Los hospitales se desangran

21/06/2006
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Los hospitales en Guatemala se están desangrando velozmente, y no hay insumos para intervenirlos quirúrgicamente. Los médicos residentes de los dos centros hospitalarios más grandes del país dieron a conocer el diagnostico el pasado nueve de junio del presente año. Hace ya casi doce días de la noticia y los hospitales aún permanecen cerrados para la población. Excepto cuando es una emergencia. Los médicos residentes denunciaron un desabastecimiento de medicinas, material quirúrgico y falta de equipo para trabajar. Primero fue en el hospital nacional Roosevelt y luego en el hospital general San Juan de Dios, ahora se conoce que también los centros médicos de Zacapa, Santa Rosa, Amatitlán y Jalapa. En todos los casos se destapó la irresponsabilidad de las autoridades de salud, al tener desabastecidos los nosocomios con material quirúrgico, jeringas, esparadrapo, guantes, hilo de sutura, reactivos para pruebas de laboratorio. Además hay falta de equipo, el que existe es escaso, viejo y sin mantenimiento, y para completar el cuadro los empleados de los hospitales han anunciado ya el paro de actividades, que vendría a sumarse a la asamblea permanente en que se encuentran los médicos desde hace dos semanas. En el otro lado de la moneda está el escurridizo ministro de salud, el ingeniero Marco Tulio Sosa, quien no solo no se atreve a dar declaraciones públicas a la prensa para informar oficialmente del problema sino que tampoco da luces de cómo resolverá el problema. Los directores de los hospitales aseguran que el problema ya está solucionado y que los insumos que hacían falta ya están en sus respectivas bodegas, “solo falta distribuirlo”. Y aunque se les reconoce que hayan aceptado el faltante de medicinas por deudas a los proveedores, es jugar con la salud de la población, indicar que el problema está resuelto cuando solo una pequeña parte de los productos ha sido adquirida. Es como querer curar una hemorragia severa con aspirinas. El problema que salta a la vista es el desabastecimiento de medicamentos e insumos, pero no debe descuidarse que en realidad esto es solo un efecto de algo mucho más grave, doloroso e histórico: el desmantelamiento del Estado. En la aplicación de las recetas económicas, ofrecidas (impuestas) por organismo de financiamiento internacional, los servicios públicos quedaron relegados a un tercer o cuarto plano de la importancia para los gobiernos. Educación, telecomunicaciones, infraestructura, asistencia social y salud, son áreas que quedaron en el descuido y el abandono. El acceso a cualquiera de esos servicios se convirtió en algo casi exclusivo para quienes tienen la capacidad económica de pagar por ellos. En Guatemala más del 56% de la población vive en situación de pobreza, algunos con salarios de hambre y por lo tanto están condenados a morir analfabetas, sin posibilidad de recibir atención médica y sin asistencia social. No hay capacidad para pagar los servicios. En las recetas económicas se incluyó un experimento perverso para demostrar las supuestas ventajas de privatizar los servicios públicos. En el hospital Roosevelt, por ejemplo, se privatizaron varias áreas y se adhirieron patronatos que le dieron un nuevo sentido mercantilista a la salud. La apariencia del hospital cambió, casi siempre hay de todo y hasta la parte estética del centro fue atendida. Por supuesto que todo se paga. Y aunque los montos pueden variar de acuerdo a las condiciones económicas del paciente, nada es gratis. En cambio en el resto de hospitales, como el San Juan de Dios, las autoridades (desde varios gobiernos atrás) asfixiaron económicamente sus servicios, no hay mantenimiento, las medicinas son pocas y de mala calidad, la inseguridad adentro del hospital y a los alrededores es preocupante y, entrar a la sala de emergencias es deprimente y desalentador, para cualquier paciente o familiar de éste. Este mismo experimento se practicó en la educación. El problema de desabastecimiento debiera ser algo de fácil y de pronta solución, las autoridades parecen tener la voluntad de dotar a los hospitales con más insumos pero se enfrentan a una realidad muy cruda que escapa a sus posibilidades: un presupuesto exiguo, producto de las políticas neoliberales. De acuerdo con cifras proporcionadas por los médicos que permanecen en asamblea permanente, el sistema de salud pública solo recibe el 0,9% del Producto Interno Bruto. Una cantidad que está muy por debajo del 3% que establecen los acuerdos de paz. Y encima de ello el Presidente de la República informó de la posible existencia de una red de personas que se dedica a robar los insumos y medicamentos de los hospitales, en la cual participarían trabajadores administrativos. Es un extremo que debe investigarse, pero ello no despeja la inconformidad que ha credo la falta de atención en los hospitales. Hasta ahora es incierto el tiempo que pueda extenderse el paro en los hospitales, pero lo cierto es que los más afectados son los pobres. Que como suele suceder quedan atrapados en medio de los problemas. La solución a la compleja situación de los hospitales debe ir mucho más allá de abastecer las bodegas y dar mantenimiento a los equipos. Se trata de tomar soluciones profundas y construir políticas públicas de salud curativa y preventiva. Basta de dar aspirinas para aliviar los grandes males del país. Y la solución desde luego no es la privatización. - Fuente: Noticias y Análisis de Tendencias Incidencia Democrática www.i-dem.org
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