México:

Entre la coyuntura electoral y <br> "la otra campaña" zapatista

31/10/2005
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El 6 de julio del 2006 habrá elecciones presidenciales en México (mismas que acontecen cada seis años). Para cuando esto ocurra, el país habrá ya estado marcado por el "ambiente preelectoral" –con toda la descomposición política, escándalos y pugnas que conlleva- por tres años. ¿Por qué está siendo así? En el 2000, el Partido Revolucionario Institucional (PRI) perdió las elecciones por primera vez en setenta años. A pesar de la imagen exterior de ser un país democrático, el PRI había mantenido a México prácticamente bajo la dictadura de un solo partido, organizando a la sociedad de manera corporativa, y recurrido a la represión más brutal cuando el "consenso social" no era suficiente. Diversos movimientos políticos y sociales, especialmente desde 1968, fueron enfrentando y minando al régimen del PRI. La izquierda mexicana creció y jugó un papel central en todo esto. Incluso, en 1988 una buena parte de la izquierda apoyó la candidatura democrática y nacionalista de Cuauhtémoc Cárdenas –quien venía del PRI- y ganó las elecciones presidenciales, pero el triunfo le fue arrebatado a Cárdenas por un fraude. Cárdenas habría de formar entonces el Partido de la Revolución Democrática (PRD), en el que se disolvió una buena parte de la izquierda bajo la dirección del ala que recién había roto con el PRI. Sin embargo, en el 2000, quien terminó capitalizando los avances hechos por todo este movimiento democratizador y sacando al PRI del poder fue el Partido Acción Nacional (PAN), el partido tradicional de la derecha, y su candidato Vicente Fox, ex gerente de la Coca Cola. El fenómeno del "voto útil" arrastró a la mayoría del voto popular, incluso de sectores de la izquierda que juzgaron que lo importante era sacar al PRI. De esa manera, el gobierno de Fox inició con una importante legitimidad y con grandes expectativas de transformación de lo que habían sido los pilares del PRI, al menos en el terreno democrático. La gestión de Fox No obstante, la frustración sobre "el gobierno del cambio" llegó pronto y Fox comenzó a mostrar una incapacidad y una debilidad inauditas. No sólo intentó, como era de esperarse, dar continuidad a la agenda neoliberal de su antecesor y avanzar en la integración subordinada de México a Estados Unidos, sino que no hizo nada por cambiar las estructuras antidemocráticas legadas por el PRI –pactó por ejemplo con la vieja estructura sindical corporativa— y no saldó como había prometido las cuentas pendientes del PRI en cuanto a crímenes de Estado: las desapariciones de personas durante la guerra sucia de los setentas, las matanzas de estudiantes, los magnicidios. Pero, además, no consiguió tampoco avanzar gran cosa en su intento de "reformas estructurales" neoliberales, pues el PRI y el PRD juntos tienen mayoría en el Congreso. Es decir, no ha tenido contentos ni al pueblo ni al capital, además de cultivar una imagen de presidente torpe e inexperto. Así, de manera inédita, a mitad de su periodo declaró abierta la "carrera presidencial", como si todo lo que un país debiera esperar son las elecciones de cada seis años. A partir de entonces, la descomposición social y política ha ido avanzando, incluyendo la guerra desatada por el narcotráfico, los escándalos de corrupción, los golpes entre los "precandidatos" de los distintos partidos e incluso los crímenes políticos. En este marco, la figura de Andrés Manuel López Obrador, hasta hace poco Jefe de Gobierno de la Ciudad de México por el PRD, ha ido creciendo inconteniblemente. Desde hace más de un año, todas las encuestas lo ubican muy por encima de sus adversarios en las preferencias electorales para la presidencia. La torpeza y desesperación que han caracterizado diversos intentos del gobierno federal por desacreditarlo o incluso sacarlo de la carrera electoral con trucos legales sólo han conseguido fortalecerlo. Si las elecciones fuesen mañana, lo más probable es que ganara López Obrador y el PRD, seguido por el PRI. Incluso algunos sectores importantes de empresarios han empezado a pensar que es mejor acercársele y negociar. De hecho, el problema es que, a pesar de las acusaciones de ser populista y de izquierda, López Obrador se asume a sí mismo como una persona de "centro" y no representa realmente un proyecto de izquierda, y mucho menos el PRD, que se ha ido descomponiendo cada día entre la corrupción y los intereses electorales. Ciertamente, sin embargo, el triunfo de López Obrador podría representar un cambio sobre todo en el terreno geopolítico, si es que se inclina por mirar hacia los bloques de países progresistas de Sudamérica en lugar de mantener la subordinación hacia Estados Unidos. Y todavía no está clara cuál será la estrategia de Estados Unidos frente al escenario mexicano. A fines de este año, pues, estarán arrancando formalmente las campañas electorales y el país estará aún más marcado por esta coyuntura, en medio sin embargo de un gran cansancio