4F en Venezuela: 30 años en busca de la dignidad
Tras su llegada al poder, Chávez insistió tajantemente en la construcción de un modelo de sociedad que fuera más allá del tradicional pacto entre las clases dominantes, representadas en la burguesía importadora y financiera venezolana.
- Opinión
Caía el Muro de Berlín, (…) el neoliberalismo surgió entonces como la única alternativa (…) Pero en todo el planeta, oh, cosa extraña, Caracas se levantó. El consenso de Washington, reinaba en América Latina ¡oh! Sorpresa, rebelión popular en Caracas contra el neoliberalismo (...) Estamos hablando de 1989, cuando comenzó el incendio en Caracas, rebelión popular, el Caracazo. Fueron varios días de rebelión, miles de muertos, pero ese fue el comienzo, a los pocos meses, tres años, rebelión militar patriótica, 4 de febrero 1992, a los pocos meses, segunda rebelión cívico-militar patriótica, 27 de noviembre 1992; es decir Venezuela estalló” .(Hugo Chávez, clausura el primer Encuentro Internacional de Partidos de Izquierda)
Transcurrieron 30 años desde el histórico “Por ahora” pronunciado por el Comandante Hugo Chávez aquel 4 de febrero de 1992, uno de los primeros y de los más importantes hitos de la construcción del proyecto chavista.
Los hechos
La rebelión cívico-militar titulada “operación Zamora” inició el 3 de febrero en horas de la tarde, incluyó asonadas en distintas guarniciones del ejército nacional en los estados Aragua, Carabobo, Zulia, Miranda y Distrito Capital.
Se planificó en el seno de las Fuerzas Armadas venezolanas por una agrupación clandestina conocida como “Movimiento Bolivariano 200 - MBR-200”, de la que formaban parte distintos mandos medios y oficiales profesionales, entre ellos el entonces capitán Hugo Chávez Frías.
El objetivo inmediato consistía en la toma del poder político, arrebatándolo a los gobiernos neoliberales que se alternaban en el poder. Su base de apoyo se encontraba en el descontento del pueblo venezolano con las medidas económicas desiguales, el pacto de élites, y el yugo del bipartidismo y del clientelismo, que tuvo su mayor expresión en la revuelta social del 27 de febrero de 1989 conocida como “el Caracazo”.
Tres años más tarde, tras varias horas de combate y ante el fracaso de la toma de Caracas –bastión principal de la operación-, en horas de la tarde del 4 de febrero Chávez declaraba:
“Compañeros, lamentablemente por ahora los objetivos que nos planteamos no fueron logrados en la ciudad capital. Es decir, nosotros acá en Caracas no logramos controlar el poder. Ustedes lo hicieron muy bien por allá, pero ya es tiempo de evitar más derramamiento de sangre, ya es tiempo de reflexionar y vendrán nuevas situaciones y el país tiene que enrumbarse definitivamente hacia un destino mejor.”
El carácter revolucionario de la asonada
La historia venezolana de la segunda mitad del siglo XX está marcada por múltiples crisis escondidas tras la ilusión del desarrollo modernista propiciado por la explotación petrolera, la consecuente obtención de la renta y su desigual e injusta distribución.
El paquetazo neoliberal aplicado en el año 1989 por el recién llegado gobierno de Carlos Andrés Perez incluía una serie de políticas que contemplaban la precarización extrema de la vida de las trabajadoras y trabajadores venezolanos, sucesivas privatizaciones/aperturas de empresas del Estado al capital extranjero, y un grupo de hipócritas medidas asistencialistas que pretendían compensar a través de subsidios directos y otras medidas -siempre dentro de los límites del sistema- a los sectores más desfavorecidos.
El “Caracazo” abrió la primera grieta en la Cuarta República y en el Pacto de Punto Fijo. Aunque la represión se impuso sobre el descontento popular, en ese momento carente de liderazgo, las condiciones de fondo no cambiaron.
Al lanzar una nueva arremetida tres años después, el movimiento revolucionario nacido en las filas del ejército nacional recogía el descontento popular generalizado con el neoliberalismo que solo se profundizaba. Descontento que en ese momento no encontraba expresión política en las instituciones tradicionales del Estado ni en la participación electoral.
El camino democrático
El fracaso de 1992 marcó el inicio de un camino que permitiría a Chávez ganar las elecciones en 1998. La atrevida arremetida de un grupo de militares profesionales, sui generis en pensamiento y acción, en contraste con las doctrinas militares latinoamericanas que azotaron con gran violencia a los pueblos de la región durante la segunda mitad del siglo pasado, fue la primera respuesta organizada ante un pueblo ahogado en fervor popular pero sin objetivos y representación clara.
El indulto presidencial recibido en 1994 por los 23 privados de libertad producto de las revueltas de 1992, generó las condiciones objetivas para la participación dentro de la democracia tradicional del movimiento revolucionario, que posteriormente se transformaría en el partido político “Movimiento V República - MVR” y que triunfaría de forma inédita en los comicios de fin de siglo en Venezuela.
Este proceso se vio determinado por un despliegue de escala nacional que vociferaba la refundación de la República, sostenida en la transformación del orden heredado a través de una Asamblea Nacional Constituyente. El objetivo era poner fin a la falsa alternabilidad partidista de los últimos 40 años, basada en la negociación de cuotas de poder y cargos dentro de la burocracia estatal.
La lucha contra el pacto de élites
En campaña, y con más fuerza tras su llegada al poder, el Comandante Chávez insistió tajantemente en la construcción de un modelo de sociedad que fuera más allá del tradicional pacto entre las clases dominantes, representadas en la burguesía importadora y financiera venezolana, y promiscuamente relacionadas con los sectores políticos gobernantes.
En su evolución discursiva, desnudó el carácter anti-neoliberal de la revolución que se gestaba desde las bases, pero también desde la estructura del Estado y del gobierno que ahora presidía, diseñado en sus entrañas a la medida de los intereses del gran capital.
El socialismo del siglo XXI fue tomando forma con un enemigo histórico claro: la conciliación de clases contenida de múltiples formas en un Estado que funge como administrador de una riqueza que reparte a conveniencia. También con un objetivo claro: la construcción de la justicia social como única vía posible.
La vigencia de la lucha anti-neoliberal
El hito del 4 de febrero se convierte en este momento histórico en algo más que una simple conmemoración de la historia venezolana.
Basta con hacer un breve recorrido de los acontecimientos recientes, y un paralelismo con la historia venezolana de finales del siglo XX, que aunque delicado se convierte en necesario, para dar cuenta de algunos retrocesos en la lucha contra la conciliación de clases y el pacto de élites.
Tras la partida física de Chávez en el año 2013, y en consecuencia de la profunda crisis multifactorial que atraviesa hoy Venezuela, es más necesario que nunca poner bajo la lupa ciertas medidas económicas, sociales y políticas que constituyen la estrategia del proyecto chavista, que lucha por sobrevivir en medio de la vorágine del capitalismo mundial y de la agresión imperialista.
El famoso “por ahora” fue entonces promesa de acción en contra ofensiva de un proyecto que no respondía a los anhelos y derechos de las mayorías explotadas y empobrecidas, y debe ser ahora premisa de acción en contra ofensiva de los intereses que se empeñan en revocar la dignidad que la Revolución Bolivariana le devolvió al pueblo.
Del mismo autor
Historia y pensamiento crítico
- Juan J. Paz y Miño Cepeda 06/04/2022
- Daniel Campione 04/04/2022
- Silvia Beatriz Adoue 23/03/2022
- Juan J. Paz y Miño Cepeda 22/03/2022
- Roberto Amaral 21/03/2022