50 años del asesinato del presidente de EE.UU. John F. Kennedy: Una historia inconclusa

25/11/2013
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Kennedy fue asesinado mediante un complot, en el cual estuvieron involucrados elementos claves del Estado y el Poder real en Estados Unidos, que además, pretendía inculpar a Cuba del crimen y cuyos ejecutores fueron aquellos que tenían las motivaciones, los medios y el elemento humano entrenado para ello.

La tesis del asesino solitario, en este caso Lee Harvey Oswald (LHO), se ha derrumbado con el pasar de los años. Un operativo destinado a ejecutar a un Presidente, tuvo que contar al menos con una decena de hombres bien entrenados y un apoyo logístico especializado. Además, tuvo que existir complicidad dentro del servicio secreto, a cargo de su custodia; de las autoridades locales y nacionales y de los diferentes aparatos policiales que allí actuaban, me refiero en primer término al FBI y a la policía de la ciudad de Dallas.

 
Las investigaciones oficiales sobre el designado “asesino solitario”, han demostrado que:
 
1.- Oswald fue un agente de la CIA desde 1959 como su historial en la CIA y el FBI demostraba.
 
2.- A su regreso de la URSS en 1962, fue agente para el FBI con el expediente 201 a cargo de espiar la colonia rusa en Dallas.
 
3.- En abril de 1963 viajó a Nueva Orleans y de inmediato se vincula al grupo “Cuba Democrática” del agente CIA Guy Banister, participando en la organización y abastecimiento de un ultra secreto operativo CIA denominado “comandos mambises” basificado en las inmediaciones del lago Portchartrain, donde se entrenaban decenas de hombres bajo el mando del agente CIA Manuel Villafaña.
 
4.- Semanas más tarde, de manera incomprensible, organiza un Comité “Pro Justo Trato a Cuba” en la ciudad y comienza una historia dual que concluirá en agosto con la legalización de sus “simpatías” por Cuba, cuando, mientras repartía volantes en un céntrica avenida de la ciudad, se confronta con 3 contrarrevolucionarios, entre los que se encontraba Carlos Bringuier Expósito, otro elemento de la CIA, siendo todos detenidos por la policía local.
 
5.- El 23 de ese mes, se enfrentó verbalmente a Bringuier durante un programa previamente acordado, en una emisora de radio local, donde se declaró “marxista” y “procastrista”, lo cual quedará extrañamente grabado, para ser publicitado después del magnicidio y de su asesinato.
 
6.- En septiembre solicitó visa de turismo para México y viajó a Dallas en compañía de 2 cubanos, donde visitaron la residencia de la exilada Silvia Odio para solicitar ayuda. Horas después, uno de los cubanos la telefoneó y le comenta “que Oswald, estaba loco y decía que solo con la muerte de Kennedy se resolvía el problema cubano”, incidente que después del crimen, Silvia recordará y denunciará a las autoridades.
 
7.- El día 27 de septiembre visitó la Embajada cubana de México para solicitar visa de turismo, la cual es denegada y no le que de otra que regresar a Dallas.
 
¿Por qué Oswald fue a Nueva Orleans? ¿Por qué su vinculación con los grupos terroristas de origen cubano y conocidos oficiales de la CIA?, ¿Por qué funda un comité a favor de Cuba donde él era el único miembro y la dirección que brinda como local de radicación es la misma que la de “Cuba Democrática?” ¿Por qué la pelea pública con los exilados?, ¿Por qué la entrevista radial? ¿Por qué la visita a Silvia Odio y su vinculación con un eventual crimen? ¿Por qué su intento de viajar a Cuba? Lamentablemente, ninguna de las investigaciones realizadas en Estados Unidos, brinda una coherente respuesta a estas cruciales interrogantes.
 
