Rebelión en los valles calchaquíes

22/09/2007
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  • Opinión
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Diez días de movilización social en el noroeste argentino, contra la contaminación y el saqueo de los minerales metalíferos.

Más de cuarenta prospecciones metalíferas convierten a Salta en una de las principales provincias amenazadas por la invasión minera. Superan el centenar los cateos con existencias diseminadas de oro, plata, cobre, plomo, bismuto, hierro, manganeso, molibdeno, tierras raras (en Rangel, norte de Salta), zinc, bario, litio, uranio y torio. Es vergonzosa la invitación al saqueo por parte de los gobiernos, y el de Salta es de los peores. Arrasar es el verbo que practica la minería transnacional con autorización del estado y sin la licencia social. Las poblaciones de los Valles Calchaquíes (salteñas, tucumanas y catamarqueñas) se hallan en virtual pie de guerra. Se suceden las concentraciones y marchas. En la capital salteña devolvieron medidores de agua al grito de “¡pónganselos a las empresas mineras!”

Durante diez días recorrimos cumbres y valles calchaquíes invitados por los auto convocados de Cafayate, San Carlos, Angastaco, Cachi, Seclantás, entre otras localidades.

Debatimos en Santa María sobre la mina Bajo la Alumbrera; inspeccionamos en detalle la mina de uranio Don Otto, abandonada por la CNEA hace 25 años, a punto de reabrirse; cientos de vecinos desfilaron con carteles, al ritmo de tambores y estribillos contra la mina, recorriendo los barrios periféricos durante dos horas, después de nuestras disertaciones en cine céntrico, en compañía del ingeniero de minas Hugo González y la proyección de la película “Espejitos de Colores” de Miguel Mato que cuenta la perversidad extractiva de la mega minería metalífera. Asi, iniciamos nuestro periplo por los principales pueblos calchaquíes.

Cuentan los auto convocados que “por primera vez la gente salió decidida a aplaudir desde las veredas mientras otros se encolumnaron al paso de la marcha” y, como en un “via crucis”, parábamos en esquinas puntuales y nos dirigíamos a la población con datos y referencias acerca del flagelo minero que acosa especialmente a la Cordillera de los Andes.

Llevamos nuestro mensaje a la escuela de Las Conchas y en el salón parroquial de Barrial, ante el Movimiento Nacional Campesino Indígena, con la presencia de profesionales europeos que responden a la asociación de “Ingenieros sin frontera”. Líderes indígenas de la zona de “Los Cobres”, denunciaron que no pueden sacar el pimentón “porque hay ácidos (lluvia ácida) que dañan las cosechas.” Se formaron tres talleres para discutir el contenido de la película y sobre nuestra charla: “¿qué conocemos, qué desconocemos y qué no queremos de esta minería?” También sobre “los cambios negativos que se produjeron en la agricultura durante los últimos cinco años, la sequía de arroyos y ríos, el polvo en suspensión por los desmontes para la soja, por las voladuras de la actividad minera y el caso patético de Bajo La Alumbrera, contaminación y uso ilimitado de agua. Las montañas se hallan cubiertas con un manto semejante a una neblina persistente: “esto es nuevo –cuentan campesinos calchaquíes- nos dicen que es el cambio climático pero el gobierno no impide los incendios intencionales para siembra forrajera, sojera, ni la tala salvaje.” Mencionan alarmados que miles de hectáreas cayeron con la sierra y la topadora con la complicidad de los funcionarios.

Salimos de Las Conchas hacia el Nevado de Cachi, cruzamos por Corralito (abundantes plantaciones de pimentón), y dejamos Animaná hacia San Carlos y, aunque a veces había media docena de lugareños, igual dimos nuestro discurso, mateamos, anotamos opiniones, intercambiamos formas organizativas contra el invasor minero y para cerrar filas ante la reapertura de la mina de uranio.

