Esperanza de democracia ciudadana:
Perspectivas de la resistencia civil postelectoral
24/07/2006
- Opinión
"Es difícil para todos los hombres individualmente considerados (…) salir de la minoría de edad (...). Pero es más posible que un público se ilustre por sí mismo; con sólo que se le deje en libertad, es casi inevitable".
Immanuel Kant Era la noche del domingo 2 de Julio. El nerviosismo acompañaba a la expectación por los resultados de la jornada electoral. El presidente del Consejo General del IFE, Luis Carlos Ugalde, ofrecía un mensaje en cadena nacional solicitando unos días para declarar un ganador de la contienda presidencial, dado el cerrado resultado en los conteos rápidos. Esa misma noche, el comportamiento del Programa de Resultados Electorales Preliminares (PREP) resultaba inexplicable: para los "científicos" del IFE (respetando a la Institución, habló del IFE versión Ugalde) el electorado mexicano se comportaba bajo un patrón matemáticamente perfecto: cada seis minutos había una variación en el resultado de aproximadamente dos décimas y jamás se cruzaban los resultados entre los dos punteros, López Obrador y Calderón. El último conservaba la ventaja. Curiosamente, Ugalde "olvidó" informar que se excluyeron del PREP cerca de dos millones y medio de votos considerados "inconsistentes". Por si fuera poco, para la sesión de cómputo del miércoles, Ugalde emitió una circular a las 300 Juntas Distritales del IFE prohibiendo la apertura de paquetes electorales para el conteo voto por voto, contraviniendo al principio rector electoral de la certeza (artículo 41 constitucional). Pese a las variaciones en el cómputo a la luz de los pocos paquetes electorales abiertos, el conteo coincidía con el inverosímil comportamiento del PREP. El 6 de Julio, el cuestionado presidente del IFE, nuevamente en cadena nacional y actuando fuera de sus atribuciones, parafraseó un discurso del candidato oficialista Calderón ("la regla de oro de la democracia establece que gana el candidato que obtiene más votos") para declarar su ventaja de 0.58% sobre López Obrador. Iniciaba el conflicto postelectoral, que venía ya bastante abonado por la agresiva campaña del miedo del panismo, algunos empresarios y jerarcas de la Iglesia. La izquierda mexicana estalló en la indignación: ¡fraude electoral! Muchos ciudadanos compartieron esta indignación. Las emociones afloraron y el debate se volvió enfrentamiento. Editoriales, cartones, Internet, opiniones en la calle, en los cafés... se volvió lugar común la percepción de una división del país en torno a las elecciones: entre ricos y pobres, entre norte y sur, entre perredistas y panistas, entre "pacíficos" (como se autoproclamaron los panistas) y "renegados" (como llamó Fox a López Obrador, en una más de sus estridentes declaraciones). Esta polarización, en buena medida inducida, se ha visto reflejada en las comunicaciones diarias entre los mexicanos, en el papel cerrado y parcial de los principales medios de comunicación - que han hecho el juego al establishment -, pero también en las calles. A la primera asamblea informativa convocada por López Obrador en el Zócalo de la Ciudad de México asistieron alrededor de trescientas mil personas. A la segunda, entre un millón y un millón y medio (más o menos la población total de Guadalajara o de Monterrey, segunda y tercera ciudad más poblada del país, respectivamente). Fue la marcha más concurrida en la historia de México y me consta el entusiasmo, el fervor y la alegría de los concurrentes, aún en medio de un escenario tan complejo como el que se vive ahora. Las pancartas y mantas que portaban algunos eran ingeniosas, valientes, lúcidas y lúdicas. Como apunta Octavio Paz en El Laberinto de la Soledad, el mexicano se manifiesta y se "abre" en las fiestas, saliendo de esa soledad y ese aislamiento que Paz le atribuía a su personalidad. Si bien, el compromiso de todos estos ciudadanos es serio y auténtico, para mí fue felizmente notorio el carácter festivo de la manifestación. En ese sentido, se trató de un ejercicio democrático alegre, sincero y pacífico. Saldo blanco, cero disturbios. Muy destacable es también el hecho de que la