Llave electoral
18/01/2006
- Opinión
El tumulto de la confección de listas para el Congreso abarca a casi todos los partidos, incluso a algunos que van por debajo del 1% en las preferencias nacionales donde todo el mundo quiere estar en el número uno para ver lo que puede agarrar. Pero las ambiciones y envidias se notan mucho más, por supuesto, en el caso de la candidatura en ascenso en torno a la cual hay miles de personas que consideran haber conquistado algún derecho, en más o menos un año que media desde el regreso de Ollanta Humala al Perú hasta la fecha.
Tanto desprecio por la función parlamentaria y por los congresistas, ávidos de altos salarios y prebendas, y carentes de cualidades para los asuntos públicos, no han impedido el actual espectáculo de arranchones, toma de locales, huelgas de hambre bajo la consigna que más unifica a un gran segmento del Perú de hoy: "curul o muerte". Tal como sugieren algunas investigaciones recientes, la línea que separa el reclamo de participación y espacio político para los sectores que se sienten postergados por el sistema tradicional de reparto del poder, del desborde y el linchamiento, es muy tenue. Basta escuchar a los dirigentes provincianos que anuncian la posibilidad de dar la espalda al "presidente" Humala si no se les satisface en sus demandas. Y ¿adónde irá tanto antisistema frustrado que están multiplicándose en el país?
No me cabe duda que para poner orden en el despelote de postulantes para el próximo Congreso, Ollanta Humala va a tener que ponerse firme como ya lo ha hecho en otras ocasiones y forzar un mínimo de disciplina entre sus seguidores. Lo que a su vez desatará otra batería de críticas sobre autoritarismo que se la tienen preparada los medios de prensa que más lo estiman. En realidad no hay escapatoria. Las imágenes de Fujimori cerrando el Congreso el 92, donde parte de su bancada se le rebelaba, y de Toledo cediendo ante los desafíos chakaneros, parecen las únicas opciones de manejo para representaciones inorgánicas, construidas sobre la marcha, donde el presidente casi no conoce a los que lo van a acompañar y en las que la idea sobre el origen del derecho a representar que se hace cada uno de sí mismo está a kilómetros de la forma como estas personas están siendo valoradas en la sociedad.
Es la crisis del sistema político manifestándose en toda su potencia dentro de las organizaciones que surgen como respuesta a esta misma crisis. Quince años después es imposible seguir creyendo que el fenómeno de los outsider, de los candidatos sin partido y sin historia, es un desvío temporal o una fiebre pasajera de la democracia. Cómo tampoco es dable ignorar que por esta vía se crean nuevos problemas sin solución. El trance del Perú de hoy es de ruptura. Y ésta va a venir sea cual sea la vía que el país opte en las elecciones o en referencia a ellas. Es decir, así la derecha y sus partidos impongan una final del continuismo, las posibilidades de sostenerla van a ser muy precarias. Y si se produce la victoria de Humala, esta será también un mero hito para definir destinos definitivos.
El humalismo que se ve peleando por su lugar en el Congreso que dicen repudiar, no da muestra ser el material necesario para un cambio profundo en el país. Si a esto se suma que los neoliberales y antinacionalistas van a estar probablemente sobre representados, ¿qué es lo que va a poderse hacer allí? Otras experiencias como la de Venezuela, muestran que el proceso consiste en una serie de etapas en las que arma la nueva correlación y se definen los verdaderos equipos de gobierno. ¿La tiene clara Ollanta?.
El tema de la Asamblea Constituyente que figura en el programa de Humala necesita convertirse de un lema de propaganda, a una decisión de gobierno. No sólo porque se trata de la posibilidad de reorganizar el Estado y el sistema político, sino porque significaría marchar a una nueva elección en un período corto de tiempo, haciendo efímeros los mandatos por los que hoy tanta gente se pelea. Para hacer un nuevo país los pasos iniciales tienen que ser dramáticos. O no van a ser en absoluto. Es lo que ha empezado a verse en esta especie de levantamiento caótico que amenaza con comerse a Humala y del que hasta ahora se desconoce su respuesta.
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