Lo que mal empieza, mal termina.

El TLC: otro falso positivo

17/12/2008
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El TLC fuera de lugar

El corto período de sesiones extraordinarias del Congreso de los EEUU que se conoce como “pato cojo”, aludiendo al sol a las espaldas del Presidente saliente, se clausuró el 20 de diciembre sin que la ratificación del TLC de Colombia con los Estados Unidos se hubiera contemplado siquiera en la agenda legislativa, como lo auguraba ilusamente el gobierno de Colombia. En un último esfuerzo por darle un empujón el Presidente Bush aprovechó su reunión con Obama en la Casa Blanca para reiterarle su interés en la aprobación del mismo. Pero, todo fue en vano; la suerte estaba echada y ahora quien tiene la sartén por el mango es Obama, quien tomará posesión el próximo 20 de enero. Y es bien conocida la posición de Obama respecto a este y otros tratados de libre comercio; él ha sido categórico en que se tomará “un tiempo” antes de negociar nuevos tratados. En el curso de su campaña planteó incluso que procurará “corregir” el tratado de libre comercio con México y Canadá (NAFTA); por ello, es previsible que respecto al TLC con Colombia se termine imponiendo una renegociación (¡otra!) de los términos del mismo. Hay quienes se consuelan, pensando con el deseo, que allá en los Estados Unidos como aquí en Colombia “una cosa es una posición en plena campaña presidencial y otra la oficial de un gobierno”1. Con Obama se equivocan de medio a medio, pues su trayectoria lo muestra como un hombre de principios y tremendamente coherente2Entre tanto el Ministro de Comercio, Luis Guillermo Plata, asegura que él tiene la confianza “en que si no se aprueba este año, se aprueba el año entrante”3. Sí, como el socarrón letrero en las tiendas pueblerinas: “hoy no fío, mañana sí”!

Ha corrido mucha agua por debajo y por encima de los puentes desde que se anunció el fin de las negociaciones, después de 22 meses de negociación, el 27 de febrero de 2006 y se firmó por las partes el TLC, el 22 de noviembre de 2006. Ya el Presidente Uribe se había apresurado a decir que “Lo vamos a firmar y lo vamos a aplicar rapidito”4. No obstante, con posterioridad, el Congreso de los Estados Unidos introdujo de manera unilateral unas modificaciones a lo acordado, que Colombia aceptó sin rechistar y suscribió a ciegas el 28 de junio de 2007, en aras de agilizar el trámite de su ratificación por parte del mismo. Es más, el gobierno con sus aplastantes mayorías en el Congreso de la República pupitrearon la aprobación tanto del contenido del acuerdo firmado como de las enmiendas impuestas, sin que mediara un debate a fondo sobre su conveniencia para el país y así quedó ratificado el TLC por parte de Colombia5. Como quien dice, ensillamos sin traer las bestias; ello tiene de malo que hacia el futuro, en el evento de una renegociación del tratado, Colombia no se puede echar atrás respecto a las concesiones que ya hizo.

El costoso e inútil lobby

Ya con el TLC ratificado por el Congreso de la República debajo del brazo, el propio Presidente de la República, Alvaro Uribe Vélez, se desplazó a los Estados Unidos y desplegó todas las baterías tendientes a persuadir a los congresistas estadounidenses para que ellos hicieran lo propio. Con tan mala suerte que los republicanos, más afectos a la administración Uribe, ya habían perdido sus mayorías en el Congreso y poco podían hacer por honrar los compromisos de un Bush en aprietos, en el punto más bajo de la popularidad de Presidente alguno de la gran potencia. Ni siquiera el efecto combinado Chávez – Morales pudo disuadir a las mayorías demócratas que optaron por meterlo al congelador. Según la Embajadora de Colombia en Washington, Carolina Barco6, en el sólo año 2008 se hicieron más de 800 reuniones con miembros del Congreso de los EEUU, 34 visitas de altos funcionarios del gobierno, varias de ellas encabezadas por el propio Presidente de la República, al tiempo que en 160 editoriales y 130 columnas en los principales diarios de los Estados Unidos abogaron por la ratificación del TLC con Colombia. Toda esta parafernalia llegó a su paroxismo con el vuelo charter con más de 100 personas, entre funcionarios oficiales, representantes del sector privado, sindicalistas, reinsertados, indígenas, campesinos y afrodescendientes adeptos al TLC, que terminaron haciendo el oso con un plantón frente al Capitolio en Washington. Todo este lobby, sumado a la atención de más de medio centenar de congresistas que se invitaron a Colombia para mostrarles el país “verdadero”, le costó al erario más de US $2.5 millones de dólares. Pero, como lo señaló el representante demócrata James McGovern, “Uribe está acostumbrado a volver, volver y volver, pero sin respuestas sobre lo que nos interesa: derechos humanos, derechos humanos, derechos humanos7. Y este es el quid del asunto.