inconformidad ciudadana dio para mucho más que sólo el fraude electoral. Fox, Ugalde, Calderón... todos estaban incluidos en las menciones maternas y las pancartas de los manifestantes, como es verosímil, pero también los medios de comunicación, las empresas involucradas en el financiamiento de la campaña del miedo montada por la derecha (unos días después de la asamblea, la escritora Elena Poniatowska encabezó una protesta contra la filial mexicana del City Bank, Banamex), los altas jerarcas del catolicismo y una que otra "controversia teológica" (es entrañable aquella manta que rezaba "Dios no es panista"). El vitoreo a escritores como Carlos Monsiváis y Sergio Pitol formaron parte del heterogéneo muestrario de la amplitud que está tomando la resistencia civil pacífica mexicana contra el fraude electoral. Los mexicanos están haciendo suyas muchas reivindicaciones, lemas y temas de discusión que otrora, en un escenario similar, se limitaban a consignas de un programa político determinado. Lo que caracteriza a este momento es la toma de conciencia ciudadana (con un pretexto electoral) sobre la estructura social y económica del país, sobre el papel de los medios de comunicación en la esfera pública, sobre la responsabilidad de la iniciativa privada y las asociaciones religiosas, sobre el poder del consumidor y de la sociedad civil cuando se organiza para defender sus intereses e incluso sobre temas como los derechos de las minorías, el destino que tienen nuestros impuestos (si se convierten en los spots de alguna campaña presidencial muy cara), de los indígenas y por supuesto, el tema central: la democracia y la calidad de ésta. Creo que con creatividad y las mejores pasiones en juego (la alegría, la esperanza) puede verificarse la hora de la ciudadanía en México: es una ocasión inédita para la participación y la organización de la sociedad civil. Presenciamos una excelente oportunidad para la construcción de espacio público, lazos de solidaridad y diálogo permanentes entre los mexicanos, y además con los mejores propósitos. Y todo esto, tan trascendente como es y puede ser, debe desbordarse en el mejor de los sentidos: si se habla de la defensa del voto, del "voto por voto, casilla por casilla" con motivo de la coyuntura electoral, también debe rescatarse este renovado espíritu democrático para construir república, apostar a la permanencia y la ampliación de la participación democrática y el mejoramiento de las instituciones. Si el recuento voto por voto es ordenado por el Tribunal Electoral - única garantía de legitimidad para quien sea el próximo Presidente de México – la sociedad civil debe insistir en asumir su derecho y su deber de ejercer la soberanía popular. Como bien dijo Henry David Thoreau en su "Desobediencia Civil" – obra que inspiró a Tolstoi y al movimiento de resistencia civil pacífica de Gandhi – "yo pido, no como 'antigobiernista' sino como ciudadano, y de inmediato, un mejor gobierno. Permítasele a cada individuo dar a conocer el tipo de gobierno que lo impulsaría a respetarlo y eso ya sería un paso ganado para obtener ese respeto". Esa es una buena base para un movimiento de participación democrática en México, ¿cómo puede descalificarse una exigencia tan legítima? Siguiendo a Thoreau, la apuesta trascendente de la ciudadanía en este momento histórico podría ir en el sentido de que, por más representativas que sean las instituciones democráticas del país, teniendo el ciudadano una conciencia individual – y agregaría, una conciencia de su comunidad – ¿porqué ha de entregarle siempre su conciencia a otro, sea éste un legislador, un Presidente, un partido político, el IFE, el sacerdote, la televisión o el mercado? No participar, no criticar responsablemente y no proponer, es cooperar con la injusticia y enajenar la conciencia. Y si los cauces institucionales siguen siendo rehenes de unos cuantos… pues entonces tendríamos que sondear si nuestras conciencias nos permiten seguir obedeciendo a un gobierno injusto. Por ello es buena hora para que el mexicano evalúe el concepto que tiene de sí mismo como ciudadano y de su comunidad. Que el ciudadano critique, con todas las evidencias que nos