El imperio estadounidense está de regreso, con todo y guerras

27/11/2020
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  • Análisis
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Maniobras de la OTAN-Georgia
Foto: HispanTV
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-En la era postcovid-19, y Joe Biden como presidente, EE.UU. retorna al pasado de Obama, de Bush, de las amenazas permanentes

 

El mundo multipolar y lejano a los escenarios de la guerra fría, puede y debe darle la puntilla a un imperio "...que ya no tiene razón de ser".

 

Agárrense todos, “amigos”. Pero más los “enemigos”. Porque la guerra, con el imperio remasterizado, está de vuelta.

 

Es Joe Biden, el demócrata y ahora presidente electo —de un proceso altamente cuestionado por fraude, por el candidato republicano y presidente Donald Trump—, quien en compañía del nuevo gabinete de “seguridad nacional” llega con todo.

 

Es el replanteamiento de un Estados Unidos de regreso. Porque esa es la encomienda de los amos, no de los ciudadanos que en la “democracia” ejemplar votan, pero no cuentan, sino de aquellos que financiaron las campañas políticas de los demócratas. Los que representan el poder del dinero que rechazaron a Trump para un segundo mandato.

 

Porque se negó a ir a la guerra, el negocio de negocios. Todo lo contrario. No solo no se lanzó a ninguna guerra, llegó a proponer el retiro de las tropas de Afganistán. Por eso el bombazo en Irak en las oficinas de la embajada estadounidense, para que una decisión de gobierno así no prospere; menos en sus últimos días como presidente. El bloqueo a una decisión presidencial.

 

Con Biden el mundo tendrá el resurgimiento de las políticas del imperio estadounidense, por tratarse de un presidente cercano a las políticas de sus antecesores, Barack Obama o George Bush, contrario a Trump. ¡Ah, Trump!

 

Sí, Biden es el presidente Obama o Bush redivivo. Por eso el rechazo a Trump —¿el fraude también?—, porque los mandamases del dinero se cansaron de un presidente que iba a contracorriente de sus intereses.

 

El America first de la gran industria local, de los intereses propios, del resurgimiento de un país poderoso que vuelve la vista hacia sí mismo, no es negocio para el Deep Estate, los promotores del Estado profundo.

 

Ellos, los amos de la guerra, los fabricantes de armas, los exportadores, los manipuladores con los grandes medios de comunicación; los grandes financieros a su vez beneficiarios del dinero fiat, los actores de las empresas tecnológicas de la globalización. Entre ellos están los que ya no querían a Trump en la Casa Blanca.

 

 

 

El fraude estructural

 

Por eso le retiraron el apoyo a Trump. Por eso, sigue diciendo Trump a tres semanas de las elecciones, que le cometieron fraude. Que él ganó las elecciones. Por eso dijo que no habría “transición” de gobierno sino “continuidad”. Pero el parecer el fraude se operó tan bien que no dejó huellas, o no lo hubo.

 

Pero Trump dice que sí. Y en todo caso pudo no haber “fraude electoral”, pero seguramente sí lo hubo “estructural”. Donde todo se organizó para hacerlo y hacerlo bien. Es posible que el kit de la cuestión quedara en el voto por correo, pero eso era como organizar un fraude hormiga imposible de quedar rastro alguno.

 

El caso es que Trump dejará la Casa Blanca cumplido el plazo, pero no reconocerá que perdió. Por lo pronto, claro está que no es tan irresponsable, ha permitido dos acciones importantes que indican que la incertidumbre queda en el pasado: permitir la transición entre su gobierno saliente y el entrante; el envío de la información de seguridad nacional al presidente electo Biden.

 

Trump dejará, eso seguro, las puertas abiertas para regresar por la revancha en el 2024. Entre menos problemas genere, como azuzar a los grupos supremacistas y violentar a la sociedad, más tendrá la calidad moral para volver a competir.

 

Tendrá los próximos cuatro años para desnudar a sus “enemigos”, a los del Estado profundo. Porque es claro que ellos fueron sus principales opositores, porque al final de cuentas —otro asunto que quedó más que claro en la democracia ejemplar— el voto ciudadano no cuenta.

 

Vale ganar el Colegio Electoral, aun ganando por la mayoría del voto ciudadano. Y los datos quedaron muy distantes: 306 de Biden contra 232 de Trump, y una diferencia de casi seis millones de votos.

 

Bastó un cuatrienio para romper con Trump. Trump no es “negocio”. Le echaron en cara no iniciar ninguna guerra. Pero aparte, encaró a los poderosos, como a los grandes medios de comunicación. Ellos los promotores del triunfo de Biden antes del conteo final de votos.

 

En el Estado profundo están los promotores del viejo orden mundial, los agitadores de las guerras por el mundo. Ellos son la auténtica amenaza global. Ellos son los que están de regreso tras el triunfo (¿fraude?) de Biden. En el Deep Estate están los promotores de los golpes de Estado mediante las guerras híbridas, los asesinos.

 

Conta los enemigos de la democracia

 

En otras palabras, el imperio de los Bush y Obama está de regreso. Y vuelve amenazante para reiniciar las guerras —¿contra quién o quiénes?—, contra los “enemigos de la democracia”. Con Biden y su gabinete de guerra la opción estará otra vez “sobre la mesa”.

 

Así lo están dejando entrever en los primeros discursos. Son los “enemigos” de las últimas décadas. Una política que nadie les ha pedido ni aprobado nunca, pero se abrogan presumiendo que es el mundo el que exige el orden imperial, de las guerras.