El cambio de paradigma

El electo Presidente Obama fue muy categórico al afirmar que “la violencia contra los sindicatos en Colombia ridiculizaría las mismas protecciones laborales que hemos insistido se incluyan en este tipo de acuerdos”8. Y fue más lejos al afirmar en uno de sus debates por televisión en el curso de la campaña que lo llevó a la Presidencia que “Nosotros tenemos que ponernos de pie y defender los derechos humanos”, en una clara alusión a lo que acontece en Colombia. A tales declaraciones ripostó el Presidente Uribe diciendo que deploraba “que el senador Obama aspirando a ser Presidente de Estados Unidos, ignore los esfuerzos de Colombia. Yo creo que por cálculo político, está haciendo una declaración que no corresponde a la realidad de Colombia9. Está claro que los derechos humanos se habrán de constituir en uno de los principales issus de la administración Obama y ello no se puede perder de vista. Y, como lo afirma Hernando Gómez Buendía, “tras el triunfo de Obama, y para decirlo con los modismos de la Casa Blanca, Uribe dejará de ser ´nuestro amigo corajudo´ (our courageous friend) y en adelante será un “amigo al que debemos vigilar” (a friend to keep an eye on)”. Y da la impresión de que el Presidente Uribe no ha tomado conciencia de ello; pues, no de otra manera pueden interpretarse sus invectivas contra el chileno José Miguel Vivanco, director para las Américas de la organización estadounidense Human Rights Watch (HRW).

A raíz del más reciente Informe de HRW en el cual Col.ombia se raja en materia de derechos humanos lo tildó de “cómplice y defensor de las FARC”10 y le dijo: “quiero recordarle al señor Vivanco que él no es el profesor nuestro en derechos humanos y que no lo recibimos como tal, que aquí le perdimos el respeto hace mucho rato11. Sin embargo, no pudo escoger peor momento el Presidente Uribe para estas diatribas, pues coincidió con el mayor escándalo en materia de derechos humanos que ha sacudido a las fuerzas armadas en muchas décadas. Justamente el 4 de noviembre se vio forzado a renunciar nada menos que el Comandante del Ejército, luego que 25 oficiales del ejército fueron separados de la institución por cuenta de los llamados “falsos positivos”, en los que se ejecutaban a mansalva a civiles inocentes que eran camuflados con trajes de fatiga y botas de caucho para inflar fraudulentamente la cuenta de insurgentes dados de baja. Y de contera, el Vicepresidente Santos, en un sonoro mea culpa en el marco del Consejo de Derechos Humanos de la ONU reunido en Ginebra, afirmó que “desgraciadamente debemos reconocer que se han presentado estos casos y con profundo dolor pido perdón a las víctimas”, refiriéndose precisamente a los “falsos positivos”.