da este conflicto postelectoral, las grandes limitaciones de nuestro sistema de "democracia" elitista, en que la democracia es un simple mecanismo instrumental para elegir gobernantes que sólo han representado intereses particularistas, recurrentes testaferros de los grupos de intereses económicos, locales o globales. Que el ciudadano critique los abusos del sector privado y tome conciencia de su papel como consumidor de bienes, servicios e información. Es un buen momento para educarnos unos a otros, invitarnos al espacio público, deliberar y actuar con plena autonomía. Por otra parte, al asumir estos compromisos, los mexicanos tenemos la oportunidad de aportar nuestra experiencia y nuestra lucha como botón de muestra a las sociedades civiles de otros países: entramos al gran debate sobre el rumbo de la comunidad internacional: más neoliberalismo globalista o justicia social y democracia participativa. En la cita del inicio, Kant dijo a propósito de la Ilustración (salir de la minoría de edad) que ésta era posible siempre que a "el público" se le deje en libertad. Pero nuestras leyes ya nos reconocen esas libertades de las que no gozaban ni en la letra los contemporáneos del filósofo de Königsberg: la libertad no es una dádiva del gobierno: nacimos con ella, ya la conquistaron en el papel las generaciones que nos precedieron y debemos ejercitarla en la vida nosotros. Con esa esperanza, invitando a los ciudadanos a que se organicen como mejor les parezca pero sin dejar de participar, estoy convencido de que México vive hoy una crisis oportuna en su historia democrática, que nos espolea a tomar decisiones comunitarias sobre la forma que revestirán nuestras instituciones y una nueva cultura republicana. Un movimiento de esa naturaleza se irá dando con su propio ritmo, sí, pero es tarea de todos construirlo: la hora de una ciudadanía que, ejerciendo sus libertades, demuestre su mayoría de edad. - Silvano Cantú es estudiante de Derecho en la UANL y participó por primera vez en una elección presidencial. Es miembro fundador del Observatorio Ciudadano por la Democracia, organización recientemente creada para demandar el respeto a los principios rectores electorales y fomentar la participación.
Immanuel Kant Era la noche del domingo 2 de Julio. El nerviosismo acompañaba a la expectación por los resultados de la jornada electoral. El presidente del Consejo General del IFE, Luis Carlos Ugalde, ofrecía un mensaje en cadena nacional solicitando unos días para declarar un ganador de la contienda presidencial, dado el cerrado resultado en los conteos rápidos. Esa misma noche, el comportamiento del Programa de Resultados Electorales Preliminares (PREP) resultaba inexplicable: para los "científicos" del IFE (respetando a la Institución, habló del IFE versión Ugalde) el electorado mexicano se comportaba bajo un patrón matemáticamente perfecto: cada seis minutos había una variación en el resultado de aproximadamente dos décimas y jamás se cruzaban los resultados entre los dos punteros, López Obrador y Calderón. El último conservaba la ventaja. Curiosamente, Ugalde "olvidó" informar que se excluyeron del PREP cerca de dos millones y medio de votos considerados "inconsistentes". Por si fuera poco, para la sesión de cómputo del miércoles, Ugalde emitió una circular a las 300 Juntas Distritales del IFE prohibiendo la apertura de paquetes electorales para el conteo voto por voto, contraviniendo al principio rector electoral de la certeza (artículo 41 constitucional). Pese a las variaciones en el cómputo a la luz de los pocos paquetes electorales abiertos, el conteo coincidía con el inverosímil comportamiento del PREP. El 6 de Julio, el cuestionado presidente del IFE, nuevamente en cadena nacional y actuando fuera de sus atribuciones, parafraseó un discurso del candidato oficialista Calderón ("la regla de oro de la democracia establece que gana el candidato que obtiene más votos") para declarar su ventaja de 0.58% sobre López Obrador. Iniciaba el conflicto postelectoral, que venía ya bastante abonado por la agresiva campaña del miedo del panismo, algunos empresarios y jerarcas de la Iglesia. La izquierda mexicana estalló