Si, Obama tiene razón. Venezuela es una amenaza para el imperio

18/03/2015
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Hugo Chávez y Rafael Correa image001
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La Venezuela gobernada por Hugo Chávez y sus continuadores, es un peligro. Permanentemente cuestiona al capitalismo, al imperialismo, a la concentración de la riqueza, a las empresas que especulan con las necesidades del pueblo. Definitivamente Venezuela amenaza cuando convoca a la unidad latinoamericana, participa de UNASUR, CELAC o el ALBA.

 

Y Venezuela es particularmente un peligro al sistema imperial porque es parte de una América Latina unida como nunca lo estuvo antes.  América latina con gobiernos no sumisos al imperio es un peligro. Si, son peligrosos los gobiernos nacionales y populares que sacaron de la pobreza a 50 millones de personas en la última década. Son peligrosos los gobiernos que no se subordinan al poder económico de poderosos grupos económicos y mediáticos.

 

Son especialmente peligrosos los gobiernos que reconocen y restituyen derechos para sus pueblos que toman conciencia que tienen derechos y no se resignan a ser simples consumidores y mano de obra barata de las corporaciones.  Son muy peligrosos los que promueven el debate ciudadano y hacen visibles los conflictos sociales. Son peligrosos los que pretenden profundizar la democracia estimulando la organización popular y todavía mucho peor si logran la participación y movilización de la juventud.  Peor aún si reconocen que hay muchas deudas con sus pueblos y que hay que seguir avanzando en lo que falta.  Son peligrosos lo que apoyaron a Cuba repudiando el bloqueo impuesto por la potencia imperial. Unos peligrosos desacatados que no obedecen los “consejos” del FMI y del Banco Mundial y enfrentan a los “Buitres” de la especulación financiera.

 

Chávez fue un insolente desacatado  al que el Rey de España mando callar la boca. El mismo Chávez que junto a Néstor Kirchner y Lula da Silva en aquella histórica cumbre de Mar del Plata en noviembre de 2005 se plantaron cara a cara ante el mandamás del imperio y mandaron el ALCA, al carajo.

 

¿Cómo enfrentar a esa  gente que gana elecciones y desafía los intereses del imperio promoviendo la inclusión , la justicia social, la soberanía política, la independencia económica y la unidad de los pueblos de la América Latina?

 

Ciertamente un peligro para el proyecto imperial.  Es evidente que no hay una amenaza militar.  Los pueblos latinoamericanos no planean invadir o bombardear Norteamérica como ellos han hecho en reiteradas oportunidades en todas las regiones del mundo. Pero Obama tiene razón porque se resquebraja su dominio sobre esta parte del continente y eso es peligroso para ellos.  No solo Venezuela es una amenaza. La unidad de América Latina, que no se resigna a ser patio trasero de nadie, ¡es la verdadera amenaza para los intereses del imperio!

 

Es que en 1998 había llegado Hugo Chávez al gobierno en Venezuela, el primero de enero de 2003 llegó Lula en Brasil y en mayo de ese año Néstor Kirchner en Argentina. La mancha de aceite se iba extendiendo. Después, la mancha siguió extendiéndose con Evo Morales que llegó al gobierno de Bolivia en enero de 2006 y Rafael Correa que hizo lo propio en Ecuador un año después. En 2008 fue el turno de Fernando Lugo en el Paraguay. El caso de Michelle Bachelet en Chile y del Frente Amplio en Uruguay con sus contradicciones, pero se pueden sumar a este verdadero cambio de época.  No son todos; todavía quedan algunos sumisos neoliberales que dan la espalda a sus pueblos, pero la mancha se extiende…

 

Por primera vez en la historia, seis, siete, ocho presidentes coincidieron en una idea de integración regional   y en mirar más a sus propios pueblos que a las metrópolis imperialistas. De este modo, nuestros pueblos podían apoyarse entre sí para intentar cambios profundos en la Patria Grande.

 

Y así se le dio otro cariz al Mercosur, surgió UNASUR y luego la CELAC (Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe).

