¡Se les fue de las manos!
Hasta las elecciones del 6 de junio, la prensa concentrada sólo hablará de “terrorismo”. Sus ideólogos van a exprimirle el poco sentido que le queda porque ya no encuentran otra forma de sostener el statu quo.
- Opinión
La propaganda de El Comercio y Willax ha dejado de surtir efecto. La palabra comunismo ha perdido su capacidad para amedrentar a las masas –y así encauzar el voto popular– pues ha perdido su significado: ahora se usa para designar cualquier cosa distinta al neoliberalismo. Si siguen así, comunismo terminará entendiéndose como sinónimo de sensatez.
En las semanas que nos separan del 6 de junio, la prensa concentrada se dedicará a la destrucción deliberada de otro importante concepto: el de terrorismo. Sus ideólogos van a exprimirle el poco sentido que le queda porque ya no encuentran otra forma de sostener el statu quo. Se les acabaron las recetas para el pánico.
El ex ministro del Interior, Carlos Basombrío, recientemente se expresó así en El Comercio: “Ha habido tanto ‘terruqueo’, a saber, decirles terroristas a quienes se mueven en la franja zurda, que (los simpatizantes de Castillo) ya están vacunados. En estas elecciones, el más extremista en esta práctica no se ha cansado de decir que hasta el presidente Sagasti lo es. Difícil después de tanta mescolanza y estupidez, que ahora les crean cuando de verdad llegó el lobo”.
Ese extremista no era otro que Rafael López Aliaga, por supuesto. Lo que hizo “Porky” fue aprovecharse de la orfandad cultural peruana para decirle a sus víctimas que todo es comunismo, que el vicepresidente de PPK –¡y hasta el mismo lobista!– eran rojos; que el exconsultor del Banco Mundial y la OCDE, Alejandro Toledo, nos impuso el globalismo marxista-leninista. Claro, es por eso que él y Eliane Karp están refugiados hoy en la Unión Soviética, desde donde la justicia intenta repatriarlos.
En ese universo paralelo, El Comercio y The New York Times son publicaciones comunistas que desean “homosexualizar” al planeta (y ya quisiéramos estar exagerando).
No importó que “Porky” fuera absolutamente obvio en su empleo de una receta conocida y desgastada –la de Donald Trump, Jair Bolsonaro y cuanta caricatura de la extrema derecha asomase la cabeza en los últimos años–, pues eso no le impidió engañar a buena parte de esa Lima que nunca se entera de nada. Nuestra gran prensa existe para impedirle que vea más allá de sus linderos, que supere sus complejos. Su objetivo es mantener al país en la gloriosa década del 90, su belle époque. Entonces era tragable eso de que el neoliberalismo no existe.
¿Dónde está el comunismo, habitantes de la burbuja ideológica limeña? Ni siquiera el Partido Comunista chino lo practica. La Venezuela que los obsesiona no es “comunista” –basta con abrir un diccionario para comprobarlo–, tampoco lo fueron el Uruguay de José Mujica, ni mucho menos el Brasil del Partido de los Trabajadores de Lula da Silva. Los dos últimos, además, reconocidos por su éxito por instituciones capitalistas internacionales, como el Banco Mundial o el Fondo Monetario Internacional (FMI). ¿El Comercio no les contó nada al respecto?
Los gobiernos de Evo Morales y Manuel Zelaya tampoco fueron comunistas, pero los militares que los sacaron del poder sí eran anticomunistas conservadores y obraron en su calidad de capataces de sus benefactores yanquis, en virtud de su doctrina militar importada del Norte. Eso podría perfectamente repetirse de ganar Perú Libre, como deslizó arteramente cierto marqués de España que ya no sabe qué hacer para caer más bajo.
Pero, ¿habrá llegado el “lobo”, como advierte Basombrío? Él y otros colaboradores de la embajada de Estados Unidos en el Perú así lo aseguran. Ya enfrentaron a otro candidato peligroso en 2006, cuando Fernando Rospigliosi –entonces ex ministro del Interior, puesto clave–, se acercó a la sede yanqui para coordinar un plan de campaña con el fin de tumbarse a uno de los candidatos a presidente por el cual habían votado millones de peruanos (Humala). ¡Habían votado “mal”, pues! Los norteamericanos, esos excepcionales exportadores de democracia y libertad, nos darían una manito.
No se enteran de nada
Se acabó la era neoliberal. Lo dice el Foro Económico Mundial (Davos) desde hace un par de años. Sin duda, la terminología usada en sus comunicados sobre el “Gran Reseteo” les sonaría “comunista” a los opinólogos de Peru21 y a sus ideologizadas víctimas. En julio de 2020, por ejemplo, Davos publicó un artículo con el siguiente titular “terruco”: “El Gran Reseteo debe poner la justicia social en el centro”.
En Willax pensarán que el espíritu de Hugo Chávez ha poseído a Karl Schwab, el mandamás del foro económico de élite. Por su parte, El FMI se preguntó hace unos años si no se le habrá pasado la mano, si no habrá “sobrevendido el neoliberalismo” (sí, emplearon el término: neo-li-be-ra-lis-mo, un momento histórico perfectamente definido y diferenciable dentro de la larga historia del capitalismo).