Pensando con el deseo

Hay quienes en un exceso de optimismo han registrado como un hecho positivo para la ratificación del TLC la designación de Hill Richardson, reconocido partidario del libre comercio, como Secretario de Comercio de Obama. Pero, los nombres que están en el sonajero para la Oficina Comercial (USTR), que lleva la voz cantante en esta materia, son todos críticos de los tratados de libre comercio. Además, recordemos que, en medio de sus discrepancias, si en algo coincidieron en la campaña por su nominación como candidato(a) Obama y Hillary fue en su rechazo al TLC con Colombia, en línea con las mayorías demócratas en el Congreso, encabezadas por Nancy Pelosi. Es de anotar que de ahora en adelante el trámite y aprobación de este tipo de tratados será mucho más complejo y dispendioso, toda vez que en su momento las mayorías republicanas, deliberadamente, dejaron expirar en diciembre de 2007 la Ley que permitía ofrecer compensaciones a los agentes económicos que resulten perjudicados por la liberalización comercial (Trade Adjustment Act, TAA). Y precisamente la aprobación de tales compensaciones fue la condición planteada por los demócratas para darle pase a la ratificación del TLC con Colombia. Para enredar aún más la piola, a finales del año pasado expiró también la “fast track” o vía rápida para tramitar este tipo de proyectos, que le daba al Departamento de Comercio de los EEUU la potestad para negociar acuerdos comerciales con otras naciones y el Congreso se limitaba a aprobarlos o improbarlos, pero sin introducirles modificaciones. Ello hace de la aprobación del TLC “una aventura extrema”12, como la catalogó Hernando José Gómez, nada menos que el Jefe Coordinador del equipo negociador del TLC por Colombia. El resignado Ministro de Comercio de Colombia, cuando vio que las uvas estaban bien verdes, sólo atinó a decir que “en TLC es mejor un sí lento, que un no rápido”13

El premio de consolación

Una y otra vez, el entonces embajador de los EEUU, William Wood, le planteó a Colombia el riesgo que estaba corriendo de quedarse en el peor de los mundos, sin TLC y sin los beneficios del ATPDEA, por su estrategia equivocada. Y no le faltaba razón. Mientras el influyente parlamentario demócrata Charles Rangel, Presidente del Comité de Medios y Arbítrios de la Cámara de Representantes pedía que se extendieran los beneficios del ATPDEA hasta el 2010, el Ministro de Comercio de Colombia, Luis Guillermo Plata, sostenía que “extender las preferencias arancelarias por más de un año es inconveniente, porque eso puede convertirse en un sustituto del tratado bilateral”14. En ello lo secundaban dirigentes empresariales como el Presidente de ANALDEX, Javier Díaz, a quien le daba temor “que esto llegue a quitarle la urgencia y la prioridad que tiene el TLC”15. No entendían ellos que “es mejor ATPDEA en mano, que TLC volando”16. La última prórroga del ATPDEA fue por ocho meses y se extendió hasta el mes de febrero de este año; luego, Bush prolongó los beneficios del ATPDEA por un año más a Colombia, Perú y Ecuador y excluyó de los mismos a Bolivia, en represalia por la expulsión del embajador de los Estados Unidos en la Paz. No tardaremos en estar nuevamente corriendo base, en el cabildeo, tras los votos necesarios para una nueva prórroga. Hasta cuando?

Nunca he entendido por qué Colombia, en lugar de estar en esta actitud mendicante, no le plantea a los EEUU una renegociación del ATPDEA, para que este deje de ser una concesión unilateral de los Estados Unidos hacia Colombia y pase a ser un Acuerdo bilateral y que deje ser temporal para ser permanente. Ello en razón a que los beneficios del ATPDEA lejos de ser una concesión graciosa de los Estados Unidos, constituyen una compensación por los enormes esfuerzos y sacrificios de Colombia en su lucha en contra del flagelo del narcotráfico. O acaso estamos relevando a los Estados Unidos de la corresponsabilidad que le cabe, como el mayor consumidor de sustancias sicotrópicas, en esta lucha? El relevo en la Casa Blanca y la llegada de Obama a la Presidencia es una ocasión propicia para plantearlo.

El espejismo y las falacias del TLC

No faltarán los agoreros del desastre, quienes vaticinarán las peores desgracias para este país a falta del TLC con los Estados Unidos. Pero, no hay tal, a la prueba está que no sólo hemos podido sobrevivir a estos dos años largos de espera de su ratificación sin que la economía colombiana sucumba, sino que sin él la economía ha tenido un desempeño envidiable. A contrario sensu, quienes como México lo tienen han crecido muy por debajo de Colombia y están ahora más expuestos a los devastadores efectos de la crisis financiera, precisamente por su más estrecha dependencia de la economía americana. Vale la pena resaltar cómo al término del primer año de vigencia del TLC entre los EEUU y los países de Centroamérica y República Dominicana (CAFTA), el balance fue más beneficioso para los Estados Unidos que para sus contrapartes. De un saldo en rojo pasó a tener uno superavitario y no es para menos, habida cuenta que mientras El Salvador, Guatemala, Honduras y Nicaragua exportaron a los EEUU 1.43% más, los EEUU les exportó un 18% más.

