Covid-19 nos abre una nueva oportunidad
- Opinión
En el Perú, la larga historia de las luchas por la independencia, la transformación socio-económica y la recuperación de nuestra identidad, ha sido marcada por una fase que se inició con la irradiación de la Revolución Cubana, y se está terminando con el virus COVID-19 que ha servido como reflector de nuestra horrible sociedad Capitalista.
Al mismo tiempo, el fin de esta fase está dando inicio a una nueva era de convulsiones sociales, incentivada por la depresión económica y la ya deplorable situación socio-económica de las grandes mayorías. La recesión en América Latina y, muy especialmente en Perú, está motivando, al mismo tiempo, grandes movilizaciones sociales de un nuevo estilo y contenido.
Esta fase, que ha durado un poco más de medio siglo (1963 – 2020), está llegando a su término. Se inició con los movimientos pre-guerrilleros. Y toma su máxima expresión con la presencia de Sendero Luminoso. La caída de este movimiento político-militar fue utilizada por los operadores de la doctrina del Consenso de Washington. Es decir, se minimizaron los gastos de la administración pública, y se negó al Estado toda participación en la actividad económica. Todo ello en beneficio del sector privado. La Constitución Política de Fujimori (1993) autoriza el vandalismo a venir.
Los gobiernos de Fujimori, García, Toledo, Humala… venden las empresas públicas “deficitarias” y “mal gestionadas”. Fujimori, además, se encargó de despedir miles de empleados públicos. Una época de corrupción con los bienes del país, y de asesinato de todo aquel que pretendía oponerse a su Gobierno. No había mejor argumento de acusación que llamar “terrorista” a quien ensayaba cuestionar, denunciar o, simplemente, pedir aumentos salariales.
Tres décadas de anti-patria y de sumisión. Se depreda los recursos naturales y se inicia una venta camuflada de enormes extensiones del suelo patrio. Una época en donde la “izquierda”, por diferenciarse de Sendero Luminoso, facilitó la expansión de la corrupción en todos los niveles de la administración pública. Y en los casos en donde la “izquierda” tuvo acceso al manejo presupuestal del Estado, también participó en la orgía de la corrupción.
COVID-19 ha llegado para dar término a esta fase y dar inicio a otra. Esta pandemia ha permitido, a nivel mundial, la toma de consciencia por parte de la población, y de los trabajadores especialmente, de cómo es manejado, por los pequeños grupos de poder, el resultado de su trabajo y el de sus antecesores. Toda la riqueza creada por el país es apoderada por una cúpula que se enquista en el manejo de la gestión pública, al mismo tiempo que facilita la libre y fácil creación de riquezas por las grandes empresas multinacionales.
COVID-19 nos ha mostrado igualmente que los enfermeros, el personal de limpieza pública, los soldados, los policías sin galones… son mucho más importantes para la sociedad que los Ministros de Salud, Alcaldes, Gobernadores, Generales del Ejército y de la Policía… que solamente se han dedicado a robar y mal usar los fondos y bienes públicos, en medio de una corrupción generalizada. Además, el salario de dichos trabajadores, que a cada instante están arriesgando su vida en favor del resto de la población, está por debajo de 930 soles mensuales, mientras que la “élite” de una sociedad malsana gana entre 30 mil y 100 mil soles mensuales. Para estos parásitos de la sociedad, la vida de las personas atacadas por el COVID-19 no tiene importancia. Para ellos lo que cuenta son los miles o millones de soles que ingresan a sus bolsillos.
COVID-19 nos ha mostrado igualmente que la “sociedad” capitalista no tiene el rango de sociedad. Ha bastado un aislamiento de 15 días para ver que miles de personas retornan a sus pueblos de origen por falta de ingresos monetarios. Otro tanto de personas tienen que salir a las calles, arriesgando sus vidas, porque no tienen simplemente con qué supervivir. En la “sociedad” capitalista reina el individualismo, sin ningún nexo real entre las personas de una sociedad.