 

Pero no. Hay que dejarlo claro pronto. Ese es un credo del pasado, fincado al término de la II Guerra Mundial, pero que a estas alturas está plenamente desfasado. El mundo no tolera más la hegemonía imperial, las guerras ni el saqueo de recursos naturales. Tampoco los golpes de Estado, esos lastres del pasado, de un pasado que ya no está.

 

El mundo reclama paz. No la paz de los sepulcros. Pero eso no le importa al imperio, no les interesa a sus representantes. Porque los verdaderos electores y quienes toman las decisiones de por dónde conducir a su país —secuestrado para sus fines—, son los señores del dinero, los dueños de las grandes fortunas, los auténticos amos.

 

Muestra clara que al imperio no le interesa la vida, es el contexto de la guerra bacteriológica, el otro causante de muertes en todo al mundo. Porque EE.UU. necesitaba algo similar a otra guerra mundial. La pandemia es esa guerra de alcance global. Para esconder su crisis, para ocultar la debacle que enfrenta, también estructural.

 

¿Por qué el presidente electo Biden no se prepara para contrarrestar al coronavirus, como sí lo están haciendo otros países como Rusia y China? Porque la pandemia no es un desastre “natural” como la gripe española sino un arma bacteriológica con fines geopolíticos.

 

Y si a EE.UU. no le interesa resolver la pandemia al interior, menos hacia afuera. Ya Trump adelantó que China es el culpable de la propagación. Eso facilita el terreno a Biden. Seguro Biden irá contra China. Pero también contra Rusia. Pero China es el poder real, el enemigo principal. Vendrán días difíciles en la región del Pacífico.

 

Una carrera nada fácil, porque en los hechos no resulta sencillo doblegar a los chinos, pero sí un muy buen pretexto para emprender la sensación de retorno del imperio a los asuntos (los negocios) del mundo.

 

Ello satisfará a los pistoleros del viejo oeste americano. Pero nada les garantiza el triunfo al final de la carrera. Caben que si utilizan su armamento nuclear están perdidos. Porque del átomo nadie sale vivo.

 

Pero hay un pretexto para arremeter contra China, luego que tampoco Trump consiguió detener su poderío mediante la “guerra comercial”. Y es que Biden ha declarado pronto que regresará al Acuerdo de Paris sobre el “cambio climático”. Y con esa carta jugará EE.UU. en los escenarios tradicionales.

 

Armas: la pandemia, la contaminación

 

Porque entre los principales países contaminantes se encuentra China. Serán dos armas contra el país asiático para Biden: la pandemia y la contaminación. De por sí, la pandemia, como guerra persistente, es el contexto de lo que bien puede calificarse como la nueva geopolítica. La geopolítica de la era postcovid-19.

 

Pero con Biden al Estado profundo le interesa sobrevivir como superpotencia, seguir dominando al mundo. Así el mundo quiera voltear hacia otro lado. Ni China, tampoco Rusia podrán evitar la ofensiva que resurgirá con Biden.

 

Quedan los retos para contrarrestar lo que viene, las nuevas estrategias imperiales de EEUU con Biden. El caso es que el mundo, sobre todo aquellos países que representan la multilateralidad, no pueden ni deben dar el lujo de permitir que el imperio en decadencia siga metiendo las narices en todos lados; decidiendo y destruyendo acá y allá países con tal de apropiarse de recursos naturales.

 

Los países que encabezan la multilateralidad, pese al escenario de guerra “permanente” —al menos mientras dure la pandemia—, no puede seguir dependiendo de las leyes extranacionales de un Senado que nadie ha erigido como juez del mundo.

 

Aparte, el mundo ya no es unipolar; se ha convertido claramente en multipolar. El mundo vive ya en una multipolaridad avanzada. El escenario de la guerra fría es cosa del pasado. Llegó el tiempo de parar al imperio a partir de la denuncia y la exigencia del respeto de sus propias ilegales actuaciones.

 

No hay “guerras justas”, como las que condujo el presidente de la paz, Obama. Eso es una patraña, hablando del imperio, porque no emprende guerra en defensa propia. Puras guerras ofensivas. Luego entonces se dirá: ¿Quién le pone el cascabel al gato? Pues entre todos. Aprovechar todos los foros para rechazar todas aquellas acciones que afecten al resto, sea el país que sea. Inclusive lo que resta de la ONU.

 

Ahora la información que fluye a la velocidad de la luz puede prevenir, por ejemplo, de las amenazas de “guerra hibrida” contra cualquier país.

 

Porque la remasterización del pasado reciente —tras la pausa de los últimos cuatro años de la presidencia disruptiva de Donald Trump—, de los últimos gobiernos de Obama y Bush ha regresado. Pero la historia debe ponerlos en su lugar. El mundo multipolar y lejano a los escenarios de la guerra fría, puede y debe darle la puntilla a un imperio que ya no tiene amigos.

 

Fraude o no —el tema genera sospechas por donde se le mire—, el mundo más pronto que tarde extrañará al racista y misógino de Trump. ¡¡¡Ah Trump!!!

 

Porque no emprendió guerra alguna, solo amenazas para mantener quietos a los pistoleros del pentágono y la OTAN. Por eso es que, muy molestos, al final le dieron la vuelta. ¿Y el fraude? Sin huellas. Pero con lastres. La guerra sigue sigue. Mejor dicho: el imperio, en pie de guerra. Pero contener denunciando por lo pronto es tarea de todos. Y todos es todos.

 

Salvador González Briceño

Director de geopolítica.com, @sal_briceo

 

 

 

 

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