Por algo en la carta que el Comité Consultivo para Políticas y Negociaciones de Comercio, el cual asesora al Presidente de los Estados Unidos en la toma de decisiones en materia de comercio exterior, le dirigió a Bush, conceptúa que “El tratado con Colombia satisface o supera los logros acordados en otros tratados recientes, incluyendo los suscritos con Perú, Centro América y República Dominicana”17. Si ello es así, cabe preguntarse por qué tanta oposición en los Estados Unidos a su aprobación? Lo que ocurre es que allá igual que ocurre aquí habrán ganadores y perdedores si entra en vigor y muy seguramente Bush no está del lado de los perdedores. Y no sobra recordar que a Colombia le quedaría asaz difícil aprovechar las ventajas de este u otro TLC, con los EEUU o con la UE, simple y llanamente porque no tiene una oferta exportadora para colocar en los mercados internacionales y si la tuviera no tiene la infraestructura y la logística adecuadas para hacerlo.

Para quienes ponían en duda el costo fiscal que le puede llegar a representar al país, es el propio Departamento de Comercio de los Estados Unidos quien se encarga de proporcionarnos la prueba reina para disipársela. Pues bien, basta ingresar a su página web y en la parte superior derecha se resalta un contador que reporta cada décima de segundo la cuantía de los impuestos causados por el ingreso de sus exportaciones al mercado colombiano. Es una especie de “taxímetro”18. En efecto, hasta el día 19 de noviembre a las 2:38 de la tarde, después de 729 días contados a partir de la firma del TLC, los Estados Unidos habían cancelado por concepto de pago de aranceles la suma de 1.375´184.386 dólares. Es decir, que los estimativos que hizo el entonces Ministro de Hacienda, Alberto Carrasquilla19 se habían hecho sobre el hueco fiscal que se abriría con el TLC, de US $300 millones anual, más que se duplicarían. Sería inimaginable la crisis fiscal a la que se vería abocado el país, que sigue arrastrando un déficit del gobierno central superior al 3% del PIB, máxime ahora cuando el país se encamina hacia un déficit mayor merced al impacto de la crisis global. Podemos, entonces, concluir que lo mejor es lo que sucede, que, como dice el adagio popular no hay mal que por bien no venga; gracias a Dios el Congreso de los Estados Unidos no ha ratificado dicho tratado. Ello le permite al país apretar el paso para dotarse mejor en materia de infraestructura y logística, robustecer su aparto productivo, elevar su competitividad y diversificar su oferta exportadora, así como también sus mercados externos, para prepararse y así lograr una mayor y mejor inserción en el mercado global. No hay tiempo que perder, la urgencia de ejecutar la Agenda interna para la productividad y la competitividad, no depende de la ratificación o no del TLC con los EEUU, es la apuesta por una Colombia moderna, competitiva e incluyente.

Bogotá, diciembre 15 de 2008


 Amylkar D. Acosta

Ex-presidente del Congreso de la República

www.amylkaracosta.net

1 El Nuevo Siglo. Javier Díaz, Presidente de ANALDEX. Diciembre, 12 de 2008

2 Barack Obama. La audacia de la esperanza. Ediciones Península. Barcelona, 2006

3 El Espectador. Diciembre, 8 de 2008

4 Congreso de ANALDEX. Medellín, septiembre 27 de 2005

5 Ley 1143 del 4 de julio de 2007

6 El Nuevo Siglo. Diciembre, 11 de 2008

7 El Tiempo. Julio, 23 de 2007

8 Mitin electoral en Filadelfia.

9 The Wall Street Journal

10 www.otraexpresion.com. Noviembre, 3 de 2008

11 Idem

12 Portafolio. Mayo, 5 de 2008

13 El Nuevo Siglo. Noviembre, 14 de 2007

14 Portafolio. Febrero, 12 de 2008

15 Idem

16 Portafolio. Editorial. Febrero, 13 de 2008

17 Ver Web del USTR de los EEUU

18 El Tiempo. Noviembre, 20 de 2008

19 Amylkar D. Acosta M. El “bache” fiscal. Septiembre, 1 de 2004

 

https://www.alainet.org/en/node/131489

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