Nayib Bukele, una figura líquida
- Opinión
En esta época que vivimos, la creciente desafección de la política y una globalización elitista que deja abandonadas socialmente a las mayorías, ha puesto de moda la aparición de personajes en la política que prometen soluciones fáciles y baratas a problemas complejos que requieren de una voluntad y una fuerza social y política para hacer transformaciones de verdad. Lo presentado como nuevo es en realidad una gran burbuja rellena de promesas incumplidas. Vivimos un tiempo de novedades sin consistencia.
Ante lo nuevo el público asiste hipnotizado a una escenificación macabra que gira alrededor de quien como los falsos predicadores ofrece el cielo en la tierra. Esto ocurre porque los tiempos políticos se han acelerado vertiginosamente y se buscan soluciones rápidas a problemas estructurales. Las promesas duran poco y además son falsas, pero hacen daño en el tejido social porque defraudan y generan un escepticismo que alimenta nuevas abstenciones.
Vivimos un carrusel político de apariciones efímeras de nuevos liderazgos. Ocurre en todo el mundo. Pero como llegan desaparecen de escena, sencillamente porque son virtuales, no cuentan con apoyos de ciudadanías organizada, no tienen el valor de la experiencia. Estos liderazgos son puntuales, no resisten las dificultades porque en realidad si llegan al gobierno gobiernan de manera autoritaria. Resisten mientras dura la lógica de la moda.
Pero los tiempos de la decepción con personajes como Nayib Bukele, van acortándose en lo que tarda en defraudar las expectativas creadas, en desilusionar, en descubrirse que sus promesas eran infundadas. Ya ocurre en algunos países: en poco tiempo aquellos personajes que ilusionaron sobre la base de la antipolítica divulgada desde el nacional-populismo, se han convertido en objeto de la indignación social. Quienes les votaron, terminada su legislatura pasan a la indignación.
La política impregnada de la tendencia a la moda, no es un ejercicio serio. Para empezar porque suple lo que deben ser propuestas de gobierno estudiadas y sopesadas por ideas extravagantes que manipulan la buena voluntad de la gente. Surgen candidaturas basadas en la sed de venganza que se despierta en mucha gente que se ha visto maltratada por las crisis. Ahora bien, siendo como son las crisis, consecuencia de las políticas de la derecha ¿por qué dejar de votar a la izquierda? ¿será porque le culpan de ser parte del sistema que maltrata? Si es así, se trata de un inmenso error.
La izquierda en El Salvador es la autora de la democracia que tenemos. Fue su sacrificio, su lucha, su voluntad de llegar a la paz, la que hizo posible que el país pasara de la oscuridad de una dictadura a la luz de las libertades. Naturalmente, convertida en fuerza política la ex guerrilla cometió errores, ¿cómo no cometerlos si todos y todas estrenábamos democracia hasta 1992 inédita en nuestro país? Pero los aciertos han sido más en cantidad y calidad. Los dos gobiernos del FMLN han centrado su atención en los más vulnerables, la pobreza ha retrocedido a pesar del neoliberalismo.
Los personajes como Nayib Bukele tienen el problema del egocentrismo llevado al extremo. Ellos son el Gobierno, el Estado y la Ley. Parte de la moda es la concentración del poder. ¿Cómo vamos a dejar que lo público se maneje en secreto? ¡Atención! Para algunos personajes la política no es más que la búsqueda del poder privado. Pueden disfrazarse de nuevas ideas, pero en esencia es una búsqueda privada del poder.
Hay que exigir transparencia y hacer que las cuentas públicas sean públicas. Y algo tan elemental pero tan trascendental, por el bien de todos y por el mal de nadie, requiere un presidente sometido a la Ley, a la Constitución. Algo que no casa bien con quien define a su país de tercermundista y menosprecia el valor político y moral de ser su presidente.
El culto a la novedad tiene, sin embargo, una contrapartida. Siempre ofrece una nueva oportunidad a la experiencia, a quienes llevan muchos años peleando en democracia y lejos de ser gente líquida es gente sólida.
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