1] Adhanom Ghebreyesus, Tedros y Alex Ng (ONU). (2020, 18 de febrero). Desinformación frente a medicina: hagamos frente a la ‘infodemia’. El País. Recuperado de: https://elpais.com/sociedad/2020/02/18/actualidad/1582053544_191857.html

 

[2] En España el Colegio Oficial de la Psicología de Madrid confirma que “ El teléfono de atención psicológica [...] ha realizado 5.300 intervenciones desde el 27 de marzo, de las cuales el 96 % corresponde a sintomatologías de ansiedad por temor a la enfermedad y un 30 % a depresión por el mismo motivo”. Fuente: Agencia de Noticias EFE en https://www.lavanguardia.com/vida/20200417/48571287700/el-96-de-atenciones-del-colegio-de-psicologia-son-con-ansiedad-ante-covid-19.html

 

[3] “A medida que los países informan sobre la infección y el confinamiento, cada vez son más las líneas de atención y los refugios para la violencia doméstica de todo el mundo que notifican un incremento de llamadas en busca de ayuda. En Argentina, Canadá, Francia, Alemania, España, Reino Unido y los Estados Unidos, las autoridades gubernamentales, las personas que defienden los derechos de las mujeres y aliados de la sociedad civil han señalado un aumento de las denuncias de violencia doméstica durante la crisis y mayor necesidad de protección de emergencia. Las líneas de atención de Singapur y Chipre han registrado un aumento de las llamadas de más del 30 por ciento. En Australia, el 40 por ciento de quienes trabajan en primera línea comunicó en una encuesta realizada en Nueva Gales del Sur un incremento de las peticiones de ayuda como consecuencia de una escalada en la intensidad de la violencia”. Fuente: Mlambo-Ngcuka, Phumzile (Directora Ejecutiva de ONU Mujeres). (2020, 06 de abril).  Violencia contra las mujeres: la pandemia en la sombra. ONU Mujeres. Recuperado de: https://www.unwomen.org/es/news/stories/2020/4/statement-ed-phumzile-violence-against-women-during-pandemic ; Ver también: Piras, Claudia (2020, 23 de marzo). Las mujeres en América Latina y el Caribe enfrentan mayores riesgos ante el Coronavirus. Banco Interamericano de Desarrollo. Recuperado de: https://blogs.iadb.org/igualdad/es/mujeres-enfrentan-mayores-riesgos-ante-coronavirus/

 

[4] Shah, Sonia. (2020, marzo). Contra las pandemias, la ecología. Le Monde Diplomatique. Recuperado de: https://mondiplo.com/contra-las-pandemias-la-ecologia ; Lara, Luis Ángel. (2020, 29 de marzo). Causalidad de la pandemia, cualidad de la catástrofe. eldiario.es. Recuperado de: https://www.eldiario.es/interferencias/Causalidad-pandemia-cualidad-catastrofe_6_1010758925.html

 

[5] Para México ver estudios de Nielsen IBOPE en: https://www.nielsenibope.com/coronavirus-covid-19/ ; Para América Latina ver estudio de Kantar IBOPE Media en: https://www.kantaribopemedia.com/estudos-type/covid-19/

 

[6] “Las transmisiones del Gobierno de la República en relación al COVID-19 todos los días en punto de las 7 pm, han incrementado su audiencia, el 30 de marzo de 2020 se registró el número más alto con 489.3 K personas, mismo día que se anunció la Emergencia Sanitaria en nuestro país. Hasta el 5 de abril de 2020, 11 millones 852 mil personas han visto al menos un minuto de alguna de las conferencias y permanecieron en promedio 22.94% del total de su duración. La conversación social respecto a las conferencias en vivo del Gobierno ha experimentado un crecimiento exponencial, pues la audiencia ha mostrado su interés por estar informados y participar de las conversaciones que se generan en Social Media en torno al tema”. Ver: Nielsen IBOPE. (2020, 08 de abril).  Audiencias y programación en tiempos de Coronavirus COVID-19. Recuperado de: https://www.nielsenibope.com/2020/04/08/audiencias-y-programacion-en-tiempos-de-coronavirus-covid-19/

 

[7] Basile, G. (2020, marzo). Coronavirus en América Latina y Caribe: Entre la terapia de shock de la enfermología pública y la respuesta de la salud colectiva/salud internacional Sur Sur (IV Dossier de Salud Internacional Sur Sur Coronavirus). CLACSO/Grupo de trabajo Salud Internacional y soberanía sanitaria.

 

[8] CLACSO. (2020, 23 de abril). Serie de conversatorios virtuales «Ecología política de las pandemias». Primer encuentro: La vida sin respirar: relatos de la tragedia y experiencias de lucha contra la pandemia en América Latina. Recuperado de: https://www.clacso.org/actividad/serie-de-conversatorios-virtuales-ecologia-politica-de-la-pandemias-primer-encuentro/ Ver en: https://www.youtube.com/watch?v=jGRR85BYI9k&t=3112s

 

[9] Informe Latinobarómetro 2018. Ver en: http://www.latinobarometro.org/latdocs/INFORME_2018_LATINOBAROMETRO.pdf.

 

[10] “La baja aprobación de gobierno en América Latina es un buen indicador del declive de la democracia. No estamos hablando de un gobierno, sino de gobiernos de 18 países que sufren del mismo mal, cual es que América Latina no ha podido desmantelar la desigualdad, a pesar el crecimiento económico y de la movilidad social de un segmento de la población que ha permitido la existencia de una nueva clase media. Al mismo tiempo ha fallado en las garantías sociales, a pesar del aumento de educación y acceso a servicios públicos” (p. 46). Informe Latinobarómetro 2018. Ver en: http://www.latinobarometro.org/latdocs/INFORME_2018_LATINOBAROMETRO.pdf.

 

[11] Desinformémonos.org. (2020, 12 de marzo). Conacyt ocultó informe sobre impactos negativos del Tren Maya en áreas naturales y comunidades indígenas.  Recuperado de: https://desinformemonos.org/conacyt-oculto-informe-sobre-impactos-negativos-del-tren-maya-en-areas-naturales-y-comunidades-indigenas/

 

[12] Quiroga, Ricardo. (2020, 22 de abril). Hay rebrotes de Covid-19 en países bajo control, alerta la OMS. El Economista. Recuperado de: https://www.eleconomista.com.mx/arteseideas/OMS-hay-rebrotes-por-Covid-19-en-paises-controlados-20200422-0072.html ; Quiroga, Ricardo. (2020, 27 de abril). OMS advierte sobre posibles rebrotes de Covid-19 por súbito levantamiento de restricciones. El Economista. Recuperado de: https://www.eleconomista.com.mx/arteseideas/OMS-advierte-sobre-posibles-rebrotes-de-Covid-19-por-subito-levantamiento-de-restricciones-20200427-0063.html

 

30 de abril de 2020

 

Alonso Merino Lubetzky

 Escribo y trabajo desde la ecología política. Gestor intercultural con enfoque en ciencia, tecnología y sociedad por la UNAM. Estudiante de maestría en estudios del desarrollo. Educador universitario en la UNAM y en la Universidad de Guanajuato. Miembro de la Red de Decrecimiento y Organización Comunitaria (REDOC) Guanajuato.

 

[tw] @amerinolubetzky

 

https://poplab.mx/column/Opusculodelcrecimiento

 

 

https://www.alainet.org/pt/node/206264
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