Ya no cambiamos vida por anacrónicas promesas de desarrollo

Sobre la represión estatal en Río Grande Chone

18/10/2011
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Los pueblos de América latina y específicamente los de Ecuador y Bolivia comparten la misma lucha y enfrentan a un enemigo común: la trampa de los llamados gobiernos progresistas.  Gobiernos que han lanzado una agresiva política contra los campesinos e indígenas que no quieren  aceptar su anacrónica promesa de desarrollo y modernización. Su discurso cada vez confunde menos, la sabiduría popular de los de abajo ya no acepta baratijas a cambio de sus territorios, de su  vida y su dignidad. Para los pueblos libres ya pasó aquella vergonzante época en la que los conquistadores embaucaron a nuestros ancestros con espejos y fruslerías doradas.

Cuando las tramposas estrategias del colonizador ya no convence, cuando los pueblos agredidos ya no creen que la agresión colonizadora los va a beneficiar, es decir, cuando el poder del colonizador ya no puede destruir la dignidad humana, recurre como siempre a la violencia irracional. No otra cosa sucede en el TIPNNIS en Bolivia, y no otra cosa sucede en Rio Grande Chone-Ecuador. Los gobiernos “progresistas” utilizan los aparatos represivos del Estado para reprimir de forma violenta la justa lucha de los pobladores por impedir que se lleven adelante los mega-proyectos capitalistas (carreteras, hidroeléctricas), cuyo objetivo es asegurar la reproducción del capital en la región.

Sabemos que estos proyectos, que de manera cínica se nos quieren imponer a nombre del progreso y del desarrollo, son parte del IIRSA, y de todo el plan mercantil capitalista para la región sur. Sabemos también el daño que el progreso capitalista ha generado en nuestros territorios y en nuestra vida; ya no nos confunden con pírricos tecnicismos y mucho, mucho menos, con viejos y gastados discursos nacionalistas y desarrollistas, tan usados por las burguesías locales y regionales.

Ya no creemos en la retórica del “interés nacional”, con la cual buscan justificar la implementación de proyectos destructivos del medio ambiente y la vida cultural que en él se despliega. Ya no creemos en el interés nacional cuando conquistamos, al menos en la definición constitucional, el carácter Plurinacional del Estado. 

Estos gobiernos, como sabiamente apunta la boliviana Silvia Rivera[1], han reeditan el pensamiento Colonial que estigmatiza a los indígenas y a los campesinos de “salvajes”, los salvajes que no quieren el desarrollo y el progreso. Lo que pasa, dice, es que no conocen al indígena y su profunda dignidad. Nos acusan de salvajes por no creer en su desarrollismo de carreteras, hidroeléctricas, plantaciones de bio-combustibles, etc., desarrollismo que comparten con la vieja y la ultra derecha latinoamericana.

De hecho, los salvajes parecen ser ellos, que no entienden que el desarrollo capitalista es una fuerza extremadamente destructiva para la naturaleza y la vida humana. Salvajes y manipuladores que usas la política del chantaje con la población. Primero establecen un programa vergonzoso de bonos de miseria y luego amenazan a con retirar esta insolente política de la caridad, si la población no acepta la construcción de la infraestructura, que la extracción de los bienes naturales  y la circulación de mercancías exige. Política basada en el chantaje y en las prebendas que se dan a ciertas poblaciones o dirigentes que se dejan envolver o comprar.

Cuando toda esta estrategia no funciona y las poblaciones se resisten al desarrollo capitalista, entonces siempre se puede usar la represión violenta, siempre se puede disponer de los aparatos represivos del Estado. Sin ningún pudor mandan a la Policía o al Ejército a reprimir a los comuneros de Rio Grande, en el caso de Ecuador, para dejar el camino despejado para la construcción de la represa hidroeléctrica, proyecto que inundaría unas 6 mil hectáreas de altísima calidad agrícola en la zona y provocará el desalojo de más de mil familias. De la misma manera, en Bolivia reprimen a los indígenas que se oponen a la construcción de la carretera que, de ser construida, destruirá el Territorio Indígena y Parque Nacional Isiboro Sécure.

El patrón de poder se repite: los pueblos y comunidades no son consultadas como mandan las Constituciones de los dos Estados Plurinacionales de Ecuador y Bolivia; no se respetan los acuerdos internacionales que protegen los derechos colectivos de los pueblos y nacionalidades que conforman estos países; hay abusos, tanto de los gobiernos como de las empresas transnacionales que están a cargo de la construcción, en complicidad con los primeros.   

Las nefastas prácticas de los aparatos represivos del Estado se repiten: mujeres y niños arrastrados, amordazados, heridos, humillados, golpeados, perseguidos, encarcelados. Violencia que luego se la quiere justificar con absurdas acusaciones de conspiración, de supuesto boicot al “proyecto revolucionario”. Acusaciones inadmisibles que llegan a decir que los compañeros indígenas y comuneros que luchan por defender su territorio y su vida están financiados por la CIA. Creen que somos estúpidos, que no sabemos para quienes realmente están gobernando, como si no fuese claro su servilismo a los grandes negocios del capital.  

Pero no se equivoquen, la profunda sabiduría de nuestros pueblos y su altísima dignidad se hace presente en medio de tanta mentira, de tanto engaño; se pone hecha cuerpo, marcha, grita, resiste; se abre rompiendo la manipulación mediática y discursiva del poder dominante. Seguiremos resistiendo pese a lo sofisticado y brutal del poder que los “gobiernos progresistas” están implementando en América latina.

- Natalia Sierra, socióloga, docente de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador.

https://www.alainet.org/en/node/153398
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