Los que viven el día a día como los informales, los desempleados y subempleados, simplemente han tenido que desobedecer las órdenes de un Gobierno centralista que, por lo visto, no conoce ni le interesa la real situación económica de sus electores; de una juventud y de una niñez abandonada. Dado los míseros salarios de la mayoría de los trabajadores, una vez puestos en confinamiento “voluntario”, rápidamente sentían los estragos del hambre. COVID-19 nos ha mostrado lo horroroso que es vivir en una “sociedad Capitalista”.
El primer gran signo dentro de una nueva era de movilizaciones sociales ha sido el de los Chalecos Amarillos (gilets jaunes) en Francia. Un movimiento de corte horizontal y sin obediencia a ninguna cúpula centralizada. Las grandes centrales sindicales fueron señaladas como colaboradoras de todos los gobiernos corruptos. Los partidos políticos, tanto de derecha como de izquierda, fueron señalados por su compromiso con los grupos de poder. Tanto el Congreso de la República como el Presidente de la República quedaron identificados como los guardianes de los grupos de poder.
Este movimiento de gran amplitud y de una larga resistencia a nivel nacional, ha permitido identificar las dos características fundamentales de las instituciones del futuro. Ellas serán de organizaciones horizontales y de un solo nivel de decisión. Podrán tener varios niveles en su organización institucional pero, en definitiva, quien tomará las decisiones será la organización de base, y sin ninguna posibilidad de apelación a un estrato superior.
La segunda característica de las organizaciones del futuro próximo será el de ser “simples, dentro de un mundo complejo”. Es decir, el tamaño de las organizaciones estarán determinados por el proyecto de desarrollo o el problema a resolver, permitiendo así la participación directa de cada uno de sus miembros en la totalidad de decisiones de su organización y el de la sociedad. No más congresistas ni Alcaldes que decidan en su lugar. No más Presidentes de la República que decidan a su plaza en lo que ellos deseen resolver, realizar o ejecutar. Con ello ingresaremos a una a una nueva forma de organización social, la Democracia Directa Moderna.
Pero para que estas características de las nuevas instituciones puedan ser practicadas realmente, y no sean letra muerta, como es el caso de la Constitución del país o el de los tantos logros en los Derechos Humanos, es imprescindible un gran Cambio en la Base Socio-económica de la sociedad. Un cambio en los mecanismos de la actividad socio-económica que permita que la totalidad de la riqueza creada vuelva a todos los habitantes del país, en partes más o menos iguales. Un nuevo ordenamiento de nuestra sociedad que estará garantizado por un financiamiento ilimitado y gratuito para la creación de empresas-país, empresas que serán de propiedad comunitaria.
Todo ello se sintetiza en una fórmula que, en realidad, es uno de los elementos fundamentales para lograr el Bienestar General de la población:
(PBI2 – W2) / N = r
Si a la totalidad del Producto Bruto Interno (PBI) generado por el Sector 2 de una economía de mercado, se le descuenta la masa de salarios (W) pagados a los trabajadores de dicho sector y, al resultado de la diferencia lo dividimos entre el total de la población (N), obtendremos que cada uno de los miembros de la sociedad, desde que nace hasta el final de sus días, recibirá un ingreso monetario igual a “r”, que será su Remuneración de Base de cada persona.
Es esta visión más clara y concreta de nuestro futuro, lo que permitirá dar el gran salto en la calidad de las nuevas movilizaciones sociales.
Esta nueva fase, que se abre en las luchas sociales, ya no serán solamente de carácter reivindicativo o de protesta. Luchará por el cambio de la actual Base Socio-económica. El objetivo de la actividad económica ya no será el de la búsqueda del dinero por el dinero. El objetivo será el bienestar de las personas, el respeto de la dignidad humana, y el desarrollo integral de las personas, tanto individual como social.
Este cambio en el contenido de las luchas sociales sellará un gran avance en la toma de conciencia de las grandes mayorías en el manejo de su destino. Con ello se logrará recuperar el poder de decisión en su futuro, por cada una de las personas que componen el grupo social.
Estas nuevas movilizaciones sociales nos dan la certeza de estar muy próximos de la Revolución en el manejo de nuestras vidas como seres humanos. Nuestro futuro próximo se aproxima a grandes pasos.
Lima, 3 de junio del 2020
Dr. Hugo Salinas
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