Lo personal es político
- Opinión
Dentro de la Academia tradicional Occidental, nunca ha habido espacio para las subjetividades individuales ni colectivas, el problema con esto radica en que mucho del contenido político de las luchas sociales nace de esta academia, y lo que no entienden es que las batallas de los(as) mayorías oprimidos(as) nuestras emociones y sentimiento se vuelven catalizadores, es por eso que lo personal también es político.
Esta consigna política surgida desde el feminismo, pero que ha calado otras luchas sociales, a su vez, ha sido empleada y profundizada desde el pensamiento decolonial latinoamericano para integrarla en nuestra comprensión de las realidades de nuestra América.
Aunque sabemos que hubo algunas voces de pensadoras que planteaban la necesidad de transformaciones desde lo privado para que las mujeres pudieran actuar en lo público, como por ejemplo la clara voz de Alejandra Kollontai con su libro “Mujer sexualmente emancipada” o el “Cuarto propio” de Virginia Woolf, fue en la década de los setenta del siglo XX que esta idea adquiere un significado especial al politizar lo privado y llevarlo al ámbito público.
Surgimiento de la consigna “lo personal es político”
El eslogan o mantra “lo personal es político” se acuñó en los EEUU a finales de los 60s por el entonces naciente movimiento feminista llamado Women´s Liberation Movement. Fue una feminista radical de Nueva York quien escribió el primer artículo publicado sobre esta maravillosa idea/acción. Otras feministas de la época ya habían hablado de la importancia de lo personal y de la esfera privada como un locus de discriminación contra las mujeres, pero el eslogan en sí mismo se empezó a utilizar en 1965. En aquel entonces no existían los estudios de la mujer ni había revistas donde publicar
pensamientos feministas por lo que no se conocen quiénes realmente fueron las primeras en utilizarlo. No había internet, ni fax, ni correos electrónicos.
Ese primer artículo publicado cuyo título era precisamente “The Personal is Political”, lo escribió Carol Hanish en 1969 y se distribuía mimeografiado de un grupo feminista a otro. El artículo era una respuesta a ciertos grupos de izquierda que se burlaban de las feministas por constituir grupos de autoayuda o de concientización feminista que según las y los izquierdistas eran realmente grupos de “terapia” que eran constituidos, según ellas/os, por mujeres burguesas que se preocupaban más de sus
propios problemas individuales que de las injusticias sociales.
La discriminación contra las mujeres no se consideraba una injusticia social
Entonces Carol escribe este artículo para explicar por qué la concientización no es terapia, aunque puede ayudar a las mujeres a sentirse mejor al reconocerse como valiosas. Explica que cuando en un grupo de concientización una mujer habla de un problema individual, entre todas las integrantes del grupo lo politizan al entender que es un problema compartido que no se debe a deficiencias individuales sino a las estructuras patriarcales. Al darse cuenta de esto el problema se politiza porque se toma conciencia de que se pueden transformar esas relaciones de poder que se creían inmutables.
Politizar lo personal
Hablando desde sí -desde las entrañas, la cotidianidad- las feministas se dieron cuenta que, a pesar de ser diversas, todas tenían experiencias de invisibilización, de discriminación, exclusión y opresión en mayor o menor grado dependiendo de la clase, etnia u otra condición que las identificara y que esto sólo se podía explicar gracias a la existencia de un sistema que las mantenía oprimidas a todas las mujeres a pesar de sus enormes diferencias. Una estructura que está enraizada a nuestro ser y nuestro cuerpo diría Bourdieu. Fue así como se dieron cuenta que una experiencia personal de discriminación o exclusión respondía a un sistema político de opresión de todas las mujeres (diversidades sexuales y hombres también) y ese sistema político es el patriarcado.
Comprender que lo personal es político las llevó a entender que las discriminaciones, exclusiones y violencia que sufrimos las mujeres no son un problema individual que sólo concierne a las agredidas, discriminadas o excluidas, sino que la vivencia individual de la desigualdad es parte de un sistema que deshumaniza a todas las mujeres. Se trata entonces de un problema político que requiere de soluciones políticas.
La subjetividades no son nimiedades
La epistemología de la Modernidad se define por dividir nuestras cosmovisiones y valores según una lógica dicotómica y no siempre complementaria, como frecuentemente nos hacen creer. En este sentido, una de sus premisas más fundamentales es la objetividad vs. La subjetividad. Estas dos categorías esconden un mecanismo de opresión que se ha normalizado en nuestra sociedad; creemos que el desarrollo, la modernización, la producción de saberes, entre otros, sólo es posible a través de una presunta objetividad imposible de alcanzar, provocando que nos seamos ajenos y ajenas a nosotrxs mismxs porque creemos que, sino no es así, no podremos pensar “razonablemente” y, además, es lo que ha hecho que la sabiduría femenina haya sido históricamente infravalorada. Es todo un engranaje.
Pero, lo cierto, y es un hecho histórico, que son las subjetividades las catalizadoras de los estallidos sociales, las protestas y las manifestaciones ante las desigualdades, opresiones y subyugaciones de los cuales hemos sido víctima por siglo, especialmente en Nuestra América. Es por eso que el pensamiento crítico latinoamericano ha empezado a incluir las subjetividades dentro de la producción de conocimiento desde el Sur.
En consecuencia, “lo personal es político” no se limita a las mujeres ni al feminismo, aunque de ahí haya surgido, sino que es una herramienta metodológica y epistemológica que debe ser entendida, interiorizada y aplicada en todos los espacios de decisión, de convivencia, de dialogo, de controversia, de discusión, de mediación… en fin en lo político.
Ivel Urbina Medina es antropóloga e investigadora en el Museo Antropológico “Francisco Tamayo Yépez”. Venezuela
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