Pero como si lo anterior no resultara suficiente, para demostrar la existencia de una trama conspirativa, en la cual uno de sus participantes declaró “que solo la muerte de Kennedy era la solución del caso cubano”, el servicio secreto de Estados Unidos había sido informado en ese mes, según aparece en el informe del Comité Congresional que en 1978 investigó el magnicidio, de la existencia de al menos dos complots que se habían descubierto, contra JFK, durante su gira política por el país, uno en Chicago y otro en Tampa. El primero involucraba a los emigrados cubanos Juan Antonio Blanco, Homero Echevarría, Paulino Sierra y Carlos Prío, todos con estrechos y probados vínculos con la CIA y la Mafia, que para ese entonces ofrecía 50 millones de dólares “para liberar a Cuba” y retornar a la Isla con sus garitos de juego y el segundo, al exilado cubano Gilberto Policarpo López.
 
El General de División (r), Fabián Escalante Font durante años fue jefe de los servicios de Inteligencia de Cuba. Foto: Cubadebate.
Poco después del magnicidio, comenzaron a descubrirse en Estados Unidos, unas cartas provenientes de Cuba, dirigidas a Robert Kennedy, varios medios de prensa y al propio LHO, donde se trató de poner en evidencia los estrechos vínculos de éste con los servicios de inteligencia cubanos. Las mismas eran remitidas por diferentes personas y las propias autoridades norteamericanas concluyeron que fueron escritas por la misma máquina de escribir. Resultaba clara la intención de “fabricar pruebas” para las acusaciones contra Cuba y su líder, como presuntos autores intelectuales, como paso previo a la avalancha noticiosa que en horas se desató.
 
Inmediatamente y hasta nuestros días, han continuado los medios de comunicación de la gran prensa machacando en ésta dirección. Calumnias de todo tipo y naturaleza, en las que se acusaban a Cuba y a Fidel de ser los instigadores del magnicidio. Por supuesto, estaban incluidos también los antecedentes “fabricados” de LHO de marxista y procastrista, su estancia en la URSS, sus relaciones con la colonia de rusos de Dallas y hasta aquella entrevista radial de Nueva Orleans, para concluir finalmente que Estados Unidos debía dar una respuesta clara y contundente a Cuba por el asesinato de su Presidente.
 
Esta campaña mediática y desinformadora ha continuado hasta nuestros días. En el 2006 dos veteranos colaboradores de la CIA, Wilfred Huismman y Gus Russo, elaboraron un documental denominado “Cita con la Muerte” al costo de 1 millón de dólares, para “probar” aquellas imputaciones calumniosas que, como elemento “novedoso”, trataban de inculparme como el “manipulador” de Oswald en Dallas, aquel fatídico día, en tanto mis continuas denuncias, libros y conferencias sobre el magnicidio, se aproximaban peligrosamente a la verdad, que tanto pretenden ocultar.
 
Analizados los elementos antes expuestos y los resultados a que arribaron las investigaciones realizadas en 1978 por el Comité ya referido, pensamos que solo hay una respuesta lógica. LHO, un veterano agente CIA, estaba involucrado y era parte de un complot de dimensiones nacionales contra el presidente JFK. Todo lo que públicamente realizó LHO a partir del mes de abril de 1963, consciente o inconscientemente, fue para legalizar la “implicación cubana” en el magnicidio. Su papel era una parte consistente del complot criminal, que tenía otros componentes y precisamente por ello, devino en “chivo expiatorio” de las autoridades norteamericanas, quienes finalmente lo culparon del crimen.
 
John F. Kennedy había concitado numerosos enemigos, internos y externos con sus políticas, que en todo caso pretendían “modernizar” al Imperio de cara al siglo XXI. Según las conclusiones del Comité congresional ya citado, entre sus adversarios más peligrosos estaban el complejo militar industrial, los magnates del acero, la Mafia hostigada por las investigaciones sobre sus actividades, los racistas opuestos a los derechos civiles de los negros, los militares que apreciaban los acuerdos con la URSS sobre el control de los armamentos, la reducción de sus bases en el extranjero y una eventual detención en la guerra en Viet Nam, como un proceso para debilitar el poderío mundial norteamericano. El exilio cubano lo responsabilizaba con las derrotas sufridas y de seguro otros muchos más, pero el meollo de la trama es determinar quiénes eran los que tenían los “motivos, los medios y la oportunidad” para cometer aquel atroz crimen.
 
