Los fundamentos políticos de las elecciones en Ecuador
El país se reencontró a partir de Correa con su origen latinoamericano, porque el Ecuador es hijo del fracaso de la Gran Colombia, y encuentra en la integración latinoamericana a la nación inconclusa.
- Opinión
En la segunda vuelta de las elecciones presidenciales en Ecuador, a realizarse el próximo domingo 11 de abril, el pueblo ecuatoriano tendrá que elegir entre los candidatos Guillermo Lasso y Andrés Arauz.
Lasso representa a los sectores neoliberales que desean la continuidad de la política del actual Presidente Lenin Moreno, mientras que Arauz, un joven de 35 años que fuera Ministro de Economía de Rafael Correa en la última fase de su gobierno, virtualmente representa la posibilidad del regreso de una nueva oleada progresista en la Patria Grande. Correa, desde una cuenta de Twitter con más de 3,4 millones de seguidores, es la punta de alanza y el principal apoyo.
Por eso, para entender lo que se juega en Ecuador, conviene comprender a Rafael Correa desde la historia misma del país, para no quedar enredados en las trampas comunicacionales de los medios de desinformación.
El 24 de mayo de 1822, el Mariscal Antonio José de Sucre derrotó a los realistas en las faldas del Pichincha. Esta batalla definió el rumbo definitivo de las guerras libertadoras y el destino del Libertador Simón Bolívar. Y de alguna manera, decidió a San Martín a materializar la famosa entrevista de Guayaquil con Bolívar. Fue una auténtica batalla suramericana. Geopolíticamente existe un antes y un después de Pichincha en las guerras de la primera independencia. Pero el triunfo del Libertador Simón Bolívar se tradujo en la independencia política pero no en una independencia integral. Eso sólo se hubiera dado si el Congreso de Panamá hubiese creado una "Nación de Repúblicas".
Sin embargo, su fracaso trajo como consecuencia la muerte "del General en su laberinto" -Bolívar- el 17 de diciembre de 1830, así como el exilio de San Martín. El resultado político fue la fragmentación y la creación de una Nación inconclusa, con republiquetas agromineras exportadoras ubicadas como periferias de los centros mundiales importadores de materias primas.
Desde 1830 a 1880, América Latina fue un suburbio del mercado mundial. Nada quedaba de Bolívar y de San Martín. Signo de los nuevos tiempos fueron las creaciones de Estados débiles y sujetos a caudillos, que al desaparecer el Libertador se convirtieron en caudillos de comarca, como el general venezolano Juan José Flores, figura indiscutida del Ecuador. El floreanismo es la transición suramericana de la dependencia de España a la dependencia del mercado mundial, y representa la irrupción del caudillismo y el clientelismo en una geopolítica de patria chica.
Sin embargo, Ecuador logró una rara singularidad en la figura de Gabriel García Moreno. Un personaje inentendible sin la ferocidad de la época -como mismo ocurre en Argentina con Juan Manuel de Rosas o con Carlos Antonio López en Paraguay.
Pero García Moreno integró y unificó la patria chica, afirmó la personalidad internacional del Ecuador. El es, en síntesis, el modernizador -endógeno- y el consolidador del poder estatal. Y fue él quién encaró la batalla más importante: la batalla por la educación a partir de la escolarización.
El siglo XIX sería incompleto sin la irrupción de la más grande figura, el general Eloy Alfaro, en los marcos del modelo primario exportador, cuando la globalización tomaba un rostro liberal. El auge de la exportación del cacao y el beneficio económico favorecía a un sector de comerciantes y banqueros de la costa que tenían la dirección del partido liberal. Pero el campesinado costeño y los sectores medios empezaron a ser actores relevantes dentro de un Estado que lentamente empezaba a ser inclusivo. García Moreno otorgó el voto a estos sectores y los incluyó en un proyecto nacional.
Las primeras décadas del siglo XX son etapas donde un liberalismo político-económico plutocrático margina a los sectores populares. Ya nada quedaba entonces de la Patria Grande.
