Eh, George W.! ¿cuántos niños has mutilado y matado hoy?
06/04/2003
- Opinión
Uno de los aspectos más horribles de esta carnicería
genocida que se hace llamar guerra, de estos bombardeos
sistemáticos que llevan a cabo a diario las tropas
estadounidenses contra el pueblo de Irak, contra sus
ciudades y su población civil, es la increíble
indiferencia no sólo del gobierno estadounidense sino
también de la mayoría aplastante de la población de
Estados Unidos ante la impresionante cifra de muertos y
mutilados que dejan esos ataques y esos bombardeos entre
la población civil, en especial entre mujeres y sobre
todo niños.
Sabemos ya que al gobierno yankee el dolor y la muerte de
esos niños no le afectan. No, esos niños no cuentan, no
importan, no existen. No son niños estadounidenses, los
únicos que duelen. Carecen de nombre y de historia. Son
meras cifras. Madeleine Albright, ex Secretaria de
Estado de los Estados Unidos, en representación de su
gobierno, se ganó el premio de Madre de la Década, cuando
dijo sin pestañear hace unos años que la muerte anual de
medio millón de niños irakíes como producto del bloqueo
de su país contra Irak era "el necesario precio para
mantener la paz en la región". Esto ya lo sabíamos; y no
puede ahora sorprendernos. Pero lo que produce una
profunda tristeza es la actitud de la aplastante mayoría
del pueblo estadounidense de hoy ante esa masacre y ese
genocidio. Ya varias encuestas lo han mostrado, pero la
publicada ayer revela que nueve de cada diez
estadounidenses están de acuerdo con la guerra y con lo
que vienen haciendo su Presidente, su gobierno, sus
militares, sus 'muchachos'. Bush puede estar satisfecho,
y sentirse orgulloso de su pueblo. Si Hitler viviera, se
sentiría envidioso de no haber contado para sus hazañas
genocidas con un pueblo así. Con pueblos como ese -y
descontando, por supuesto, la ínfima minoría de hombres y
mujeres dignos que se oponen a la guerra- es posible
acabar con media humanidad y masacrar varios millones de
mujeres y de niños sin que haya la menor protesta.
Lo que asombra es que haya estadounidenses que puedan ser
insensibles hasta el punto de que imágenes como las
mostradas en estos últimos días no sólo por Al Jazeera
sino también por la misma BBC no les revuelvan el
estómago y los hagan alzarse contra el genocidio que
llevan a cabo sus gobernantes contra el pueblo irakí.
Son muchas, muchísimas, pero quiero sólo mencionar tres
de ellas.
Hace una semana era la foto de una niña, una hermosa niña
acostada, con el rostro de lado, que parecía dormir
plácidamente, pero que vista de cerca no era una niña
dormida sino una niña muerta, víctima de un bombardeo.
Su cráneo había explotado en parte como producto de éste.
Y de su cabecita recostada en el suelo manaban sesos que
se desparramaban manchando de muerte todo a su alrededor.
Ayer fue una secuencia de imágenes tomadas en Basora por
camarógrafos de la BBC. Un grupo de soldados británicos,
de los que llevan dos semanas sitiando la ciudad sin
poder tomarla, cubiertos de cascos y armados hasta los
dientes, entraban violentamente, armas en mano, pateando
la puerta, a una humilde casa de los barrios periféricos
y hacían salir a gritos de la misma, con las manos en
alto, a los miembros de una familia de civiles irakíes.
Salía primero el hombre con las manos en alto, luego su
mujer, luego sus hijos, un niño y una niña cercanos a la
adolescencia. Y luego salía, también con las manitas en
alto como una peligrosa delincuente, una linda niña como
de siete años, temblando, muerta de miedo, vestida con
una túnica azul floreada y llevando un pañuelo en la
cabeza. Recordaba -en versión femenina y árabe- aquella
terrible foto de 1939 ó 1940, tomada en el ghetto de
Varsovia, de la época en que los judíos eran perseguidos
y no perseguidores, y en la que un asustado niño judío
caminaba con las manos en alto rodeado de amenazantes
soldados nazis. Pero esta era más terrible, no sólo
porque era de hoy y no de ayer, sino porque no era una
foto sino una secuencia filmada, 'en vivo y en directo'.
Y en ella, mientras la angustiada familia era puesta en
fila en el frente de su casa, en la calle, la niña seguía
temblando, y ya incapaz de controlar el miedo y el
temblor de sus manos y su cuerpo, su lindo rostro
empezaba a descomponerse de terror y las lágrimas
comenzaban a surcarlo.