en la indignación: ¡fraude electoral! Muchos ciudadanos compartieron esta indignación. Las emociones afloraron y el debate se volvió enfrentamiento. Editoriales, cartones, Internet, opiniones en la calle, en los cafés... se volvió lugar común la percepción de una división del país en torno a las elecciones: entre ricos y pobres, entre norte y sur, entre perredistas y panistas, entre "pacíficos" (como se autoproclamaron los panistas) y "renegados" (como llamó Fox a López Obrador, en una más de sus estridentes declaraciones). Esta polarización, en buena medida inducida, se ha visto reflejada en las comunicaciones diarias entre los mexicanos, en el papel cerrado y parcial de los principales medios de comunicación - que han hecho el juego al establishment -, pero también en las calles. A la primera asamblea informativa convocada por López Obrador en el Zócalo de la Ciudad de México asistieron alrededor de trescientas mil personas. A la segunda, entre un millón y un millón y medio (más o menos la población total de Guadalajara o de Monterrey, segunda y tercera ciudad más poblada del país, respectivamente). Fue la marcha más concurrida en la historia de México y me consta el entusiasmo, el fervor y la alegría de los concurrentes, aún en medio de un escenario tan complejo como el que se vive ahora. Las pancartas y mantas que portaban algunos eran ingeniosas, valientes, lúcidas y lúdicas. Como apunta Octavio Paz en El Laberinto de la Soledad, el mexicano se manifiesta y se "abre" en las fiestas, saliendo de esa soledad y ese aislamiento que Paz le atribuía a su personalidad. Si bien, el compromiso de todos estos ciudadanos es serio y auténtico, para mí fue felizmente notorio el carácter festivo de la manifestación. En ese sentido, se trató de un ejercicio democrático alegre, sincero y pacífico. Saldo blanco, cero disturbios. Muy destacable es también el hecho de que la inconformidad ciudadana dio para mucho más que sólo el fraude electoral. Fox, Ugalde, Calderón... todos estaban incluidos en las menciones maternas y las pancartas de los manifestantes, como es verosímil, pero también los medios de comunicación, las empresas involucradas en el financiamiento de la campaña del miedo montada por la derecha (unos días después de la asamblea, la escritora Elena Poniatowska encabezó una protesta contra la filial mexicana del City Bank, Banamex), los altas jerarcas del catolicismo y una que otra "controversia teológica" (es entrañable aquella manta que rezaba "Dios no es panista"). El vitoreo a escritores como Carlos Monsiváis y Sergio Pitol formaron parte del heterogéneo muestrario de la amplitud que está tomando la resistencia civil pacífica mexicana contra el fraude electoral. Los mexicanos están haciendo suyas muchas reivindicaciones, lemas y temas de discusión que otrora, en un escenario similar, se limitaban a consignas de un programa político determinado. Lo que caracteriza a este momento es la toma de conciencia ciudadana (con un pretexto electoral) sobre la estructura social y económica del país, sobre el papel de los medios de comunicación en la esfera pública, sobre la responsabilidad de la iniciativa privada y las asociaciones religiosas, sobre el poder del consumidor y de la sociedad civil cuando se organiza para defender sus intereses e incluso sobre temas como los derechos de las minorías, el destino que tienen nuestros impuestos (si se convierten en los spots de alguna campaña presidencial muy cara), de los indígenas y por supuesto, el tema central: la democracia y la calidad de ésta. Creo que con creatividad y las mejores pasiones en juego (la alegría, la esperanza) puede verificarse la hora de la ciudadanía en México: es una ocasión inédita para la participación y la organización de la sociedad civil. Presenciamos una excelente oportunidad para la construcción de espacio público, lazos de solidaridad y diálogo permanentes entre los mexicanos, y además con los mejores propósitos. Y todo esto, tan trascendente como es y puede ser, debe desbordarse en el mejor de los sentidos: si se habla de la defensa del voto, del "voto por voto, casilla por casilla" con motivo de la coyuntura electoral, también debe