EE.UU: Un muro entre Norte y Sur
30/06/1995
- Opinión
Pocos meses después de la aprobación en el Estado de California (Estados Unidos) de la
Propuesta 187 que priva a los /as inmigrantes ilegales del acceso a los servicios sociales, la
iniciativa xenofoba va ganando terreno, pues los Estados de Florida, Texas y Arizona, están
tomando las disposiciones para adoptar procedimientos similares.
Mientras tanto, constreñidas a la clandestinidad, las personas ilegales enfrentan una
disminución de sus derechos humanos fundamentales por el solo delito de ser pobres y vivir
en condiciones administrativas irregulares.
La guerra contra los/las ilegales
La nueva asimilación de la inmigración como delincuencia ha facilitado la militarización de
los servicios de inmigración. Miles de familias de ilegales viven en un creciente clima de
inseguridad; solicitantes de asilo son concentrados en campos fuertemente vigilados;
refugiados/as en la ilegalidad son expulsados/as a sus países de origen, aún cuando sus vidas
corren peligro.
Para impedir el ingreso de los/as llamados/as indeseables a los Estados Unidos, el gobierno de
Bill Clinton está empeñado en la construcción de un muro que cubrirá, de este a oeste, su
frontera con México, ha multiplicado los presupuestos para robustecer la policía de
inmigración; ha creado cárceles para ilegales y ha invertido en diversos mecanismos, no tan
legales, para detectar las redes de inmigración clandestina.
También ha desarrollado métodos para eliminar la inmigración ilegal desde su origen. La
obtención de una visa para viajar a Estados Unidos se ha convertido en una empresa
imposible, las restricciones y las condiciones impuestas son múltiples, y el trato displicente
predomina sobre las consideraciones diplomáticas y de derecho internacional.
La disuación empieza por tratar de sospechosas a todas las personas y la más mínima
irregularidad burocrática acarrea el rechazo sin derecho a apelación. Por eso, quienes tienen
la intención de convertirse en trabajadores/as ilegales ni siquiera llegan a conocer las
embajadas y optan, cada vez más, por recurrir a las redes clandestinas de inmigración y
emprender periplos cuyos altibajos dejarían cortas a las más dramáticas películas
holiwoodianas.
Delación: deber cívico
A quienes logran entrar, a pesar de todo, se les hace la vida tan imposible que tarde o
temprano contemplarán la posibilidad de volver a sus países. Las autoridades de policía y
administrativas se encargan activamente de organizar virtuales cacerías de trabajadores/as
clandestinos/as, que involucran cada vez más abiertamente a miembros de la sociedad civil.
Se ha erigido a la delación como un deber cívico, el personal de las compañías de aviación se
ha convertido en una suerte de auxiliar de la policía de inmigración; los/as trabajadores/as de
los servicios públicos están llamados a verificar, aún sin necesidad, los documentos y
denunciar a la policía toda sospecha de ilegalidad.
En los centros de trabajo se asiste al resurgimiento de toda clase de luchas viscerales que se
fundamentan, principalmente, en razones étnicas y xenófobas. El contexto de criminalización
de la inmigración ilegal permite el incremento de la explotación de los/as trabajadores/as
clandestinos/as, pues los patronos, pretextando el acecho de la policía de inmigración,
mantienen un estado de miedo permanente, aumentan las horas de trabajo y disminuyen los
salarios.
En California, por ejemplo, el surgimiento de organizaciones de defensa de los "derechos de
los blancos" tales como Stop-it y FAIR (Federation for American Immigration Reform), crea
una coyuntura social donde el racismo se manifiesta cada vez más abiertamente. Como
justificación, se habla del peligro de desaparición de la etnia blanca acosada por la invasión de
etnias del Sur. Pero en 1990 la cantidad de personas nacidas en el extranjero ascendía a unos
7 millones de personas, es decir más o menos una quinta parte de la población de California,
el doble de lo que era en 1980, pero mucho menos que durante la primera guerra mundial,
cuando el 60% de obreros/as eran extranjeros/as.
Sin embargo, el mismo gobernador republicano Pete Wilson, se dedicó todo el año 1994 a
incentivar la xenofobia de amplios sectores de la población blanca al establecer una amalgama
entre inmigración y crisis, ilegalidad y delincuencia.
La exacerbación del sentimiento anti-inmigrante y las propuestas encaminadas a frenar la
inmigración ilegal se han convertido en un producto publicitario omniprescente para ganar
simpatías electorales.
Mas dan que reciben
Muchos políticos culpan directamente a la inmigración por la existencia de la crisis
económica. Pero la relación entre la inmigración ilegal y la crisis económica está llena de
contradicciones puesto que no solamente los/as inmigrantes ilegales contribuyen a la
economía de ese país ofreciendo una mano de obra extremadamente barata sino que los
impuestos que pagan son mucho más elevados que los servicios que reciben.
Así por ejemplo, se estima que las arcas de la administración federal estadounidense se
benefician del aporte de jubilación y desempleo de unos 4 millones de inmigrantes, a quienes
automáticamente se les deduce de sus salarios cantidades que oscilan entre los 15.000 y
20.000 dólares anuales por persona, y no podrán beneficiarse de este derecho puesto que, en
la mayoría de los casos, no tienen padres en ese país. Este "donativo" constituye una
contribución hecha por los/as inmigrantes para la jubilación de la creciente población blanca
de la tercera edad.