Lamentablemente, no es posible enumerar otros muchos elementos de juicio, sin embargo con lo expuesto, estamos en condiciones de afirmar que JFK fue víctima de un complot y que este comenzó a finales de abril, fecha de la llegada de LHO a Nueva Orleans, donde radicaba uno de los dispositivos más importantes de la CIA y el terrorismo anticubano. Uno de los objetivos del plan era responsabilizar a Cuba y a Fidel y el mecanismo cubano de la CIA y la Mafia, que para entonces tenían “los motivos, los medios y la oportunidad”, fue el ejecutor final.
 
Antes, como se evidencia en las informaciones del servicio secreto, ese mecanismo había intentado asesinarlo en Tampa y Chicago y contaba con un poderoso dispositivo bélico y subversivo, la JM Wave de la CIA, en Miami, con 4,000 hombres, entre ellos varios comandos de misiones especiales, expertos tiradores, terroristas entrenados, aviones, barcos, financiamiento y el apoyo logístico necesario, para su guerra contra Cuba. Y más importante aún, un lucrativo negocio que les reportaba los 100 millones de dólares anuales que proporcionaba el gobierno y las ganancias que resultaban del tráfico de drogas, que ya para entonces fluía de Centroamérica.
 
¿A nadie se le ha ocurrido pensar cómo una comunidad que no alcanza el 1% de la población en Estados Unidos, tiene tanta influencia en su política? Solo un “favor” extraordinario, ha posibilitado que esta comunidad alcance los niveles de influencia de los que actualmente goza: el asesinato de Kennedy. En Estados Unidos el 22 de noviembre de 1963, la ultraderecha norteamericana dio un golpe de Estado, cuyos efectos perduran hasta nuestros días.
 
Paradójicamente, se pudiera calificar lo antes expuesto, con una frase muy utilizada en Norteamérica. El “mecanismo” por ellos creado y alimentado, al final resultó ser “el smoking gun” para deshacerse del líder del gobierno que los había pro-ahijado.
 
Debo añadir que los servicios de inteligencia cubanos tuvieron posteriormente al magnicidio varias informaciones relativas al mismo y que oportunamente fueron entregadas a las autoridades norteamericanas. En 1978 conocimos por medio del terrorista Antonio Cuesta Valle la participación como eventuales tiradores de los agentes CIA Herminio Díaz y Eladio del Valle, además de la presencia, en Dallas, en la fecha del crimen, de un grupo de veteranos agentes de la CIA, de origen cubano entre los cuales estaban: Orlando Bosh, Luis Posada, los hermanos Guillermo e Ignacio Novo Sampol, Frank Sturgis, David Morales, Manuel Salvat, Antonio Veciana, y otros que dejaron decenas de huellas conspirativas, pues estaban, según los informes oficiales ya aludidos, adquiriendo y en posesión de armas letales apropiadas para el crimen ¿Por qué nada de esto se investigó? Muchas evidencias subyacen en los reportes de entonces, entre ellas el testimonio del segundo sheriff de Dallas, el cual vio entrar en una oficina de Alfa 66 de esa ciudad a un sujeto que identifico posteriormente como Lee Harvey Oswald.
 
La doble vía contra Cuba
 
Paralelamente y con independencia al complot magnicida, la Administración Kennedy en abril de 1963, teniendo en cuentas las derrotas sufridas, en su guerra anticubana, elaboró una nueva estrategia denominada “la doble vía”, es decir el garrote y la zanahoria. La idea política que presidió este proyecto la resumió el propio Kennedy en su intervención de 18 de noviembre en la Universidad de la Florida, donde manifestó que Estados Unidos no permitiría la existencia de otra Cuba en el Continente y que solo un gobierno en la Isla que rompiera sus relaciones con la URSS y el movimiento revolucionario latinoamericano, estaría en condiciones para que su gobierno aceptara negociar una eventual “normalización”. Según algunos estudiosos norteamericanos sobre el magnicidio, ese mensaje era también dirigido al grupo de conspiradores que dentro de Cuba se aprestaban a asesinar a Fidel y dar un golpe interno.
 
