El impacto de los agrocombustibles

23/06/2008
  • Español
  • English
  • Français
  • Deutsch
  • Português
  • Opinión
-A +A

De acuerdo con la Organización de Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO, sigla en inglés), actualmente un total de 14 millones de hectáreas se utilizan para la producción de agrocombustibles, lo que representa “sólo el 1% de la tierra agro cultivable del mundo”. La propia FAO estima, sin embargo, que de 2.5% a  3.8% del total de la tierra agrícola  disponible “podrá ser utilizado” para agrocombustibles en 2030, alcanzando en 2050 cerca de 20% de toda la tierra agrícola del planeta, en la medida que el fin de la era del petróleo se aproxima.

Sin embargo, la tierra “potencialmente agrocultivable”  es una categoría bastante distinta de la tierra “actualmente bajo producción agrícola” y servida de infraestructura capaz de viabilizar y hacer fluir la producción. Es por estas tierras que, de hecho, los agrocombustibles  están compitiendo con los alimentos, y son estas tierras, generalmente más próximas a los centros urbanos, las que deberían garantizar el abastecimiento local de alimentos, abundantes, saludables y baratos.

Actualmente las principales fuentes de biomasa para la producción industrial de agrocombustibles son: para el etanol, el maíz (en Estados Unidos) y la caña de azúcar (en Brasil) y para el biodiesel, la soja, la colza/canola y la palma africana. Además de estos principales productos, en términos de área de producción y volumen, hay también una producción, infinitamente menor, a partir de jatropha (piñón manso),  papaya (castor seed) y otros.

Principal causa del hambre

El uso de granos para producción de agrocombustibles ha sido señalado como la principal causa directa del alza de los precios de los alimentos (1). Sustentan este argumento movimientos sociales, organizaciones no gubernamentales y activistas de todo el mundo, así como varias agencias internacionales que, aunque difieren entre sí sobre la estimación del impacto, parecen converger en cuanto al peso central de la responsabilidad  que tienen los agrocombustibles en la crisis alimentaria.

Según el informe de la Organización para Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE) y de la FAO sobre las Perspectivas para Agricultura 2008-2017, los agrocombustibles,  son responsables por cerca de 1/3 (un tercio) del aumento esperado de los precios de los granos y aceites vegetales para el periodo. El informe estima que los precios de los aceites vegetales continuarán altos, 80% encima del promedio del periodo 1998-2007; maíz, trigo, y leche en polvo se situarían entre 40% y 60% más caros; el azúcar 30% más caro; carne de ganado y porcina, cerca de 20%. Las causas de estos aumentos sin precedentes y por encima de los  promedios previstos para la próxima década incluyen el doble de la producción actual de agrocombustibles, altos precios de los combustibles, el aumento del coste de producción y transporte de los alimentos, y una mayor demanda de alimentos y raciones animales en los países en desarrollo. (2)

En cambio, el análisis del Fondo Monetario Internacional (FMI), el más extremo, estimó que la producción de agrocombustibles correspondió a  cerca de la mitad del aumento del consumo de los principales productos agrícolas alimentarios en 2006-2007 (3):  “la demanda de biocombustibles desencadenó un aumento no solamente en el precio del maíz, sino también de otros granos, carne, pollo y productos lácteos”. Entre los “otros granos”, se destaca, sobre todo la demanda de soja, el sustituto natural del maíz en la producción de raciones. Para estimar la dimensión de este impacto, se considera que en las raciones de la cadena industrial de producción de porcinos y aves (y huevos) se consume  aproximadamente 70% de todo el maíz producido en el mundo, siendo el maíz el factor más importante en la composición de los costos de producción de los productos de origen animal.  A más de esto,  el maíz es un insumo para la producción de centenares de productos, y, entre todos los granos cultivados por el hombre, quizás el más esencial, pues cada día es más utilizado no como alimento directo sino como materia prima industrial. (4)

En el ejemplo más extremo, Estados Unidos,  en la cosecha 2007/2008, ya  había  destinado el  25% de todo el maíz que produce a la producción de etanol. Se estima que en 2010, Estados Unidos subirá esta proporción a un tercio (5). Como Estados Unidos es el  mayor productor (hasta la fecha) y el mayor exportador de maíz del mundo, sólo el etanol a base de maíz en EE UU ya es un hecho de repercusión  global, con efecto en cadena. El primer caso de repercusión internacional y que se volvió el ejemplo más conocido de la competencia entre alimentos y combustibles, fue la “Crisis de la tortilla”, en México, ocurrido en los primeros meses de 2007, dada la dependencia de las importaciones de maíz de EE UU.

La reciente ola de convulsión social que sacude a varios países relacionada con el alza de precios y el abastecimiento de alimentos que ocupa la agenda política desde comienzos de 2008 sólo viene a confirmar, y a agravar, un desastre anunciado que es, en gran medida, consecuencia de la naciente industria de agrocombustibles, industria que ya efectivamente muestra sus graves impactos no solamente sobre el campo sino sobre  toda la sociedad.