de la población por este interminable show y con un gran descrédito de toda la clase política. La "Otra Campaña" Zapatista En los últimos meses, sin embargo, ha saltado al escenario nacional otro actor político clave: el movimiento zapatista, quien ha anunciado su intención de recorrer todo el país en lo que ha llamado "la otra campaña", al margen de la competencia electoral. Como se recordará, el 1 de enero de 1994, también en vísperas de elecciones presidenciales, se produjo en el sureste mexicano el levantamiento armado de los pueblos indios organizados en el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), quien ha tenido como su vocero al Subcomandante Insurgente Marcos. El levantamiento sacudió a todo el país, rompió el espejismo neoliberal construido por el presidente Salinas de Gortari y catalizó una profunda crisis política de los de arriba que incluyó asesinatos entre las propias filas del poder, si bien el PRI terminó imponiéndose en las elecciones. La fuerza del EZLN, el apoyo decidido de la sociedad civil nacional e internacional y las circunstancias políticas obligaron al gobierno a negociar un acuerdo de paz. Sin embargo, desde entonces, se mantiene en el estado de Chiapas una "guerra de baja intensidad" contra el EZLN, que incluye la presencia permanente de decenas de miles de soldados del gobierno federal en las zonas indígenas. En cierta forma, además de las tropas insurgentes acuarteladas en las montañas, el ejército popular del EZLN basado en las comunidades indígenas está ahí también todos los días frente a frente del ejército federal. En medio de esto, el EZLN ha impulsado en todos estos años distintas iniciativas políticas nacionales e internacionales convirtiéndose incluso en un factor global, sin abandonar sin embargo la autocircunscripción a la causa del reconocimiento de los derechos y cultura indígenas como absoluta y casi única prioridad durante todo este periodo. La última iniciativa fue la llamada Marcha del color de la Tierra en el 2001, que llevó a una delegación zapatista a recorrer todo el país para buscar la reforma constitucional que permitiese el reconocimiento de los pueblos indios tal y como se había pactado en las pláticas de paz. El Congreso, no obstante, traicionó esos acuerdos. El EZLN, entonces, optó por el silencio y por dedicarse a construir en los hechos la autonomía de los pueblos indios con la creación de municipios rebeldes y las Juntas de Buen Gobierno, proceso que ha culminado en las zonas rebeldes. Así llegó este nuevo periodo electoral y de descomposición política, y el EZLN decidió hablar nuevamente y actuar. En la Sexta Declaración de la Selva Lacandona, el EZLN ha marcado su postura opuesta a todos los partidos políticos, incluso al PRD y López Obrador; ha anunciado que ya no se limitará a la lucha indígena, aunque sigue siendo su prioridad, sino que se dirigirá a todos los sectores sociales explotados y oprimidos; ha declarado que tomará iniciativas nacionales e internacionales, incluyendo un nuevo encuentro intercontinental; ha convocado a construir con todos los de abajo y desde abajo un verdadero nuevo proyecto de nación; ha declarado que se propone impulsar con todos los que estén de acuerdo un nuevo y verdadero proyecto de izquierda, y que todo este esfuerzo no está sujeto a la coyuntura electoral, que va mucho más allá. Para ello, ha convocado a sumarse a la realización de "otra campaña", paralela a las campañas electorales y ajena a los intereses que se dirimen ahí, sin que eso signifique un llamado a no votar, como un diálogo de los de abajo. La Otra Campaña iniciará el 1 de enero del 2006 con la salida para recorrer todo el país del Subcomandante Insurgente Marcos. Después de ese recorrido saldrá una delegación más amplia del EZLN para dar pasos más concretos en la construcción de una nueva alternativa de izquierda en México. Con ese propósito, centenas de organizaciones y miles de personas participaron ya en reuniones con el EZLN en la selva chiapaneca para organizar esta nueva iniciativa. De esta manera, el escenario político mexicano tiene un nuevo actor que viene a completar la complejidad de los próximos meses y del futuro del país que está en juego. Los movimientos sociales, que se han venido fortaleciendo y dando pasos en su compleja y frágil unidad, son otro actor fundamental que sin embargo no enfrenta con una sola estrategia este panorama. Algunos sectores están abiertamente involucrados en la negociación con los actores políticos hacia las elecciones; otros, simpatizan claramente con el zapatismo; y la gran mayoría tiene dividido su corazón. Después de las elecciones todo será diferente. ¿Cuál es el futuro del país y de la izquierda mexicana? Mejor no hacer predicciones. Héctor de la Cueva es Coordinador General del Centro de Investigación Laboral y Asesoría Sindical (CILAS A.C.) y miembro de la Coordinación Nacional de la Red Mexicana de Acción Frente al Libre Comercio (RMALC)
https://www.alainet.org/en/node/116052
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