Fue muy útil distribuir en los valles salteños las “cuarenta razones” por las que nos opusimos al repositorio nuclear de Gastre, en Chubut. Son afiches de nuestra extenuante campaña antinuclear y ahora muy útiles porque cuenta que “minas como la de Don Otto fueron clausuradas en otros países, que el gas radón es radiactivo y con un viento de dieciséis kilómetros por hora recorre más de mil antes de que decaiga a la mitad su cantidad original y transporta partículas cancerígenas”. El anuncio también dice que “en 1980 los médicos del hospital de Shiprock en Estados Unidos confirmaron que sesenta de las setenta personas con diagnóstico de cáncer de pulmón eran mineros del uranio. Que dentro de la comunidad de indios navajos no existía el cáncer, pero todos los que fueron mineros del uranio lo contrajeron, cosa que escandalizó a la comunidad científica norteamericana”. Se destaca en el afiche que el Centro Nacional de Estadísticas de la Salud de Estados Unidos concluyó que “el número de defectos en bebés que habitan en zonas próximas a minas de uranio que fueron explotadas en Utah, Nueva Méjico, Colorado y Arizona es de 10 a 150% más que el promedio nacional en el resto del país”. Los carteles, a modo de bando, quedaron pegados en las paredes de hospitales y colegios de los valles. La escuela primaria de San Carlos, Arturo León Dávalos, nos recibió a pleno. Difundimos una película chilena que testimonia el daño minero a la agricultura de Andacollo por las voladuras y los ácidos con que lixivian los metales. La participación de los alumnos fue una sorpresa. Es que Facundo Ezequiel Burgos (11 años) se presentó en la asamblea, se paró ante mi, con sus ojos desorbitados y tez chocolateada: “me permite señor” –dijo- y en contados segundos concluyó un discurso claro, de alumno universitario, para sorpresa de los 145 adultos presentes: “Querido pueblo sancarleño, yo Facundo, de 11 años, me doy cuenta que está mal que exploten las minas y destruyan las montañas, y también estoy triste porque van a abrir la mina Don Otto y otras más, y el senador y el diputado están a favor de las minas. Yo siendo sancarleño no voy a permitir que abran las minas porque si abren contaminan el ambiente natural y también los frutos, las plantas y los animales morirán y se contaminarán los ríos y las aguas que tomamos. Para no permitir esto hay que luchar para que no exploten las minas, como en Cafayate que se juntaron más de doscientas personas haciendo marcha y le decían Si a la Vida No a la Minería. Ustedes pensaron que solamente soy un niño que no sé nada, pero si sé porque me enteré y para finalizar quiero decirles que no hay que permitir que la empresa extranjera venga y se lleve todo”. Los aplausos arrancaron después del silencio creado por las palabras de Facundo. Ese día, en San Carlos, quedó constituida una asamblea numerosa de vecinos auto convocados.

En el salón parroquial de Barrial, entre denuncias de agua potable y pozos contaminados, comprendimos que las perforaciones a ochenta metros son semejantes a las galerías uraníferas de la CNEA. Precisamente a esa profundidad se hallan inundados los socavones de la mina de uranio Don Otto. Los mineros excavaron en pos del uranio y al llegar a esa profundad aparece el agua que debió bombear para seguir sacando uranio hasta los 120 y 190 metros. Hoy están inundadas las galerías que abandonaron hace 25 años de manera negligente.

En Seclantás nos recibió el intendente y una comisión de vecinos, firmes activistas contra la minería de uranio. Este rincón del noroeste argentino padece más que ningún otro, la proximidad de los yacimientos uraníferos de Don Otto. Reiniciar la explotación sería fatal, e incierto el futuro turístico y la producción orgánica de la región. En Angastaco, a 2.200 metros de altura, comprobamos que el tema minero no sólo está instalado sino que goza de fuerte oposición. El no a Don Otto es un hecho, los pobladores se acercaban a preguntarnos sobre éste y otros temas de contaminación. Veinticinco profesionales y empleados de la salud del hospital de Angastaco, acordaron reunirse con los auto convocados y articular campañas de información porque, para estos médicos, “los casos de hipertensión y artritis han aumentado significativamente y es hora de que se investiguen los motivos; hace tres años, no era así y, además, “nosotros somos los que estamos más cerca de Don Otto,” sentenciaron.

La asamblea de Cachi fue muy concurrida, constituida por más de ciento cincuenta vecinos que en su mayoría se acercaron por primera vez. Uno de los momentos más gratos fue la disertación e intercambio que sostuvimos con la Comunidad Indígena Quilmes, (Tucumán, límite con Salta) con quienes nos comprometimos a continuar ligados y a confluir en un movimiento social integrado por todas las poblaciones de los valles calchaquíes.

Santa María (Catamarca) fue el cierre de nuestra visita a la región calchaquí. En la plaza, la noche fría, no impidió que casi doscientas personas siguieran con atención nuestros discursos. Bajo La Alumbrera fue el centro pero sin omitir referencias a las invasiones mineras que azotan a lo largo de los Andes latinoamericanos. Me preocupé en socializar con los compañeros catamarqueños algunos informes de trascendencia, en su mayoría desconocidos o no tenidos en cuenta: el caso de Carlos Rudolph que diseñó Bajo La Alumbrera, la solicitud de tecnología de la empresa minera incapaz de resolver los problemas del mineroducto, la energía que El Chocón-Hidronor S.A. le suministra a La Alumbrera, el discurso pendular de ingenieros y funcionarios acerca de la inocuidad del cianuro y de la minería en mano de PYMES, el discurso del Estado y de la gente de Segemar. Estos puntos los desarrollaremos en otra nota porque en Santa María la lucha contra La Alumbrera y Agua Rica había sufrido un retroceso, por eso insistimos en la unidad y en la construcción de un gran movimiento social en la región calchaquí, dejando de lado bandería partidistas.

- Javier Rodríguez Pardo, Cafayate, Salta, 17 de septiembre de 2007. Movimiento Antinuclear del Chubut (MACH)- Red Nacional de Acción Ecologista (RENACE), Unión de Asambleas Ciudadanas (UAC).  www.renace.net
https://www.alainet.org/en/node/123383?language=en
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