Solo en Los Angeles los/as trabajadores/as clandestinos/as habrían aportado con 3 mil
millones de dólares en contribuciones fiscales durante el año 91-92, mayoritariamente
encajados por el presupuesto federal, el cual inversamente ha reducido en un 90% su
programa de ayuda a los/as refugiados/as.
El senador demócrata de California, Art Torres, estima en 5 mil millones de dólares el
beneficio aportado por los 2 millones de trabajadores inmigrantes que viven en ese Estado, sin
embargo, solo en 1993 una docena de proyectos de ley, la mayoría inconstitucionales, tales
como el de suprimir las obligaciones patronales de los/as trabajadores/as clandestinos/as o
negar la ciudadanía estadounidense a la descendencia de inmigrantes clandestinos/as nacida
de ese país, fueron presentados en el parlamento del Estado.
Poco a poco, se restringen derechos como el de la unificación familiar y se limita el acceso a
los servicios básicos (educación, salud, etc.). Para paliar esas carencias los/as inmigrantes
ilegales se ven en la obligación de desarrollar redes informales hasta para poder retirar una
carta certificada.
La xenofobia se mundializa
Existe un estrecho vínculo entre la consolidación de la mundialización neoliberal de la
economía y la polarización de las desigualdades y los procesos de exclusión social. En
América Latina y el Caribe la mayoría de personas son afectadas por el incremento del
desempleo, el empobrecimiento, la atomización social, las crisis urbanas y rurales, y el
agotamiento de las estrategias de supervivencia en sus propios contextos, por lo que se ven
obligadas a desplazarse hacia los países más prósperos, principalmente del Norte.
Pero, mientras la mundialización neoliberal impone la libre circulación de bienes, al mismo
tiempo restringe la libre circulación de personas y de mano de obra, sobre todo cuando éstas
son pobres y/o de etnias discriminadas.
Asimismo, en Norteamérica y Europa, las ideologías fundadas en principios de igualdad y las
perspectivas internacionalistas han perdido credibilidad e inclusive están en vías de
desaparición; ello facilita el surgimiento de organizaciones que, justificándose en la
persistencia de la crisis económica, promueven la xenofobia y el racismo.
Frente a esta situación de proporciones inéditas, el atrincheramiento en el pasado y la
reivindicación de particularismos han vuelto a la moda. La cultura, la etnia y la religión están
en vías de convertirse en pretextos para desatar impunemente ajustes de cuentas históricos.
Los "peligros" del melting pot
Entre los años 60 y 80 la afirmación de las reivindicaciones étnicas, culturales y de identidad
generaron mejoras para las etnias discriminadas, las minorías e inmigrantes. En el caso de los
Estados Unidos se llegó a integrar "la mezcla de culturas" (melting pot) y una cierta
mentalidad cosmopolita como un principio de la identidad colectiva.
Sin embargo, en la práctica, el multiculturalismo estadounidense se ha caracterizado por ser
una suma de culturas replegadas en sí mismas, una yuxtaposición de diversas identidades con
un fuerte referente en la cultura de origen, pues se concibió el multiculturalismo como una
"tolerancia" relativa, mientras los valores dominantes siempre fueron considerados como
superiores a los de cualquier recién llegado/a y por lo tanto universales.
La visión multicultural ha venido palideciendo con los años, el peligro de los ghettos
culturales es cada vez más señalado y el bio o multilingüismo son presentados como
peligrosos. La cultura racista avanza mientras se afirman los mecanismos de desigualdad
social y exclusión.
La multiculturalidad latinoamericana
El enfoque unificador "hispánico", generado por la creación de una suerte de frente común
contra la Propuesta 187, es inédito y, probablemente se constituirá en un espacio colectivo
innovador, pues no solamente ha surgido en respuesta a una realidad nueva, los
desplazamientos masivos de poblaciones del Sur hacia el Norte, sino que tiene el desafío de
formular propuestas de formas de organización social, cosmopolitas y heterogéneas.
La cultura latinoamericana, en Norteamérica es una suma de diversidades, donde se expresan
múltiples orígenes étnicos y nacionales, diversas prácticas religiosas y cosmovisiones, y
relaciones socioeconómicas desiguales. Los esfuerzos de adaptación individual y colectiva a
la cultura dominante estadounidense son complejos y la adhesión a ésta tiene modelos
múltiples que tienen que ver con una diversidad de valores y referentes culturales de origen,
que se mantienen de generación en generación.
Los modelos de inserción y de integración "hispánica" en Estados Unidos se fundamentan, en
buena parte, en la irreversabilidad de la inmigración teñidos de la afirmación lingüística y
cultural, la consolidación de ciertas bases comunitarias y la promoción del derecho a la
diversidad.
Sin duda, el estrecho vínculo entre la agravación de las desigualdades y exclusiones
acarreadas por el neoliberalismo ideológico y la afirmación de las reivindicaciones de
identidad, abre un campo de debate político y de reformulación de conceptos tales como la
asimilación, la inserción y la integración, a la luz de una realidad nueva como es la migración
masiva de poblaciones del Sur hacia el Norte, en un contexto de polarizaciones diversas.
* Este documento es parte de "Latinoamericanas en Europa: desilución en la tierra prometida", serie Aportes para el Debate
No. 3.
https://www.alainet.org/es/active/1026
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