Y ese recambio capitalista, este reseteo, no es discurso vacío, sino que ya se está implementando en Estados Unidos, donde Joe Biden ha anunciado sus planes de gravar a los estadounidenses ultrarricos con “el mayor aumento jamás visto en los impuestos sobre las ganancias de capital”, con lo que se financiará cerca de $1 billón de dólares (un trillón en el texto original en inglés) para cuidado infantil, vacaciones pagadas para los trabajadores y educación pre-escolar universal…” (Reuters, 23/04/21).
El medio digital The Hill, por su parte, lo explicó así hace ya algunos meses (03/12/20): “Internacionalmente, el ‘Gran Reseteo’ ya ha sido apoyado por influyentes líderes, activistas, académicos e instituciones. Además del Foro Económico Mundial y Naciones Unidas, el movimiento cuenta (con la participación) …del Fondo Monetario Internacional, cabezas de estado, Greenpeace y los CEO y presidentes de grandes corporaciones e instituciones financieras como Microsoft y MasterCard”.
Como cuenta también The Hill, John Kerry, integrante del actual gabinete demócrata, ya había confirmado la participación del gobierno de Biden en el proyecto internacional, asegurando además que el “Gran Reseteo”: “sucederá con mayor rapidez e intensidad de lo que mucha gente podría imaginar”. Para salir de toda duda con respecto al carácter ideológico del reseteo, podemos citar las siguientes líneas de la misma publicación: “El plan involucra un aumento dramático del poder gubernamental a través de programas sociales expansivos como el Green New Deal, y usando grandes esquemas regulatorios y programas estatales para coaccionar a las corporaciones para que apoyen iniciativas de izquierda”.
Los entendidos podrán reconocer rápidamente el carácter keynesiano de la propuesta. Sus críticos la comparan con las políticas económicas de la posguerra, previas a Ronald Reagan y a la baronesa Thatcher.
¿Qué sucede, élite peruana –financistas de la señora K–, no tienen Internet, o es que están esperando una orden expresa y pormenorizada del FMI sobre el nuevo curso a tomar, sobre la nueva propaganda a difundir? Siguen montados sobre su caballo muerto y no se han dado cuenta, han perdido el olfato. Deben correr a la embajada ahora mismo y preguntarles a los más duchos asesores yanquis cuál es el mensaje ideológico para la siguiente temporada, qué viene después de la exitosa faena neoliberal, de la concentración de poder y riqueza más nefasta y peligrosa de la historia del hombre. ¿Hace falta explicarle a alguien lo que un hombre enfermo de poder es capaz de hacer?
Si todo marcha como prevemos, muy pronto seremos testigos de la conversión de los neoliberales mediáticos más acérrimos en capitalistas keynesianos, ideólogos del Green New Deal. Fingirán que vieron la luz, que el Planeta exige cambios, pero solo estarán acatando el nuevo mandato del mismo jefe, don dinero.
El Grupo El Comercio se acaba de deshacer de sus escrúpulos despidiendo a la Sra. Ospina, pues se prepara para la guerra. Lo que la gente no entiende es que el GEC siempre está en guerra, siempre está en modo manipulación, solo cambia las velocidades.
Seamos claros: un periodista corporativo puede mantener su “dignidad” e “independencia” –y recibir premios– haciendo pura propaganda. Solo tiene que reproducir la versión oficial del gobierno estadounidense para todo lo que signifique política exterior y poner el comunicado de relaciones públicas empresarial por encima la queja ciudadana, abriendo su señal a los expertos del think-tank financiado por la gran corporación y protegiendo celosamente los intereses de sus poderosos anunciantes. En otras palabras, basta con respetar los filtros. Pero eso no es suficiente en elecciones, cuando en el GEC sobran todo escrúpulo y toda mesura.
Recordemos el año 2011, cuando nos enteramos gracias a WikiLeaks de que Rospigliosi había visitado la embajada yanqui (en 2006) para solicitar a sus agentes que rescataran al país del voto popular. En una entrevista al exministro conducida por Rosa María Palacios, la abogada bromeó sobre el “mito” de que la CIA ponía y sacaba presidentes. Esa es la propaganda, esa es la ignorancia supina y conveniente que es requisito para integrarse al aparato de comunicaciones corporativo. El resultado es nuestra oscura Lima, “anticomunista” tres décadas después de la caída del muro.
Pero Joseph McCarthy (padre del macartismo) ha vuelto a morir en estas tierras –a pesar de ellos– y todo indica que sus funerales a la peruana se celebrarán este 6 de junio.
Todo lo que en este texto podría sonar como buenas noticias –como el “Gran Reseteo” keynesiano del capitalismo– en realidad esconde una vertiente terriblemente distópica y autoritaria. Si al reseteo del foro de Davos le sumamos pasaportes biológicos, hipervigilancia ciudadana y vacuna experimental cuasi-obligatoria, el resultado es una sociedad china, con créditos sociales y bienestar a cambio de obediencia muda. Hacia eso avanzamos con los ojos totalmente cerrados –sin información o debate de ningún tipo–, para variar. Vamos hacia una dictadura global con matices sanitarios. Seremos los Estados Unidos de Google y lucharemos contra la Unión de Repúblicas Socialistas de Amazon. ¡Ignorancia es poder!
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