En este Día Internacional de la No Violencia contra las Mujeres, la CIOSL/ORIT quiere hacer una llamado a la reflexión sobre la violencia laboral y económica que enfrentan las mujeres trabajadoras de nuestro continente. Ya en el año 1996, la Organización Mundial de la Salud consideró la violencia como prioridad de salud pública. A inicios del siglo XXI, estudios de la OIT registran un aumento en casos de violencia en el ámbito laboral –tanto física como moral o psicológica– los cuales tienen graves consecuencias sobre las/os trabajadoras/es y sus entornos familiares y sociales. La violencia contra las mujeres está vinculada al desequilibrio en las relaciones de poder entre los sexos y, a pesar de los esfuerzos que se realizan a favor de la equidad, persiste en los ámbitos social, económico, religioso, sindical y político. Por lo general abordamos la violencia desde su expresión física, pero no podemos perder de vista que hay otras formas de violentar la vida y desarrollo de las mujeres: la pobreza, el limitado acceso a los servicios de salud y el atropello de sus derechos laborales, son agresiones que niegan a las trabajadoras su derecho al bienestar propio y de su familia, a la estabilidad emocional, económica y física. La CIOSL/ORIT es conciente de que con violencia laboral no hay democracia, y rechaza una globalización económica que se asiente en un sistema de relaciones políticas, económicas y laborales perversas y desiguales, que violentan los derechos humanos y laborales. Y hace un llamado a sus organizaciones afiliadas y fraternales, a trabajar para transformar esa realidad. La discriminación, el acoso sexual y físico, la persecución sindical, que sufren las mujeres en sus lugares de trabajo, constituyen un atentado contra el derecho a su vida, a su seguridad, a su libertad, a su dignidad y a su integridad física y psíquica, obstaculizando además, el desarrollo de una sociedad democrática. Los vínculos laborales desiguales conllevan a que las mujeres trabajadoras vivan en un “horizonte de amenaza”, con constante temor a diferentes agresiones o a perder su trabajo. Este temor merma sus capacidades mentales y físicas, disminuyendo su eficiencia, su capacidad de trabajar en grupo, de ser comunicativas, todo lo cual restringe las oportunidades de encontrar un nuevo trabajo ó mantener el que tienen. Las organizaciones sindicales deben propiciar la discusión sobre las relaciones laborales hostiles, el mobbing laboral, el acoso y la violencia sistemática en el lugar de trabajo. Las mujeres trabajadoras tienen el derecho de encontrar en sus centrales un lugar adonde acudir, tanto para romper el aislamiento y la marginación, como para conocer los métodos de denuncia y prevención. Los Estados deben incorporar la visión de género en el diseño de políticas públicas de control y regulación de las relaciones laborales. Ocultar y negar el problema, contribuye a perpetuar la violencia y la agresión. Por ello, los Ministerios de Trabajo deben especializar funcionarios que atiendan las denuncias y ejecuten las sanciones sobre las empresas denunciadas. Los Ministerios de Salud también deben jugar un rol importante en la toma de conciencia de la población, para que todas y todos asumamos el tema de la violencia laboral como un problema de salud pública, que debe ser erradicado. Además, la educación debe ser replanteada, pues juega un papel preponderante en la construcción de la equidad. La CIOSL/ORIT hace un llamado a promover una plena participación y representación de las mujeres trabajadoras; para que así, mediante su accionar sindical, dejen de ser víctimas de la violencia y se conviertan en sujetas de cambio, transformando su realidad y la de su entorno, construyendo sistemas de trabajo que no violenten la dignidad humana. Con violencia laboral, no hay sociedades democráticas. ¡Trabajadoras y Trabajadores por la Erradicación de la Violencia contra las Mujeres!