Obama vs Cuba en casos congelados
14/04/2012
- Opinión
El presidente norteamericano Barack Obama ha asistido a una Cumbre en la que, respecto a Cuba, lo presionan dos intereses diametralmente opuestos: el apoyo que pueda tener del sector más reaccionario en la política estadounidense para las venideras elecciones presidenciales, y la necesidad de recuperar espacios perdidos en las relaciones de los EEUU con América Latina.
El primero, lo enfrenta a una situación convencional, anquilosada, del lobby injerencista cubano, dominado por un plattismo reaccionario y unidimensional. Los hechos recientes del acoso al director de los Marlins, Ozzi Guillén, con la consiguiente sevicia de la humillación, y la inmediata reacción intolerante ante la valla alegórica a la libertad de Los 5, colocada en Calle 1ª y 17ª avenida del suroeste de La Pequeña Habana por Radio Miami y Alianza Martiana, demuestran que las condiciones políticas de Guerra Fría no han cambiado en ese ámbito. Más bien se recrudecen, a pesar de las circunstancias de crisis, la necesidad de erogaciones de rescate financiero y los déficits comerciales que el Departamento del Tesoro enfrenta. Las partidas presupuestarias que el Departamento de Estado sitúa a través de la USAID (Agencia para el Desarrollo Internacional de Estados Unidos) para la subversión en Cuba, siguen siendo anualmente millonarias en tanto terroristas confesos, como Posada Carriles, gozan de total impunidad, de movimiento y opinión, en medio de una campaña internacional contra el terrorismo de la que EEUU se pretende nación líder.
No hay, sin embargo, país más alejado del consenso internacional de opinión que los EEUU, pues mantiene un bloqueo sobre Cuba por más de 50 años, a pesar de que la mayoría inmensa de las naciones que integran las Naciones Unidas han votado reiteradamente en contra de su permanencia. Este bloqueo va acompañado por una fuerte guerra de invasión mediática que convierte en patrones de opinión percepciones minoritarias acerca del sistema político cubano, así como visiones entreguistas cuya demagogia social las lleva a especular con las necesidades del país. Componen un sector estadísticamente despreciable para la sociedad civil y ni siquiera alcanzan la categoría de grupo de presión. Tanto en la base del bloqueo como en la del terrorismo mediático, se halla el lobby plattista cubano de Miami que tanto necesitan los candidatos a la presidencia estadounidense y que tan bien se las arreglan para secuestrar, y chantajear, las posibilidades reales la democracia partidista.
La segunda línea de presión que acompañó a Obama a la Cumbre de las Américas, se enfoca en sus relaciones con el subcontinente, timado y esquilmado en las zonas donde los Tratados de Libre Comercio y las políticas neoliberales se posesionaron, desde el aun visible experimento chileno hasta el de México, pero en proceso de recuperación una vez que han buscado introducir otras variantes comerciales menos supeditadas a los monopolios estadounidenses y de la Unión Europea. Anunció, sin embargo, nuevos Tratados de Libre Comercio, con Panamá y, justamente, con Colombia, donde también se habían contratado bases militares.
Su secretaria de Estado, Hillary Clinton, aprovechó la tribuna del Foro de Actores Sociales para barnizar su imagen en la víspera de la llegada de Obama a la Cumbre. Paradójica, o acaso demagógicamente, reclamó la vigilancia de la sociedad civil sobre la verdadera representatividad de sus gobiernos. Se trata de la forma más cínica, y a la vez natural, de la política estadounidense, donde el discurso público apenas se roza con la conducta real. Y es que justo en los países de Latinoamérica donde la sociedad civil ha alcanzado representatividad, a pesar de las limitaciones del sistema de Partidos Políticos, han llevado a triunfar en las urnas, y en reiterados plebiscitos en algunos casos, a esos gobiernos que le han plantado barrera a la injerencia y se han sacudido, o se sacuden, su demasiado larga condición de “patio trasero” del imperialismo. La sociedad civil ha impulsado a los gobiernos a que la dependencia no siga siendo tolerada. Las condiciones actuales del capitalismo contribuyen también a que estas conductas de los pueblos tomen fuerza y sigan siendo mejor recibidas por la sociedad y, por consiguiente, que sus gobiernos reconozcan el derecho de Cuba a ser parte de las estrategias continentales sin que se sacrifique el sistema de relaciones sociales que la inmensa mayoría respalda.
No es lo que piensa el lobby de plattistas cubanos, de fuera y dentro del país, lo que demuestra hasta qué punto la presión de esos cabilderos estadounidenses que se dicen cubanos apuesta al totalitarismo absoluto: de la política, de los medios, del deporte y la cultura. Se trata de un derrotero obsoleto, continuador de las más extremas manifestaciones de Guerra Fría, cuya desaparición no se avizora, paradójicamente. Así, cuando Obama declara: “uno de los desafíos que afrontamos ahora es el de promover la democracia en Cuba”, emplea un evidente recurso semiótico que significa: “la verdad es que se ha puesto más difícil legitimar el discurso que justifica la financiación de la injerencia en los asuntos políticos cubanos, pero le vamos a buscar sus encajillos, por cínicos que vengan”.
De ese modo, el caso congelado puede seguir por un tiempo en la nevera.
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