De Caracas a Crimea: La pugna petrolera
23/03/2014
- Opinión
Desde que América Latina y el Caribe reabrieron el camino a la democracia, derrotando a las dictaduras impuestas desde Washington, la confrontación entre ambos conceptos no solo no ha cesado sino que se ha extendido a otras àreas geográficas.
Lo hemos visto en Medio Oriente y Africa, donde las guerras desatadas por Estados Unidos y la Unión Europea han causado destrucción, torturas y muerte para beneficiar a las empresas del que se considera mundo desarrollado.
Los países etiquetados como “subdesarrollados” o “en vías de desarrollo” no deben traspasar los límites de lo que les está permitido, esto es, no pueden afectar los intereses foráneos en beneficio de los intereses de sus pueblos.
Esa es una de las principales normas de los marcos fijados a la “democratización” cuando las dictaduras militares impuestas en América Latina dejaron de ser el instrumento adecuado para mantener el control sobre la región.
Algunos países han avanzado más que otros en la modificación de sus constituciones, tanto en las que estaban vigentes como en las que les heredaron los militares, pero los cambios de fondo, que incluyen la recuperación de sus riquezas, sólo se han dado en algunos.
Entre ellos está, en primer lugar, Venezuela, que entre las muchas conquistas logradas en el período de gobierno del presidente Chávez, consolidó su soberanía sobre el petróleo, mismo que vende a precios preferenciales a otros países de América Latina y el Caribe.
Y a eso se agrega la puesta en práctica de muchas otras iniciativas que han permitido el grado de integración alcanzado por los países latinoamericanos y caribeños y que no ha podido ser destruido pese al fallecimiento del Presidente Cabeza todas luces prematuras y sobre cuyas causas verdaderas hay muchas dudas.
Todo indica que se esperaba que ante la falta de un liderato como el de Chávez, Venezuela se hundiera en una pugna por el poder y la red integracionista de América Latina y el Caribe, llegará a su fin, nada de lo cual ocurrió.
Entonces. En la política del Track 1 y Track 2 que guía las intervenciones estadunidenses en otros países, se puso en marcha el plan desestabilizador que estamos viendo, similar en todo al aplicado en Chile contra el gobierno del Presidente Salvador Allende.
La base del plan es crear descontento, provocando la escasez de los productos de primera necesidad, los que deben estar escondidos en las propiedades de los empresarios venezolanos, así como en sus haciendas y también en los domicilios de los comerciantes pequeños.
Esa fue una batalla sin fin dada por el gobierno allendista y esa situación fue usada como pretexto para el golpe militar con el que Estados Unidos esperaba recuperar el acceso a las minas de cobre, como lo logró.
En el caso venezolano, Washington quiere el petróleo y en especial el de la Faja del Orinoco, que es uno de los yacimientos más grandes a nivel mundial, y que la Chevron Texaco, vinculada a los Bush, se aprestaba a explotar cuando el presidente Chávez anuló la concesión, que en una segunda etapa ganaron los rusos.
De Caracas a Sochi y Crimea
Mientras la acción desestabilizadora en contra de Venezuela alcanzaba nuevos niveles, el presidente Barack Obama aparecía muy preocupado por lo que pudiera suceder en los Juegos Olímpicos de invierno que se iniciaban en Sochi, Rusia.
Formuló una serie de advertencias y recomendaciones a los estadunidenses que proyectaban ir a presenciarlos, porque desde los temibles cosacos a los terroristas de diverso tipo podían originar atentados peligrosos.
Hasta los tubos de pasta de dientes fueron puestos como ejemplo de los productos de los cuales los estadunidenses debían preocuparse, porque podían esconder explosivos.
Llegó a tanto “su preocupación” por lo que pudiera ocurrirle a sus compatriotas, que decidió mandar dos barcos de guerra al Mar Negro. Según dijo, servirían para evacuar a sus conciudadanos en caso de atentados.
Luego, con menos publicidad que el anuncio anterior, mandó un tercer barco de guerra al mismo lugar. Terminaron los juegos de Sochi y Obama se llevó de regreso sus barcos sin hacer anuncio alguno ni dar explicaciones al respecto.
Sólo formuló después apreciaciones personales sobre Vladimir Putin, considerándolo sólo como un tipo entretenido, lo cual le restaba toda importancia.
Y pasaron las semanas, empezó el conflicto de Ucrania, los estadunidenses apoyaron la rebelión contra el presidente constitucionalmente electo, el que de hecho fue depuesto aunque haya optado por buscar asilo en Rusia.
La pregunta surge sola y la respuesta parece evidente: ¿Sabía ya el gobierno estadunidense que Crimea buscaría regresar a Rusia? ¿Para eso mandó Obama los barcos de guerra al Mar Negro?
La respuesta también parece evidente, sólo que algo ocurrió e impidió que la situación explotara antes y Washington logró provocar la caída del presidente ucraniano, el que pudo llegar a Rusia.
Ahora Crimea acaba de optar por reintegrarse a Rusia, a la cual perteneció durante décadas hasta que Nikita Krushev, originario de allí, le otorgo la independencia, si bien Crimea siguió estando en la Unión Soviética.
A Obama le salió mal la jugada, no sólo menospreció la inteligencia de Putin, sino que la capacidad de los servicios de inteligencia rusos para detectar situaciones de interés estratégico.
Washington quiere controlar la estratégica Crimea y con ello no sólo el armamento ruso instalado allí, sino también los ductos petroleros que llevan el líquido a Europa.
Ese es el asunto de fondo y ahora Obama sabe que Putin es algo más que un hombre “entretenido”.
¿Alguna semejanza con Venezuela? No es casual.
- Frida Modak, periodista, fue Secretaria de Prensa del Presidente Salvador Allende
https://www.alainet.org/en/node/84186
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