Pero hoy mismo, dos imágenes juntas, opuestas y
simultáneas, nos permiten apreciar todo el cinismo, la
hipocresía y la brutalidad de esta guerra que el 90% de
los estadounidenses apoyan y celebran. En una de ellas,
una secuencia, también 'en vivo y en directo', se ve a
Bush, feliz y próspero, seguro de sí mismo, que por la
escalerilla baja de un helicóptero militar en su
residencia presidencial de Camp David, en medio de un
prado floreciente y bien cuidado, rodeado de una guardia
de honor. Pero antes de tocar tierra, el Presidente se
vuelve con delicadeza para ayudar a bajar a su mascota
(no hablo de Tony Blair ni de Aznar, hablo de un perro de
verdad). Bush se inclina, alza a la mascota, un perrito
negro de lo más coqueto y bien cuidado, limpio de pulgas
y bien alimentado (debe comer por tres niños irakíes), y
lo coloca delicadamente en el suelo. El gesto revela a
un hombre de profunda sensibilidad, a un Presidente
humano y justo del que se sentiría orgulloso cualquier
pueblo, no importa si no ganó las elecciones y llegó al
poder mediante un fraude.
Pero al lado de esta secuencia tranquilizadora, la prensa
nos trae una foto capaz de encender de indignación al
hombre más endurecido. Es la foto de un niño irakí de
doce años, acostado sobre una improvisada camilla en un
modesto hospital de Bagdad, de un niño vivo aunque casi
carbonizado, quemado por todas partes, y al que acaban de
amputar ambos brazos casi a la altura de los hombros.
Los dos muñones están envueltos en esparadrapo. El niño
trata de sonreír a la cámara, pero no puede. Ha perdido
a toda su familia, padre, madre, tíos, hermanos, en uno
de esos bombardeos que aviones estadounidenses realizan
noche tras noche y día tras día contra civiles irakíes.
El niño solloza y mira a la cámara con infinita tristeza,
con la infinita tristeza de un niño de doce años que ha
quedado sin madre y sin padre y sin hermanos y que no
podrá más nunca jugar ni sonreír. Todo ello mientras
Bush desciende de su helicóptero y con mucha delicadeza
hace bajar a su perrito negro, un perrito al que nunca
podría tocar ese pobre niño irakí mutilado por las bombas
de Bush, porque no tiene brazos ni manos, porque sus
brazos y sus manos le fueron arrancados una noche, en
medio del terror, por los regalos libertarios que lanzan
contra su pueblo los buenos chicos norteamericanos, los
hijos de esos estadounidenses que apoyan a Bush y a su
guerra genocida en un noventa por ciento.
Hace tres décadas, en plena guerra de Vietnam, una parte
del pueblo de los Estados Unidos despertó de su
embrutecimiento y su letargo, de su comodidad y su
egoísmo, y reaccionó contra otra guerra genocida.
Entonces era Lindon B. Johnson, Presidente del país,
quien hacía masacrar a diario mujeres y niños en Vietnam.
Los estadounidenses que se oponían entonces a la guerra,
y que eran un porcentaje grande y creciente de la
población, idearon un afiche inolvidable que recorrió
entonces el mundo. En él aparecía una foto del
Presidente estadounidense teniendo como fondo el paisaje
terrible de Vietnam, y debajo de la inmensa la cara de
Johnson un texto indignado preguntaba: Hey, Lindon B.
How many kids have you killed today?, es decir, "Hey,
Lindon B, ¿cuándo niños has matado hoy?"
Para desgracia del mundo y de la lucha por paz, aquéllos
eran otros tiempos. Hoy son muy pocos los
estadounidenses que se atreverían a reeditar y difundir
por las calles un afiche comparable con la cara bovina
del miserable Bush y una leyenda semejante: Hey, George
W., ¿cuántos niños has mutilado y matado hoy? De hecho,
hay algunos afiches parecidos, pero sólo se los ve en
Internet, cuando sus portales no son bloqueados por esos
fascistas que se hacen llamar Freedom Hackers. Es más,
la miseria humana y la insensibilidad criminal de los
promotores de la guerra ha llegado a tales niveles que no
me extrañaría que algunos de los publicistas que
alimentan el racismo y el miedo de ese 90% de
estadounidenses que apoyan la guerra y la masacre, fueran
capaces de usar la terrible foto del niño irakí mutilado,
quemado, y sin brazos, con una monstruosa leyenda que
dijera: "Un futuro terrorista al que en forma preventiva
paramos a tiempo: sin brazos ya no podrá atentar contra
nosotros"
¿Podrá la miseria humana llegar a niveles semejantes?
Caracas, 7 de abril de 2003
* Vladimir Acosta. Escritor, profesor universitario.
https://www.alainet.org/de/node/107280?language=es
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