Documentos desclasificados norteamericanos e investigaciones cubanas, develaron que el proyecto subversivo anticubano para 1963 había adquirido prioridad de Estado dentro de la Administración, razón por la cual el Presidente designó a su hermano Robert al frente del mismo. Dicho programa, que contaba hasta con “normas de ejecución” hoy desclasificadas, contemplaba varios ejes de ataques, que al final incluía la intervención militar norteamericana.
 
Ellas consistían en:
 
1.- apretar las tuercas del bloqueo criminal que desde el año anterior JFK había dispuesto;
 
2.- organizar un ejército de exilados compuesto por casi un millar de hombres bajo el mando de Manuel Artime, que se entrenaba en Nicaragua, para en su momento paralizar el transporte marítimo hacia y desde Cuba, y actuar en una acción militar directa si se daba la ocasión;
 
3.- los comandos mambises -un grupo de operaciones especiales-, desde sus campamentos en Nueva Orleans, atacarían objetivos estratégicos cubanos, iniciando sus acciones terroristas en agosto, con el ataque y destrucción del puerto de Santa Lucía en Pinar del Rio, continuando seguidamente con otras;
 
4.- en Montecristi, Dominicana, Eloy Gutiérrez Menoyo alistaba otro contingente de hombres que debía infiltrase por Baracoa, para desarrollar la guerra de guerrillas;
 
5.- un “frente” político a cargo de Manuel Ray, el JURE, era la eventual carta de negociación, si al final Cuba rendía sus banderas y aceptaba las condiciones yanquis. Este sujeto, de extracción socialdemócrata había sido Ministro del Gobierno cubano en 1959.
 
6.-El golpe final lo daría los operativos CIA Am/lash y Am/Truk liderados por los ex comandantes del ejército Rolando Cubela y Ramón Guin, encargados de asesinar a Fidel y alzar a varias guarniciones militares y policiales en Cuba o al menos eso era lo que informaban a sus amos. La idea era dar un golpe interno y apoderarse del poder.
 
7.- Finalmente, un plan de “contingencia” militar, firmado por el secretario de Marina Cirus Vance, preveía la utilización de las fuerzas armadas norteamericanas para diciembre de ese año, en caso de ser necesitadas.
 
Una pregunta queda latente en el espacio: ¿qué hubiese sucedido en caso de que ese plan se ejecutara? Estaba bien claro para los estrategas políticos en Washington que Cuba no se rendiría y entonces, el plan militar era de contingencia o realmente se preparaban para su ejecución, planeada y calculada fríamente. ¿Acaso se cernía sobre los horizontes de América una nueva “Crisis del Caribe”?
 
Como muchas veces se ha dicho, a manera de explicar el rasgo que caracteriza la política norteamericana –la negación plausible- la mano derecha no sabe lo que hace la izquierda. El resultado: un complot magnicida contra JFK, al mismo tiempo que éste planeaba otro, para derrocar el gobierno cubano y asesinar a su líder, Fidel Castro. Como hoy se sabe, Cuba logró evitar ese y otros cientos de planes de asesinato contra el liderazgo revolucionario. Diferente sería la suerte del presidente norteamericano, víctima de una conspiración que tal vez involucro incluso a quienes debían protegerlo. Pero quizás eso solo se conocerá con certeza dentro de otros 50 años.
 
Fabián Escalante Font fue jefe de los servicios de Inteligencia de Cuba.
 
Fuente:
 
https://www.alainet.org/pt/node/81191?language=es
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