 

Hoy, en pleno siglo XXI, el nuevo Imperio ya no es un Estado nación. El Imperio es el poder financiero internacional y su poder corporativo, que por supuesto usa a Estados Unidos como una de sus patas, la bélica. Pero también están sus otras patas o tentáculos, el poder mediático hegemónico y las trasnacionales de agronegocios, entre otros. Entonces la verdadera lucha hoy en el mundo, inclusive en los Estados Unidos de Norteamérica, es de corporaciones contra democracia. Y en esa lucha, el Imperio necesita neutralizar a la política como una herramienta válida para cambiar la realidad.

 

En ese contexto, no puede permitir que continúen caminando los procesos políticos de Suramérica, cada uno con sus grandes diferencias e incluso con sus grandes falencias y contradicciones. Pero lo que no puede permitir el Imperio es que los pueblos decidan por sí mismos.

 

Por todo esto, más que una cuestión económica y más que la voracidad por nuestros recursos naturales (que también es real), de lo que se trata es de una necesidad política fundamental, casi de vida o muerte. Es la vida o la muerte para esas corporaciones y para nuestras democracias. O vive la democracia o vive el poder corporativo e imperialista. No hay lugar para ambos poderes.

 

Y en el medio también está la vida de pueblos enteros, de millones de personas.

 

Las tácticas varían según la correlación de fuerzas y según distintas coyunturas internacionales.  Primero intentan con proyectos políticos que representan la reacción liberal-conservadora, para retrotraer la historia a esos años ’90 donde la pérdida progresiva de derechos no tenía alternativa a la vista porque la historia había terminado.  Pero cuando esos proyectos políticos de derecha reaccionaria fracasan y se muestran incompetentes, el rol de verdadera e implacable oposición es asumido por el poder mediático y se desata la batalla cultural en todas sus formas, incluido el intento de neogolpe, como viene ocurriendo con distintos resultados en toda nuestra Patria Grande: Venezuela en 2002; Haití en 2004; Bolivia en 2008; Honduras en 2009; Ecuador en 2010; Paraguay en 2012.

 

En la actualidad lo estamos viendo claramente en tres de nuestros países: en Argentina con la forma de golpe judicial a partir del caso Amia y la muerte del fiscal Nisman; en Brasil con la orquestación de un plan destituyente para intentar desgastar o voltear el gobierno del PT (entre otras cosas para que no avance con una ley de medios antimonopólica); y en Venezuela con el golpe continuado que ahora ha tomado la forma de guerra económica, muy parecida a la librada contra el gobierno de Allende en el Chile de los 70 y que concluyó con el golpe de Pinochet y la CIA. Decimos que son neogolpes porque no se dan con tanques ni bayonetas, sino con los medios de comunicación a la cabeza y el apoyo/intervención de las embajadas de EEUU.

 

Pero cuando estos neogolpes también fracasen, no hay que descartar una intervención armada directa de Estados Unidos, este brazo bélico del Imperio. En ese contexto son preocupantes las declaraciones de esta semana del presidente de los Estados Unidos, Barack Obama, diciendo que Venezuela constituye “una amenaza extraordinaria” para su país.

 

¿Quién es una amenaza para quién?

 

¿Cuántas bases militares tiene Venezuela cerca de Estados Unidos? ¿O algún otro país latinoamericano? Ninguna.  ¿Cuántas bases militares tiene Estados Unidos en Latinoamérica? Son más de veinte, estratégicamente distribuidas en el continente.  Sobre todo las siete de Colombia, las nueve de Perú, dos en Paraguay y otras en la República de Guyana, Surinam, la Guayana Francesa y Vieques, en Puerto Rico.  A todo eso hay que sumarle la Cuarta Flota, recientemente puesta en valor, que patrulla todas nuestras costas por el Atlántico y el Pacífico Sur. Y hay que sumar la larguísima historia de intervenciones armadas e invasiones en nuestro continente, desde la formación de Estados Unidos como nación.

 

Ciertamente la amenaza de América Latina no es militar. La amenaza para los intereses del imperio es política y cultural.

 

Ya lo decía Simón Bolívar: “Los Estados Unidos parecen destinados por la providencia a sembrar de miserias la América Latina en nombre de la libertad”.   Esa siembra les resulta más difícil en la mayoría de nuestros países y ya no pueden cosechar tan fácilmente.

 

Hay otras siembras en la Patria Grande. Siembra de justicia, de igualdad, de emancipación, de independencia… de “Buen Vivir”

https://www.alainet.org/en/node/168287
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