Argumentos falaces

Para entender los impactos concretos con respecto a la alimentación y a la agricultura primero hay que limpiar del camino de  los argumentos falaces que defienden el lado “positivo” de los agrocombustibles, que los presentan  como una “oportunidad de desarrollo” para los países agrícolas del Sur o  como un llamado a la consciencia ambiental de los consumidores del Norte. Es importante dejar claro que:

- No existe un mercado internacional de agroenergía. Hay que recordar un punto crucial: las inversiones y la producción desenfrenada de agrocombustibles  en escala industrial se destinan a atender un mercado futuro y potencial para exportaciones, creado a partir de la justificación de mitigar los cambios climáticos y/o garantizar la seguridad energética de los países (y de la dependencia de las importaciones de petróleo), sobre todo del Norte que son los mayores consumidores de energía. Ocurre que este “mercado” está siendo creado de forma absolutamente artificial, esto es, por la fuerza de las leyes impuestas por los respectivos Estados nacionales, los cuales tienen la exclusiva prerrogativa de fijar las metas de mezcla progresiva y obligatoria, (en inglés los “targets”). Por ejemplo, la Unión Europea actualmente discute sus “targets” que serían de 5.75% de agrocombustibles en la matriz de combustibles de transporte a partir de 2010, elevando esta meta al  10% en 2020. (6)

En el origen del surgimiento de la fiebre de especulación, producción e inversión en infraestructura que viene reconfigurando dramáticamente el medio rural y compitiendo por tierra agrícola y agua con la producción de alimentos está un mercado artificialmente creado y que compite directamente con la producción de alimentos, como comprueban los análisis que referimos aquí. Quizás éste sea uno de los puntos más graves, pues nos muestra que,  en el fondo, el problema es de naturaleza arbitraria y política. Sobre todo,  respeto a los gobiernos de países que no disponen de tierras suficientes o aptas para esta producción (y que obligatoriamente deberán importar), es fundamental que así como sus metas de mezcla obligatoria de agrocombustibles  fueron políticamente creadas, éstas también pueden, y deben, ser política – e inmediatamente – extinguidas.

-Los agrocombustibles  industriales no son solución para el serio problema de los cambios climáticos y el calentamiento global: por el  contrario, se están evidenciando  como uno de los medios  más drásticos para agravar el calentamiento global.

 


El balance energético de los agrocombustibles, es decir, en términos reales cuanto consumen de energía en relación a lo que dicen producir (considerando toda la cadena productiva),  es el principal argumento científico para cuestionar su uso y promoción en amplia escala. Además del balance energético de los agrocombustibles,  es fundamental considerarlos en la dinámica más amplia de la expansión del modelo agroindustrial y del agronegocio como el principal vector de avance de la frontera agrícola y de la deforestación. De hecho, la producción en escala masiva aumenta exponencialmente el cambio de uso de la tierra, la destrucción de ecosistemas tradicionales, la pérdida de los hábitats  y la erosión de la biodiversidad con la expansión de los monocultivos energéticos. En este sentido:

“convertir bosques tropicales, peatlands, sabanas (Cerrado) o campos y praderas para la producción de biocombustibles en Brasil, en el Sudeste Asiático y en Estados Unidos, crea una ‘deuda de carbono', emitiendo de 17 a 420 más CO2 que la reducción anual de gases de efecto  invernadero por la sustitución de combustibles fósiles”. (Fargione et al, 2008) (7)

Es peor el remedio que la enfermedad

Es importante destacar que entre los efectos de los cambios climáticos, los llamados “efectos climáticos extremos” (tifones, ciclones, tempestades, etc.). están afectando de forma creciente  y haciendo inviable la agricultura en varias regiones. Cosechas enteras se pierden   con la desestabilización cada vez más frecuente del clima, del cual la agricultura depende. Así, el agravamiento del calentamiento global en función de los impactos ambientales de los agrocombustibles, también contribuye a la crisis ecológica que afecta directamente la producción de alimentos. En la misma medida, más monocultivos industriales, ahora para agrocombustibles, significan más herbicidas, lo que aumenta la contaminación del suelo y del agua, recursos fundamentales para garantizar la alimentación saludable.

Considerando los impactos en el ecosistema, de hecho es irrelevante si la producción de agrocombustibles se hace con especies comestibles (granos) o con variedades que no son directamente un alimento (caña de azúcar) o incluso si absolutamente no son comestibles (jatropha). De hecho, lo que se impacta es la tierra y el agua. Es la competencia por un commodity que tenga el precio más alto: alimento o energía,  y es la presión sobre las áreas agrícolas que afecta la seguridad alimentaria del conjunto de la población.