rescatarse este renovado espíritu democrático para construir república, apostar a la permanencia y la ampliación de la participación democrática y el mejoramiento de las instituciones. Si el recuento voto por voto es ordenado por el Tribunal Electoral - única garantía de legitimidad para quien sea el próximo Presidente de México – la sociedad civil debe insistir en asumir su derecho y su deber de ejercer la soberanía popular. Como bien dijo Henry David Thoreau en su "Desobediencia Civil" – obra que inspiró a Tolstoi y al movimiento de resistencia civil pacífica de Gandhi – "yo pido, no como 'antigobiernista' sino como ciudadano, y de inmediato, un mejor gobierno. Permítasele a cada individuo dar a conocer el tipo de gobierno que lo impulsaría a respetarlo y eso ya sería un paso ganado para obtener ese respeto". Esa es una buena base para un movimiento de participación democrática en México, ¿cómo puede descalificarse una exigencia tan legítima? Siguiendo a Thoreau, la apuesta trascendente de la ciudadanía en este momento histórico podría ir en el sentido de que, por más representativas que sean las instituciones democráticas del país, teniendo el ciudadano una conciencia individual – y agregaría, una conciencia de su comunidad – ¿porqué ha de entregarle siempre su conciencia a otro, sea éste un legislador, un Presidente, un partido político, el IFE, el sacerdote, la televisión o el mercado? No participar, no criticar responsablemente y no proponer, es cooperar con la injusticia y enajenar la conciencia. Y si los cauces institucionales siguen siendo rehenes de unos cuantos… pues entonces tendríamos que sondear si nuestras conciencias nos permiten seguir obedeciendo a un gobierno injusto. Por ello es buena hora para que el mexicano evalúe el concepto que tiene de sí mismo como ciudadano y de su comunidad. Que el ciudadano critique, con todas las evidencias que nos da este conflicto postelectoral, las grandes limitaciones de nuestro sistema de "democracia" elitista, en que la democracia es un simple mecanismo instrumental para elegir gobernantes que sólo han representado intereses particularistas, recurrentes testaferros de los grupos de intereses económicos, locales o globales. Que el ciudadano critique los abusos del sector privado y tome conciencia de su papel como consumidor de bienes, servicios e información. Es un buen momento para educarnos unos a otros, invitarnos al espacio público, deliberar y actuar con plena autonomía. Por otra parte, al asumir estos compromisos, los mexicanos tenemos la oportunidad de aportar nuestra experiencia y nuestra lucha como botón de muestra a las sociedades civiles de otros países: entramos al gran debate sobre el rumbo de la comunidad internacional: más neoliberalismo globalista o justicia social y democracia participativa. En la cita del inicio, Kant dijo a propósito de la Ilustración (salir de la minoría de edad) que ésta era posible siempre que a "el público" se le deje en libertad. Pero nuestras leyes ya nos reconocen esas libertades de las que no gozaban ni en la letra los contemporáneos del filósofo de Königsberg: la libertad no es una dádiva del gobierno: nacimos con ella, ya la conquistaron en el papel las generaciones que nos precedieron y debemos ejercitarla en la vida nosotros. Con esa esperanza, invitando a los ciudadanos a que se organicen como mejor les parezca pero sin dejar de participar, estoy convencido de que México vive hoy una crisis oportuna en su historia democrática, que nos espolea a tomar decisiones comunitarias sobre la forma que revestirán nuestras instituciones y una nueva cultura republicana. Un movimiento de esa naturaleza se irá dando con su propio ritmo, sí, pero es tarea de todos construirlo: la hora de una ciudadanía que, ejerciendo sus libertades, demuestre su mayoría de edad. - Silvano Cantú es estudiante de Derecho en la UANL y participó por primera vez en una elección presidencial. Es miembro fundador del Observatorio Ciudadano por la Democracia, organización recientemente creada para demandar el respeto a los principios rectores electorales y fomentar la participación.
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