Es importante señalar que en la transición del siglo XIX al XX, aparecía en el Uruguay el "Ariel" de José Enrique Rodó, un libro de literatura social de afirmación hispanoamericana de la "Magna Patria", en el sentido bolivariano. El arielismo es la primera generación anti-imperialista latinoamericana que incluye al Brasil, ya que Bolívar y San Martín eran esencialmente hispanoamericanos. Su figura rutilante fue el argentino Manuel Ugarte, quien propone la construcción de los Estados Unidos del Sur, con un antecedente en José Martí, el último Libertador.
Con el "Ariel" de Rodó se empezó a ver desde las juventudes latinoamericanas a Estados Unidos como un país antagónico, plutocrático y materialista, sintetizado en la figura de Calibán. En 1916, una de las alarmas que apareció en Ecuador dentro del arielismo local fue la obra “¿Imperialismo o Panamericanismo?” de Agustín Cueva.
La Revolución Juliana de 1925 expresó las limitaciones del modelo agroexportador. Sus primeras fisuras se dieron como consecuencia de la crisis de la Primera Guerra Mundial y por las reformas que impulsaron los militares cuestionando el modelo de viabilidad económica de Ecuador. Estas se dieron a través de Isidro Ayora, quién limitó con reformas fiscales el poder de la banca y fundó el Banco Central.
La Constituyente de 1928 realizó importantes reformas legales, entre las que se cuenta el voto de la mujer. José María Velasco Ibarra se convirtió más adelante en una figura política latinoamericana.
Con una estatura similar a la del caudillo uruguayo Luis Alberto de Herrera, Velasco Ibarra supo darle al Estado una acción creadora, reflejada en puentes, edificios escolares, entidades de promoción, carreteras, etc. También con la restauración de las libertades del sufragio, la promoción de la enseñanza secundaria para la mujer y el fortalecimiento del sentido nacional. Su figura, controvertida, no le quita espacio al enorme lugar que ocupa en la historia de Ecuador.
El 15 de enero de 2007 Rafael Correa Delgado se posesionó como presidente constitucional del Ecuador. El país, sin rumbo, venía de traspié en traspié. Los partidos políticos habían empezado a implosionar, la economía se había dolarizado y su territorio era asiento, como en Manta, de bases militares de los Estados Unidos. Los presidentes cambiaban cada día, mientras la oligarquía financiera sostenía el poder.
Una oleada latinoamericana recorría la Patria Grande, con Hugo Chávez como el geopolítico impulsor de la Unasur y de la CELAC, con base en el Mercosur, y con el firme apoyo de Lula de Brasil y de Néstor Kirchner de la Argentina.
Ecuador se reencontraba nuevamente a partir de Correa con su origen latinoamericano. Porque en verdad Ecuador es hijo del fracaso de la Gran Colombia. Y Correa encuentra en la integración latinoamericana a la nación inconclusa. Une nuevamente a Flores con Bolívar, ensambla a García Moreno con Eloy Alfaro, enlaza a la revolución juliana con Velasco Ibarra, para transformarse, a través de la Revolución Ciudadana, en la síntesis superadora del Ecuador suramericano.
Estos logros son los que están en juego en la segunda vuelta en Ecuador, para nosotros la Pichincha del siglo XXI. De ella depende el significado político e ideológico del destino geopolítico de nuestra integración.
Rafael Correa se transforma, por los rumbos de la historia, en el "Ariel" político que nos convoca para decidir si seremos o si no.
Sin embargo, su antiguo candidato Lenin Moreno supo producir un salto brusco hacia un rumbo antagónico, borrando en cuatro años las políticas de Correa con el agravante de su persecución.
En síntesis, es el enfrentamiento entre Patria Grande y Patria Chica el que resume el significado de las elecciones del 11 de abril.
Miguel Ángel Barrios es argentino, Dr. en Ciencias de la Educación y Dr. en Ciencia Política, así como autor de más de quince obras de historia y política latinoamericana.
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