De forma directa, pero también indirecta y acumulativamente, la producción de agrocombustibles juega un papel estructural para entender la crisis alimentaria mundial. Aunque se admita que la crisis alimentaria  global es el resultado de una combinación de varios factores, actuando en conjunto y simultáneamente, la producción en escala industrial de agrocombustibles es un factor estructural para entender la crisis alimentaria global en profundidad pues deja claro que la crisis es, a su vez, alimentaria y energética.

En el fondo, lo que está de hecho en crisis, o mejor, en proceso acelerado de colapso irreversible, es el modelo de agricultura industrial, petro-dependiente de insumos, agroquímicos y de la mecanización pesada. Este modelo,  que viene transformando la agricultura en agronegocio, sólo funciona consumiendo enormes e irracionales cantidades de combustibles fósiles, para alimentar la circulación global de los alimentos-commodities, de los alimentos transformados en mercancía y con precios cotizados en dólares, en el mercado internacional. Son inmensas las cantidades de combustible que permiten que los alimentos sean transportados a los países distantes sometidos al dumping y a la ayuda alimentaria  creando mercados insostenibles como la exportación de flores, frutas finas, hortifrutis, etc., que viajan alrededor del globo, inclusive en avión.

Es irónico que los agrocombustibles hayan sido propuestos como solución para una crisis, cuando éstos han dejado ya bien claro cuanto pueden agravarla aún más. Como apuntamos aquí, la crisis alimentaria  no es coyuntural y debe ser pensada en su carácter estructural, de un modelo agrícola y sobre todo energético que está con los días contados y para lo cual tendremos que construir una alternativa que garantice tanto la soberanía alimentaria como la soberanía energética en la transición a una sociedad, una agricultura y una economía post-petrolera.

- Camila Moreno es investigadora de Terra de Direitos, Brasil, cursa estudios de doctorado en Agricultura, Desarrollo y Sociedad en la Universidad Federal Rural de Río de Janeiro.

Notas
(1) Nótese que son en especial los granos commodity, es decir, alimentos con precio fijado en el mercado internacional.
(2) OECD-FAO Agricultural Outlook 2008-2017
http://www.oecd.org/document/32/0,3343,en_36774715_36775671_40444896_1_1_1_1,00.html
(3) Butler, Desmond. "US disputes IMF on food prices". Associated Press, 15/05/2008. Cf. Rising food prices:Policy options and World Bank response, abril 2008 http://siteresources.worldbank.org/NEWS/Resources/risingfoodprices_backgroundnote_apr08.pdf
(4) Pollan, Michael. O Dilema do Onívoro, Ed. Intrínseca, São Paulo (2007): “El maíz es el principal alimento en su sentido más amplio: está en alimentos procesados, como cereales, su almidón es utilizado como crema para decorar,  su azúcar en refrescos como sacarina. Es un agente emulsificador, un colorante, el alcohol para cervezas. Está en la crema para el café, en el ketchup, en las frutas enlatadas y en los condimentos. En la carnicería usted encontrará ganado y cerdo engordados con raciones de maíz, así como pollos y pavos. Sus huevos también son producto de  ponedoras  alimentadas con maíz. Los pescados criados industrialmente también dependen de raciones de maíz y hasta los carnívoros como el salmón, han sido genéticamente modificados para que sean alimentados a base de una dieta de maíz. Y además está en las cosas que usted come: el maíz está en la pasta de dientes y en el pintalabios, en la sombra de ojos y en las pilas, pañales, productos limpieza, productos de plástico, papel y cartón. Toque las paredes de su supermercado y usted encontrará maíz, pues el maíz es también un agente en las mezclas para las uniones y revestimiento de construcciones”.
(5) World Bank's 2008 World Development Report, Agriculture for Development.
(6) Estados Unidos cuentan con una meta aún más ambiciosa, de acuerdo con la previsión del Renewable Fuels Standards y Energy Bill (Ley de Energía) de 2007, tienen la meta obligatoria de usar 28.4 mil millones de litros de agrocombustibles para el transporte en 2012, que debe alcanzar 35 mil millones de galones en 2022. Brasil volvió obligatoria la mezcla de 2% de biodiesel al aceite diesel desde enero de 2008 y se prevé un aumento al  5% en 2013 (pudiendo ser anticipado para el 2010), India tiene una mezcla obligatoria de 5% de etanol en la gasolina en nueve de sus estados y China está exigiendo 10% de mezcla del etanol a la gasolina en cinco provincias.
(7) Fargione, Joseph. Hill, Jason. Tilman, David. Polasky, Sthepen. Hawthorne, Peter. Land Clearing and the Biofuel Carbon Debt Science DOI: 10.1126/science.1152747 http://www.sciencemag.org/cgi/content/abstract/1152747v1

https://www.alainet.org/en/node/134325
Subscribe to America Latina en Movimiento - RSS